La provincia de Buenos Aires es la madre de todas la batallas electorales y el bastión del kirchnerismo. Para ser precisos: los cordones del conurbano. Allí viven 12.513.930 electores habilitados, un 36,98% de los votantes del país, y se concentran los mayores niveles de desigualdad y pobreza. El conurbano es la mayor preocupación de la vicepresidenta, Cristina Fernández. La situación es dramática.
La segunda ola de COVID-19 no da tregua y los contagios siguen aumentando. La falta de vacunas hace que las previsiones sean aún más negativas. La disponibilidad de camas de terapia intensiva se acerca al límite en el conurbano, con un nivel de ocupación superior al 90%, tanto en el sector público como en el privado, según el último informe que elaboró el gobierno de la provincia. En la Ciudad de Buenos Aires los números tampoco son alentadores y existe un riesgo real de saturación. En medio de esta crisis se desató una pelea absurda entre el gobierno porteño y la Casa Rosada.
Ante la emergencia, el Gobierno nacional volvió a implementar restricciones y suspendió las clases presenciales. La decisión fue rechazada por el jefe de gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, que criticó al presidente por haber tomado la decisión de manera unilateral y lo consideró un avasallamiento a la autonomía de la ciudad. El caso escaló a la Corte Suprema de la Nación y todavía no ha sido resuelto. El principal argumento sanitario de Rodríguez Larreta es que las aulas no son un foco de contagio. Los datos del propio Ministerio de Educación de la Nación le dan la razón: desde el comienzo de las clases, se contagió apenas el 0,17% de la comunidad educativa.
El anuncio sorpresivo de la suspensión de las presencialidad en las escuelas desnudó la falta de previsión del presidente y su gabinete para enfrentar la segunda ola, cuando desde hacía meses se tenía certeza de que llegaría. Los ataques al jefe de gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, no son inocentes. Se siente el clima de precampaña. La foto de Alberto Fernández, Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof trabajando codo a codo quedó en el pasado.
La prioridad del oficialismo nacional es cuidar el proyecto político que se sustenta en el conurbano. Y, para ello, es fundamental contener la situación sanitaria que golpea con fuerza en varios distritos. La decisión de romper el diálogo con el gobierno porteño es contradictoria en ese sentido, ya que es el principal socio a la hora de realizar los testeos y los controles. También al momento de las internaciones.
El presidente forzó a la ciudad y la provincia de Buenos Aires a adoptar las restricciones. En los otros 22 distritos la decisión de implementarlas quedó librada a la decisión de los gobernadores. Los cañones apuntan al Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), la megalópolis formada por la capital y los 40 municipios del Gran Buenos Aires, que es la concentración urbana de mayor densidad del país.
Omar Perotti fue el único gobernador oficialista que defendió públicamente las restricciones impuestas por el presidente. El santafesino describió con tono moderado la situación epidemiológica que le toca afrontar y estableció limitaciones severas en la provincia. Sin embargo, las clases presenciales continúan.
Desequilibrios económicos y caída en la imagen
La crisis no solo es sanitaria. La situación económica tiende a agravarse. En los últimos meses la inflación se instaló por encima del 4% mensual, lo que equivale al doble de lo proyectado para 2021 por el ministro de Economía, Martín Guzmán. Es solo cuestión de tiempo hasta que los sindicatos pidan volver a discutir las paritarias. Para hacer frente a la escalada de precios, el Gobierno desempolvó viejas recetas que ya fracasaron, como el control de precios y los registros para exportar alimentos. La inconsistencias se acumulan. Las tarifas de los servicios públicos no se actualizan desde 2019, lo que provoca un retraso con respecto a la inflación, un aumento en los subsidios para sostener los valores actuales y, en consecuencia, un mayor déficit fiscal.
En este escenario, la posibilidad de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional se ve cada vez más lejana. En el mejor de los casos, después de los comicios de octubre.
Los errores en el manejo de la pandemia y la situación económica hicieron mella en el respaldo al presidente. Su imagen positiva declinó del 61% al 40% en los últimos 12 meses, según una encuesta de comienzos de abril de la consultora D’Alessio IROL Berensztein. Lo apoya el votante duro del kirchnerismo y poco más.
La segunda ola puede terminar de desgastar la figura del presidente y del gobernador bonaerense. Un ejemplo: la encuesta de la consultora Circuitos, difundida el domingo por Clarín, da al Frente de Todos una ventaja de menos de cuatro puntos sobre Juntos por el Cambio en la provincia de Buenos Aires. Es una caída pronunciada con respecto al estudio anterior de la misma consultora, que daba una ventaja de 10 puntos al oficialismo. Una oposición unida puede volver a dar la sorpresa y ganar en la provincia de Buenos de Buenos Aires, como en 2009, 2015 y 2017.