vicentin
Terminal de San Lorenzo del grupo Vicentin. / TELAM

Vicentin es una empresa que tiene casi un siglo y que creció en el interior del interior. Es una empresa que tiene valor y eso es lo que hay que resguardar. El objetivo debería ser que salga de la crisis que atraviesa en forma programada, con los auxilios adecuados, pero sin afectar la propiedad ni vulnerar las leyes.

El procedimiento del DNU y la acción del interventor de tomar posesión de la empresa es irracional. Hay un concurso en marcha, que es la legalidad en todo proceso de insolvencia, pues si bien el problema es financiero, hay respaldo patrimonial. Las normas de concursos y quiebras están en todos los países del mundo, porque nadie puede tener la certeza de que, si emprende algo, tendrá la satisfacción de cosechar siempre buenos resultados.

Al margen de que la empresa se haya endeudado en exceso y en otros proyectos —al diversificarse—, la crisis de Vicentin, tiene que ver con que Argentina no crece y, por, ende no se desarrolla. También con la falta de crédito y el mal manejo del sector público, que gasta en exceso y eso tiene un efecto grave de potenciar el costo del dinero, local e internacionalmente. Por último, es consecuencia del dislate del déficit público, que genera inflación y ésta las distorsiones estructurales de la economía.

En este caso, hay una inversión multimillonaria de primera tecnología en un país mal gobernado, donde los negocios normales se transforman en cualquier momento en una lotería. Argentina tiene un mercado cambiario super intervenido, con diferentes valores del dólar, y esto es un problema para una empresa que compite en el mercado internacional.

El grupo Vicentin ha armado una infraestructura propia en el interior, con modernas instalaciones y hasta puertos. Compite con jugadores internacionales importantes. Nuestro país necesita que las PyMEs se hagan grandes y se puedan internacionalizar. Argentina necesita empresas (privadas) y empresarios que se desarrollen, se potencien y tengan éxito, aunque algunos puedan quedar en el camino. Pero siempre que el Estado fue empresario en Argentina, el resultado fue el mismo: perdimos.