El Mercosur celebró 30 años de existencia el pasado 26 de marzo. Celebró es un decir. La última cumbre tuvo más en común con el aniversario de un matrimonio disfuncional que con los festejos por haber conseguido los objetivos trazados hace tres décadas. Hay patrones geopolíticos que explican cómo llegó a este largo y doloroso estancamiento que atraviesa actualmente. Argentina debería tenerlos en cuenta para recalibrar sus expectativas sobre lo posible y deseable para el bloque.
El corazón del Mercosur es la alianza que sellaron Argentina y Brasil luego de siglos de rivalidad. La competencia entre estas dos naciones hunde sus orígenes en el pasado colonial, cuando existía una fuerte disputa por la hegemonía en la Cuenta del Plata. Esta alianza dista de ser un acuerdo entre iguales. Brasil superó a Argentina con claridad a partir del milagro económico brasileño, como es llamado el proceso de industrialización acelerada que atravesó el país desde finales de la década del sesenta.
Cuando Arturo Frondizi fue derrocado, en 1962, el PBI de Argentina era un 20% superior al de Brasil. Una década después, no solo se había revertido: la economía brasileña era el doble de la argentina.
En los años setenta, la potencia relativa de Brasil hizo mella en los tomadores de decisiones argentinos. Tanto civiles como militares comenzaron un acercamiento político al país vecino. No solo porque asumían que la asimetría económica era irreversible, sino porque querían concentrar la atención en los conflictos limítrofes con Chile. Del lado brasileño se dio una calurosa bienvenida a este giro diplomático. La razón no era sentimental: Argentina no podía competir por influencia de igual a igual, pero conservaba una cuota de poder suficiente para bloquear las ambiciones brasileñas en la región y más allá.
Rezago económico y estratégico
Hasta la década de los noventa, sobrevoló la ilusión de que Argentina podía acomodarse, recuperar el terreno perdido y volver a ocupar el liderazgo regional. Es doloroso reconocerlo, pero nada de ello ocurrió. La brecha, por el contrario, continuó ampliándose: la economía de Brasil es actualmente tres veces mayor que la de Argentina, medida a paridad de poder adquisitivo, según los datos del Banco Mundial. En el mismo periodo, otras naciones de la región crecieron a un mayor ritmo que Argentina y achicaron la distancia. Son los casos de Chile, Colombia y, más recientemente, Perú.
Estos cambios trastocaron el equilibrio de fuerzas en el que se basaba el Mercosur. El bloque fue fundado en un escenario con una Argentina como clara (segunda) potencia regional y con una proyección importante. Esto fue tenido en cuenta, obviamente, por los dos socios menores del bloque, Uruguay y Paraguay. Ya no es más así.
En el plano estratégico, Argentina también perdió peso relativo como resultado de décadas de desinversión y falta de modernización de las Fuerzas Armadas. Actualmente es superado varias veces por Brasil y está en desventaja frente a Chile.
El Mercosur fue creado sobre unas bases geopolíticas que ya no existen. Argentina está lejos de ser la potencia consolidada en un segundo lugar que fue alguna vez y las perspectivas de que recupere el liderazgo se desvanecieron. No sorprende, por lo tanto, que los cónyuges estén más interesados en la división de bienes que en festejar el aniversario.