Discurso pronunciado en la ciudad de Chicago, Estados Unidos, en ocasión de la visita del presidente Arturo Frondizi a la empresa Intenational Packers, el 26 de enero de 1959.
Siento gran satisfacción en compartir esta mesa con las destacadas personalidades aquí presentes. En primer lugar, porque en esta gratísima reunión veo encarnadas las virtudes que permitieron a los Estados Unidos alcanzar su portentoso nivel actual: la fe en el futuro del país y la firme voluntad de impulsar el desarrollo nacional mediante el pleno apoyo a la función creadora de la iniciativa individual. En segundo lugar, que el progreso de la inmensa región central norteamericana, de la cual es tan alto exponente la ciudad Chicago, tiene grandes semejanzas con la evolución de mi propio país, la República Argentina.
Las características de la evolución económica argentina
Como ocurrió entre vosotros, nuestras fértiles praderas recibieron el aporte de enormes contingentes inmigratorios europeos, que convirtieron a la Argentina en uno de los primeros productores agropecuarios del mundo. Junto a esta producción se fue desarrollando una poderosa industria alimenticia, que llegó a ser el apoyo fundamental de nuestra economía hasta años muy recientes. Las condiciones creadas por las dos guerras mundiales y por la crisis de 1930, promovieron la explotación de otros grandes recursos que se venía postergando. En menos de una generación la Argentina llevó a cabo una extraordinaria expansión de su industria, que abarca actualmente la industria metalúrgica, liviana y semipesada, las industrias textiles, eléctricas y químicas y todas las actividades complementarias y derivadas.
En poco tiempo la Argentina dejó de ser una productora exclusiva de granos, carne, lana y oleaginosas, para convertirse en el germen de un gran emporio industrial. Este impulso de desarrollo fue debido fundamentalmente al espíritu de iniciativa de los hombres de empresa argentinos y a la capacidad de trabajo de su mano de obra, considerada ente las más diestras del mundo. Sin embargo, todo este esfuerzo se encuentra en grave peligro, pues afronta una severa prueba, que nos obliga a adoptar decisiones urgentes y de profundos alcances. La difícil situación actual tiene muchas causas, algunas muy complejas, pero creo posible señalar ciertos aspectos fundamentales.
Las causas del estancamiento
El gran factor de empobrecimiento de nuestro país fue la falta de desarrollo de los sectores básicos de la producción: energía, siderurgia, transportes y combustibles. A ello debe sumarse el déficit creciente de nuestro balance de pagos. Durante las últimas décadas hemos estado cambiando materias primas, por las que nos pagaban cada vez menos, por equipos combustibles cada vez más caros. La Argentina se desangraba paulatinamente y lo que hacía el caso aún más paradójico, es que teníamos en nuestro suelo los recursos necesarios para resolver la situación por nuestros propios medios. Teníamos petróleo suficiente para el consumo y energía hidroeléctrica potencial para el mayor desarrollo posible. Teníamos también mineral de hierro y carbón sin aprovechar. Faltaba contar con la decisión necesaria y con los capitales indispensables que, dada la situación deficitaria del país, no podían provenir sino del exterior.
Otra de las causas fundamentales de estancamiento que se encuentra la economía argentina, es que el esfuerzo privado no fue suficientemente alentado por poderes públicos. Durante más de dos décadas se aplicaron sistemas de regulación estatal que perturbaron los procesos económicos, produjeron distorsiones y crearon falsas situaciones de privilegio.
Nuestra actitud frente a la crisis
La tarea que acometimos al llegar al gobierno, el 1° de mayo del año pasado, fue justamente colocar al país en el camino de su definitivo desarrollo nacional. Nuestro continente ofrece el ejemplo más extraordinario de un logro semejante. Vuestro país, los Estados Unidos, mostró al mundo lo que es capaz de hacer un pueblo cuando se propone alcanzar objetivos nacionales sobre la base del desarrollo integral de todos sus recursos y energías.
Programa argentino de expansión nacional
El punto de partida de nuestro programa de expansión ha consistido en restaurar la realidad y la verdad en la vida económica nacional, devolviendo a la iniciativa individual la posibilidad de ejercer plenamente su función creadora. En este respecto, hemos encarado frontalmente los problemas, restableciendo el principio de la libertad económica y la libre empresa. Nuestra política de carnes, para citar un ejemplo familiar a muchos de los aquí presentes, sufría en la Argentina los efectos de una distorsión de larga data, debido a un intervencionismo tan pernicioso para el Estado como para los productores. Para el Estado se tradujo en costosos subsidios y para los productores significó falta de interés por mejorar los procedimientos técnicos y rendimientos cada más insuficientes. El Congreso acaba de aprobar, a propuesta del Poder Ejecutivo, una ley por la cual el frigorífico de la Ciudad de Buenos Aires será manejado como una empresa privada y todos los frigoríficos tendrán que actuar sobre la base de costos económicos sin protección oficial. Esa política será mantenida y no habrá nuevas nacionalizaciones. Los establecimientos privados quedaron librados a la capacidad de los propios empresarios. Ello beneficiará al país y a quienes sepan trabajar mejor y a quienes utilicen las técnicas más adelantadas. El progreso y las ganancias no dependerán del Gobierno sino de la capacidad creadora de cada individuo. Ha sido también preocupación dominante consolidar firmemente la seguridad jurídica en el país, porque tenemos conciencia del papel fundamental que juega el respeto a la justicia en el proceso de desarrollo nacional. Esta es otra lección fecunda de los Estados Unidos, donde el acatamiento a las leyes es tan sagrado como el respeto a las instituciones democráticas y el amor al país. Libertad y derecho, confianza y estabilidad, son los cuatro requisitos básicos de todo programa de progreso nacional y bienestar popular.
Tomando estas condiciones como punto de partida, nuestro gobierno ha adoptado tres principales líneas de acción: el rápido desarrollo de los sectores básicos constituidos por los combustibles (petróleo y carbón), la energía eléctrica y la siderurgia; el impulso tecnológico de la producción agropecuaria y el apoyo inteligente al desarrollo industrial. Al mismo tiempo, pusimos en marcha un programa de estabilización económico-financiero, destinado a sanear la moneda y terminar con los estragos de la inflación.
Los planes de ejecución para la expansión de la producción petrolífera con ayuda privada, nos permitirán llegar, de una producción de casi cinco millones de metros cúbicos por año, a casi veinticinco millones de metros cúbicos en 1962. Ello nos permitirá terminar con la importación de combustibles líquidos para convertirnos en país exportador de petróleo.
Las divisas aplicadas actualmente a la importación de combustible insumen un gran porcentaje del producto de nuestras exportaciones. En consecuencia, el ahorro obtenido gracias a la producción interna nos permitirá pagar más rápidamente nuestras deudas y adquirir en el exterior los equipos necesarios para el desarrollo industrial.
Siderurgia y energía
La Argentina consume actualmente dos millones de toneladas actuales de hierro y acero, o sea cien kilogramos por habitante, y produce solamente 240.000 toneladas. Nuestro consumo por habitante es inferior al que corresponde a nuestro grado de desarrollo. Es incluso inferior al alcanzado por la Argentina hace más de treinta años. La promoción de una poderosa siderurgia nacional ha sido uno de nuestros principales objetivos. Contamos actualmente con altos hornos en Zapla –provincia de Jujuy, cerca de nuestra frontera Norte- y se está terminando la primera etapa de una gran acería en San Nicolás, puerto sobre el río Paraná. Los planes de estudio prevén una producción de 2 millones quinientas mil toneladas en 1962. Se están explotando yacimientos de mineral de hierro en Zapla y vamos a iniciar la explotación de los yacimientos de Sierra Grande en el sur de nuestro país. Contamos asimismo con el aprovechamiento de una enorme existencia de chatarra que hemos estado desperdiciando.
En materia energética, la Argentina ha estado consumiendo 7.000 millones de kw. hora por año, o sea 350 kw. por hora por habitante. Es un índice muy bajo, que será rápidamente modificado. Se ha iniciado la construcción de una gran central termoeléctrica en Buenos Aires, de 600.000 kilowatios. Como consecuencia de los arreglos concluidos con la C.A.D.E. y la Americana and Foreign Power Company, dentro de cuatro años la potencia instalada en la región metropolitana habrá aumentado en otros 425.000 kilowatios. Las centrales hidroeléctricas proyectadas, así como la del Chocón, que será de las mayores de América Latina, y la de Salto Grande, que construiremos juntos con el Uruguay, permitirán dentro de pocos años un aumento sustancial de los consumos por habitante, aun considerando el incremento previsto de la población.
La expansión económica así producida permitirá afrontar a fondo la tecnificación del campo. Actualmente se fabrican en la Argentina aproximadamente 8.000 tractores por año y necesitamos triplicar esa producción. La industria de maquinaria agrícola está atravesando asimismo una etapa de gran expansión.
Estaremos también en condiciones de llevar energía eléctrica a todas las explotaciones rurales, con todo lo que ello significa para el mejoramiento de las tareas y la elevación del nivel de vida de la familia del campo.
Como ocurrió en los Estados Unidos, esta transformación técnica del agro servirá para demostrar que lejos de ser actividades antagónicas, la producción industrial y la producción agropecuaria se complementan y se ayudan mutuamente. Porque no es sólo el campo el beneficiado. Un campo tecnificado es un campo con más altos niveles de vida y de consumo y ello significará nuevos mercados para la producción industrial.
Por último, el apoyo que nos proponemos prestar a la industria en esta fase de nuestra expansión económica, permitirá que el desarrollo industrial se lleve a cabo en condiciones adecuadas desde el punto de vista de su economía y de su eficiencia cuidando que ese avance se realice en los sectores que más convienen al país. El apoyo del gobierno llegará principalmente a través de las políticas de créditos e impuestos. Esto no significa que alimentemos ideas de autarquía; no pretendemos aislarnos del mundo, sino todo lo contrario. Sabemos que un desarrollo industrial sano y equilibrado con el desarrollo agropecuario, a la vez que contribuirá a la estabilidad económica y al rápido crecimiento del país, determinará también la expansión de su comercio exterior y, en particular, de sus importaciones de productos manufacturados.
Importancia de la ayuda exterior
La puesta en práctica de un programa de expansión económica como el que acabo de bosquejar, implica importantes problemas y requerimientos en el orden internacional. El comercio exterior es la principal fuente de recursos para el financiamiento del desarrollo económico. La posibilidad de obtener el máximo provecho de ese intercambio defendiendo los precios de nuestros artículos de exportación, es la garantía más segura de su adecuada realización. En ese sentido, la Argentina no reclama condiciones especiales. Necesita solamente, como los demás países latinoamericanos, que se asegure la libre y honesta competencia en el mercado internacional.
Aprovecho esta visita que realizo a esta ciudad de Chicago, tan vinculada al comercio mundial de productos agrícolas, para destacar el beneficioso cambio producido en los últimos tiempos en el grave problema provocado por la colocación de los excedentes agrícolas norteamericanos en el mercado mundial. Nuestro gobierno no escatimó esfuerzos para lograr la remoción de obstáculos en materia de negociación de granos que constituyen junto con la carne, la principal fuente de divisas para mi país. El sistema de consultas previas e intercambio de información iniciado entre los Estados Unidos y la Argentina a mediados del año pasado, ha producido excelentes resultados. Nuestro panorama agrícola aparece ya más despejado y todo aconseja llevar adelante esos procedimientos de leal y mutuo respeto comercial. Opino asimismo que los contactos entre técnicos y funcionarios deberían ser periódicos y que debería encararse la posibilidad de que el acuerdo a que hemos llegado en julio de 1958 sirva de base para una acción más amplia y coordinada en cuanto se refiere a la comercialización de saldos exportables y excedentes agrícolas, acción que, por otra parte, podría ensanchar efectivamente los cauces del comercio internacional.
La cooperación exterior es requerida también por los países en proceso de expansión económica, en formas más directas y concretas. Ya he mencionado la necesidad de recurrir a capitales extranjeros para acelerar esos procesos de desarrollo. Puedo afirmar que la Argentina reúne a ese respecto todas las condiciones favorables requeridas, en lo que se refiere a su estabilidad jurídica, política, social y económica. Mi país ha cumplido siempre sus compromisos internacionales y sus leyes aseguran el respeto más estricto a las personas y sus bienes. Éste es el panorama que ofrece nuestro país a los hombres de empresa que quieran ayudarlo a crecer. Me he permitido exponerlo en esta reunión porque estoy seguro de que los ideales que nos impulsan y los objetivos que nos hemos propuesto coinciden con vuestra manera de apreciar el desarrollo nacional de los pueblos. No he querido contaros, pues, nada nuevo, sino deciros, con toda franqueza y lealtad, que América Latina está resuelta a ser una comunidad de naciones tan adelantadas y de pueblos tan prósperos como vuestros Estados Unidos.
He querido deciros también que, así como en el pasado los pueblos americanos supieron unir sus esfuerzos y hasta sus propias sangres para realizar la independencia nacional de sus países, así también se ofrece ahora la oportunidad de realizar, entre todos juntos, la gran empresa del desarrollo continental de América.
Os invito a acompañar mis votos por la prosperidad y la grandeza de todo el continente y por la felicidad de los Estados Unidos de América.
Arturo Frondizi
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