Tan importante como el equilibrio de la balanza de pagos es el equilibrio del presupuesto estatal, que se conseguirá en buena medida con la reducción sustancial de la burocracia y la transferencia de empleados a tareas productivas. Esta medida, que se demora, producirá de inmediato un efecto nivelador del presupuesto y contribuirá al aumento de la producción, que desciende sin cesar. Por último, será preciso transferir a la actividad privada las partes deficitarias de las empresas estatales que no correspondan a sus funciones propias de gobierno y administración pública.
Era necesario proceder drásticamente a la eliminación de las dos causas técnicas da mayor incidencia en el origen de la inflación: los déficits de las empresas del Estado y el exceso de burocracia. Hay que privatizar las partes de las empresas estatales que trabajan antieconómicamente.
Esto no quiere decir que haya que desnacionalizar. Por el contrario, lo que se propone es la manera de que el pueblo pueda mantener esos servicios en manos del Estado, ya que, si continuaran con sus pérdidas astronómicas, sería a la postre imposible conservarlas en la órbita estatal. empresas estatales
Todas las actividades que dependen directa o indirectamente del Estado deben ser colocadas en condiciones de desenvolverse sin déficit para que se elimine de sus fuentes de financiación la emisión monetaria que deteriora los salarios y descapitaliza al país. Existen actividades no esenciales en las empresas del Estado que se fueron agregando a ellas por razones electo tales o de demagogia -no económicas- y que deben volver sin pérdida de tiempo a la zona privada.
Ocurre lo mismo con el excedente de empleados públicos, que deben ser absorbidos por la actividad privada incrementada por la expansión económica y merced a la realización de obras publicas que, como las carreteras y los aeródromos, constituyen una necesidad nacional impostergable. Su ejecución inmediata y simultánea con la adopción de aquellas medidas tendría la doble virtud de mantener los índices de ocupación y servir a la vez de eficaz complemento de la actividad privada en su desarrollo dentro de los planes económicos en marcha.
La economía nacional sufre un doble daño por ese parasitismo burocrático. Primero, porque crea un sector de la población que participa en el consumo de los bienes que producen los demás, privando a estos de una parte de ellos. Luego, porque obliga al Estado a afrontar excesivos gastos públicos a costa de la emisión de moneda, que no tiene respaldo en una mayor producción de bienes. Ese exceso de personal es absolutamente perjudicial para el propio empleado público. Las dificultades financieras de la administración para abonar el sueldo a tantos empleados. la han obligado a desatender el principio de justicia en las remuneraciones. Demasiados empleados, pero mal pagados. Se ha deteriorado así la carrera administrativa, obligando al agente a vegetar sin posibilidades de superación y generalmente a añadir a la función pública el suplemento de otra tarea en la actividad privada. Solamente cuando se reduzca ese personal a lo estrictamente necesario, estará el Estado en condiciones de abonar remuneraciones compatibles con la naturaleza y responsabilidad de la función que desempeñe, restableciendo el prestigio de la carrera administrativa.
La reducción del gasto público debe ser en una economía en expansión
Sin atacar el gasto público no habrá proceso de inversión. A la inversa, sin desarrollo será imposible la racionalización del sector público y la privatización de cerca de 200 empresas que injustificadamente están en la órbita estatal porque sólo una economía en expansión puede asegurar el empleo y armonizar la estabilidad de precios, la elevación del nivel de vida y la inversión.
Proponer un programa global y simultaneo de reducción del gasto público y promoción de la inversión nada tiene de mesiánico ni de mágico. Es a la inversa. Si la política económica tuviera éxito atacando solo uno de esos frentes, en verdad estaríamos ante una hechicería capaz de separar la sombra del cuerpo. Porque el exceso del gasto público absorbe los recursos que requiere la inversión productiva privada v porque su reducción en condiciones de receso o estancamiento· provocaría un desempleo mayor del que estamos sufriendo. De allí que la única alternativa sea la simultaneidad que propusimos.
Sólo habrá una aurora de esperanza cuando haya un cambio radical, de 180 ·grados, en la actual orientación económica. Cuando se ataque el gasto público y a la vez se restablezca el proceso de inversión y se emprenda el desarrollo. Esa simultaneidad es necesaria y posible, porque ambas cuestiones son interdependientes.