Para la Argentina actual entender el aporte concreto del comercio es fundamental pero debe ser concebido como una valiosa herramienta de un programa de desarrollo y estabilización no como un fin en sí mismo
Para la Argentina actual entender el aporte concreto del comercio es fundamental pero debe ser concebido como una valiosa herramienta de un programa de desarrollo y estabilización no como un fin en sí mismo

Una de las principales restricciones al crecimiento económico que tiene la Argentina es que recurrentemente se queda sin dólares para financiar su actividad productiva, al mismo tiempo que el país gasta más de lo que produce en un contexto crónicamente recesivo con leves inflexiones a una problemática curva de decadencia. Es así que, en la improvisación permanente, se recurre a soluciones que no resuelven los problemas de fondo, vinculados al subdesarrollo, tales como préstamos de los organismos multilaterales, a emisión de pesos desmedida, a abusar de instrumentos financieros como las Lebacs y Leliqs, a los swaps con China, o a la desesperada hasta restringir la demanda de dólares por turismo en el exterior.

Las soluciones que se proponen al respecto suelen ser bajar el gasto público y aumentar las exportaciones. Mientras que la primera (la baja proporcional del gasto improductivo) siempre encuentra resistencia de todos los oficialismos, la segunda arista es compartida por todos los espacios políticos. Sin embargo, tampoco sucede y cabe preguntarse porqué siendo algo que se advierte de inmediato, sin mucha teorización, cuando comparamos las cantidades de nuestras exportaciones de 2006 y vemos que son similares a las del reciente 2022. Si bien, medidas en millones de dólares, las exportaciones subieron el último año, esto se debe a un aumento de los precios de las commodities, encontrándonos ahora nuevamente en un periodo de términos del intercambio favorables. Las magnitudes en cambio están estancadas hace 20 años.

Precios de los productos y volumen de las exportaciones 2004-2022
Precios de los productos y volumen de las exportaciones 2004-2022

En números concretos, durante 2023, las exportaciones alcanzaron 88.446 millones de dólares. Esto es un +13,5% superior al año anterior pero su incremento se explica en un aumento del 16.2% en los precios, puesto que las cantidades exportadas disminuyeron un 2.3%.

Este estancamiento de nuestras exportaciones no es un fenómeno global, sino que es una característica propia de Argentina y que se evidencia también en la cada vez menor participación de nuestras exportaciones en el global mundial. Mientras que en 1973 teníamos el 0,57% de las exportaciones mundiales, en 1985 y 1998 el 0,45 y en 2011 el 0,43, en 2021 tuvimos el 0,32% según datos del Banco Mundial.

Evidencias y causas del estancamiento

El 63% de las exportaciones argentina es de origen agroindustrial siendo el complejo agroindustrial que| más divisas por  exportaciones, sin embargo las cadenas agroindustriales tienen limitantes y carecen del desarrollo exportador corresponderían a su potencial.  El valor agregado sigue siendo la cuenta pendiente aún con las capacidades y experiencia del sector. La participación de las cadenas de valor argentinas en las globales es baja,  pues la mayoría de las cadenas de valor exportadoras tiene desempeñan su actividad en el país, con excepción de la automotriz principalmente.

Para muestras basta un botón. Alejandro Reca, desde la firma exportadora San Ignacio, describe nuestra inserción internacional en lácteos como “triste”. “Vendíamos más quesos y pasamos a más leche en polvo, un producto no diferenciado”, cuenta con precisión. Y agrega: “no somos competitivos; Nueva Zelanda procesa en una planta todo lo que hacemos nosotros en el país. Resulta difícil competir”.

El mal manejo y abuso de un Estado que prioriza recaudar que alentar a los sectores productivos es en parte el gran responsable. Para ganar mercados se necesita más materia prima es decir producir más y a mayor escala. Las exportaciones están toqueteadas por el Gobierno, por las retenciones, por el diferencial del tipo de cambio lo que quita todo tipo de aliciente a la inversión.

La falta de previsibilidad de nuestra economía conspira totalmente contra cualquier estrategia exportadora. Y esto es especialmente grave en un sector que se viene caracterizando por tener una fuerte incorporación de tecnología a las explotaciones, con marcadas diferencias regionales.

Mientras que en Italia, hay financiamiento a tasa negativa en la Argentina, no se cuenta con financiamiento accesible promotor de nuevas inversiones. Los costos bancarios son los más pesados para sobrellevar para muchos productores.

El problema también tiene otra dimensión más grave: no son mayoría las explotaciones que se diversificaron. Lo estamos viendo hoy día al cuantificar como la sequía afecta la cosecha y consecuentemente toda la economía nacional. Como hace 200 años seguimos dependiendo de la lluvia.

El campo es el mayor proveedor de divisas y es al mismo tiempo y contradictoriamente el sector con mayores imposiciones, desalentándose así la expansión de un segmento clave de la economía nacional que, por todas las medidas que lo agobian, no despliega su potencial y por lo tanto ve restringido su aporte a la solución estructural del crónico y recurrente problema del sector externo, en el que la deuda crece más rápido que las exportaciones.

La dificultad de importar en Argentina es otro problema en particular en lo referido a insumos y bienes de capital: entre 2012 y 2015 todas las importaciones (el 100%) estaban sujetas a trabas discrecionales a través de las licencias no automáticas. Hoy, el 40% de esos productos importados aún tienen licencias no automáticas. La tercera razón es el cepo y su brecha cambiaria, las cuales no dan incentivos para que una empresa quiera exportar.

Más allá de lo expuesto, los limitantes a la exportación no deben solamente un problema de tipo de cambio, o una solución que pasa por tornarlo favorable, sino que se debe abordar de manera seria con un programa integral para ser más competitivo.

La falsa antinomia mercado interno vs exportaciones

La idea de que las exportaciones compiten con el consumo interno es muy antigua. Se remonta a mediados del siglo pasado y tomaba como sustento el hecho de que el grueso de las exportaciones estaba compuesto por los mismos productos que integraban los consumos populares. Planteado de manera simplificada, aumentar las exportaciones de carne o trigo implicaba menos consumo interno de estos alimentos. Dejemos a los historiadores de la economía discernir si en algún momento tal cosa fue cierta. Ahora ciertamente no lo es. Mercado interno vs. exportaciones es una falsa antinomia.

Un ejemplo puntual y concreto de cómo el aumento de las exportaciones, bien administrado, no atenta contra el consumo interno lo brinda Uruguay. El país vecino es uno de los mayores exportadores per cápita de carnes “premium”. Cuando el precio de la carne mostró una tendencia a la suba en el mercado doméstico no se prohibieron las exportaciones, sino que se apeló a importar cortes populares de carne de Brasil y Paraguay.

En nuestro país, con una estructura productiva más compleja, quizás no sería tan sencillo administrar una situación parecida. Hugo Carassai, experto en la industria cárnica, señala reiteradamente que los cortes de mayor interés para la exportación no atentan contra las preferencias del consumo local. De lo que se trata es de promover una industria de la carne más refinada y caracterizada por patrones de calidad que hoy son usuales en el mundo entero y entre nosotros, aunque sean conocidos, demoran en instalarse ampliamente.

La advertencia desarrollista: el comercio no reemplaza a la producción

Hasta ahora pareciera que exportando más se solucionarían los problemas de la Argentina (además de bajando el gasto público) Pero desde una visión desarrollista exportar más es necesario, pero no es la solución en sí de todos los desafíos argentinos. Rogelio Frigerio, siempre vigente y necesario, cuando escuchaba a quienes pregonaban que la solución de la Argentina era exportar más advertía sobre la falsa concepción comericialista que le atribuye al comercio efectos que solo puede tener la producción: “conforme a las enseñanzas fundamentales de la ciencia económica la producción y no el comercio crea riqueza, por lo cual el acento debe ponerse en aquella y la mejora del comercio vendrá como una consecuencia necesaria»

Las apariencias inducen a una simplificación, que puede resumirse en “aumentemos las exportaciones y todo resuelto”, que es absolutamente mayoritaria en las formulaciones de nuestro sectores dirigentes, no sólo políticos, que se aferran, en entusiasta huida hacia adelante, a la panacea del “modelo exportador”, que se presenta como un rediseño de la morfología económica argentina cuando en realidad sólo es un remozamiento –cuando no un “nuevo” retroceso– del viejo y superado modelo agroimportador, insuficiente para sostener el bienestar de más de 40 millones de argentinos.

Cierto es que la ampliación del comercio exterior no sólo ayuda a incrementar la productividad vía importaciones de bienes de capital, tecnología y conocimiento. También incide en esa dirección las crecientes exigencias del mercado internacional en términos de calidad y costo. Pero, y esto es lo que suele omitirse en los apologistas del modelo exportador, esa incidencia positiva sólo tiene efectos amplios en el marco de condiciones locales favorables a la inversión, lo cual es lo que falta en el trazado que abarca este período democrático desde 1983.

Privilegiar los segmentos exportadores y diseñar una “macro” que no estimule el conjunto de las actividades productivas con toda seguridad va a profundizar la ya inadmisible fragmentación social. Esta visión escapista es también profundamente insolidaria. Un caso a considerar al respecto es el de la economía del conocimiento que crece y ya puja el tercer puesto de los complejos exportadores. Sin embargo, si la misma está orientada y conectada primordialmente con la demanda extranjera toda esa capacidad tecnológica le pasa por al lado a los sectores productivos nacionales. Genera un auténtico enclave, con sueldos muy dispares a los otros sectores productivos, profundizando la desigualdad y sin aportar ese valor agregado al desarrollo nacional.

En cambio, con un país pujante en todas sus actividades, aprovechando sus ventajas comparativas y construyendo las competitivas, el resultado será sin dudas una sustancial mejora en cantidad y calidad de sus exportaciones. Téngase en cuenta que el mayor comercio en volumen y precio se realiza entre las economías desarrolladas. El verdadero fruto del comercio se da a través del desarrollo y nunca el desarrollo a través del comercio por la simple razón de la calidad y valor desigual del intercambio entre centro y periferia.

Deberíamos enfocarnos en aplicar a lo largo del tiempo una política económica coherente y consensuada con todas las fuerzas políticas que tuviera su eje en ampliar y diversificar la producción, sin lo cual no hay real incentivo para que mejore la productividad media. El modelo exportador que no tiene en cuenta el conjunto de la economía (o que descuenta erróneamente el derrame de los sectores más dinámicos sobre el resto) pretende en realidad convertir al país en una factoría de nuevo tipo, con un cierto número de actividades privilegiadas y el resto que vayan a su suerte o desaparezcan por ser presuntamente no competitivas.

El riesgo de la apertura indiscriminada

Frigerio también advertía sobre el planteo  liberal de que “abriendo la economía, importando, exportamos más”. Al respecto analizaba que “No se advierte que así se congela en un nivel la estructura productiva y consecuentemente se pone un techo al comercio, que siempre se expande cuando se expande la producción”. Por eso es clave abrir la economía  cuando se está preparado para competir de una manera diversificada. No es ninguna ciencia es lo que hicieron todos los países desarrollados y que el economista alemán Frederich List denunció oportunamente y en nuestros tiempos Ha-Joon Chang con su ya célebre “Retirar la escalera”.

En ese sentido generar nuevos acuerdos de libre comercio, que son muy pocos en el marco del MERCOSUR, posiblemente aumente las exportaciones, pero lo hará de semejante manera con las importaciones. La calidad, diversidad y valor agregado del intercambio es lo que dirimirá finalmente si este acuerdo regional nos hizo más nación o profundizó nuestro subdesarrollo, con deformaciones nuevas. Por eso siguen siendo válidas las advertencias de Frigerio respecto a que el país debía integrarse y desarrollar sus capacidades productivas básicas antes de integrarse regionalmente. El riesgo es aún mayor si la integración es con bloques o países más competitivos. Dado que el proceso de integración ya está en marcha, el desafío ahora es administrarlo de la mejor manera posible y negociar y usar todos los acuerdos de integración venideros con márgenes y alicientes para la mejora de productividad de nuestros sectores estratégicos, irradiando al conjunto de la economía nacional.

Las exportaciones aumentaron en valor por la suba de precios pero están estancadas en volumen. Fuente: BNA
Las exportaciones aumentaron en valor por la suba de precios pero están estancadas en volumen. Fuente: BNA
Una síntesis desarrollista para nuestro comercio exterior

El desarrollismo entendió que el aumento y diversificación del comercio exterior es un aliciente para dar divisas a un programa de desarrollo. La fórmula carne + petróleo = acero no es otra cosa que eso. Exportando carne y ahorrando divisas de importación de petróleo podemos financiar la industria siderúrgica. Ahora bien, precisamente el gran diferenciador fue el objetivo que entonces se planteaba: un cambio en la matriz productiva a través de la industrialización pesada. El modelo agroimportador en cambio no tenía objetivo alguno más que el fruto de un comercio ventajoso para las clases dominantes, por eso nunca pudo promover el desarrollo (aunque con etapas de crecimiento económico en determinadas circunstancias históricas) y cuando bajaron los precios de las materias primas caducó. Por eso promover hoy exportaciones sin tener antes un programa de desarrollo que diversifique la matriz productiva es un error conceptual además de social. Un incremento constante y equilibrado de las exportaciones, en el marco de una economía nacional expansiva e integrada permite sostener de manera más amplia y federal tanto el consumo como la inversión por encima de la reposición del capital instalado, y por lo tanto aumentar sostenidamente el empleo y el salario real (su lógica consecuencia) favoreciendo mayor competitividad para poder alcanzar los estándares internacionales.

El propio Frigerio nos da la síntesis precisa respecto a que esperar del comercio exterior: “se trata de obtener el mejor intercambio que sea posible en las condiciones del subdesarrollo, pero estando conscientes de que sólo el desarrollo permitirá un desenvolvimiento comercial plenamente ventajoso, y estando conscientes, por ello, de que no corresponde subsidiar ninguna estrategia comercial del tipo de los productos ‘no tradicionales’, lo cual no excluye casos particulares de operaciones complejas e indirectas y finalmente ventajosas”. Por eso advierte de la importancia de “rechazar tanto el comercialismo que considera posible hacer del intercambio el motor del desarrollo y de rechazar la autarquía que no tiene cabida en el mundo moderno; se trata de centrar el proceso en el aspecto productivo, cualitativamente orientado en función de prioridades, y sin descuidar las ventajas particulares que pueden obtenerse del comercio y en las condiciones naturalmente adversas para ello del subdesarrollo.”

Para la Argentina actual entender el aporte concreto del comercio es fundamental pero debe ser concebido como una valiosa herramienta de un programa de desarrollo y estabilización no como un fin en sí mismo. Este programa debe estar sustentado en una coalición de actores y sectores, que afronte el costo de medidas necesarias pero postergadas, y que brinde inmediatamente los incentivos a los sectores productivos para regenerar el núcleo dinámico e integrador de la Argentina lo más pronto posible. El aumento de las exportaciones, y su valor agregado, será un complemento clave y necesario, un catalizador que reflejará una matriz productiva diversificada e integrada a las cadenas de valor globales. Solo así el aumento de las exportaciones será un verdadero factor potenciador del desarrollo y de la integración social y económica a lo ancho y largo de nuestro país.


Todas las citas de Rogelio Frigerio son de su obra:

‘Economía Política y Política Económica Nacional’, libro de Rogelio Frigerio