Nadie le presta especial atención. Una multitud camina al lado de Mario Bergara sin detenerse a mirarlo. Montevideo está empapelada con su cara. Él conversa con dos asesores en la rambla de Buceo mientras espera el turno para una entrevista en la televisión. No tiene guardaespaldas. El público a su alrededor está pendiente de la competición que está a punto de terminar: la Vuelta Ciclista del Uruguay. Bergara es simpático y tiene modales de profesional. De economista. Fue presidente del Banco Central de Uruguay, Ministro de Economía y competirá en la interna del Frente Amplio para las presidenciales de este año. Para los uruguayos no es extraño encontrarse a los políticos por la calle. La falta de sorpresa no es apatía; el evento está inundado de carteles, globos y banderas de todos los partidos con los nombres que se enfrentarán en las internas del próximo 30 de junio.
Hay una certeza: la fórmula del Frente Amplio no será encabezada por ninguno de los líderes más importantes de la izquierda uruguaya. Tabaré Vázquez, José Mujica y Danilo Astori rondan los 80 años. “Hay un relevo generacional, un proceso de renovación de líderes y de ideas. No sabemos cómo va a ser la nueva estructura de líderes del Frente Amplio, el proceso electoral irá dando sus señales”, destaca Bergara. El recambio coincide con la elección más reñida desde que la izquierda llegó al poder, en 2004.
El favorito es el exintendente de Montevideo, Daniel Martínez. “Las mediciones de popularidad lo consolidan como el primer líder de una generación menor que llegó a mezclarse entre quienes eran los líderes más populares de Uruguay en los últimos 15 años”, apunta Gerardo Caetano, historiador y politólogo. Caetano describe a Martínez como un “hombre de gestión, no de elaboración ni reflexión ideológica”, con buen diálogo con empresarios y dirigentes opositores. Un perfil similar al actual presidente, Tabaré Vázquez. Martínez es ingeniero, fue dirigente sindical, empresario, presidente de la petrolera estatal ANCAP y Ministro de Industria, antes de gobernar la capital.
La principal adversaria interna de Martínez es la exministra de Energía, Carolina Cosse, que cuenta con el apoyo explícito de José Mujica. Mario Bergara y el comunista Óscar Andrade completan, con menor intención de voto, la oferta electoral de la izquierda. Los candidatos tienen entre 44 y 62 años.
Lacalle Pou vs Sartori
Luis Lacalle Pou se ilusiona con poner fin a 15 años de gobiernos de izquierda en Uruguay. Es el que más chances tiene de lograrlo, según las encuestas. Dentro del Partido Nacional, representa al herrerismo, el sector que fundó su abuelo, Luis Alberto Herrera, y al que pertenece su padre, el expresidente Luis Alberto Lacalle (1990-1995). Él tiene, sin embargo, un posicionamiento más centrista que el herrerismo tradicional y eso se refleja en su lema de campaña: evolucionar. “Lacalle Pou dice que no plantea un cambio refundacional, sino una evolución. En donde lo bueno se mantiene y lo que no es bueno, se cambia. Pero a muchos votantes tradicionales del herrerismo no les satisface esa idea”, sostiene Caetano. Un triunfo de Lacalle Pou, según el politólogo, no significaría un giro fuerte a la derecha o a una política ultraliberal. “La propuesta de Lacalle sería el ajuste fiscal, bajar impuestos, bajar el combustible y que la economía no vuelva a crecer por la inversión pública sino atrayendo inversión extranjera”, explica.
Una derrota del Frente Amplio completaría el ciclo democrático en Uruguay, según Pablo de Silveria, jefe de programa de Lacalle Pou. “Hubiera sido una anomalía que las fuerzas de izquierda, que en Uruguay tenían apoyo popular especialmente muy grandes, no gobernaran. Ahora creo que les queda vivir otro proceso igualmente importante, que es hacer la experiencia de salir del gobierno, de perder elecciones”, argumenta en una entrevista para el libro Frente a Frente (Fin de siglo, 2016), del periodista Andrés Alsina. De Silveira critica la visión hegeliana de los dirigentes del Frente Amplio que consideran que la historia avanza en un sentido y el triunfo de la izquierda significó que se alcanzara una etapa superior. “[La idea de] que otro pueda gobernar es marcha atrás es una metáfora que dice mucho. En el fondo, es una metáfora muy antidemocrática”, cuestiona.
En la interna blanca participa un nuevo jugador de la política uruguaya: Juan Sartori. Millonario, casado con la hija de un magnate ruso y ajeno hasta hace poco a la política local, Sartori genera temor en parte del electorado y en la dirigencia política. Es el caso de Viviana Pesce, precandidata a diputada por el Partido Colorado: “Apareció hace tres meses con mucha plata. Es un fenómeno. No saben cuánto es el sueldo mínimo nacional, ni las estrofas del himno. Pero marca en las encuestas del Partido Nacional”. Los rivales internos acusan a Sartori de realizan una campaña sucia, que incluye fake news y la difusión de sondeos falsos, que lo muestran con posibilidades de ganar la interna.
Compiten también por el Partido Nacional dos exintendentes: Jorge Larrañaga, de Paysandú, y Enrique Antía, de Maldonado.
Talvi, la sorpresa colorada
El despliegue es impresionante, parece un festejo deportivo. Decenas de tiendas con los colores de todos los partidos; un globo gigante con la cara de Mario Bergara domina el centro de la escena; militantes de Larrañaga reparten volantes y una simpatizantes de Lacalle Pou disfrazada de pies a cabeza posa para las fotos; un camión con una cartel de Sartori estacionado, sin gente alrededor; un hombre disfrazado de gaucho; cientos de carteles con números de listas y sublistas de candidatos a diputados, que reflejan el complejo sistema de internas de Uruguay; una canción folclórica a todo volumen reivindica a “los orientales”; bocinazos; un dirigente frenteamplista dice que Óscar Andrade no tiene posibilidades porque es albañil y “la sociedad no está preparada para un presidente obrero”; un empleado municipal se queja de lo altos que son el precio de la nafta y los sueldos de los políticos; pósters de Pepe Mujica en su volkswagen fusca; una militante con la bandera del Frente Amplio baila una murga sobre la calle y corta el tránsito; bocinazos. Así se vive la campaña en la puerta del Prado, el predio de la Sociedad Rural en Montevideo, durante la Semana del Turismo —como se conoce a la Semana Santa en Uruguay—. Entre el tumulto, el precandidato del Partido Colorado Ernesto Talvi conversa y se saca fotos con todos los que se le acercan. Simpatizantes y adversarios. Entra al stand de Carolina Cosse para saludarla; nadie lo silba.
“La interna donde el debate es más fuerte es la colorada”, opina Caetano. El Partido Colorado quedó relegado a la tercera posición en todas las elecciones desde el triunfo del Frente Amplio, pero la inesperada decisión del expresidente Julio María Sanguinetti, de 83 años, de presentarse como candidato, dio mayor volumen político a la interna. El retador es Ernesto Talvi, un economista de 62 años que dirigía el think tank Ceres. “Es un hombre con ideas y está haciendo una buena campaña, muy orientada a lo programático”, pondera Caetano. Contra los pronósticos iniciales, el economista llega con buenas chances de derrotar a Sanguinetti, según las últimas encuestas.
La propuesta estrella de Talvi es la educación, uno de los puntos débiles de la gestión frenteamplista. En especial por la alta tasa de deserción escolar a nivel secundario. El economista cuenta entre sus credenciales el haber fundado el liceo Impulso —privado, gratuito y laico—, ubicado en el barrio marginal montevideano Cuenca de Casavalle. “Nueve de cada diez de los chicos que estudian ahí terminan la escuela a tiempo”, destaca Pesce, que aspira llegar a la Cámara de Diputados de la mano de Talvi.
Las críticas por derecha al Gobierno apuntan a la inseguridad. Y tienen una base real. Uruguay es el cuarto país con más homicidios por habitante de Sudamérica, aunque lejos de los más violentos. En 2018 se registraron 11,8 homicidios cada 100.000 habitantes, según el observatorio Insight Crime. Es menos de la mitad que la de Brasil, pero cinco veces más que la de Chile y el doble que la de Argentina. La tasa de homicidios por habitante se duplicó entre 2005 y 2018. “Estamos hablando de una sociedad muy envejecida. Si comparas los delitos con la media latinoamericana, los números uruguayos no son alarmantes. Pero la percepción de inseguridad es enorme. Es una sociedad con miedo”, precisa Caetano.
“Vivir sin miedo” es el nombre de la reforma constitucional que se votará en un plebiscito en octubre, junto con las presidenciales. La promueve el candidato blanco Jorge Larrañaga y propone la creación de una guardia nacional, un cuerpo militar de hasta 2.000 efectivos para combatir la inseguridad, una mayor libertad para el accionar policial y un endurecimiento de las penas.
Desencanto con el Frente Amplio
En la librería del Shopping Montevideo donde trabaja, Henderson Espinoza revisa con entusiasmo los libros de historia y recomienda a autores críticos del Frente Amplio. Él es uno de los desencantados con el último gobierno de Tabaré Vázquez. “Hay muchos desilusionados. Principalmente por los temas de inseguridad, educación y trabajo”, opina. La preocupación por el empleo está relacionada con la desaceleración de la economía desde 2015, lo que generó malestar entre los uruguayos.
“Ha sido un gobierno mediocre en sus logros. Contrasta mucho el primer gobierno de Vázquez, que fue muy exitoso y terminó con un altísimo nivel de popularidad”, sostiene el Caetano. El historiador rescata que el Gobierno logró “mantener lo logrado”, pero advierte de que hubo pocos avances. Entre 2005 y 2015, el PIB creció una tasa promedio de 4,6%; a partir de 2015, la media bajó al 1,6%. Aún así, mantiene 16 años de expansión económica ininterrumpida. Entre las vulnerabilidades, apunta el estancamiento del consumo, la destrucción de 50.000 empleos en los últimos cinco años, un elevado déficit fiscal —superior al 4%— y la caída de la inversión. “Uruguay necesita un nivel de inversión cercano al 20% del producto para que realmente haya crecimiento. Hoy tiene un nivel de inversiones bajo en comparación con la región”, resume.
Mario Bergara coincide con el diagnóstico, pero enfatiza que la principal causa del declive es el contexto internacional. ”Si uno mira en conjunto Argentina y Brasil, que es la región relevante para nosotros, hace seis o siete años que no contribuyen con un desempeño económico decente”, plantea el exministro de Economía.
Una grieta a la uruguaya
En la esquina de 25 de marzo y Juan Osoria cuelga un pasacalles: “Habla Talvi”. Indica la hora y el lugar del mitin. Es una práctica común. En Montevideo se ven carteles que convocan a reuniones, actos o incluso a tomar un café con los candidatos. En las ventanas, las rejas o los balcones de las casas particulares hay anuncios proselitistas, que cuelgan los simpatizantes. La campaña es cercana, de cuerpo a cuerpo, y se respira un aire de convivencia democrática. Por eso llama la atención que la prensa hable de un clima de crispación política. De una grieta.
“Es una campaña bastante más crispada que las tradicionales. ”, admite el Caetano. Las redes sociales y la proliferación de noticias falsas alimentan la polarización. En esa línea, la Asociación de Periodistas de Uruguay impulsó un acuerdo contra las fake news que suscribieron los candidatos. Pero no es el único factor de polarización.
El domingo se presentan, aunque sus partidos no tienen internas, dos candidaturas que Caetano define como de ultraderecha. La del millonario Edgardo Novick, líder del Partido de la Gente, que celebró el triunfo de Bolsonaro como un anticipo de lo que podría pasar en Uruguay. Y la de Guido Manini Ríos, de Cabildo Abierto, que hasta marzo estuvo al frente del Ejército y fue destituido por sus críticas a la justicia tras las condenas a represores de la dictadura. “Manini Ríos ha hecho campaña siendo Comandante en Jefe con un discurso muy duro. Hubo una conducción muy equívoca de la política militar”, critica Caetano.
“Hay sectores que quieren una grieta, a la uruguaya. Pero no parece haber condiciones para ello. Uruguay todavía tiene algo que está desapareciendo en Europa y en América, que es una base de acuerdo de régimen”, señala Caetano. Y pone como ejemplo que el principal candidato de la derecha plantea como lema de campaña “evolucionar” y el favorito de la izquierda tiene un perfil de gestión y negociador. “No tiene que ver con una propuesta de grieta”, concluye y señala que la próxima elección tiene un componente de prueba. Para calibrar los nuevos fenómenos de la política uruguaya. “Es un test porque la sociedad uruguaya está enojada, como todas las sociedades hoy. Y esos descontentos pueden generar comportamientos electorales imprevistos”, advierte.