La originaria supuesta desideologización del PRO está mutando. Las condiciones estructurales y de opinión pública están avalando una definición ideológica propia del partido. En 2015, para ganar, bastó con ser la opción más competitiva para derrotar al kirchnerismo. Sin embargo, no había una crisis terminal, una opinión pública favorable y una gran presencia en la legislatura para cambiar decididamente el rumbo. En la actualidad, con una inflación anual mayor al 100%, una opinión pública más decididamente a favor del mercado que del Estado y una mayor iniciativa legislativa, el PRO tiene una gran posibilidad de sincerarse ideológicamente y cambiar el modelo político, económico y social del país.

El ala de Patricia Bullrich apuesta fuertemente al orden. La ofensiva hacia la “debilidad” del gobierno de Larreta por el fallido operativo de la policía en el domicilio de la vicepresidenta, la propuesta de utilizar a las fuerzas armadas para combatir el narcotráfico y la búsqueda de controlar las manifestaciones de los movimientos sociales y las rebeldías de los mapuches marcan ese estilo. La mano dura para ordenar la casa. El crecimiento de situaciones de descontrol como el narcotráfico en Rosario, la toma de terrenos en la Patagonia de los mapuches o el intento de concesión del gobierno oficial de tierras en Mar del Plata o Mendoza potencian la propuesta del orden.

El orden es el principio tradicionalista ordenador del cual se desprenden otros valores como la lucha absoluta contra la corrupción: ley y orden como un deber cívico innegociable. Presentarse como una persona que conlleva el gran honor de ser incorruptible es una estrategia acertada para convencer a esa parte del electorado.

Estos son simples ejemplos de un cuerpo de valores que busca representar una parte del PRO. Si Patricia quiere ir a fondo hacia esa parte del electorado, puede complementarse revitalizando valores tradicionalistas: Dios, patria y familia.

En este sentido, hay una parte importante de la sociedad que configura su vida en torno a las tradiciones. La desilusión hacia el gobierno de Macri provino principalmente por su mal manejo de la economía, pero también por su descuido hacia valores más conservadores. Su visión liberal desmereció la cultura patriótica y promovió el debate por la legalización del aborto que incentivó la aparición de un partido conservador liderado por Gómez Centurión en 2019 por fuera de Juntos por el Cambio.

El otro valor que defiende el PRO y que es encarnado principalmente por Mauricio Macri es la libertad. Privatizar, abrir la economía, reformar el mercado laboral y reducir fuertemente el déficit fiscal son propuestas que se enmarcan en los valores liberales. Se complementan con la competencia y la meritocracia como los medios para alcanzar el bienestar del individuo. Es una visión racionalista y economicista de la gestión pública.

Si bien Macri bajó oficialmente su candidatura, el corrimiento de la opinión pública hacia valores pro mercado le permitió sincerar con mayor convicción una postura que incluso durante su gobierno no plasmó tan vehementemente. En este sentido, hay un espacio discursivo liberal que tanto Bullrich como Larreta tienen la obligación de ocupar para evitar una mayor fuga hacia el espacio de Javier Milei.

En la otra punta dentro del PRO, en su lanzamiento oficial como precandidato a presidente, Larreta optó audazmente por el diálogo. No hay ninguna improvisación. Algunos consultores políticos como Santiago Ruggero intentaron explicar la volatilidad electoral, decisiva en las últimas elecciones, de una parte del sector de clase media con individualismo material y renuencia al conflicto: El crecimiento material de su nivel de vida permitió fortalecer el caudal electoral del kirchnerismo, pero la sensación, atenuada en el último período de Cristina como presidenta, de tener que “poner el cuerpo” para defender el proyecto nacional y popular frente a unos supuestos enemigos llevó a estos votantes de clase media a buscar en el PRO una alternativa sin confrontaciones. Aún más, la imagen del PRO de candidatos exitosos económicamente terminó de nuclear las motivaciones principales de este sector: individualismo material y renuencia al conflicto. Sin embargo, la fuerte caída del nivel de consumo en la gestión de Macri generó una nueva vuelta para estos votantes al kirchnerismo.

De ahí la apuesta de Larreta: volver a encantar con diálogo y consenso al votante medio volátil que carece de una identidad partidaria definida. Sin embargo, como ya mencionamos, este votante no se contenta únicamente con diálogo, sino que también demanda bienestar material individual. En otras palabras, vota con el bolsillo. De ahí la necesidad del jefe de gobierno de persuadirlo con promesas concretas de progreso económico como con el convencimiento de que logrará bajar la inflación.

Larreta tiene incluso pretensiones desarrollistas que aún están por verse aunque tenga «sangre y cuna». Un plan de estabilización y desarrollo con eje en los sectores productivos es la única garantía de que ese ha sido el camino elegido.  Con autoproclamarse desarrollista ya está claro que no alcanza (como hizo Scioli, Massa o el mismo Macri en su momento).

Ya volviendo a la táctica, debe también buscar equilibrar en su discurso orden y libertad para no ahuyentar a los votantes firmes del PRO. La apuesta al diálogo apelando al centro y al indeciso lo puede convertir en el candidato más competitivo para derrotar al kichnerismo, pero lo puede complicar en una PASO si el discurso se polariza cada vez más. Sin embargo, vale la pena aclarar su punto a favor de tener el control del aparato de la ciudad que le facilitará la llegada al votante.

Si cada precandidato con aspiraciones cumple su función, el PRO adquiere mayor volumen al abarcar un amplio espectro ideológico bien definido que antes era ambiguo y se diluía en el mero antikirchnerismo. Aún más, aunque difícilmente un candidato radical pueda quedarse con la presidencia, el radicalismo le aporta presencia en el Congreso para impulsar leyes indispensables que permitan un cambio drástico del modelo.

El PRO necesita que Bullrich y Larreta se continúen especializando en su electorado y logren ocupar el vacío liberal que dejó el ex presidente Mauricio Macri. La dificultad estará en articular los diferentes discursos en las elecciones generales o en una posible segunda vuelta. El eventual ganador de las PASO de Juntos por el Cambio debe ejercer un liderazgo integral que sepa retener a los que lo apoyaron y a los que apostaron por otro competidor en la interna y que se muestre fuerte y disruptivo para atraer a los desencantados con la política que optan por un antisistema como primera opción.

La pionera desideologización del PRO está mutando. Todavía no se impone una, pero si emergen visiones más sinceras y con mayor convicción. La pregunta es ¿quién y cómo se llevará el premio mayor?