Mercosur
El coordinador diplomático del Ministerio de Relaciones Exteriores, Roberto Bosch. Miércoles, 17 de julio de 2019. Cancillería.

En Santa Fe se celebra la cumbre del Mercosur. Es el primer encuentro de mandatarios desde la firma del acuerdo entre el bloque sudamericano y la Unión Europea. Ese mismo día, el coordinador diplomático del Ministerio de Relaciones Exteriores, Roberto Bosch Estévez, recibe a Visión Desarrollista en su despacho para conversar, justamente, sobre las consecuencias del acuerdo. Bosch es diplomático de carrera, fue embajador en Filipinas y se define como “promercosuriano”. Algo lógico si se presta atención a su trayectoria: estuvo designado en la embajada en Brasilia y fue director de Asuntos Económicos y Comerciales del Mercosur en Cancillería. Tilda de “equilibrado” al acuerdo y confía en que con las condiciones de competitividad adecuadas, será positivo para el país. Considera que el principal desafío de Argentina es generar un consenso sobre cómo insertarse en el mundo, estabilizar la macroeconomía y generar los incentivos para reconvertir la industria y ganar competitividad.

¿Qué condiciones se dieron para que se firmara el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur ahora y no antes?

Es la primera vez en mucho tiempo, desde la época de Menem, que hay dos gobiernos en Brasil y Argentina con cierta afinidad ideológica y voluntad de abrirse al mundo. Esto fue, en cierta medida, lo que permitió cerrar la negociación. En otro contexto hubiera sido imposible. Por otro lado, en los últimos 20 años fue madurando la negociación. Cada vez había menos temas por cerrar. Pasa que esos temas eran muy complejos y requerían movimientos importantes de los dos lados [Mercosur y Unión Europea]. Hace 10 años que sabíamos por qué no se cerraba el acuerdo.

¿Qué lo frenaba?

Algunos temas de la industria automotriz, de indicaciones geográficas, del sector lácteo de Brasil y que no se encontraba la vuelta con el tema de compras gubernamentales. Todo eso implicaba un esfuerzo de creatividad y de negociación que otros gobiernos no estuvieron en condiciones de hacer.

¿A quiénes beneficia y a quiénes perjudica en Argentina?

El acuerdo beneficia fuertemente a la agricultura y a las economías regionales, si bien hay concesiones que requieren adaptaciones específicas que están debidamente contempladas en los distintos mecanismos de transición hacia la liberalización comercial planteada en cada sector. El efecto en la industria variará en cada sector, y también están contemplados plazos de transición que permitirán una mejora de la competitividad que deben encarar tanto el Estado como el sector privado.

¿De qué depende el futuro de la industria?

De qué reacción macro y microeconómica tome el Gobierno para esos sectores. Un ordenamiento de la macroeconomía permitirá mayor previsibilidad y si el sector privado deberá acompañar con las inversiones que se requieren. Si se sigue ese camino el acuerdo con la UE nos abre un mercado muy demandante en términos de calidad, es una gran oportunidad para la industria, que no puede aspirar sólo al mercado interno.

¿La idea del Mercosur no era, justamente, generar un mercado con escala suficiente?

Esa era la idea de los fundadores argentinos del Mercosur, expandir nuestro mercado hacia 200 millones de personas. Inicialmente funcionó y el comercio bilateral, especialmente de contenido industrial, tuvo un crecimiento exponencial en los primeros años. Luego se fue estancando porque las urgencias nacionales de ambos países, las sucesivas crisis internacionales, impidieron una discusión completa con Brasil sobre los incentivos sectoriales.

¿No hubiera sido mejor resolver los problemas internos del Mercosur y después abrirse al resto del mundo?

El acuerdo con la Unión Europea puede ayudar a consolidar muchas cosas dentro del  Mercosur. Nosotros tenemos recién hace un año un acuerdo de compras públicas del Mercosur, que se aceleró y se concluyó en parte gracias a la negociación con la Unión Europea. El acuerdo con la UE es una nueva oportunidad de mejorar normativa intrazona que aún está muy retrasada con respecto a los acuerdos de libre comercio más modernos, especialmente en lo que hace a obstáculos técnicos al comercio.

¿Cómo puede ayudar el acuerdo con la Unión Europea para mejorar esas deficiencias?

Vamos a tener que ordenar los reglamentos técnicos y  los mecanismos de evaluación de la conformidad de acuerdo a lo que ya negociamos con los europeos. Y eso va a hacer que se ajusten los problemas. Tenemos un problema regulatorio en algunos sectores con Brasil, porque las regulaciones de los países del Mercosur son distintas o habiendo normativa Mercosur algunos de los Países Miembros continúa aplicando reglamentación nacional

El acuerdo prevé hasta 15 años para entrar en vigor en algunos sectores, en ese plazo la economía se tiene que reconvertir. ¿Existe el riesgo de que no lo hagamos?

El acuerdo se va a tener que cumplir una vez que culmine la negociación y se cumplan los requisitos internos de ambos bloques para su vigencia, eso quiere decir —en el caso argentino— si es aprobado por el Congreso.

En Francia hubo reacciones en contra del acuerdo…

Claro, las reacciones en la UE dan la pauta de que el acuerdo es equilibrado.

En la prensa española, sin embargo, se leen análisis de que sería más beneficioso para la Unión Europea que para el Mercosur. En particular, para la industria. ¿Hay algo de eso?

Sí, la industria se tiene que preocupar un poco más. Igual, es Europa, no China. Si no podemos competir con el costo de mano de obra europeo, no podemos competir con nadie. La industria argentina tiene una oportunidad de competir con una industria de alto nivel de calidad, alto costo de mano de obra y legislación laboral y ambiental de avanzada. Con las medidas adecuadas del sector público y del privado, estará en condiciones de competir. Y ahora no solamente vamos a tener que competir con los europeos por nuestro mercado, sino por el mercado brasileño.

¿O sea que va a afectar las exportaciones industriales a Brasil?

Es posible pero, por otro lado, vamos a tener alternativas de proveedores de insumos industriales, además de los brasileños. Eso, de algún modo, compensa.

¿El mundo desarrollado sigue apostando a la industria?

Mi visión es que se vuelve a apostar a la industria tanto en países en desarrollo como en desarrollados. Porque en cierta medida el paradigma de los 90 y la idea de que todos podíamos vivir de los servicios o la propiedad intelectual no se dio, y China aprovechó esa moda.

¿Desde cuándo se dio ese cambio?

Probablemente con Trump se hizo evidente. Pero Trump es la consecuencia de cierta visión de que se tiene que recuperar la industria, porque la industria genera trabajo de calidad.

Con Trump también se intensificó el conflicto con China, ¿cuál es tu lectura geopolítica?

Hay un gran conflicto alrededor de las nuevas tecnologías entre China y EEUU. Es un conflicto geopolítico que se manifiesta en todo el mundo. EEUU se retrajo en los primeros dos años de Trump y ahora está tratando de reposicionarse, de otra manera. Argentina tiene el desafío de posicionarse adecuadamente en un momento de la historia que marcará probablemente nuestras posibilidades de desarrollo.

Fuiste embajador en Filipinas, ¿qué aprendiste de Asia?

Que es dónde hay que estar. El crecimiento de Asia se puede ver día a día, se construyen edificios, barrios y ciudades en días, semanas y meses. El crecimiento se ve cada día. Y más viniendo de un país como el nuestro, que hace años que no crece. En Filipinas hay una pujanza y un crecimiento impresionante. Son cien millones de personas creciendo al 6% o 7% anual desde hace 10 años. Se crea clase media y con ello aparecen muchísimas oportunidades para países como Argentina.

¿Cuáles son los principales desafíos de Argentina en este contexto internacional?

El desafío es ponernos de acuerdo en cómo insertarnos en el mundo. Ojalá que podamos tener cierta coherencia en las decisiones que tomamos. Creo que el mundo y la región se van a ir definiendo cada vez más claramente en este complejo escenario geopolítico. Hay que empezar a pensar en decisiones propias, de acuerdo a los objetivos de políticas públicas que tiene el Gobierno. Lo peor es tener que atender urgencias, porque no nos permite planificar y pensar una inserción a largo plazo, cada vez más necesaria considerando la velocidad de los avances tecnológicos y las nuevas configuraciones de poder que surgen de ellos.

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Sebastián Ibarra, Roberto Bosch, Juan Pablo Carrique y Francisco Uranga.