Enrique Bulit Goñi dice que prácticamente nació en un Comité radical. Y creció rodeado de figuras destacadas del radicalismo. Su padre fue diputado nacional con Frondizi y su madre fue secretaria privada del presidente desarrollista. Es sobrino de Carlos Acuña Anzorena, que además de haber sido el primer presidente del MID, fue candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires en 1962. La derrota de su tío ante el sindicalista peronista Andrés Framini fue el desencadenante del golpe de Estado que derrocó a Frondizi. Bulit Goñi es experto en derecho tributario y considera que el federalismo fiscal es uno de los grandes desafíos del país. La memoria de Enrique viste a la entrevista de anécdotas interesantes y frases ingeniosas. Como la que eligió la Usina Desarrollista que integra VD como faro para el camino que acaba de comenzar, y que le dijo Arturo Frondizi durante una cena: “Si usted hace política y no estudia los problemas, usted no hace política, hace agitación. Ahora, si usted estudia los problemas, pero no hace política, nunca va a cambiar la realidad”.
PARTE 1 | LOS DESAFÍOS TRIBUTARIOS DE ARGENTINA
Antes de hablar sobre tu acercamiento al desarrollismo, hablemos de actualidad. ¿Qué diagnóstico hacés de la situación fiscal del país?
Argentina enfrenta una serie de evidencias que nadie discute. El gasto público es excesivo y debe reducirse. Pero un 80% es gasto social y salarios. ¿Quién soporta políticamente achicarlo?
Por otro lado, existe una idea muy difundida de que la presión tributaria en el país es muy alta. ¿Es así?
Es así. Los impuestos no deben impedir la actividad, sino establecer un nivel que tenga en cuenta la capacidad contributiva. Por esto es relevante que exista un consenso fiscal. Todos estos tipos de acuerdos son indispensables porque el federalismo de la Constitución es muy escueto y requiere coordinación permanente. Y esa coordinación debe cumplirse.
¿Te referís al federalismo fiscal?
En verdad, Sin federalismo fiscal no hay federalismo. Este asunto está reglado por la Constitución Nacional de manera muy escueta. Dice muy poco al respecto y dice que solo la Nación establecerá aduanas. De algún modo, esto resolvía la controversia respecto de la aduana de Buenos Aires, que era lo que impedía la construcción de la Nación.
Hablaste del consenso fiscal. Existe una controversia sobre los impuestos locales que encarecen, por ejemplo, las tarifas de los servicios. ¿Qué lectura hacés del tema?
Las tarifas de los servicios públicos esenciales están aumentadas por una serie de tributos que se colgaron en su momento. El razonamiento es sencillo: si no pagás la luz, te la cortan; entonces la técnica de nuestros fiscalistas geniales fue introducir tributos dentro de las tarifas de los servicios esenciales. Las llevaron a un aumento de entre el 30 y 35%. Uno pensaría en pedirle a las provincias y los municipio que eliminen esos tributos, pero ello implicaría que acto seguido se cree una estructura de recaudación donde puedan recuperar estos importes.
¿Qué lectura hacés del Gobierno actual?
Con relación a mi decisión electoral, en estos momentos y partiendo de la base de que la política no es elección, sino opción, si ustedes me dieran una alternativa a Cambiemos yo la examinaría. Pero no veo una opción a Cambiemos. Como no veo opción, creo que el aporte que puedo hacer es pedirle a la gente paciencia, aunque no sea el rumbo que anhelamos los desarrollistas. Encontraron un país muerto, salir de donde estamos no es fácil ni es gratis. Pasa que somos un pueblo que queremos todo hoy y todo bien. Creo que más que nunca es importante recalcar algo que Frondizi decía: “Medidas antipopulares, nunca; medidas impopulares, toda vez que haga falta”. Eso es un estadista.
PARTE 2 | UNA INFANCIA EN EL COMITÉ RADICAL
¿Cómo se despertó tu interés por la política?
Nací prácticamente dentro de un Comité, por cuestiones familiares. Mi padre [Enrique Antonio Bulit Goñi] era un dirigente radical fanático. Fue de presidente del Comité de Mercedes, en provincia de Buenos Aires. Además fue concejal y senador provincial en la época peronista. Durante el gobierno de Frondizi [entre 1958 y 1962] fue diputado nacional. Mi madre [Marta Acuña Anzorena] lo acompañó desde sus comienzos. Por mi casa desfilaron referentes políticos radicales que entonces eran figuras. Los días anteriores a los actos, las distintas personalidades llegaban en tren, dormían en casa y al día siguiente partían temprano. Durante esas visitas, yo me quedaba en las sobremesas. Con mis amigos aprovechábamos para conversar con los políticos. No eran cualquier persona, tenían vasta experiencia, mucha lectura y cultura general. En otras palabras, eran tipos intelectuales.
¿Te acordás de alguno en particular?
El que primero se me viene a la mente es el que tenía mayor cercanía con mi padre: Moisés Lebensohn. Vivía muy próximo a nuestra localidad, era de Junín. Entre ellos lograron una estrecha relación porque los tribunales de Mercedes abarcaban una zona muy amplia, dentro de la que estaba Junín. En ese entonces existía una disposición que establecía que los abogados debían tramitar al menos dos expedientes por año, por lo que mi padre le hacía la pata para que no perdiera la matrícula. Moises sólo se dedicaba a la política. Lebensohn fue un ideólogo radical y fundó el diario Democracia, que prácticamente manejaba su mujer, Dorita, un encanto de persona. Él era un tipo superior, de talento. Falleció en el año 53. Otras personalidades que recuerdo son Oscar Alende, Héctor Noblía, Pablo Landa y Arturo Frondizi, entre otros.
¿Cuándo conociste a Frondizi?
En esa época los políticos patrullaban el país, sin recursos. Dormían en la casa de los amigos políticos que les habrían la puerta. No tenían para pagar un hotel, y el partido no financiaba a absolutamente a nadie. Mi casa era una de las abiertas a recibirlos. Cuando tendría entre 8 y 10 años, estaba sentado en una de las camas de mi habitación y recuerdo a Frondizi sentado en los pies de la misma. Era un tipo solemne. Doña Elena estaba en la otra cama, secando la cabeza a mi hermano. Esperábamos que mi vieja terminara la comida y mi viejo volviera del estudio.
Fue una generación de políticos destacados. ¿Por qué?
Fue una generación que dio la vida por la política. Entonces era puro sacrificio, las generaciones actuales no lo imaginan. La radio, por ejemplo, estuvo prohibida hasta el 54, cuando habló Frondizi y el país entero lo escuchó. Esa generación de radicales se gestó y desarrolló en la adversidad. Ellos eran opositores a los conservadores, a los militares y a los peronistas. El poder les quedaba muy lejos. Intelectualmente se habían formado con una literatura estatista, que decía que los recursos naturales tenían que ser del Estado y había que desconfiar de la empresa extranjera. Esa era la formación intelectual, no solo en nuestro país sino en el mundo.
Tu padre fue diputado nacional durante el gobierno de Frondizi. ¿Qué relación tenían?
Hay una anécdota que yo siempre cuento. Frondizi asumió el primero de mayo y mi viejo quería renunciar al día siguiente, porque no estaba de acuerdo con el gabinete que había conformado. Cuando don Arturo se enteró, mandó a llamarlo con su chofer para charlar. Mi padre estaba indignado porque había pocos radicales en el gabinete de Frondizi. Y no era el único, muchos radicales no comprendían distintas decisiones del nuevo presidente, como los contratos petroleros. Los radicales del pueblo lo acusaban constantemente.
¿Por qué tuvo esa reacción el radicalismo?
El gobierno de Frondizi hizo cosas para las que los radicales de ese momento no estaban preparados. Pero ese Partido Radical tuvo una lealtad con el presidente realmente impresionante. Con él se quedaron los mejores de cada pueblo, los más innovadores, los más visionarios. Los tradicionales quedaron con el radicalismo del pueblo. El único de aquellos fue mi padre, que se fue a la UCRI.
¿A qué edad diste tus primeros pasos en política?
El radicalismo unido se dividía en tres categorías. Una de ellas era la de adherentes, integrada por personas de entre 15 y 18 años. La juventud estaba formada por los que tenían entre 18 y 30 años. El resto eran los mayores. Yo arranqué a los quince, en el subcomité de los adherentes de Mercedes. El comité tenía la particularidad de que era más bien un club, en donde había un billar y un cantinero. Nosotros terminábamos de comer y nos íbamos a jugar al mahjong, un juego chino, en el comité. Ahí escuchábamos lo que decían los radicales mayores que se sentaban en la mesa de al lado, y así íbamos entrando de a poco en la vida política. Era un radicalismo unido que ni pensaba en dividirse.
¿Por qué se fracturó el radicalismo?
Los radicales del pueblo sostenían que Frondizi los había traicionado, pero fue completamente al revés. Los que abandonaron el partido fueron los radicales del pueblo. Frondizi fue elegido por la Convención Nacional, donde tenía mayoría. La convención fue en Tucumán en agosto de 1956 y los radicales tradicionales no toleraban que Balbin no fuera el candidato y que hubiera ganado la fórmula de Frondizi. Producida la ruptura, Frondizi le pidió a Luis Mac Kay que hiciera una gestión con Balbín para recomponer la misma.
¿Y qué pasó en la reunión?
El encuentro fue en el comité de la provincia de Buenos Aires, en calle Moreno 2480. Se cuenta que la conversación se produjo mientras daban una vuelta a la manzana. Mac Kay argumentaba a favor de reconstruir el partido. Balbín lo frenó en un momento y le dijo que no perdiera el tiempo, que los militares no iban a permitir que Arturo fuera presidente, y que él no podía permitir que el radicalismo perdiera ese turno electoral que le venía servido.
¿Fue una cuestión de personalismo?
En mi opinión, no fue solo fue por el ego de Balbín, aunque en alguna medida puede haber estado presente. Entiendo que genuinamente creía que no iban a permitir que el radicalismo llegara a la presidencia con Arturo como candidato, porque ya se había plantado duramente contra la Revolución Libertadora y había pedido que se levantara la proscripción del peronismo.
PARTE 3 | DESARROLLISMO Y PERONISMO
Tu tío, Guillermo Acuña Anzorena, fue candidato a gobernador de Buenos Aires en 1962, ¿quién era y cómo llegó a la candidatura?
Cacho Acuña Anzorena era un hermano de mamá y compartía el estudio de abogados con mi papá. Fue el primer presidente del MID. Era muy inteligente. ¡Cómo argumentaba, qué dominio de la dialéctica! Oscar Alende lo nombró fiscal de Estado de la provincia.Tenía que hacer muchas gestiones en la capital con el gobierno nacional y entonces comenzó una buena relación con la gente de Ministerio del Interior. El ministro era Alfredo Roque Vítolo. Cuando Frondizi nombró a David Blejer como ministro de Trabajo, quedó vacante la Subsecretaría de Interior, que era el cargo que ocupaba Blejer. Entonces Vítolo se lo ofreció a Acuña Anzorena y él aceptó. Pasó de un cargo jurídico a uno político. Y se destacó. A tal punto, que cuando Frondizi envió a Blejer como embajador en México en 1962, designó a mi tío como ministro de Trabajo. Fue el encargado de devolver a los trabajadores la CGT, que estaba intervenida desde la Revolución Libertadora. Frondizi ya lo tenía entonces en la cabeza como candidato a gobernador de la provincia para el 62.
La causa del derrocamiento de Frondizi es tema muy discutido. ¿Creés que fue por el triunfo del peronismo en la provincia?
Sí, y hay que tenerlo claro. Frondizi fue derrocado en el 62 porque se perdió la elección en la provincia de Buenos Aires. No obstante, en defensa de mi tío, él sacó 150.000 votos más que el radicalismo en toda la historia. Pero perdió contra Framini—Anglada. Los militares tenían definido que no podían dejar a la provincia de Buenos Aires en manos de un dirigente sindical como Framini. Era un tipo que en esa época no podía ser considerado seriamente como gobernador.
¿Frondizi traicionó a Perón?
Yo creo que fue al revés: Perón traicionó a Frondizi. Fue la gran máquina de impedir. Si no hubiese estado hostigando todo el tiempo, hubiésemos tenido una historia diferente. Los mitos no se destruyen, se sustituyen. Esa era la tesis de Acuña Anzorena. Al mito de Yrigoyen lo sucedió el mito de Perón. Si se hubiera dado algunas situaciones, al mito Perón le hubiera seguido el mito Frondizi.
PARTE 4 | EL LEGADO DESARROLLISTA
¿Por qué el desarrollismo no logró sostener la relevancia política en el tiempo?
Creo que le tomamos examen a la gente. Siempre entendí que hacer un partido de cuadros era incompatible con tener un partido de masas. El partido radical que quedó del lado de Frondizi tenía presencia en todo el país. Eso es un capital que ningún político puede despreciar. Incluso cuando fue derrocado, había ganado todas las provincias menos cinco. Sacó el 35% de los votos. ¿Qué pasó con ese partido? Después de los gobiernos militares, cuando se reabrió la política, el MID sacó el número 1 en las boletas. Fue el primer partido en reestructurarse. En todos lados tenía un referente, que en muchos casos eran los mejores del pueblo. Y todo eso se rifó. Creo que se despreció la importancia del partido en aras de esa construcción del poder total del movimiento nacional, de la alianza de clases y sectores que tienen intereses coincidentes. Creo que ese es un tema para discutir.
¿Sigue teniendo sentido plantear hoy la alianza de clases y sectores?
Creo que en teoría es correcto, pero la coincidencia de intereses es relativa y temporal. La reconciliación del interés del obrero que quiere elevar el salario y el del empresario que quiere elevar la utilidad tienen puntos de choque, más allá de que tengan coincidencias porque si no hay condiciones para que la empresa prospere, ese empresario se funde o se va y el obrero se queda sin trabajo.
¿Fue un error de diagnóstico?
Fue un error haber desperdiciado el capital político de Frondizi, que había sacado el 35% en las peores condiciones. Dos concepciones convivieron durante un largo tiempo dentro del partido. Por un lado, la idea de un partido de cuadros donde las decisiones se tomaban en una pieza entre cuatro o cinco miembros de la Usina comandada por Frigerio. El resto quería participación. Quería discutir, ser considerado, no solo ir a escuchar y levantar la mano.
¿Por qué Frondizi nunca volvió a disputar el poder?
Cuando volvió de Bariloche [donde estuvo preso después del derrocamiento] se convirtió en un predicador, algo que destaca magistralmente [Héctor] Chacho Sauret. Se conformó con poder expresar su punto de vista, no tenía aspiraciones personales. No tenía ganas de ser presidente otra vez. Debe haber padecido enormemente la presidencia.
Tuviste trato con él después de la presidencia, ¿cómo era tu vínculo?
Cuando se divorciaron mis padres, mi tío Cacho Acuña le comentó a Frondizi que mi vieja necesitaba estar activa. Y él, que era un santo, le dijo que sus archivos estaban desordenados y que le vendría bien que alguien los administrara. Mi madre era muy capaz, por lo que pasó rápidamente a abarcar otras tareas. Llegó hasta a manejar la economia chica de Frondizi. Estuvo allí 35 años. Entonces lo traté bastante.
¿Te acordás de algún momento en especial con él?
Un dia fuimos a cenar a un restaurante chino por su aniversario de casado. Me senté delante de él, y me preguntó: «Enrique, ¿a usted le gusta la política?». Le respondí canchereando un poco que me gustaba la política, pero no la vida de comité, que consistía en pegar carteles y preparar sobres. “A mi me gusta más el estudio de los problemas”, le contesté. Entonces me dijo: «Tiene razón. Ahora, una cosa. Si usted hace política y no estudia los problemas, usted no hace política, hace agitación. Ahora, si usted estudia los problemas, pero no hace política, nunca va a cambiar la realidad». En otra oportunidad, le pregunté cuándo había comenzado su vocación política, sobre lo cual había muchas teorías. Él me contestó: «Mire, yo le voy a decir algo que usted no me va a creer: nunca tuve vocación política. Todos mis actos en la política fueron producto de la voluntad, no de la vocación”.
¿Por qué seguís siendo desarrollista?
Yo soy desarrollista, con más claridad soy frondizista. Creo que solo se va a lograr la prosperidad con un programa de desarrollo y de integración del país. Es clave tener prioridades, y que esas prioridades tengan como base necesidades reales enhebradas entre sí para que se potencien las unas a las otras.
¿Creés que el desarrollismo tiene vigencia?
El desarrollismo es una postura que tiene la respuesta para los problemas actuales. Lo que habría que volver a analizar son las directrices del pensamiento de los años 60 y proyectarlas al día de hoy. En este tiempo existe la cibernética, cambió la situación de los obreros y los robots están tomando protagonismo. Los jóvenes van a trabajar en tareas que hoy no existen, que no se deben ni imaginar. Estamos en tiempos de crisis económicas y grietas sociales. Hay que recomponer un tejido social que se ha ido degradando y que el gobierno anterior fomentó. Hay mucho por hacer. Lo más importante es aprender a distinguir lo principal de lo accesorio.