NUEVA YORK — Una corrida bancaria arrasó en dos días con uno de los bancos más grandes de EEUU. El Silicon Valley Bank (SVB) era considerado solvente y bien manejado hasta que este miércoles hizo una serie de anuncios que provocó la retirada masiva de los depósitos. Los clientes —en su mayoría fondos de inversión y startups tecnológicas— sacaron el jueves 42.000 millones de dólares, un 25% de los fondos del banco. El gobierno federal intervino el viernes y decidió cerrar el SVB. Es la segunda mayor quiebra en la historia del país, solo superada por la de Washington Mutual, que ocurrió en 2008. ¿Cómo pasó todo esto tan rápido? Y lo más importante: ¿es el comienzo de una nueva crisis financiera?
Los analistas del mercado coinciden en el origen del colapso: la suba de la tasa de interés en EEUU. La Reserva Federal comenzó a aumentar la tasa en marzo de 2022, tras mantenerla durante dos años en un valor cercano a cero. El objetivo de la FED era frenar la inflación, que se había disparado durante la pandemia. Para lograrlo, subió el costo del endeudamiento al mayor ritmo desde finales de los setenta, cuando Paul Volker estaba al frente de la institución. Esto fue letal para el SVB por dos razones.
El funcionamiento del banco era el siguiente: recibía depósitos principalmente de fondos de inversión y startups y los prestaba o invertía en bonos del tesoro americano. Cuando la tasa de interés comenzó a subir, sin embargo, bajó el precio de los bonos en manos del banco porque tenían un rendimiento menor al de los títulos nuevos, emitidos a una tasa mayor. Las inversiones del SBV se vinieron a pique.
Al mismo tiempo, la suba de la tasa de interés encareció el crédito y esto afectó en especial a los clientes del SBV. Todo el ecosistema de startups de Silicon Valley depende en gran medida del acceso a financiamiento barato. En los últimos meses, se multiplicaron las noticias de despidos masivos en las compañías de Silicon Valley. Estos despidos se deben en parte al ajuste tras el aumento excesivo del empleo en este sector durante la pandemia, pero también al impacto del encarecimiento del crédito.
Con la suba de la tasa de interés, llegaron menos depósitos a SBV. De hecho, los clientes cada vez retiraban más fondos.
Así llegamos al miércoles de esta semana, cuando el banco anunció que había vendido 21.000 millones de dólares de sus inversiones. Como los bonos habían caído, SBV perdió 2.000 millones de dólares con estas operaciones. Pero no podía evitarlas: necesitaba efectivo para responder a la demanda de sus clientes. El mismo día, el banco anunció que iba a vender 2.250 millones de acciones nuevas para capitalizarse. Esto provocó el pánico entre los clientes, que huyeron en masa hacia otros bancos, que se disputaban las carteras de los clientes de SBV. También sacudió los mercados: los inversores vendieron de golpe las acciones de SBV, lo que provocó una caída del 60% en su cotización. Con este desplome se frustró la opción de vender acciones para capitalizar la empresa.
Algunos analistas consideran que la corrida podría haberse evitado con un mejor manejo por parte del banco. En especial, porque lo que desató la crisis fue la sumatoria de anuncios en un mismo día. Es posible. Pero los directivos del banco intentaban capitalizar el banco antes de que se conociera otra noticia: Moody ‘s iba a anunciar el viernes degradación en la calificación crediticia del SBV.
Pero eso es contrafáctico. Lo que sí ocurrió fue que el Federal Deposit Insurance Corporation (FDIC), la agencia gubernamental encargada de intervenir cuando un banco entra en quiebra, decidió el cierre del SVB y la creación del National Bank of Santa Clara. Esta nueva institución se hará cargo de los depósitos y activos del banco. La FDIC asegura los depósitos hasta 250.000 dólares. Los clientes con cuentas mayores deberán esperar a que se resuelva la quiebra o el banco consiga un nuevo comprador. No hay duda alguna sobre las acciones oficiales para preservar el sistema cuando alguno de sus miembros flaquea.
¿Señal de una crisis?
Los despidos masivos en el sector tecnológico pueden dar una imagen distorsionada. El mercado laboral de EEUU está boyante. El número de empleos creados supera cada mes las proyecciones de los economistas de Wall Street. En enero hubo un pico sorprendente de 517.000 puestos de trabajo nuevo y, en febrero, unos 311,000 más. El último dato se conoció este viernes, el mismo día que quebró SVB. De hecho, el número de ofertas de trabajo duplica el de personas que buscan empleo.
Parecen buenas señales, pero no las interpreta así el directorio de la Reserva Federal. ¿Por qué? Porque consideran que el mercado laboral está sobrecalentado y eso alimenta la inflación.
La Reserva Federal tiene como objetivo reducir la inflación al 2% anual. Los precios aumentaron en enero un 6,4% anual. La Reserva Federal considera que para bajar la inflación a los niveles esperados necesita subir el desempleo.
Esto puede parecer un criterio sorprendente para alguien que lo lee en Argentina. Pero es coherente con la interpretación ortodoxa de la economía.
Los economistas estadounidenses se dividen entre los que creen que la inflación —que registró un pico del 9,1% en junio de — se debe a causas transitorias y los que consideran que es el resultado del exceso de demanda. Los primeros apuntan a las disrupciones de la pandemia, en especial a los problemas que provocó en las cadenas globales de suministro, y a la guerra en Ucrania, sobre todo por el encarecimiento de la energía. Los segundos creen que los programas de estímulo para mitigar los efectos de la pandemia generó un exceso de demanda que empujó los precios al alza y que la inflación se mantiene porque existe una inercia. Una inercia que solo puede frenarse con un mayor del desempleo, que alivie la presión sobre la puja salarial.
Por eso los datos del mercado laboral son preocupantes para la Reserva Federal. Y también para los inversores. La lectura entre líneas es: si el empleo sigue tan fuerte, la tasa de interés tiene que subir más y sostenerse altas por más tiempo.
La lógica detrás de esta política es que el encarecimiento del crédito desalienta las inversiones del sector privado y también el consumo, en especial de bienes que se compran con financiamiento, como inmuebles o autos. La reducción de la inversión y el consumo debería, en teoría, enfriar la demanda. Y hay algunas señales de que eso está sucediendo en el mercado inmobiliario, por ejemplo. O en el de las startups, como muestra el caso de SVB.
Por el momento, no se espera un efecto contagio del pánico contra SVB hacia otros bancos. Si bien el jueves hubo una caída fuerte de las acciones de las empresas del sector, el viernes ya habían recuperado su valor previo las corporaciones más grandes, como JP Morgan, Wells Fargo y Citigroup. Aunque no pasó lo mismo con otras entidades más pequeñas y con un perfil más parecido al de SVB, como First Republic, Signature Bank y Western Alliance.
El temor llegó a tal punto que la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, tuvo que dar explicaciones para llevar calma a los mercados y asegurar que el sistema bancario está sólido.
Pero eso no despeja los fundamentos de la incertidumbre. Si la Reserva Federal decide aumentar más el tipo de interés, aumenta también el riesgo de que eso provoque eventos inesperados como el colapso del SVB. O incluso una recesión, que es lo que intenta evitar el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell.
La política monetaria de EEUU se define en función de las necesidades de su propia economía, pero tiene efecto en todo el mundo. Incluso en Argentina, a pesar de que el país no tiene prácticamente acceso al mercado internacional de capitales. La suba de la tasa de interés fortalece el valor del dólar y aumenta la presión devaluatoria contra el peso. También provoca un encarecimiento del crédito para los socios comerciales de Argentina.
Incluso si la quiebra del SVB es un caso aislado y tiene un impacto acotado, la política monetaria de la Reserva Federal va a afectar el desempeño de la economía mundial y los efectos se harán sentir de un modo u otro. Por eso vale la pena seguir estos datos de cerca.