El dilema respecto a Aerolíneas Argentinas trasciende las gestiones y sus problemas arrastran a todos los argentinos. La suma de los aportes del Estado desde su reestatización en 2008 va a alcanzar este año los 8.000 millones de dólares y se proyecta que superen los 9.000 millones antes de 2024. Para una perspectiva, esta suma es suficiente para reactivar la red troncal de trenes de carga en el país y financiar por completo el gasoducto que ampliaría la capacidad de exportación de Vaca Muerta, factores claves para potenciar el desarrollo productivo del país.
A 15 años de que el Estado argentino haya recuperado la gestión de la aerolínea tiene sentido preguntarse si es prioritario subsidiar una empresa que tiene como objetivo «garantizar la conectividad de los argentinos». Así, el costo de estos subsidios recae sobre las espaldas de todos los contribuyentes, cuando podría ser cubierto por el sector privado. Este debate se torna especialmente relevante en el contexto actual. ¿Nos hace más náción tener una aerolínea de bandera a este costo?
La situación de la empresa
En mayo de 2020, poco después de haber asumido la gestión de Aerolíneas Argentinas-Austral, el actual presidente de la compañía, Luis Ceriani, dio a conocer un comunicado que detalla la situación histórica y presente de la empresa. En uno de los párrafos más relevantes, Ceriani señala: «Resulta necesario que la compañía opere con su máxima eficiencia. En algunas áreas lo hemos alcanzado y en otras aún conservamos ineficiencias que no hemos podido resolver, improductividades estructurales que arrastramos desde hace muchísimos años. Tenemos que atacar esas improductividades, operar con la eficiencia general de la industria y adoptar sus mejores prácticas. Esto es un deber moral de todos nosotros».
El diagnóstico de Ceriani, hecho en razón del desafío que iba a tener que enfrentar la empresa ante la crisis del COVID-19, destaca claramente que los problemas estructurales han trascendido los años y las gestiones. Es una valoración con la que seguramente coinciden los expertos de todos los partidos políticos.
Durante la gestión de Cambiemos se introdujeron mejoras que lograron reducir los aportes del Estado a Aerolíneas Argentinas en un 29%, que pasaron de 564 millones de dólares en 2015 a 399 millones de dólares en 2019. Aun así, la empresa continuó siendo improductiva en relación con los estándares internacionales, demostró que estaba poco preparada para competir en los mercados internacionales y locales, y con serias dificultades financieras.
La gestión actual también ensayó algunas iniciativas orientadas a reducir la enorme carga que la empresa demanda a todos los contribuyentes. En el comunicado de mayo de 2020 se anunció la fusión de Aerolíneas y Austral y la creación de unidades de negocios separadas para carga y mantenimiento. Lamentablemente, ninguno de estos proyectos tuvo por finalidad eliminar las improductividades que el mismo Ceriani menciona en el comunicado.
Los problemas estructurales
Desde un punto de vista objetivo, ninguno de los siete presidentes que ha tenido la empresa de 2008 a esta parte ha logrado solucionar los problemas estructurales que hacen de Aerolíneas Argentinas una empresa deficitaria e ineficiente. En parte, esto tiene que ver con una realidad insoslayable: ningún proyecto de largo plazo es posible si los directivos saben que sus planes comparten el mismo destino que la gestión política que los postula.
Pero aún peor, en la empresa hay una realidad que no es un secreto para nadie: en Aerolíneas Argentinas, las decisiones importantes tienen que pasar por el filtro de los gremios. A grandes rasgos, las ineficiencias con las que carga la empresa tienen que ver con la imposibilidad de operar en las mismas condiciones que lo hacen sus competidores locales e internacionales. Los convenios colectivos actuales generan sobrecostos en toda la estructura, imposibilitan operar muchas rutas en forma rentable y otorgan beneficios a los empleados que no existen en ninguna otra línea aérea. Privilegios que indignarían a cualquier ciudadano.
El otro gran problema de la empresa tiene que ver con su gestión y objetivos. El único propósito conocido que ha tenido la empresa durante todos estos años ha sido el de conectar a los argentinos. Un estudio pormenorizado de las pocas líneas aéreas estatales redituables que existen en el mundo muestra que, aquellas que lo han logrado, se han fijado objetivos algo más ambiciosos. Por caso, Air New Zealand, empresa también estatal, tiene la visión de «ser la empresa número uno en todos los mercados que servimos, con equipos comprometidos con los clientes en una forma distintivamente neozelandesa, generando retornos superiores dentro de la industria». El objetivo de «conectar a los argentinos» puede sonar muy loable, pero no emplea criterios de eficiencia. ¿A qué precio y a qué costo se debe cumplir el objetivo? Por otro lado, aspirar a objetivos como el de Air New Zealand sería imposible de llevar adelante en las condiciones actuales de Aerolíneas Argentinas
El debate de fondo
En un mundo donde las aerolíneas estatales están en extinción —ver los casos recientes de Alitalia, TAME y South African—, no queda claro cuál es la utilidad de mantener a Aerolíneas Argentinas en manos del Estado. Sobre todo cuando ha quedado demostrado, en Argentina y en el mundo, que las empresas privadas de transporte aéreo pueden cumplir esta tarea en forma eficiente, redituable y sostenible.
El párrafo final de la carta de Ceriani de mayo 2020 , que toma particular relevancia en el contexto socioeconómico actual, va en esta línea: «Las compañías que no se adaptan a las necesidades de sus tiempos desaparecen. Seguramente, ese será el destino de Aerolíneas Argentinas si no estamos a la altura de las circunstancias».
Frente a lo expuesto vale preguntarnos entonces si subsidiar una aerolínea estatal nos hace más nación o si los recursos destinados a esta empresa podrían emplearse hacia otras prioridades. Inversiones que generen divisas y empleos, por ejemplo, que son las dos claves para superar la crisis argentina. El debate, en clave desarrollista, está abierto.
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