Un mes y medio después del ballotage se confirmó que Pedro Castillo es el nuevo presidente de Perú. Castillo superó por un estrecho margen a Keiko Fujimori: obtuvo el 50,12% de los votos mientras que su rival sumó el 49,87%. Fue una de las elecciones más reñidas de la historia del país y mantuvo en vilo a la sociedad peruana debido a la revisión de más de mil impugnaciones presentadas por Fujimori. El Jurado Nacional de Elecciones finalmente rechazó los reclamos y proclamó a Castillo como presidente el lunes pasado.
Castillo es sindicalista docente y marxista, aunque sin experiencia en política. Asumirá el poder el próximo 28 de julio, en el día del bicentenario de la independencia. Tendrá un enorme desafío por delante ya que deberá afrontar varios frentes al mismo tiempo. Perú es uno de los países con mayor índice de muertes por COVID-19 en el mundo y sufrió en 2020 uno de los desplomes económicos más profundos en el mundo, con una contracción del 11% del PBI. El año pasado se perdieron más de dos millones de puestos de trabajo. Y esto se suma a la inestabilidad institucional del país, muy golpeado en los últimos años por las denuncias de corrupción de los expresidentes, lo que incluyó renuncias al cargo, encarcelamientos de exmandatarios y el suicido de Alan García. El resultado, por último, es una honda división política en la sociedad.
El nuevo presidente de Perú, de 51 años, saltó a la fama en 2017 cuando encabezó con gran éxito las mayores movilizaciones y huelgas de los maestros. Castillo tuvo una participación destacada en el sindicato de los maestros provinciales que estaban en contra de la principal organización gremial de los profesores, el Sindicato Unitario de Trabajadores de la Educación del Perú (SUTEP). A partir de las huelgas de 2017 se acercó al Movimiento por la Amnistía y los Derechos Fundamentales (Movadef), un partido con ideas radicalizadas de izquierda.
En la previa a la primera vuelta de las presidenciales, Castillo se destacó por sus propuestas extremas. Confeso admirador de los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua, Castillo planteó la necesidad de adoptar una ley que «regule los medios de comunicación» y propuso destinar el 10% del PIB a la educación. Su plataforma política implica un giro hacia un estado socialista y una de sus principales banderas es la nacionalización de los recursos naturales, principalmente el sector minero. También propone un aumento en los impuestos, avanzar hacia una segunda reforma agraria que termine con los monopolios de las tierras y las reserve para la pequeña agricultura, y reducir las importaciones de alimentos. Castillo dice que buscará terminar con los tratados de libre comercio. Su plan más ambicioso, sin embargo, es reformar la constitución de 1993, impulsada por el expresidente Alberto Fujimori.
Obligado a tejer alianzas
Si bien los candidato hacen promesas de campaña que a veces no cumplen, la élite empresarial mira con temor las ideas del nuevo presidente, que consideran extremas. Antes del ballotage, Castillo mostró una cara más conciliadora, un posicionamiento que profundizó tras los comicios. Buscó tender puentes en reuniones con empresarios, políticos y delegaciones diplomáticas. Su partido, Perú Libre, cuenta solo con 37 diputados sobre un total de 130 en un Congreso Nacional dominado por la centroderecha. Por lo tanto, Castillo está obligado a tejer alianzas para poder avanzar con su programa de gobierno.
En su primer discurso como presidente electo, el maestro llamó a la unidad nacional y a terminar con los obstáculos para sacar al país adelante. Y dio muestra de esta posición al convocar a los poderosos empresarios de la minería, que manifestaron que «es el momento del diálogo”. Otra señal positiva para el empresariado es que mantendrá en su puesto al actual presidente del Banco Central, Julio Velarde, que lleva 15 años frente a la entidad. Valverde es considerado un pilar de la estabilidad económica y celebrado como dios por los fanáticos del liberalismo económico. Tras el anuncio los mercados reaccionaron de manera positiva: los bonos y la moneda se recuperaron después de semanas en caída.
La élite económica recibió con buenos ojos las declaraciónes de Pedro Franckle, el principal asesor económico del presidente. Francke destacó la importancia de que la prudencia fiscal y el cumplimiento de las metas inflacionarias. También se manifestó contrario a la nacionalización de empresas. Las declaraciones generó chispazos dentro del partido Perú Libre, especialmente entre quienes aspiraban una política más radical. A este sector busca complacer la propuesta de que Roger Nájar asuma como primer ministro.
El polémico Vladimir Cerrón declaró públicamente que impulsa la candidatura de Nájar para el cargo de primer ministro. Cerrón es un médico cirujano que estudió en Cuba y tiene formación marxista. Sus críticos lo consideran el verdadero poder en las sombras detrás de Pedro Castillo. Fundador del partido Perú Libre, sobre Cerrón pesa una condena por corrupción cuando era gobernador de la región de Junín. Esta condena le impide ocupar cargos públicos. Castillo más de una vez dejo en claro que Cerrón no iba a ocupar ningún puesto en su gobierno.
La gran incógnita es qué sector va a imponerse dentro del gobierno: el liderado por el radical Cerrón o el de los asesores de Castillo, como Francke, que generen confianza entre las élites. En cierto modo, Castillo comenzó a transitar el mismo camino que el expresidente Ollanta Humala, un dirigente que llegó a la presidencia con una propuesta radical, pero durante su gobierno se manejó con pragmatismo y diálogo. Castillo ya convocó al clan Fujimori a terminar con las barreras y levantar el país. Condicionado por estar en minoría en el parlamento, Castillo está forzado a avanzar hacia el diálogo. La alternativa es un enfrentamiento constante y el riesgo de durar poco tiempo en la presidencia.
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