Con la vuelta al poder de Lula en Brasil sumado a los triunfos en México, Argentina, Bolivia, Perú, Chile, Honduras y Colombia, que por primera vez en su historia tiene un gobierno de izquierda, el progresismo latinoamericano recuperaba en los últimos años la preponderancia del control político económico de la región. Este fenómeno denominado «marea rosa», traía consigo la ilusión de un revivir de la primera década del siglo con varios gobiernos de concepción de una izquierda progresista, y otros de carácter netamente populistas, que generaron cierto bienestar social gracias a varios factores principalmente al boom de las comodities.
Una encuesta reciente de la firma Cadem en Chile señala que el presidente de izquierda Gabriel Boric posee una aprobación de su gestión del sólo 29% contra un saldo negativo que desaprueba su gobierno del 63%. Peor aún, se ve claramente un giro a la derecha de la sociedad. Más de un 26% de chilenos si hoy se realizasen elecciones votarían por un partido de signo de centroderecha, según muestra la encuestadora CERC-MORI. Desde la asunción de su mandato Boric viene combatiendo una economía golpeada por la inflación, no ha logrado avanzar con su agenda reformista socioeconómico sumado al rechazo al plebiscito para modificar la constitución. Decisiones polémicas, como los indultos a 13 presos que fueron detenidos durante el estallido social en Chile 2019, generaron un fuerte repudio en parte de la población, en la oposición y en el gabinete ministerial donde hubo dos bajas resonantes: su jefe de Gabinete, Matías Meza-Lopehandía y la ministra de Justicia, Marcela Ríos.
En Argentina también las encuestas vaticinan una victoria en la elecciones presidenciales de octubre de los partidos opositores de tendencia de centroderecha. Las internas constantes del oficialismo y una economía en declive con una inflación galopante que hacen estragos en los bolsillos de los ciudadanos deja en evidencia los magros números de aprobación a la figura presidencial de Alberto Fernández es de sólo el 18% frente a una imagen negativa del 75%, según una nueva encuesta de Management & Fit. A pesar de estos pésimos números, Fernández da señales de querer ir por un segundo periodo presidencial. Si las elecciones fueran hoy más del 60% votarían por un cambio de gobierno, mientras un 22,5% optaría por la continuidad del oficialismo.
El año pasado, por primera vez en su historia, Colombia eligió un presidente de izquierda: Gustavo Petro. Con su llegada al poder los colombianos esperaban con ansias las reformas socioeconómicas que prometió en campaña. Pero, por ahora, la administración izquierdista no logra hacer pie. La encuestadora Cifras y Conceptos mostró que la tasa de aprobación del presidente cayó del 62% en noviembre al 52% en la actualidad. La primera gran iniciativa de Petro era una reforma política sobre la financiación estatal de las campañas así como subir el umbral electoral del 3 al 5% en los próximos comicios electorales. También se permitía a los congresistas que no solo pudieran ser nombrados ministros, sino que una vez salieran del gabinete podrían volver a sus bancas. Además obligaba a que en las listas cerradas para las elecciones parlamentarias de 2026 se repitiera el mismo orden de los candidatos que se aplicó para los comicios del año pasado. La polémica reforma fue rechazada de lleno por el Congreso y fue una dura derrota para el gobierno. Es de puro conocimiento que no es fácil trabajar con Petro. En su paso por la alcaldía de Bogotá (2012-2015) tuvo varios roces con sus colaboradores. Desde que llegó a la Casa de Nariño ya hubo tres reemplazos en el gabinete de Ministros que tuvieron como detonante las reformas en el área de salud. Pero lo que más daño está haciendo a la figura del primer mandatario en la investigación judicial en contra de su hijo mayor, Nicolás, por el supuesto recibo de dinero proveniente del narcotráfico a cambio de favores políticos. Por pedido especial del presidente Petro solicitó al fiscal general que investigue lo acontecido.
En Perú se vivieron jornadas agitadas con la salida del poder del presidente Pedro Castillo que fue depuesto constitucionalmente y encarcelado por el Congreso tras su anunció de disolver al Poder Legislativo, o sea un golpe Estado. Su turbulenta presidencia duró 16 meses. Se espera que Perú celebre próximamente elecciones presidenciales en el transcurso del año o el 2024 con grandes chances que la derecha llegue al poder.
Los números del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador vienen en caída tras sus intentos de querer reformar el sistema electoral y sus avances contra el Poder Judicial aunque siguen siendo altos con una aprobación del 63%, casi 20 puntos menos que poseía en el 2019 con un saldo del 81%, según la firma Oraculus.
Aún la nueva “marea rosa” no logra estabilizarse. Salvo Argentina y México, que tendrán elecciones presidenciales este año junto a Paraguay, donde las encuestas vaticinan una victoria del oficialista Partido Colorado de derecha, los demás países que giraron a la izquierda tienen varios años de gestión por delante. Las encuestas de opinión muestran una tendencia negativa de sus aprobaciones que deberán revertir para mantenerse en el poder. La situación lleva incluso a un mayor riesgo. La falta de representación también enciende las alarmas a que el electorado opte por los extremos tanto de izquierda o derecha. Esto a la vez promueve grietas irreconciliables que dificultan el dialogo y por lo tanto la resolución de problemáticas estructurales que requieren consensos.
Quizás esta ultima oleada izquierdista haya tenido que ver más con el hartazgo de los oficialismos de turno, que eran de derecha, y ahora acontece lo mismo a la inversa. El punto es que ninguno logra resolver los problemas que manifiesta la sociedad vinculados a la baja del nivel de vida y el aumento de la pobreza. Es la problemática del subdesarrollo que tras la pandemia quedó todavía más expuesta y agravada y que ambos extremos no logran comprender y mientras uno buscan la solución a través del Estado, a costa del mercado, los otros hacen lo inverso agravando en ambos casos la situación, sin entender que el virtuosismo esta en la articulación de ambos sectores.
La fragilidad económica de América Latina quedó al desnudo tras las pandemia