Esta entrevista fue solo unos meses antes de la muerte de Aldo Ferrer (falleció el 8 de marzo de 2016), uno de los economistas argentinos más destacados en el siglo XX y referente del estructuralismo latinoamericano. Fue ministro de Economía de la provincia de Buenos Aires durante el gobierno desarrollista de Oscar Alende (1958-1962) y ministro de Pbras Públicas y de Economía de la Nación durante la presidencia de Roberto Levingston (1970-1971). En una larga conversación habla sobre sus comienzos en la política, las diferencias entre el desarrollismo cepalino y el desarrollismo frigerista. También sobre los desafíos de la industrialización en el siglo XXI y el balance de la década kirchnerista.

PARTE 1 | LA LLEGADA AL DESARROLLISMO 
Aldo mucho gusto, ¿Cómo te acercaste a la política?

Empecé en la universidad, cuando estudiaba economía. Entré en 1945. Eran años muy agitados, con el ascenso del peronismo al poder. Participaba en una agrupación de centro izquierda llamada Opción Reformista. Hacía política estudiantil. Cuando me gradué, me fui a  EE UU  a trabajar en Naciones Unidas. Antes de irme, lo había conocido a Frondizi. Mantuve un contacto epistolar cuando él era Diputado Nacional y yo estaba en Nueva York. Cuando volví, en 1953, me afilié al radicalismo y me puse a militar en el Comité Nacional. Frondizi me pidió que arme un equipo económico, así que convoqué a un grupo de amigos economistas de la universidad y trabajamos con él en los últimos años del peronismo. Trabajamos entre 1953 y 1955, preparando documentos. Después de la caída de Perón, todo el grupo de la oposición formó la Junta Consultiva. Alberto Andreotti, que era Secretario del Comité Nacional, fue nombrado Embajador en Londres y me pidió que lo acompañara como consejero económico. Volví al país ya para la campaña electoral de Frondizi.

¿Cómo fue tu ingreso al gobierno desarrollista?

Cuando volví, empecé a trabajar con Frondizi.  Luego vino la división del partido y me quedé en la UCRI.  A Oscar Alende lo conocía de la época de Perón, yo había sido parte de su grupo de asesores. Cuando ganamos las elecciones de 1958 me nombró Ministro de Economía y Hacienda de la Provincia de Buenos Aires. Tenía 31 años.

¿Qué recordás de tu experiencia como ministro de económia de la provincia?

Estuve dos años con Alende. Perdimos las elecciones legislativas del 60 y hubo una crisis de gabinete. Entonces me fui. En la provincia, Alende hizo una política muy activa y de alguna manera yo quedé como responsable de una serie de políticas que fueron muy conflictivas. Una de ellas fue la reforma tributaria, que fue muy criticada, aunque era progresiva. Habíamos  actualizando la base imponible del impuesto inmobiliario. También impulsamos la reforma agraria, que estaba en otra área, pero yo aparecí como el ideólogo. Guardo un grato recuerdo de esta experiencia. Alende fue un gran gobernador, hizo un muchas obras. Y nosotros, desde el ministerio, le dimos la pata financiera, porque la reforma tributaria juntó un montón de plata que fue para obras viales y proyectos eléctricos. Alende me dijo, mucho después: «Aldo, si usted no se iba en el 60 me intervenían la provincia». Yo tenía una relación muy estrecha con Frondizi, incluso tenia buen trato con Frigerio, pero la provincia se convirtió un una especie de cuco de extrema izquierda y nos dieron muy duro.

¿Qué hiciste entonces?

Volví a EEUU. Regresé en el 63 y ayudé un poco a Alende en su candidatura [a la presidencia, en 1963], pero el partido [UCRI] se dividió. Si no, hubiera ganado Alende, pero el desarrollismo no lo quería. En el 65, con la primera elección parlamentaria, Alende me pidió que fuera candidato a diputado por la Capital Federal. Acepté, pero no salí electo. En el 66 lo tumban a Illia y asume Onganía. Krieger Vasena fue su Ministro. Cuando se desgastó el gobierno de Onganía y cambiaron el rumbo hacia un énfasis más nacionalista, Levingston llegó al poder. Yo lo había tratado en Washington, donde él era agregado militar. Me convocó para que fuera Ministro de Obras Públicas, primero, y de Economía, después. Fue muy difícil. En el 81, participé como técnico en la multipartidaria, criticando las políticas de Martínez de Hoz, y afiancé entonces una relación muy estrecha con Alfonsín. Nos conocíamos de la época en que yo era Ministro con Alende y él era diputado provincial de la oposición [UCRP].

PARTE 2 | DESARROLLISMO Y CEPALISMO
20150922_193515Ustedes se definían como desarrollistas cepalinos, de la escuela de Raúl Prebisch. ¿Qué diferencias tenían con el pensamiento de Frigerio?

Con Frigerio no teníamos diferencias de objetivos, sino de estrategia. Coincidíamos en la industrialización y en la necesidad de legitimar el peronismo. Pero teníamos diferencias sobre el papel del capital extranjero. Muchos años después tuvimos una charla donde me dijo: “Acá el problema no era si había capital propio para hacer lo que se teníamos que hacer, sino que lo que había no se podía usar para lo que se tenía que usar”. Y era lógico, porque los mecanismos de generación de renta estaban en manos de la estructura establecida, que, justamente, era la que se quería cambiar. La plata tenía que venir de otro lado.

¿Considerás que era acertado atraer capitales extranjeros?

Lo que es incuestionable en el desarrollismo frondizista es la vocación transformadora. Uno puede discutir si la estrategia de capitalización extranjera era del todo sensata, pero no puede negarse que provocó efectos importantes en el sector del petróleo y en otras áreas. Lo que pasa es que fue una experiencia efímera en un país que estaba saturado.

También tenían diferencias en materia de integración regional…

Sí, él tenía una actitud crítica. Y creo que, en definitiva, tenía razón. Las cuestiones de integración están muy limitadas por la situación particular de cada país. El anclaje es interno. Nosotros no habíamos renunciado a esa idea, pero él tenía una posición de mayor resistencia al planteo de la integración regional.

¿Sigue siendo válido el concepto del deterioro de los términos de intercambio?

No, creo que las cosas han cambiado. Ahora, con el emerger de China y otros mercados, se han revalorizado los recursos primarios. Pero esto no soluciona el problema latinoamericano. En los últimos años hemos tenido bonanza de precios, pero no se resolvió el problema. El tema está en la estructura.

¿Había una influencia marxista en el desarrollismo cepalino?

En el estructuralismo latinoamericano había una cierta influencia marxista, pero no se llegó a una interpretación marxista del proceso de acumulación. Fue un pensamiento autónomo que tomó de Marx el énfasis en la historia, en las etapas del desarrollo, en la estructura social…


PARTE 3 | INDUSTRIALIZACIÓN
¿La industrialización sigue siendo un objetivo prioritario?

Fundamental. Desarrollo es, básicamente, industrialización, ciencia, tecnología y transformación. Aldo Ferrer Aldo Ferrer Aldo Ferrer Aldo Ferrer 

En la época de Frondizi hablar de industrialización era hablar de industrias de base. ¿Y ahora? Aldo Ferrer Aldo Ferrer Aldo Ferrer Aldo Ferrer 

Ahora las industrias de base producen commodities: acero, aluminio… Y la tecnología  va por la informática y la electrónica. Aldo Ferrer Aldo Ferrer Aldo Ferrer Aldo Ferrer 

¿Hay que apuntar a estos sectores,  entonces?

Sí, hay que incorporar las tecnologías de frontera. En la biología, en la informática, en la producción de bienes de capital. En aquella época, el tema era el autoabastecimiento de insumos básicos. Ahora el énfasis debe pasar por las industrias de vanguardia.

¿Deben dejarse de lado las industrias de base?

La producción de comodities industriales es mejor tenerla que no tenerla, pero con eso no alcanza. El planteo desarrollista estaba muy enfocado en la sustitución de importaciones, era mercadointernista. Hay que salir a exportar manufacturas, porque si no uno queda atrapado con las divisas que gana el sector primario y éstas pueden no alcanzar, como nos pasó y nos sigue pasando recurrentemente.

Cuando fue la crisis del campo y el debate de las retenciones apelaste al concepto de la estructura productiva desequilibrada para justificarlas. ¿Podrías explicarlo?

Es un elemento que desarrolló Marcelo Diamand. Argentina es un país con grandes recursos naturales, un productor de bienes primarios muy competitivo. Pero también tiene una base industrial que no goza de esas ventajas naturales y que esta subdesarrollada desde el punto de vista científico y tecnológico. Por lo tanto, hay una industria que genera empleo pero tiende a ser deficitaria desde el punto de vista de las divisas, porque depende mucho de los insumos importados. Esa insuficiencia de divisas, esa restricción externa, que surge del subdesarrollo industrial y del déficit en el comercio de Manufacturas de Origen Industrial (MOI), se cubre con el superávit del campo. Esto da lugar a las necesidades de las retenciones, y a todas estas tensiones de una economía subindustrial, que genera un problema de falta de divisas y carece del impulso innovador propio de una base industrial más desarrollada. Una estructura productiva desequilibrada es eso, una economía que tiene diversos niveles de productividad en los diversos sectores.

¿Qué pasaría si se eliminasen las retenciones?

Depende. Si hubiera un tipo de cambio único al nivel que alcanza para que la soja sea rentable, terminaríamos con la industria nacional. Es lo que pasó en la época de la tablita de Martínez de Hoz  y en la década del 90 con el 1 a 1. Hubo un desmantelamiento, sobre todo de los sectores modernos de la industria. Pero si a la producción básica le pusieras le tipo de cambio que hace falta para que la industria sea competitiva, provocarías una transferencia de ingreso tan brutal que reventaría el sistema. No funcionaría. Las retenciones permiten tener un tipo de cambio particular para cada sector.

PARTE 4 | CÓMO FINANCIAR EL DESARROLLO
Hay un concepto que están muy asociado a tu nombre: “Vivir con lo nuestro”. ¿Cuál es la idea?

El planteo de “vivir con lo nuestro” lo hice en el 83, en medio de la crisis de la deuda. Hay que entenderlo en su contexto. Los neoliberales hicieron una interpretación que armó gran revuelo y todavía sigue vigente. Dijeron que yo estaba proponiendo la autarquía, y nada que ver. Lo que yo estaba diciendo era que había que tener autonomía en la política económica y que, para eso, había que basarse en los recursos propios porque si uno depende del crédito termina mal. Entonces, yo dije “vivir con lo nuestro”, pero integrándonos al mundo. Nada que ver con la autarquía. Después, con la crisis de la deuda [de 2001], el concepto fue reivindicado. Quedé patentado con esa frase. La gente me recuerda por esa frase. Me pasa continuamente.

¿Cómo debería financiarse el desarrollo, entonces?

Me baso en los informes de Naciones Unidas: en materia de  inversión extranjera, lo que las grandes corporaciones invierten fuera de sus países de origen representa el 10% de la inversión de capital. El 90% se financia con el ahorro interno de los países. Porque incluso cuando las filiales invierten afuera lo hacen con parte el ahorro del país en donde están, la reinversión de utilidades. Es decir, la transferencia neta de recursos de inversión vía las corporaciones es una parte muy pequeña de la inversión de capital, que descansa esencialmente en el ahorro interno. Acá se debate el shock de inversiones y se piensa que es dinero viene de afuera. Pero esto no es lo que hicieron los chinos, ni los coreanos. La plata que trajeron de afuera fue para complementar lo propio.

¿La confianza es un factor clave para las inversiones?

Sí, pero hay que preguntarse: ¿confianza, para qué? Nosotros mismos tenemos que tener confianza para que no se vaya la plata propia, en primer lugar. El problema no es que no tengamos ahorro sino que lo sacamos afuera del país. Muchas veces han venido recursos de afuera, se vendió el aparato productivo y terminamos con una economía muy extranjerizada.

¿Es  un problema la extranjerización de la economía?

Sin ninguna duda. La mayor parte de las inversiones extranjeras son deficitarias en divisas, porque, como el resto de la industria, utilizan mucho componente importado y, como exportan poco, se produce un agujero. Por otro lado, las filiales no innovan, son subsidiarias de su casa matriz. Si la mayor parte del aparato productivo está en manos de filiales, va a haber muy poca tasa de innovación tecnológica. Hace falta tener una base de industria propia con cadenas de valor.

¿Y si las filiales permiten sustituir importaciones?

Creo  que la sustitución de importaciones, que es la forma que hemos concebido la industria  en América Latina, no alcanza. No alcanza porque el cambio técnico modifica continuamente la oferta y la sustitución de importaciones siempre va atrás de los acontecimientos. Por lo tanto, va generando un déficit continuo en el comercio exterior.

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PARTE 5 | LA DENSIDAD NACIONAL
Elaboraste el concepto de «densidad nacional», ¿podrías explicarlo? 

Trabajé mucho el tema de la globalización y traté de identificar cuáles son las condiciones que están presentes en los países exitosos. En aquellos que se transformaron, que se industrializaron. Y encontré que hay cuatro condiciones. La primera es la inclusión social, la sociedad participa masivamente en el proceso de cambio. La segunda son los dirigentes nacionales, es decir que exista una elite patriota que acumula poder dentro de las fronteras y no vende el patrimonio nacional. La tercera es la estabilidad institucional, porque la transformación genera tensiones que debe ser administradas. La cuarta es el pensamiento crítico, la capacidad de ver al mundo desde la propia perspectiva .A esas cuatro condiciones las llamé la “densidad nacional” y están siempre presentes cuando un país se transforma.

En tu libro El empresario argentino explicás que  el empresario es una construcción política, ¿a qué te referís?

Mi planteo es que el empresario es un sujeto social cuya función es combinar recursos para ganar plata. Que gane plata no depende de las  capacidades propias del empresario, sino de lo que determina el  régimen económico en el cual vive. Si para ganar plata hay que invertir, exportar, capacitar a la fuerza de trabajo, entonces la ganancia forma parte del proceso de generación de riqueza. Ahora, si el contexto, por el contario, es hostil a la inversión, al crecimiento, a la industria, y se gana la plata especulando, el empresario va a especular. Y doy siempre el caso coreano. Son el caso ejemplar del empresario nacional. Pero si a esos mismos los traen acá, a los seis meses son peores que los argentinos. Porque el empresario está para ganar plata, y si se gana especulando y no produciendo, va a especular.

¿Qué Argentina haya promovido un  modelo especulativo por encima de uno productivo explica por qué nunca despegó?

Desde luego. Pero todo el sistema mundial le ha dado énfasis al sector financiero. Incluidos los países desarrollados. Las mayores rentas corporativas provienen de la especulación financiera, no de la producción. Hay un problema global, sistémico, que está en crisis y que, inevitablemente, llevará a un replanteo de esa situación. Pero en el caso argentino, las reglas del juego fueron explícitamente hostiles a la industria y los tipos que tienen plata se la llevan afuera o entran a especular.

PARTE 6 | BALANCE DE LA DÉCADA KIRCHNERISTA
¿Qué balance hace de la década kirchnerista?

La cosa empieza con la crisis de 2002. Cuando se produjo la alternativa entre dolarizar, solicitar la asistencia del fondo y caer en el mecanismo de los mercados, o poner la casa en orden con recursos propios y de ahí salir por las nuestras. Eso empezó ya con Duhalde: se pusieron límites, se sostuvo el tipo de cambio, se acumularon reservas. Y sobre esa estela navegó Kirchner, que se planteó recuperar la soberanía, pagar  la deuda con el FMI y reestructurar la deuda sin pedirle plata a nadie. Con todo eso, recuperó el Estado Nacional y la soberanía. Y eso permitió nacionalizar YPF, el sistema jubilatorio, y le dio al gobierno un poder político para confrontar los poderes fácticos de una manera extraordinaria. Y no los pudieron bloquear. El tema de la ley de Medios. Hicieron una serie de cosas realmente conmocionantes desde el punto de vista de la estructura del poder. El gran aporte es la recuperación de la soberanía y del Estado Nacional, pero quedan problemas sin resolver: la falta de dólares, la inflación.

Pero, sin embargo, hubo un proceso de descapitalización de la industria…

Sí. La política llevó a ocupar capacidad ociosa, pero no transformó la estructura. Seguimos con los mismos problemas en autopartes, en la industria electrónica, en los bienes de capital, reapareció el problema energético. Seguimos con el problema de la estructura productiva desequilibrada.

¿La soja fue una oportunidad histórica que se perdió?

Esa idea de que se perdió una oportunidad histórica. Si hubieran estado los liberales, toda esa plata que usamos más o menos bien se la hubieran llevado los acreedores.

¿Te consideras desarrollista?

Yo reivindico la experiencia frondizista como objetivo. A veces escucho los discursos de Frondizi y me dan ganas de llorar. Unos discursos bárbaros. Una grandeza, unas propuestas un planteo de democracia, de inclusión social, de soberanía, de industria. Reivindico totalmente esa experiencia. Creo que le tocó hacerlo en una situación imposible. Era un proyecto imposible por las condiciones políticas de un país fragmentado, que años después terminó en la tragedia del 76. Creo que Frondzi buscaba que, gracias al desarrollo, la generación de empleo y de bienestar, se aflojaran estas tensiones que había provocado la fractura peronismo-antiperonismo y  que estaban incubando la violencia.

¿Qué mensaje le dejaría a los jóvenes?

La gente de mi generación tiene una cierta melancolía. Si uno mira el sector electrónico, dónde estábamos en los 60 o principios de los 70: estábamos delante de Corea y de China. Hacíamos computadoras que se exportaban. Estábamos a punto de despegar. Y vino la malaria esta del 76. En dos años acabaron con todo. A principios de los 70, a pesar de los problemas y los golpes de Estado, teníamos una industria bastante madura. Entonces, no podemos evitar la melancolía. Y yo les decía a mis alumnos: son ustedes los que tienen que pensar el país desde ahora, con lo que se encontraron y lo que viene por delante. Aprovechen a conocer la historia y acepten que el desarrollo es ciencia, tecnología, inclusión social, construcción democrática, instituciones y pensamiento crítico. Y, como actitud vital, asuman que es posible logarlo. Ferrer Ferrer 

¿Es posible?

Y, sí… porque si no fuera posible, ustedes no estarían hoy acá, hablando conmigo.