El litio cumple con las virtudes más buscadas en Argentina: aporta dólares y empleo. Despierta ilusiones y cada vez está más presente en discursos políticos y análisis económicos. ¿Oro blanco? ¿La solución de la crisis Argentina? Los expertos como Víctor Delbuono reconocen el potencial del litio en Argentina, el país con más proyectos en marcha en el mundo, pero matizan el optimismo. «Siempre digo que el litio no va a ser el petróleo del siglo XXI», dice Delbuono, que fue director de Economía Minera de la Nación entre 2020 y 2021 y es investigador de Fundar. Para el especialista, Argentina puede convertirse en el segundo productor mundial de litio pero enfrentará desafíos en el futuro cercano. Por qué considera que el país no debería fabricar baterías, sino especializarse en otros eslabones de la cadena de valor.
El litio genera expectativa en Argentina, es visto como una gran oportunidad para el país. ¿Qué posibilidades tiene realmente el sector?
Soy de los que intenta poner un poco de paños fríos a esa expectativa. Siempre digo que el litio no va a ser el petróleo del siglo XXI. Primero, porque no es una fuente de energía, sino de almacenamiento. Segundo, porque el 99,9% del litio está disponible para ser reciclado después del uso en la batería. Se espera que en algún momento las baterías generen una nueva oferta, como pasa con los metales industriales. Por ejemplo, cerca del 30% del cobre viene del reciclado. Todavía no estamos en ese momento porque es una tecnología nueva. Por otra parte, la tendencia es hacia menos vehículos. Por lo menos en mercados más maduros, como en Europa con el transporte público. Aunque en EEUU todavía no está dando ese salto. Otro factor preponderante es la velocidad del cambio tecnológico.
¿Un cambio que reduzca la demanda de litio?
Las baterías de litio, hierro y fosfato son un ejemplo. Hace cinco años se veían como una solución solo para vehículos grandes como buses o para baterías estacionarias para almacenar energía solar o eólica. Hoy se está usando en China para vehículos eléctricos. Son baterías que prescinden de níquel y cobalto, que eran minerales incluso más difíciles de conseguir que el litio. Lo mismo puede pasar con el litio. El almacenamiento en sodio podría ser una alternativa.
O sea que hay factores para matizar esa expectativa, ¿por qué hay tanto optimismo?
Hubo un boom de precios el año pasado por un aumento en la demanda. Pasó lo mismo en 2017 y 2018. Pero hay un cuello de botella en la oferta porque los proyectos tienen un plazo de maduración muy largo. En cada salar hay que hacer las pruebas piloto de las calidades, que difieren mucho, y del proceso de evaporación de la salmuera. El ingreso a producción no es automático. Argentina es el país con más proyectos en estado avanzado, que son los de prefactibilidad, factibilidad y construcción. Pero eso no siempre es la medida correcta.
¿Por qué?
La ampliación de uno de los proyecto de Atacama, en Chile, puede significar el equivalente a cinco proyectos nuevos en Argentina. Es lo que pasó en 2018, con la ampliación de la empresa SQM. Por eso relativizo la cantidad de proyectos con respecto a la capacidad real de producir. Además, las ampliaciones en Chile son más rápidas porque conocen el salar y tienen tecnología para escalar. Y pasa algo similar en Australia, que tiene proyectos de mucha capacidad basados en una fuente distinta del mineral: las pegmatitas que tienen espodumenos, un concentrado que produce hidróxido de litio. Esto explica que Australia sea el principal productor mundial, con casi el 50% de la oferta. La tecnología es más sencilla que la usada en los salares.
¿Cuál es el potencial concreto de Argentina?
La producción actual es de alrededor de 37.500 toneladas. Y la capacidad de producción podría aumentar para 2028 a 275.000 con los proyectos que están en construcción. A 20.000 dólares la tonelada, es alrededor de 5.500 millones de dólares. Equivale a un complejo de trigo de Argentina.
Argentina es el cuarto productor mundial de litio, ¿hasta qué posición podría llegar en los próximos años?
Es difícil que Argentina alcance la escala de Australia y llegue al primer lugar. Australia tiene una posición privilegiada en términos de inversión y acuerdos de libre comercio con China, además de facilidad para llegar al mercado. Argentina sí puede superar a Chile en el segundo lugar por la cantidad de proyectos que hay en construcción y alguno más que puede aparecer. Argentina hoy produce la quinta parte de Chile, pero puede superarlo en 2028 en capacidad instalada. Después hay un tiempo de maduración hasta alcanzar la producción completa. Por otro lado, China también ha crecido con sus propios recursos, de mucha menor calidad. A veces produce incluso de manera antieconómica. También hay que tener cuidado con los aumentos en la oferta por la aparición de tecnologías nuevas. En EEUU también están avanzando en otras fuentes para el litio.
¿El litio crea empleo?
En términos de empleo, es un impacto muy significativo para la región. Por cada operación se habla de alrededor de 500 empleos formales directos. Una característica del sector es que tiene uno de los grados más altos de formalidad y los mejores salarios de la economía. Compite con los de la petroquímica y el sector financiero. En términos de masa salarial tiene un impacto importante en la provincia. Y moviliza el empleo durante la construcción, con 1.500 empleos durante dos o tres años. A esto se suman las distintas estimaciones de empleo indirecto.
¿Cuánto empleo indirecto genera?
Para algunos es de tres a uno. Una medida conservadora es el mínimo de dos a uno, que igual es muy significativo. Es importante en ese sentido una buena articulación de la política pública para que esos encadenamientos de la actividad aguas arriba, de la demanda de bienes, insumos y servicios repercuta en la región. Por ejemplo, por cada tonelada de litio hacen falta tres toneladas de cal. Eso puede ser una planta de 200 empleos. Y después lo que mueve comercialmente el hecho de que haya mayores ingresos en la zona. Incluso puede tener un impacto en el mercado inmobiliario, como se vio en Añelo con Vaca Muerta. El balance es positivo para el área, lo importante es que no se centralice todo en un campamento cerrado sino que tenga un vínculo con la comunidad cercana al salar.
¿Qué impacto ambiental tiene la explotación del litio?
No se conoce del todo la incidencia de la actividad. Hay que entender que es una cuenca endorreica cerrada que recibe recargas por lluvia, por afluentes y por fuentes subterráneas. Conocer esta dinámica, incluyendo la variable climática, implica horizontes temporales muy largos. Es difícil atribuir con un modelo perfecto qué es lo que está pasando y cuál es la incidencia de la actividad. Pero hay cuotas autorizadas, no es que se puede bombear cualquier cantidad de salmuera. Los salares están conectados a acuíferos de agua dulce y las autoridades deben controlar ese umbral para que no haya una afectación. Lo importante es el monitoreo y el control.
¿Las leyes son adecuadas para fiscalizar lo que pasa?
La normativa está acompañando la evolución. Una ventaja que tiene Argentina es que los estudios de impacto ambiental deben renovarse de forma bianual. Es incluso mejor que en Chile o Perú. Eso en términos técnicos. Con respecto a la gobernanza, es importante un trabajo en conjunto interprovincial porque hay algunas cuencas que son compartidas, hay salares limítrofes.
¿Existe un riesgo de que las comunidades cercanas rechacen este tipo de proyectos?
La licencia social no existe como tal, es algo que se construye todos los días. Del comportamiento que tenga una compañía va a depender su relacionamiento con las comunidades. Y de la transparencia sobre lo que ocurre con la renta que deja, que se perciba como un beneficio para la localidad. El antecedente más conocido es el de Salinas Grandes donde no había un pedido de explotación ni un proyecto avanzado sino una etapa de exploración. Y hubo un conflicto en torno a la consulta previa. Digamos, a la decisión de las comunidades de permitir o no las tareas de exportación. Está todavía abierto, no hay una visión unánime al respecto entre las comunidades.
Un grupo de diputados oficialistas presentó un proyecto para declarar el litio como estratégico, como en Bolivia y Chile. ¿Es una buena idea?
La definición de estratégico tiene varias aristas. Para la Constitución Boliviana, con el cambio de régimen en 2008, el litio es estratégico para la industrialización de Bolivia. Uno puede ver a la luz de los años si tuvo los resultados esperados. Uno diría, a priori, que no. Bolivia no logró todavía llevar la producción de Uyuni a una escala industrial. El caso de Chile es distinto porque el litio viene con una calificación de no concesionable desde 1979. Es cierto que la estrategia de [Gabriel] Boric ahora cambia cómo el Estado participa en esa renta, con un esquema de por sí bastante mejor que el de Argentina en términos de captación de renta.
¿Qué cambia en Chile con esta nueva política?
La CORFO (Corporación de Fomento de la Producción, de Chile) otorgó en el pasado zonas de explotación a dos empresas privadas. Se habla de regalías, pero en realidad es un contrato de arrendamiento que varía de acuerdo al precio del litio. En 2030 vence el contrato de SQM y lo que se discute ahora es si el Estado va a dar la extensión, algo que estará atado a la participación estatal en la explotación.
¿El Estado Nacional debería tener mayor participación en Argentina?
Tendría como ventaja un mayor direccionamiento o la visión estratégica. Uno de los peores esquemas es la fragmentación, donde las provincias quieren una cosa y la nación busca otra. Podría generar un espacio que las reuniera y no fuera solo una mesa donde se acuerda un plan y después no se avanza en normativas.
¿Qué otras leyes deberían modificarse?
La Ley de Inversiones Mineras necesita una actualización. Es una ley de 1993; debería incluir todo lo que ha pasado en los últimos años. Y considerar que no todos los minerales son iguales. El esquema tributario argentino es bastante poco flexible, en términos de ampliar la participación de los impuestos cuando aumenta la renta. Las regalías son un valor fijo del 3% sobre la renta. Mientras que hay minerales como el cobre o el plomo donde el equilibrio entre la oferta y la demanda es muy chico porque los precios son estables a lo largo de los años, hay otros como el oro cuyos precios se disparan cuando hay un acontecimiento de incertidumbre. Fue así durante la crisis subprime en 2008 y la pandemia. En ese caso, el 3% no es lo razonable.
¿Argentina debería apostar por la fabricación de baterías en el país?
Las plantas de baterías y celdas compiten mucho por costo, hay cantidades industriales gigantescas y la tecnología cambia a gran velocidad. Es muy difícil competir. Por la velocidad a la que está avanzando el mercado, el riesgo es que te quedes con una batería de menor rendimiento o almacenamiento, o con mayor tiempo de carga. Si vas a copiar otra tecnología, el tema es no quedarte atrás. No quito que haya nichos de innovación y sectores de Argentina sí se pueden insertar. Incluso en el armado de packs, que es un paquete de baterías. Argentina tiene capacidad, como lo demuestra la capacidad de unicornios que tiene el país.
¿Considerás que hay otros eslabones donde el país debería especializarse?
Sí, los eslabones intermedios como la producción de carbonato de litio de mejor calidad. Carbonato de grado batería. O algún componente de los cátodos. Es importante también mirar aguas arriba. Hay mucho para hacer en el desarrollo de tecnologías alrededor de la producción de litio, en la mejora de los métodos y el desarrollo de proveedores. Hay una industria de base que puede ser traccionada por la producción de litio y no debería descuidarse. Puede tener un impacto muy grande, incluso mayor que la de aguas abajo, a la que en general se presta más atención. Aunque hay un desafío muy grande por el lado de macroeconomía para que haya inversiones que elijan dar un salto más allá de la extracción del litio en el país.
¿El litio puede ayudar a estabilizar la macroeconomía?
Buena parte de la inversión extranjera directa Argentina en los últimos dos años vino por el sector hidrocarburos y por el litio. Son una fuente de dólares que ingresa directamente al país, primero como inversión y después como exportaciones. Uno de los grandes desafíos de Argentina es aumentar las exportaciones, que son bajas para el tamaño de la economía, bajas en términos per cápita y bajas en comparación con la región. El último ciclo de crecimiento del país, entre 2003 y 2010, fue acompañado de un aumento de las exportaciones. En este sentido, sí, el litio puede ayudar a una estabilización de la macroeconomía.