El presidente electo de Argentina, Javier Milei, la noche del 19 de noviembre de 2023. / X (@JMilei)

Tras las presidenciales de 2019 escribí una historia que terminaba con esta metáfora: «A partir del 11 de diciembre, Macri ya podrá relajarse, pensar en todo lo que logró y, al fin, soñar con los leones». Y lo hizo, pero no de la forma que me imaginaba.

La metáfora era una referencia a El viejo y el mar, de Ernest Hemingway. Cuando el protagonista, Santiago, regresó de su travesía, a pesar de haber fracasado, pudo dormir tranquilo porque peleó hasta el final y soñó con una recuerdo de su época de marino, cuando navegaba por las costas de África: una playa recorrida por leones.

Mauricio Macri no durmió. El domingo festejó como propio el triunfo de Javier Milei. Un candidato con una visión que el mismo Milei define como anarco-capitalista

Milei es el político más ideológico que llegó a la Casa Rosada, al menos desde el retorno de la democracia. Lector convencido del libertario Murray Rothbard, sostiene que los impuestos son «un robo», que la justicia social es una «aberración» y que la intervención del Estado siempre es perjudicial. Por eso dijo que el Estado era «el pedófilo en el jardín de infantes, con los nenes encadenados y bañados en vaselina». También es el político más extravagante que ganó jamás unas presidenciales.

Derivadas de las lecturas de Rothbard vienen ideas tan controvertidas como la venta de órganos, el comercio de niños y la libre portación de armas. O la propuesta de la diputada electa Lilia Lemoine de una ley para renunciar a la paternidad. Milei incluso se negó a respaldar en público una política de tolerancia cero al alcohol para los conductores. La idea es siempre la misma: mínima intervención del Estado. Para defenderse de las críticas, Milei responde que son «discusiones filosóficas». Es decir, que no piensa llevarlas a la práctica.

Esa fue la justificación de muchos votantes —y dirigentes— de Juntos por el Cambio para apoyar a Milei: que no va a querer o no va a poder concretar. Respaldar al candidato que propone cosas que no compartís pero creés que no las va a llevar a cabo, otra originalidad de la democracia argentina.

El autor de la biografía de Milei El Loco, Juan Luis González, piensa lo contrario. Una impresión basada en haberse sumergido en el mundo del libertario durante años.

«Una cosa es segura: el hombre va a intentar hacer todo lo que su marco teórico, que para él es una manera de explicar la vida y no sólo la economía, le sugiere», escribió el domingo en un artículo en la revista Noticias. «Quizás después la propia realidad de este país inestable le ponga un freno».

La ilusión es que Milei sobreactúa. Pasó lo mismo con Donald Trump en EEUU, pasó con Jair Bolsonaro en Brasil. La fe en que no iban a ser tan locos cuando tuvieran el poder. Una teoría curiosa: ¿el poder modera a los políticos exaltados? 

En el caso argentino, hay más razones para pensar que era una performance. Milei apareció en público disfrazado de superhéroe —el General Ancap—, hizo obras de teatro donde insultaba a los economistas que desprecia —con John Maynard Keynes a la cabeza—, y saltó a la fama como panelista de televisión con un número estelar: insultar a los gritos a quienes pensaban diferente.

Tras el triunfo de Milei, El economista serbio Branko Milanović lo resumió así en X: «Podría ser que el siglo XIX fuera la política de la aristocracia, el siglo XX la política de clases y el siglo XXI la política del circo”. Otro usuario le respondió: «La primera vez como tragedia, la segunda como farsa, la tercera como cosplay».

Quizás Macri piensa lo mismo. Si Milei se presenta como un león, para Macri debe ser un león de circo porque metió la cabeza adentro de la boca sin dudarlo. Aunque cante «soy el rey, te devoraré», aunque muestre los colmillos, aunque sea un león. Macri y otros dirigentes de la oposición parecen tranquilos con esta postura.

Una de las propuestas más discutidas de Milei es dinamitar el Banco Central y dolarizar la economía. Es, una vez más, una forma de minimizar la intervención del Estado. Sin Banco Central, no hay política monetaria. El mercado se autorregula. El mercado es un acto de fe.

Achicar el Estado es también reducir el poder de los políticos elegidos democráticamente. Una vez implementada la dolarización, es difícil revertirla aunque en cuatro años asuma un presidente con otras ideas. Una vez privatizadas las empresas públicas o eliminados ciertos programas estatales, puede llevar décadas dar vuelta esos cambios. Si es posible.

Antes del balotaje de 2018 en Brasil, escribí una historia que hoy parece premonitoria: «Bolsonaro envía una señal de alerta: si el sistema no da respuestas a las demandas de la sociedad, es solo cuestión de tiempo para que aparezca un antisistema, un redentor que diga que él sí tiene las soluciones. ¿Puede repetirse un fenómeno similar en Argentina? No parece una amenaza inmediata, pero el país tampoco es inmune a la tentación populista».

El sistema político argentino fracasó, no dio respuestas. Y eso provocó la frustración de millones. Aunque quienes votaron a Milei no lo hicieron sólo por enojo; también hubo un voto de esperanza por un futuro mejor. Un optimismo que me gustaría compartir pero no puedo.

Muchos dijimos públicamente que considerábamos un peligro a Milei. Incluso cuando nos obligaba a dejar de lado momentáneamente el rol de periodistas y escribir como ciudadanos preocupados por su país. A partir de ahora, tocará cubrir un nuevo gobierno con ideas que nos parecen preocupantes. Pero siempre con la honestidad y el espíritu crítico del periodismo.

Aunque al final pueda pasar lo que muchos tememos: que los colmillos estén afilados y la boca abierta y no sea todo un circo. ¿Qué podemos esperar de un león?