Agradezco con honda emoción el honor que acaba de conferirme la ilustre Universidad de Fordham.  Recibo esta distinción no como reconocimiento a la persona del Presidente argentino, sino como un homenaje que la cultura universitaria de los Estados Unidos tributa al pueblo de mi país.  Los vínculos culturales que unen a nuestras dos naciones datan de mucho tiempo y se han intensificado notablemente en los últimos años.  El gobierno argentino tiene el propósito de impulsar este benéfico intercambio entre todas las naciones del continente, consciente de la trascendencia que tiene el mutuo conocimiento entre los pueblos para la consolidación de las relaciones internacionales y el progreso de cada país.

Nuestra concepción de la Universidad

Asignamos fundamental importancia a la cultura superior y a los centros universitarios dentro del proceso de desarrollo en que está empeñado nuestro país.  A esta altura de la evolución de los pueblos, el desarrollo económico implica necesariamente progreso científico tecnológico.  Los Estados Unidos han conquistado el puesto de vanguardia que actualmente ocupan por haber sabido poner la ciencia y la técnica al servicio del hombre.

En América Latina es necesario estimular la formación de técnicos e investigadores.  En esa tarea incumbe un papel fundamental a los institutos universitarios, los que deberán ser dotados de todos los recursos necesarios para el mejor cumplimiento de sus funciones.  Ello no significa que el campo de aplicación del conocimiento científico deba quedar limitado al aprovechamiento de los recursos naturales.  En los últimos tiempos la concepción tradicional de la ciencia ha sufrido una extraordinaria transformación.  Las ciencias del hombre han venido a ocupar un sitio de privilegio y su importancia crece cada día, a medida que la personalidad humana y las relaciones sociales son investigadas con mayor objetividad y criterio científico.  Las contribuciones de los Estados Unidos, han sido y siguen siendo tan importantes como sus aportes en el dominio de la tecnología y de la ciencia aplicada.

La importancia del conocimiento científico y tecnológico

Como político y gobernante no puedo dejar de señalar la importancia que tiene para el futuro de las instituciones sociales ese conocimiento objetivo.  Durante muchos siglos la humanidad ha estado ensayando sistemas de convivencia y de gobierno fundados en la tradición de los pueblos o en la intuición de algunas personalidades descollantes.  Es evidente que los progresos realizados en los últimos cincuenta años en torno al conocimiento del hombre ofrecen bases mucho menos endebles e imperfectas que las del pasado para sustentar una organización social establece y fecunda.

Al mismo tiempo la complejidad del mundo actual, que a veces obliga al hombre de Estado a adoptar decisiones fundamentales en materias que escapan a su conocimiento y experiencia, hacen indispensable la estrecha colaboración de técnicos y especialistas con los respectivos gobiernos.   Estamos muy lejos de la época en que un pequeño grupo podía decidir la suerte de toda una Nación.  La constante participación de todos los sectores sociales en la dirección de la cosa pública se hace cada día más imperativa.  En las nuevas condiciones creadas por los avances de la ciencia y de la técnica, el sistema democrático de gobierno sigue siendo la fórmula más eficaz, más flexible y más justa, pero requiere también que haya cada vez menos improvisación y menos imprevisión en las trascendentes decisiones de los representantes del pueblo.

Responsabilidad de los hombres de ciencia y los filósofos

Si como gobernante debo reclamar la mayor cooperación posible de la Universidad en su misión formativa y científica, como ciudadano de este siglo de portentosos adelantos, debo formular una suprema apelación a los estudiosos e investigadores de nuestro tiempo.  La ciencia libera la potencia creadora del hombre hasta límites inimaginables.  La humanidad asiste a esos progresos con legítimo orgullo, pero con preocupación y ansiedad.  Cada paso que avanza por el camino de la ciencia, la conduce hacia metas que hasta ese momento parecían inaccesibles.  Pero también puede ser un paso dado hacia su propia destrucción.  El rumbo definitivo sólo puede dictarlo el espíritu humano, elevándose por encima de las pasiones y de los intereses que nos dividen y colocándose al servicio de los valores superiores que constituyen en definitiva su verdadera naturaleza y razón de ser.

El hombre se ha lanzado ya a la conquista del espacio cósmico.  En esta empresa no puede haber sitio para divisiones entre pueblos y naciones.  Es la humanidad entera, como un todo, que comienza a jugar su papel en el Universo.  Es el saber acumulado por generaciones de sabios y estudiosos de todas las razas y todas las creencia el que está haciendo posible esta hazaña prodigiosa.  Los científicos que representan la sabiduría de nuestro tiempo y los jóvenes que representan la sabiduría del mañana, deben evitar que ese saber sea puesto al servicio de la destrucción.  Esta será una conquista material de los espacios siderales.  Servirá para demostrar que el hombre, capaz de alcanzar las mayores distancias espaciales, es capaz también de realizar los más altos valores morales y ganar las mayores victorias dentro de su propia alma.

Así como la filosofía y las humanidades abrieron, en la remota antigüedad, el camino hacia la ciencia y la técnica, así también en nuestro tiempo iluminan el camino del futuro.  En esta ilustre Universidad de Fordham, consagrada al estudio de las disciplinas humanísticas, rindo homenaje a los valores perennes del espíritu, que impregnan de eternidad a las creaciones del hombre.