Un duro debate condiciona el desarrollo de la minería en Mendoza. Desde hace años, organizaciones activistas realizan campañas en las escuelas para concientizar sobre la importancia del cuidado del ambiente y el buen uso de los recursos naturales. Una iniciativa valiosa que, sin embargo, se ve empañada por la manipulación de ciertos sectores que aprovechan estas campañas para difundir un mensaje contrario a la minería, basado en prejuicios y no en fundamentos científicos. El discurso antiminero venía ganando terreno, pero la reacción del sector productivo está comenzando a revertir la situación. Un ejemplo de esto es el proyecto impulsado por cuatro entidades empresarias mendocinas para incorporar contenidos mínimos sobre geología y mineralogía en los programas de estudios de la provincia e implementar un curso de formación docente para brindar herramientas que permitan un debate informado sobre el sector.
El proyecto, presentado ante la Dirección General de Escuelas (DGE) a través del Instituto de Educación Superior (InSuTec), generó el repudio de las Asambleas Mendocinas por el Agua Pura, que nuclea a diferentes organizaciones antimineras. El rechazo a la posibilidad de que docentes y alumnos se formen sobre el funcionamiento del sector minero y su importancia para la sociedad muestra una actitud reaccionaria y oscurantista, contraria a la necesidad de construir ámbitos de debate abiertos y democráticos.
Vale señalar que otros sectores de la economía mendocina son estudiados actualmente en las escuelas, como el caso de la vitivinicultura, una actividad que utiliza grandes cantidades de recursos hídricos. ¿Por qué debería tratarse de una forma diferente a la minería?
La propuesta fue elaborada por el geólogo Eddy Lavandaio, autor de las publicaciones Conozcamos más sobre la minería, desarrolladas en 2014 en el ámbito del Servicio Geológico Minero Argentino para la educación productiva en Salta y Catamarca, y es promovida por la Asociación de Industriales Metalúrgicos de Mendoza (Asinmet), la Cámara Mendocina de Empresarios Mineros (CAMEm), la Unión Industrial de Mendoza (UIM) y la sección mendocina de la Cámara Argentina de la Construcción (CAC). Esta iniciativa confía en que un mayor conocimiento sobre el tema permitiría debatir en forma democrática para acordar un mejor modelo de desarrollo para la provincia. La oposición no solo revela una visión restrictiva sobre la educación, sino que plantea un camino que solo agravaría el problema al posponer una solución y generar mayor división social basada en prejuicios.
Potencial minero
Este caso pone de relieve el elevado nivel de conflictividad que existe en torno a la minería, una actividad estratégica para Argentina. El país exporta actualmente 3.000 millones de dólares en minerales, pero el Plan Estratégico para el Desarrollo Minero Argentino prevé triplicar este monto en la próxima década. Y Mendoza no solo tiene un gran potencial, sino que fue una provincia pionera: Paramillos de Uspallata fue una de las primeras minas del país; Soberanía e Independencia fueron las primeras minas de uranio de Argentina; y Huemul fue la mayor productora de uranio nacional. Estos logros son parte del pasado. En la actualidad, Argentina importa uranio desde Asia. También importa otros minerales más comunes, como el hierro desde Brasil, tras la prohibición de la reapertura de la mina de Sierra Pintada y la demora en el inicio de la exploración de Hierro Indio.
En el contexto de la crisis económica actual, la minería se destaca porque crea empleos de calidad y bien remunerados en zonas alejadas de las mayores áreas urbanas. Es el sector con mayor porcentaje de trabajadores registrados —el 95%— y el segundo que paga mejores salarios —250.178 pesos en promedio, en enero de 2022—, según los datos del Centro de Estudios para la Producción, dirigido por Daniel Schteingart y dependiente del del Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación. A esto se suma que es un sector generador neto de divisas, un aspecto clave para una economía que enfrenta un serio problema de restricción externa.
Una crítica frecuente a la minería es el supuesto carácter extractivista del sector, que tendería a crear enclaves exportadores de materias primas. Pero esto no es necesariamente así, como señala Schteingart en una charla de la Usina Desarrollista: «Si a Australia, Canadá y Noruega les fue bien con los recursos naturales, ello en gran medida tiene que ver con cómo lograron desarrollar sus encadenamientos con el resto del tejido productivo, científico y tecnológico». El papel del Estado nacional en este punto es central, tanto para generar las condiciones macroeconómicas que permitan el desarrollo del sector como por la adopción de políticas específicas para fomentar los encadenamientos productivos.
La incorporación del estudio de geología y mineralogía en las escuelas mendocinas no implica de ninguna manera negar el impacto ambiental de esta actividad productiva. Busca, en cambio, fomentar un mejor conocimiento sobre el potencial económico, los riesgos ambientales y las diferencias entre las distintas formas de explotación minera. No es lo mismo la minería que incorpora las tecnologías más avanzadas que aquella que invierte lo mínimo indispensable para reducir costos, sin tener en cuenta el impacto ambiental. A su vez, resulta fundamental el rol del Estado como regulador y auditor de las empresas mineras, para sancionar con severidad a las compañías que incumplan las normas ambientales.
Una educación con base científica, sin sesgos antiproductivos, es compatible con enseñar sobre el cuidado del ambiente y el buen uso de los recursos. De hecho, ambos aspectos —producción y ambiente— deben ser parte de la formación de los futuros técnicos e ingenieros para elaborar proyectos de desarrollo, así como de toda la ciudadanía para que pueda participar a conciencia del debate sobre la Mendoza del futuro.