El campo es más que producción de materias primas, dicen sus defensores. Es un motor que provoca un gran movimiento alrededor, aseguran. Y repiten una enumeración como un mantra: biotecnología, genética, maquinaria agrícola. Su intención es explicitar las inversiones que genera la agricultura y el valor agregado que hay en cada hectárea sembrada. Si bien esto es cierto como potencial, los números actuales son menos prometedores: Argentina fue en 2017 el décimo importador de maquinaria agrícola en el mundo y ocupó la posición 32 del ranking de exportadores, según un informe publicado en 2019 por el Ministerio de Hacienda de la Nación.
Tomar el sector de maquinaria agrícola como un todo, sin embargo, puede llevar a conclusiones equivocadas. Argentina importa cosechadoras y tractores, pero no sembradoras. «Ni los tractores ni las cosechadoras se meten adentro de la tierra. Es lo mismo un tractor de EEUU, Alemania, México o Argentina. Las cosechadoras, a lo sumo, cambia el cabezal», explica Roxana Negrini presidenta de Agrometal, firma líder en fabricación de sembradoras en el país. Las sembradoras, en cambio, tienen que desarrollarse para la particularidad de cada suelo, señala. Esto las protege de la competencia con las multinacionales, según Negrini.
El grueso de las importaciones de maquinaria agrícola, más del 80%, corresponde al rubro implementos, partes y otras maquinarias. Es un terreno donde el país puede avanzar. «Es muy difícil seguir el ritmo de inversión que requiere ser competitivo en tecnología y precio» en cosechadoras y tractores, admite Nelson Lambertini, presidente de la compañía Mainero. La firma liderada por Lamberti se especializa en maquinarias para agricultura, ganadería y lechería, explica. Esto abarca un amplio abanico de implementos, como tolvas, embolsadoras, rotoenfardadora o cabezales para maíz y girasol. El fuerte de estos rubros es el mercado interno. «Fabricamos a medida, la calidad es una exigencia continua en Argentina», subraya el empresario.
Las cosechadoras y tractores explican el 13% de las importaciones de maquinaria agrícola y son comercializadas a través de las multinacionales radicadas en el país, como John Deere, Case New Holand y Claas.
El mercado nacional tuvo una evolución fluctuante entre 2016 y 2020, aunque en los últimos dos años registró un incremento en las ventas. Medido en precios constantes, las ventas crecieron un 40% en este periodo. El año pasado se vendieron en Argentina 843 cosechadoras (36% importadas), 6.532 tractores (20% importados), 2.511 sembradoras (todas nacionales) y unos 10.014 implementos (10% importados).
El sector de maquinaria agrícola es deficitario en su comercio exterior y las exportaciones retrocedieron en los últimos años. Las ventas al exterior alcanzaron el máximo histórico de 590 millones de dólares en 2012 —en gran medida, gracias a un convenio con Venezuela— y disminuyeron a 184 millones en 2016, casi un 70% menos, según un informe elaborado por el Ministerio de Producción de la Nación. Las importaciones fueron en 2016 de 1.278 millones de dólares. Los principales orígenes de la maquinaria importada son Alemania, EEUU y Brasil. Las exportaciones argentinas están concentradas en el segmento de implementos, partes y otras maquinarias; los destinos principales son Brasil, Paraguay y Uruguay.
Agrometal exporta ocasionalmente a Europa o África, cuenta Negrini, pero el foco principal son los países limítrofes por la cercanía y la posibilidad de brindar soporte en el mantenimiento y la puesta en funcionamiento. «Para tener un buen desarrollo en exportación necesitás inversión y ayuda del Gobierno para viajes y demostraciones en el exterior. Los departamentos de investigación y desarrollo tienen que estudiar las adaptaciones para los distintos mercados», explica la empresaria.
El mercado latinoamericano es el más accesible, pero no es fácil: Brasil es un competidor duro. «Es muy difícil porque son más baratos y están igual de cerca. Tienen créditos a tasas muy subsidiada. Por eso tenemos que ser competitivos con la innovación y la diferenciación. Eso te permite vender mas allá de los mercados cercanos. Nosotros vendemos más lejos que cerca por la diferenciación de los productos», cuenta Lambertini. Mainero tiene clientes en EEUU, Canadá, Rusia, Ucrania y Sudáfrica.
Desarrollo regional
El sector de maquinaria agrícola está concentrado en la región centro del país. De las unas 1.202 empresas registradas en Argentina, 44% están en Santa Fe, 24% en Córdoda y 21% en Buenos Aires, según un informe publicado en febrero de 2021 por el Instituto de Estudios Económicos sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL), de la Fundación Mediterránea. Hay dos grandes clústers en el país. Uno, en sur de Santa Fe, que abarca las localidades de Las Parejas, Armstrong, Venado Tuero, Firmat y Rosario. El otro, en el sur de Córdoba: incluye Marcos Juárez, Bell Ville y Monte Maíz.
Agrometal está radicado en Monte Maíz y Mainero en Bell Ville, ambas en el sur de Córdoba. «El 85% del sector son empresas familiares de pueblos del interior en Santa Fe, Córdoba y parte de la provincia de Buenos Aires», destaca Negrini. La líder de Agrometal subraya que la lejanía del clúster de Córdoba con respecto a a las zonas industrializadas favoreció la integración local y el desarrollo de proveedores. El sector genera 26.500 empleos directos, según un relevamiento del IERAL.
Un rasgo distintivo del mercado argentino es el papel de los contratistas que proveen servicios a los productores. Compradores de maquinaria agrícola que no tienen campos. «Compran tanto o más que los productores y quieren maquinarias muy grandes, que tengan valor de reventa», explica Negrini. El principal problema de los contratistas, según la titular de Agrometal, es que tienen mayores dificultades para acceder al financiamiento. «No tienen patrimonio, tienen que pagar la máquina trabajando», confirma Lambertini y señala que un 80% de las ventas de las maquinarias son financiadas. Una cosechadora cuesta más de 500.000 dólares.
Las grandes multinacionales de maquinaria agrícola tienen sus propias entidades financieras, apunta Lambertini, lo que pone a los fabricantes nacionales en condiciones desfavorables para competir. El presidente de Mainero se queja de que, además, las multinacionales tienen las mismas exenciones fiscales y beneficios crediticios que las empresas nacionales. Se refiere a la política de incentivos que implementó en 2011 el gobierno de Cristina Fernandez, con Deborah Georgi como ministra de producción, y que se tradujo en inversiones de John Deere, Case New Holland y Agco para fabricar cosechadoras y tractores en Argentina.
Pauny es la mayor fabricantes de tractores del país, rubro en el que compite con las multinacionales. Abastece al mercado interno y también exporta, a pesar de que la inestabilidad macroeconómica perjudica la competitividad. «Si queremos exportar, no solo debemos competir con tecnología y calidad, sino con precio. Es muy difícil con el costo argentino», cuestiona Raúl Giai Levra, presidente de Pauny. La compañía tiene plantas en Buenos Aires, Chaco, Córdoba y Santiago del Estero. El empresario considera que el sector de maquinaria agrícola no debería ser deficitario porque el país tiene productos con calidad de exportación y capacidad para fabricarlos. «Los altibajos del país nos colocan en situaciones difíciles. Generaste trabajo, capacitaste gente y de golpe dejaste de ser competitivo«, explica, con relación a las variaciones del tipo de cambio.
Una sola empresa nacional fabrica cosechadoras en el país, Vassalli. La compañía, con sede en Firmat, Santa Fe, atravesó una dura crisis que la puso al borde de la quiebra y resiste en la actualidad en condiciones desfavorables. «Las multinacionales se la llevaron puesta. Al no tener financiamiento, no innovó en tecnología y se quedó atrás», lamenta Negrini. Vassalli es así la última sobreviviente del país donde se inventó la primera cosechadora autopropulsada en el mundo: Rotania.
La maquinaria agrícola fabricada por multinacionales en Argentina es considerada producción nacional. Negrini critica esta política: «Su producción es importada, generalmente de Brasil, y acá sólo arman las máquinas. Es una lucha desleal. Tienen créditos y reintegros como si fueran máquinas nacionales. Es horrible». Esta es una batalla que las empresas nacionales vienen dando hace años. La Cámara Argentina de Fabricantes de Maquinaria Agrícola (CAFMA) reclama que se sancione una ley que cree un sistema similar al de Brasil. En el país vecino solo se considera nacionales las maquinarias agrícolas que tienen más del 60% de los componentes fabricados en su territorio.
Innovación y desarrollo
Más allá de los reclamos por una legislación más favorable para la producción nacional, tanto Lambertini como Negrini y Giai Levra destacan la innovación permanente como la base de la competitividad. «La sembrada ahora es tecnología absoluta, no es más tirar una semilla. Nuestras sembradoras cuestan un promedio de 80.000 dólares y le podés agregar complementos tecnológicos hasta llevarla a 150.000 dólares», detalla Negrini y dice que considera a Agrometal una compañía tecnológica.
Este cambio de concepción se refleja también en la composición del capital humano de las empresas. «Durante 50 años tuvimos un solo ingeniero y ahora tenemos más de 15. En desarrollo, en procesos de fabricación, en electrónica. Tenemos un departamento exclusivo con técnicos en agricultura de precisión», cuenta la presidenta de Agrometal.
La economía del conocimiento irrumpe en el sector a través de la Big Data y la inteligencia artificial, como un pilar del proceso de innovación. «Incorporamos tecnología a nuestros equipos para el trabajo en sí y también para la recopilación de datos e información», cuenta Lambertini.
En este camino avanza la maquinaria agrícola argentina. Un sector que juega por debajo del peso que debería tener, si considera que está asentado sobre uno de los complejos agropecuarios más competitivos del mundo. Y que tiene potencial para expandirse no solo hacia América Latina, sino también hacia mercados que van a crecer con fuerza en las próximas décadas, como el sur de África. Una política exterior estratégica, mejores condiciones de financiamiento y una legislación más favorable darían el impulso que necesita para despegar.