neofeudalismo
Fachada del Palacio Legislativo de la provincia de Buenos Aires, en La Plata.

El sistema republicano argentino está distorsionado en varias provincias. Un caso emblemático es Buenos Aires, tierra de los barones del conurbano. Los barones son intendentes que gobiernan en forma ininterrumpida desde hace décadas, casi sin control ni contrapesos. Son el rostro del neofeudalismo.  

La feudalización de Argentina es un denominador común en todo el territorio nacional. Para parte del 40% de la población que vive en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), el interior del país es un mundo lejano y desconocido que solo se hace visible cuando un crímen sangriento lo pone en la primera nacional o un escándalo de corrupción salpica a los gobernantes locales y una provincia cobra interés noticioso.

En algunas de estas provincias ya no existe la idea de la república. Un caso fuera de serie es Formosa, donde Gildo Insfrán gobierna desde 1995. Y antes fue vicegobernador durante ocho años. Lleva 33 años en el ejecutivo formoseño, todo un record nacional.

Reelección indefinida y privilegios

La primera característica del feudalismo nacional es la reelección indefinida y la sucesión de cargos electivos dentro de una misma familia, como si fueran hereditarios. La permanencia en el poder por largos periodos distorsiona el sistema institucional. El gobernante es, en la práctica, el dueño del poder. Esto termina afectando la independencia del Poder Judicial y la libertad de expresión. Cuando un sector político está en el poder el tiempo suficiente, la mayoría de los magistrados termina siendo designada por el mismo. Las voces independientes o críticas son ahogadas, ya sea por el reparto discrecional de pauta oficial o por las presiones más o menos veladas.

La consecuencia de la falta de controles institucionales son los privilegios económicos y políticos del gobernador y los amigos del poder y la supresión de las libertades de lo ciudadanos. Los nuevos señores feudales usan las fuerzas de seguridad para reprimir la disidencia, espiar y chantajear a los opositores. El mal desempeño económico en estos distritos se traduce en una escasa actividad privada y una elevada dependencia de la población del empleo público o de los planes sociales, que son utilizadas por los gobernantes como herramientas de control social.

La contracara de esta dinámica es el armado de una red de contratistas del Estado afín al poder político. Esto explica el avance de proyectos megalómanos como la construcción de estadios de fútbol o aeródromos en localidades sin las necesidades básicas cubiertas, como la cobertura de los servicios de agua potable, cloacas, gas natural y electricidad.

Los límites institucionales

Existen en Argentina ejemplos virtuosos que son el reverso del neofeudalismo. Las provincias de Santa Fe y Mendoza prohíben la reelección inmediata de los gobernadores, lo que permite una democracia más competitiva y pluralista. En Córdoba, el gobernador solo puede reelegir por un mandato consecutivo. La sucesión de gobiernos peronistas en Córdoba desde 1999, sin embargo, llevó a que el sistema judicial de la provincia está fuertemente vinculado a este sector político, lo que debilita la calidad institucional.

Buenos Aires dio un paso importante el 17 de agosto de 2016, cuando el Senado provincial aprobó la eliminación de la reelección indefinida de los intendentes, los diputados, los senadores, los concejales y los consejeros escolares. La medida fue impulsada por los legisladores del Frente Renovador, liderado por Sergio Massa, y respaldada por el Bloque Peronista y el oficialismo, en ese momento encarnado por la gobernadora María Eugenia Vidal, de Cambiemos. El único sector que votó en contra fue el Frente para la Victoria.

En reuniones con los intendentes peronistas del conurbano, el presidente Alberto Fernández ha manifestado su apoyo a la reelección indefinida. El gobernador bonaerense, Axel Kicillof, guarda silencio. La tensión de fondo es una disputa interna dentro del oficialismo. La Cámpora prefiere el límite de la reelección porque lo ve como una oportunidad para ampliar su poder territorial, el PJ ortodoxo y los barones, se oponen.

Independientemente de la interna oficialista, la prohibición de la reelección indefinida de los intendentes bonaerenses es un logro que debe ser defendido. Al igual que debería promoverse la limitación de los mandatos en las provincias donde aún no existe. La mejora de la calidad institucional es fundamental para construir una Argentina representativa, republicana y federal, como establece la Constitución Nacional. Si la reelección indefinida ganara la partida, el neofeudalismo habrá venido para quedarse.