Argentina es el único país donde la pobreza creció en forma sistemática durante los últimos 40 años, advierte Máximo Merchensky. El fondo del problema, señala, es la incapacidad de generar un proceso de acumulación de capital. «Un modelo de desarrollo tiene que tener el vértice en la inversión», concluye en la charla de la Usina Desarrollista, donde expuso sobre su ensayo Salir de la trampa de arena, que recibió la mención de honor en el Premio Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas 2020.
Cuando uno analiza los 10 puntos centrales de un programa económico, según Merchensky, es posible identificar si está alineado hacia la inversión. «No fue así en el macrismo y tampoco en el kirchnerismo», completa. Salir de la trampa de arena es el resultado de una reflexión que Merchensky comenzó a elaborar en 2016, cuando vio con preocupación las primeras medidas económicas del gobierno de Cambiemos. «A los pocos meses del macrismo estaba claro que no iba a haber una alianza de intereses a favor de la inversión en Argentina”, sostiene Merchensky.
Las preocupaciones fundamentales del ensayo son la descapitalización de la economía y la incapacidad política para generar acuerdos, dos aspectos centrales para el desarrollismo desde sus orígenes. El movimiento político e intelectual liderado por Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio concentró buena parte de sus esfuerzos a entender por qué había una capitalización insuficiente en Argentina. «Aunque está apenas señalado, porque hablaban del acero, la energía y la alianza de clases, en el fondo estaban hablando de la capitalización en Argentina», plantea.
La incapacidad de generar acuerdos básicos
Con respecto al problema político, Merchensky considera sorprendente la incapacidad de la elite dirigente argentina para articular acuerdos básicos que permitan un crecimiento mínimo y aceptable. «Argentina siempre corre detrás de los problemas más emergentes», critica y enfatiza que esto se agrava con el fenómeno de la grieta. «Les confieso que la grieta me hace recordar con cariño el menemismo», ironiza. Para Merchensky, el menemismo estuvo influido por la convicción extendida en los noventa de que el liberalismo iba a ser una superación de la historia y esto tuvo una consecuencia positiva: el intento de suturar las heridas del pasado. Esto se vio reflejado en políticas repudiables como los indultos a los genocidas de la dictadura militar, pero también con un acto de gran simbolismo como la repatriación del cuerpo de Juan Manuel de Rosas desde Reino Unido. La contracara de esta política fue un repliegue del progresismo, que acumuló un reivindicaciones que explotaron durante el kirchnerismo, según Merchensky. “Esto alimentó una tensión que no acercan la solución de ningún problema; al contrario, los agravan”, advierte y sostiene que es necesario poner en paréntesis esta tensión para ampliar el debate en Argentina.
Todos los sectores tienen algo que reivindicar porque la crisis solo aumentó en las últimas décadas y eso hace muy difícil los acuerdos, razona Merchensky. «La política argentina es el imperio de la desconfianza», completa y explica que además es difícil construir acuerdos amplios en Argentina porque no existen antecedentes para tomar como modelo. «En los 2000 nos referíamos a los Pactos de la Moncloa, posteriores al franquismo, porque nosotros no tenemos algo similar».
La falta de acuerdos, según Merchensky, tiene como consecuencia una política pendular que genera capas de normas e instituciones que conforman la «maraña superestructural». «Un lastre que impide la acumulación de capital», sostiene. Muchos de los problemas que bloquean el desarrollo en Argentina exigen reformas institucionales que son muy difíciles de impulsar y algunos no tienen solución dentro del esquema de la Constitución Nacional actual, plantea Merchensky.
Salir de la trampa de arena, aclara el autor, no plantea las respuestas a todos estos problemas. «Tenemos posibles líneas de trabajo», señala. «Una de las frustraciones del macrismo es la demostración de que no alcanza con buena voluntad y cuadros preparados. Hace falta una política integral que favorezca decididamente la inversión», critica. Y advierte de que Argentina está en una espiral descendente donde cada vez es más difícil recrear las condiciones para un proceso de capitalización continuado que pueda crear de empleos y exportaciones genuinos.
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