La creciente infantilización de la pobreza es innegable. Según el INDEC en el segundo semestre de 2021 -último dato disponible- la pobreza alcanzó a un 51,8% de niños de entre 0 y 17 años. Y si hacemos foco en los chicos de 0 a 5 años el índice de pobreza es del 53% de los niños. Quizás esta será la razón por la cual se decidió encauzar al Plan Nacional de Primera Infancia (PNPI) y los Centros de Primera Infancia bajo la órbita del Ministerio de Desarrollo Social y no en el de Educación, lo que considero una decisión desacertada. Si bien Educación tiene su área de nivel inicial, la misma no forma parte del PNPI, como tampoco forma parte el área de salud responsable de la malnutrición infantil. Para los gobiernos la inseguridad alimentaria también es un tema de desarrollo social y nada tiene que ver con la salud.
En la Argentina muchos de lo que hoy son centros “no formales” de primera infancia o de educación inicial comenzaron como centros comunitarios que intentaban darle una solución a los graves problemas nutricionales y sociales de la comunidad. Sin embargo, hay que trascender ese enfoque básico y fundamental parar recuperar el sentido pedagógico de la educación y el cuidado en la primera infancia. El sentido pedagógico de estos espacios se funda en la posibilidad de generar contextos educativos y de crianza enriquecidos que dignifiquen la crianza. Entender a los niños como nuevos sujetos de derechos, reconocerlos como tales, requiere entonces repensar las formas en las que el estado vela por dichos derechos y que tipos de cuidados les brindamos
Durante los primeros 1.000 días de vida se desarrollan el 40% de las capacidades cognitivas, motrices y emocionales de una persona. Por esto mismo la formación pedagógica de quienes trabajan en los centros es crucial. Con el actual sistema del PNPI no es necesario poner como responsable del espacio a personas formadas en temas pedagógicos y mucho menos presentar una propuesta pedagógica del espacio.
No busco desmerecer el valioso trabajo que se hacen en estos espacios, pero el vínculo entre la educadora y cada niño y niña es tanto un requisito de la relación pedagógica como una función en sí misma. Si los Centros de Primera Infancia son la manera que encontramos como sociedad para desarrollar el potencial de nuestros niños más desprotegidos, la formación y aptitud de quienes los reciben es crucial.
Pero además tampoco se cubren satisfactoriamente las necesidades básicas. Solo para tomar dimensión del poco interés que tiene la política con la infancia pongo como ejemplo lo que se invierte por chico en cada uno de estos espacios. Cuando un centro de primera infancia se incorpora al PNPI recibe un subsidio inicial para infraestructura y otros gastos de inversión inicial. Después de eso corresponde un subsidio mensual (con suerte, suponiendo que el Estado paga a tiempo, que nunca pasa) equivalente a $2.500 por chico inscripto. De ese monto un 50% se debe usar para pagar sueldos y demás gastos. El otro 50% se destina a la alimentación de los chicos ¿realmente podemos alimentar un chico por $1.250 mensuales? Invito a cualquiera que lea esto a ir con ese dinero al supermercado y se fije cuanto puede comprar.
Volvamos a lo pedagógico. Hace un tiempo me hicieron la siguiente pregunta: ¿niño se nace o se hace? Si la pedagogía trabaja sobre lo que es, pero más lo hace sobre el potencial. la forma misma de lo que el niño o niña puede ser y aún no es ¿Cómo podemos creer que la arista pedagógica no es relevante en estos espacios? Más aún, si entendemos que en estos espacios educativos hay más “infancia” (la singularidad de la persona) que “infancias” (son muchos e iguales), también esperamos que la persona tenga la formación adecuada para enseñar según las características particulares de cada niño o niña. «Dignificar la infancia implica generar condiciones institucionales habilitadoras y promotoras de formatos de educación y cuidado en los primeros años. Se trata de sostener desde el Estado un proyecto educativo claro para la primera infancia”, concluyen los especialistas Faistein y Mayol Lassalle
Duele la falta de conciencia que existe desde la política sobre el valor de la primera infancia. Los niños y niñas viven inmersos en una política sumamente adultocéntrica. Una política pensada por y para los adultos según como a ellos les queda más cómodo. De esta forma se pierde el respeto a la niñez y sus derechos en nuestra Constitución Nacional consagrados. Más allá de las políticas y los programas, aún estamos lejos de generar una cultura que respete a la niñez y a sus posibilidades, que son el mejor activo para nuestro futuro.