Tipo de cambio
Contenedores en el puerto de Rosario. /Enrique Marcarian (REUTERS)

Existe un fuerte consenso entre los economistas argentinos: para crecer necesitamos exportar más, tanto bienes como servicios. El tipo de cambio real siempre forma parte de esta discusión. Es una forma de medir nuestro nivel de competitividad con el resto del mundo. Un tipo de cambio real elevado mejora el resultado de la balanza comercial y equilibra el balance de pagos. La definición del tipo de cambio, sin embargo, entraña un conflicto distributivo. Las devaluaciones nominales, un mecanismo cortoplacista para mejorar el tipo de cambio real, dañan la capacidad adquisitiva de los salarios en beneficio de la rentabilidad de las empresas exportadoras.

El déficit en el balance de pagos es un problema recurrente en Argentina, que siempre viene acompañado de atraso cambiario y pérdida de competitividad. Existen periodos de atraso cambiario financiado con reservas, como ocurrió entre 2007 y 2015. Esta dinámica culmina en restricción externa, cepo cambiario y estancamiento. Por otra parte, existen periodos de atraso cambiario donde el déficit del balance de pagos se financia con toma de deuda, como ocurrió entre 2015 y 2019. Esto provoca un círculo vicioso: se busca atraer capitales con tasas de interés cada vez más altas, hasta que se llega a la incapacidad de pagos. El resultado es la fuga de capitales y un shock económico como el que vivió el país a partir de 2018.

El debate sobre el balance de pagos

La historia del pensamiento económico muestra un largo contrapunto sobre la relevancia del déficit del balance de pagos. La corriente más liberal sostiene, desde David Ricardo en adelante, que el balance de pagos y la expansión de la demanda no son temas de importancia para el crecimiento a largo plazo de la economía. Los liberales consideran que la oferta crea su propia demanda, el balance de pagos se ajusta automáticamente y el crecimiento económico está impulsado exclusivamente por la oferta. Es decir, por la expansión de los factores producción y el progreso técnico. Desde este punto de vista, el comercio basado en las ventajas comparativas siempre mejora el bienestar. Supone que el balance de pagos se mantiene en equilibrio y garantiza el pleno empleo de los recursos, independientemente del patrón de especialización dictado por la ventaja comparativa.

La concepción mercantilista, que sostenía que los países que se habían enriquecido gracias a los excedentes en sus balances de pagos, fue rechazada por los liberales. Entendían que el único efecto de un superávit en el balance de pagos era el aumento en los precios, lo que provocaba que finalmente el excedente desapareciera por un aumento de las importaciones y una caída de las exportaciones. El excedente es, por lo tanto, transitorio y tiene siempre un impacto neturo.

El economista Anthony Thirlwall cuestió en la década del 70 el enfoque liberal, en particular para el caso de los países subdesarrollados. Thirlwall señaló que la expansión de la demanda provoca un incremento en las importaciones que alimenta el déficit comercial, que solo puede financiarse en forma sostenible con un aumento de las exportaciones. El crecimiento de las economías subdesarrolladas está condicionado, por lo tanto, por la tasa de crecimiento de las exportaciones.

Equilibrio macroeconómico y equilibrio social

El valor del tipo de cambio es un debate central en la puja distributiva, una conflicto que tiene un alto impacto en el proceso económico argentino. Los economistas Martin Rapetti y Pablo Gerchunoff señalan en La economía argentina y su conflicto distributivo estructural que existe una divergencia entre dos tipos de cambios reales: el tipo de cambio real de equilibrio macroeconómico y el tipo de cambio real de equilibrio social. El primero es el que permite «mantener simultáneamente el pleno empleo y un balance de pagos sostenible». El segundo, el que permite que «los trabajadores plenamente ocupados alcanzan el salario real al que aspiran».

El análisis de los déficits del balance de pagos y su impacto en el estancamiento parece algo abstracto; la discusión sobre el tipo de cambio es más tangible. Pero el recurso de la devaluación como herramienta para ganar competitividad es muy cortoplacista y disminuye la capacidad de consumo de la sociedad. La alternativa para elevar el tipo de cambio real sin devaluar es apostar por la innovación y tecnificación de empresas, lo que ayuda a reducir los costos. Es una política de mediano y largo plazo, pero si comparamos a Argentina con otros países que han salido del estancamiento, es un buen camino para transitar el proceso que guia el desarrollo.


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