Tras la drástica salida del premier Mario Draghi, Italia encara unas nuevas elecciones parlamentarias para elegir gobierno el próximo domingo con la posibilidad fehaciente de que un partido neofascista se haga del poder a 100 años de la marcha sobre Roma de Benito Mussolini. Sería la ultraderecha de Hermanos de Italia cuya líder Giorgia Meloni, en caso de ganar, sería además la primera mujer en llegar al Palacio Chigi.
El contexto no ayuda. Los italianos llegan a estos comicios en un clima convulsionado por el aumento de los precios de la electricidad, el gas y otros productos derivados de la energía que están impactando en el coste de vida. Al igual que los demás países europeos prevén que Italia entre una recesión económica en otoño-invierno. Italia tiene los peores indicadores salariales que sólo en treinta años han crecido el 0,3%, comparados a más del 30% en países como Francia o Alemania y mucho más en otros de las 27 naciones de la Unión Europea. Además, es latente la poca participación y entusiasmo que muestran los italianos por la campaña electoral, factores que posibilitan el ascenso de sectores extremistas.
La abstención factor clave
El próximo domingo en las urnas se elegirán a 400 diputados y 200 senadores que en el futuro formarán al próximo gobierno en este régimen parlamentario. Los sondeos marcan que la extrema derecha de Hermanos de Italia, liderado por Giorgia Meloni, cuenta entre 24 y 27% de las preferencias, seguido por el Partido Democrático (PD) de centroizquierda del ex premier Enrico Letta que oscila entre el 21-25,5%. El tercer puesto se lo disputa el partido antisistema el Movimiento 5 Estrellas del ex premier Giuseppe Conte, que a raíz de su liderazgo ahora se identifica como un partido de centroizquierda en contraposición del PD, tiene una intención de voto del 13% seguido de muy cerca del socio y rival de Meloni en la alianza de centroderecha el líder de la Liga, Mateo Salvini con un 12,2%. Con el 7,7% se ubica la tercera pata de la alianza de centroderecha Fuerza Italia del magnate y tres veces ex premier Silvio Berlusconi a quien le pisa los talones con el 6,9% los centristas de Acción-Viva Italia del eurodiputado Carlo Calenda y el ex premier Matteo Renzi.
Detrás aparecen ocho formaciones entre ellos los verdes e Italexit, partido euroescéptico, que pelean por pasar el 3% que les permite contar con diputados o senadores en el Parlamento. Lo que más preocupa a los especialistas es la abstención que podría tener una cifra récord de entre el 35 y el 40% de los más de 50 millones de electores llamados a votar a las urnas el domingo entre las 8 y 23 hs. Con estos números la coalición de centroderecha con el casi 44% de los votos obtendría el 46-47% de las bancas, en cambio la centroizquierda de Letta quedaría a casi 20 puntos de distancia, una verdadera catástrofe. Sorprende que la centroizquierda y en especial la figura de Letta, que siempre se mostró como el sostén y el mayor aliado político que hizo todo lo posible para evitar la caída del saliente premier Mario Draghi, no penetre en el electorado como una opción de continuación del actual gobierno.
La campaña de Letta, de 56 años, se basa en defender lo logrado en la administración de Draghi y se muestra como el continuador de las políticas del ex presidente del Banco Central Europeo. Sin embargo, desde el comienzo de la contienda electoral Letta ha caído más de dos puntos porcentuales, y arrastra no haber logrado una coalición más amplia que incluyera a los centristas de Acción-Viva Italia que también su programa de gobierno es igual al de Draghi. Si sumo a la coalición al ministro de Asuntos Exteriores y ex referente de M5E e incondicional de Draghi, Luigi Di Maio. De lleno quedó descartado una alianza con el ex primer ministro y líder del M5E Giuseppe Conte por su comportamiento insensato y su responsabilidad en la caída del gobierno de Draghi.
El pragmatismo de Meloni contra sus antecedentes
En Italia, a diferencia de Alemania, el fascismo nunca fue eliminado de la política italiana, sino que se recicló en partidos neofascistas. Uno de ellos fue el Movimiento Social Italiano. En 1992, una joven Giorgia Meloni de tan solo 15 años se unió a la juventud del partido. Desde entonces, el partido cambiaría de nombre varias veces hasta la actual denominación Hermanos de Italia de la cual Meloni fue parte de su fundación.
Meloni, de 45 años, y profesión periodista, se crio en Garbatella, un barrio popular de Roma, junto a su madre y sus hermanas. Su padre las abandonó cuando ella era muy chica. Desde muy joven tuvo que trabajar en diversos empleos como camarera o cuidando chicos para ayudar económicamente a su familia mientras estudiaba y militaba. Madre soltera de una niña y en pareja con el periodista de televisión Andrea Giambruno, Meloni fue electa diputada al Parlamento en 2006. Dos años después, con tal sólo 30 años, el premier Berlusconi la nombró ministra de Juventud, siendo la ministra más joven de la historia de la República.
Con una personalidad afable y un discurso patriota con mezcla de cristianismo y defensora de los valores de la vida, Meloni ha reiterado más de una vez en los últimos meses: “Yo no soy fascista”. En la campaña a renegado explícitamente del fascismo que inspiró los primeros pasos de su carrera política y ha prometido que la política internacional de su ejecutivo sería la misma que la del gobierno de Mario Draghi. El archivo sin embargo la expone cuando siendo dirigente juvenil, en 1996, manifestó a un canal francés “Mussolini fue el mejor político de los últimos 50 años: todo lo que hizo fue por el bien de Italia”.
A pesar de que hace cinco años atrás en las elecciones parlamentarias la formación política de Meloni sólo alcanzó el 4,3% de los votos mientras que la Liga de Matteo Salvini obtuvo el 17,4% y Fuerza Italia de Silvio Berlusconi el 14,4%, Meloni era la socia minoritaria frente al populista de derecha y xenófobo Salvini y el inoxidable Berlusconi que dentro de la alianza representaba una centroderecha conservadora liberal. Salvini fue la sensación de la política italiana, pero su estrella se fue apagando por sucesivos errores políticos y pasó de una popularidad del 34,5% y desde allí, hace tres años se precipitó al 12% actual. En el caso de Berlusconi no pasa del 8%. Por eso, en la interna con sus socios políticos Salvini y Berlusconi, Meloni supo imponerse no sólo por los sondeos sino también por la regla de la derecha italiana que indica que el primer ministro corresponde al líder del partido que obtenga más votos.
Durante la campaña Giorgia Meloni ha moderado su discurso que pasó de ser una euroescéptica que critica la moneda única y el papel de Bruselas por mensajes contundentes a favor de la Unión Europea y de la OTAN. Sin embargo, esta semana se negó a votar, junto con Salvini, un documento del Parlamento Europeo que castiga al presidente húngaro Viktor Orbán con el congelamiento de 7.500 millones de euros en préstamos a bajas tasas de interés porque se lo acusa de avanzar por el camino de una autocracia. El fundamento es que Orbán ha sido elegido democráticamente.
En el plano económico la idea de Meloni, a pesar de que fue la única opositora del gobierno de unidad nacional de Mario Draghi, es que continúe al frente de la economía italiana Daniel Franco, el actual ministro de Economía. La mayor preocupación de los italianos es el invierno frío venidero sumado al aumento insostenible de las tarifas energéticas. Para contrarrestar al actual gobierno, que estará en funciones hasta principios de noviembre, prepara fuertes medidas de austeridad para reducir la demanda de combustibles y ayuda económica para los desfavorecidos. En la misma sintonía de Meloni, se manifestó a favor Letta que ya anticipo que en caso de que tenga que hacer un pacto político con Meloni y otros grupos políticos esta dispuesto a dar una garantía de gobernabilidad para hacer frente a la posible recesión económica.
Italia se encamina al elegir un nuevo gobierno el domingo, que será el número 68 en 76 años de la República, en un clima de gran incertidumbre social por el aumento del costo de vida y de gran escepticismo a la política tras varios fracasos de los diversos gobiernos. Un caldo cultivo muy propicio para los partidos extremistas.