* Prólogo de Emilia Menotti.
En un país como la Argentina, que enfrentó con demasiada frecuencia interrupciones de su régimen legal, cobra singular relieve la valoración que el ciudadano común formule sobre la integridad del Congreso de la Nación y la validez de su acción civilizadora, adecuada, en cada caso, a las exigencias de su tiempo histórico.
En la larga y brillante tradición de esta institución, la actuación de Arturo Frondizi sintetizó lo que sería la línea definitoria de su vida, el logro de sus anhelos de legalidad, paz, justicia social y desarrollo de todo el pueblo.
Su paso por la Honorable Cámara de Diputados de la Nación durante los años 1946-52, se convierte en un relevante aporte para el estudio no sólo de la actividad parlamentaria, sino de la vida misma de la Nación, en una etapa crucial de nuestra historia.
Arturo Frondizi es una figura emblemática que encarna al argentino que soñó con una patria grande, con los objetivos que hacen a la realización nacional y al bienestar de los pueblos.
Su obra legislativa, sujeta a veces a los condicionamientos de la militancia partidaria, le posibilitó apreciar y calibrar en su real envergadura problemas esenciales del país. Hombre de ideas, entrevió las limitaciones que podía imponer la obediencia a un rígido esquema militante y comenzó a definir las prioridades que orientarían su quehacer político.
Las palabras que pronunció desde su banca el 1° de junio de 1950 son una clara y explícita definición de la misión de los congresales dentro de la estructuración republicana: “Para que exista un régimen constitucional en la República no es suficiente la existencia de
un edificio que se llama Congreso Nacional ni un recinto como és
te, ni un reglamento ni estas bancas. Es preciso que el Congreso argentino funcione en la integridad de su capacidad y de sus atribuciones; es imprescindible que en el Congreso de la Nación Argentina se sienten, sí, representantes de partidos políticos, pero que, por sobre todo, se sienten representantes del pueblo dispuestos a servir a los ideales de la Nación Argentina en sus grandes aspiraciones”.
Frondizi diputado ya estaba generando al futuro estadista. Pasión y crítica serían dos vertientes insoslayables de su naturaleza de intelectual integrado a la misión de elaborar un pensamiento estratégico capaz de transformar las estructuras agotadas que regían su país.
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