El balotaje de Francia reeditará el choque de 2017. Como preveían las encuestas, Emmanuel Macron y Marine Le Pen quedaron primero y segunda en las presidenciales de este domingo. El balotaje se celebrará el 24 de abril y los sondeos anticipan una elección competitiva, aunque Macron parte con una leve ventaja. Una reelección de Macron consolidaría su liderazgo en una Europa en crisis por la guerra y sin grandes liderazgos tras el retiro de la excanciller alemana Angela Merkel. La improbable victoria de Le Pen pondría en jaque el sistema político europeo.
Si el triunfo de Macron fue una sorpresa cinco años atrás —por la irrupción abrupta de su movimiento político—, la reelección es el resultado más esperable. A pesar de que atravesó un gobierno turbulento, que incluyó la revuelta de los chalecos amarillos, la irrupción de la pandemia y el inicio de la guerra en Ucrania, el presidente francés consolidó su liderazgo internacional. A tal punto, que fue el único interlocutor europeo que se reunió con el presidente ruso, Vladímir Putin, para conversar sobre el aumento de las tensiones en la frontera de Ucrania antes de la invasión. Las negociaciones fracasaron y solo dejaron aquella foto extraña en la que Putin y Macron comparten una mesa larga, cada uno sentado en una cabecera. Y aún así, la reunión bilateral prueba que es el mandatario de mayor peso en Europa. El canciller alemán, Olaf Scholz, todavía no hace pie y el tablero político continental muestra jugadores de menor calibre o desprestigiados, como Boris Johnson, Pedro Sánchez y Mario Draghi. Esto agrava la importancia de la elección en Francia. Más aún cuando la retadora ha manifestado en reiteradas ocasiones su admiración por el presidente ruso.
Los días previos a la elección fueron inquietantes para las filas macronistas. Le Pen crecía con fuerza en las encuestas y amenazaba con un batacazo. No ocurrió. Con el 97% de las mesas escrutadas, Macron obtuvo el 27,6% y Le Pen un 23,4%. Ambos crecieron con respecto a 2017, cuando Macron había sacado el 24% y Le Pen el 21,3%. En tercer lugar quedó el candidato de izquierda Jean-Luc Mélenchon (Francia Insumisa), que alcanzó el 21,2% y quedó fuera del balotaje.
Una de las víctimas del crecimiento firme de Le Pen fue el polemista televisivo de extrema derecha Éric Zemmour, que en un tramo de la campaña se había ilusionado porque veía en las encuestas chances de llegar a la segunda vuelta. Algunos analistas lo consideraban más peligroso que Le Pen para las aspiraciones de Macron. A fin de cuentas, el antecedente más persistente de la política francesa es que todos los candidatos que enfrentaron al apellido Le Pen en un balotaje fueron presidentes. Los votos potenciales de Zemmour, sin embargo, migraron hacia Le Pen. El polemista obtuvo apenas el 7%.
El colapso de los partidos tradicionales
Los grandes perdedores del domingo fueron los partidos tradicionales, que sufrieron un desplome sin precedentes en la historia reciente del país. El Partido Socialista, que postuló a la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, obtuvo menos del 2% de los votos; el partido de derecha moderada Los Republicanos sacó el 4,8%. Son resultados sorprendentes si se tiene en cuenta que el socialismo hace solo cinco años estaba en el poder y que la centroderecha es el partido que más años gobernó Francia desde la fundación de la V República, en 1958.
El desplome de la centroderecha y la centroizquierda se explica, en parte, por la consolidación de Macron. El presidente hizo propio el lema gastado «ni izquierda ni derecha» y captó votos por ambos lados. Él mismo fue ministro de Economía del gobierno socialista de Françoise Hollande y al momento de elegir a un ministro de economía para su propia presidencia optó por Bruno Le Maire, un dirigente de larga trayectoria en la centroderecha. Le Maire fue precandidato a la presidencia por Los Republicanos en 2017, meses antes de sumarse al gabinete de Macron.
En materia económica, el gobierno de Macron tuvo una impronta marcadamente liberal: redujo el impuesto a las sociedades del 33,3% al 25%, eliminó el impuesto sobre el patrimonio y flexibilizó el Código de Trabajo. El balance tiene puntos fuertes y débiles. El desempleo registró en 2021 el nivel más bajo desde 2008, un 7,1%, aunque aumentó la precariedad laboral, que alcanzó al 12,4% de los trabajadores. Estas políticas y otras medidas impopulares consolidaron la imagen de un Macron elitista, afín a los empresas e insensible a los trabajadores. El caso paradigmático fue el impuesto a los combustibles para desalentar el uso de vehículos particulares que desencadenó en 2018 las protestas de los chalecos amarillos.
Temor y malestar
Tras conocer los resultados, Macron convocó a los votantes franceses «sea cual sea su sensibilidad y su elección en la primera vuelta» a unirse a su candidatura «para frenar a la extrema derecha». La mayor parte de los candidatos derrotados el domingo llamó a votar por Macron el 24 de abril. Las excepciones fueron Zemmour, que anunció su apoyo a Le Pen, y Mélenchon, que pidió «no dar ni un solo voto a la señora Le Pen», pero evitó respaldar al presidente.
Mélenchon, Zemmour y Le Pen pertenecen a sectores políticos incompatibles, pero tienen algo en común: por derecha o por izquierda son críticos de la Unión Europea y el sistema político vigente en Francia en las últimas décadas. Entre los tres sumaron un 52% de los votos, una muestra clara del descontento en el país.
Ese malestar es el que intenta capitalizar Le Pen, que compite este año por tercera vez por la presidencia de Francia. La líder de Reagrupamiento Nacional—como rebautizó al Frente Nacional, el tradicional partido de ultraderecha fundado por su padre, Jean-Marie Le Pen—, intenta suavizar su imagen. En esta campaña buscó reemplazar los elementos más duros del discurso de la derecha nacionalista y xenófoba por las críticas a Macron como el representante de las élites de París. El mapa de la primera vuelta refleja que la base electoral de Le Pen está, principalmente, en el interior de Francia.
En el balotaje de 2017 Macron aplastó a Le Pen por un 66% contra el 33%. En estas elecciones se espera un final más ajustado. Todo indica que Le Pen se convirtió en una alternativa aceptable para millones de franceses. En dos semanas se verá claro si pesa más el temor a la extrema derecha o el malestar social.