Oscar Camilión murió en prisión domiciliaria en febrero de 2016. Cinco meses antes nos recibió en su casa, un departamento amplio en Recoleta con una pesada puerta blindada en la entrada. Lo encontramos entredormido frente a la televisión: medio veía un acto del Papa Francisco. Se esforzaba por mantenerse informado y lo primero que hizo fue una reflexión sobre el papel de Bergoglio en el nuevo mapa geopolítico. Se veía débil, pero lúcido. Ya no tenía el ímpetu que mostró como ministro de Relaciones Exteriores o al frente de la dirección editorial del diario Clarín. Quienes lo conocieron creen que lo había derrumbado anímicamente la condena por el caso de la venta ilegal de armas a Croacia y Ecuador durante su mandato al frente de la cartera de Defensa.
Muchos consideran a Camilión una de las mentes más brillantes del desarrollismo. Antes de adoptar estas ideas, sin embargo, había sido afín a otras corrientes de pensamiento y él mismo reconocía que, en un principio, Frondizi y Frigerio le generaban desconfianza. La entrevista la inician sus propias reflexiones….
Mi familia era conservadora. Fui miembro del Partido Demócrata hasta que me di cuenta de que esas ideas ya no correspondían a la época. Buscando algo nuevo y diferente, encontré el desarrollismo. Frondizi fue una sorpresa para una gran parte de la sociedad. Quizá un adelantado para le época, un incomprendido. Era una novedad que se profundizó cuando Frigerio empezó a ser reconocido. A Frigerio, al comienzo, nadie lo conocía, nadie sabía quién era y a quién representaba. Generaba, sin dudas, grandes desconfianzas. Sobre todo entre los que veníamos de espacios nada parecidos al de él. La idea que teníamos de Frondizi era bien diferente de la realidad de la política que llevó a cabo. Él era un hombre de izquierda de verdad. No tenía disfraz izquierdista. Transformó su pensamiento por la influencia de Frigerio, lo que no deja de ser una paradoja porque Frigerio era más de izquierda que él.
Oscar, ¿Cómo se acercó a Frondizi y a la UCRI?
Vía Carlos Florit, que era la persona más afín a mí. Pensábamos parecido sin ser miembros del mismo partido en ese momento. Florit fue el que me introdujo al grupo que luego fue llamado la Usina. Él fue el puente para que muchos como yo conociéramos a Frigerio. Cuando ganó Frondizi, para sorpresa de todos, fue nombrado canciller. Era muy joven, tenía 28 años y el gran candidato era Luis María de Pablo Pardo.
No eran del mismo partido, ¿Dónde había conocido a Florit?
Éramos parte de un grupo de católicos conservadores, muy influenciado por la Doctrina Social de la Iglesia. En particular, por la enseñanzas del padre Julio Meinvielle, que fue una especie de mentor nuestro. Los grandes discípulos de él fueron Arnaldo Musich y Carlos Florit
Se sumó al Gobierno en el equipo de Florit. ¿Ya había superado la desconfianza hacia Frondizi y Frigerio?
Mi acercamiento a Frondizi fue casi en paralelo con el aplacamiento de la desconfianza. Cuando nos dimos cuenta de la dimensión de su pensamiento y visión se fueron al tacho los prejuicios y resquemores izquierdistas que teníamos.
¿El libro Política y petróleo alimentaba esos resquemores?
í, ese libro era para nosotros una aberración. Decíamos en broma que era falsamente atribuido a Frondizi por la oposición, porque realmente no podía ser más diferente de lo que fue Frondizi. De todas maneras, ya en la campaña dejó bien en claro cuáles eran sus ideas relativas al tema petrolero
¿La revista Qué influyó en la percepción que tenía sobre las ideas de Frondizi?
Fue decisiva para un sector intelectual, creo que sin la revista muchos de nosotros no nos hubiésemos acercado a Frondizi. En Qué vimos una posible salida, una ilusión.
Camilión hablaba lento, pausado, pero sin perder el hilo de la conversación. Tomaba café y le costaba sostener el pulso firme. Le temblaban las manos. Hacía el esfuerzo de mantener el estilo y aparentar elegancia. Conforme avanzaba la charla, se fue encendiendo. Tras unos minutos, hablaba fluido y hasta soltaba algunos comentarios irónicos.
PARTE 1 | LA DOCTRINA DESARROLLISTA
Más allá de la teoría económica, ¿Cuál fue el aporte político de Frigerio?
Frigerio cambió la línea del radicalismo, que era el partido del que dependíamos todos. No es que fuéramos radicales; yo jamás fui radical, tampoco Florit ni Musich. Pero, frente a los excesos del peronismo, nos quedábamos con los radicales. De todos modos, Frondizi tenía un enfoque distinto al de Balbín, no antagónico con el peronismo. Eso facilitó el cambio en la línea política del partido que proponía Frigerio: primero el acercamiento al peronismo, sin prejuicios; luego la alianza con ese movimiento como una manera eficaz de hacer nueva política. Una política superadora.
A esa concepción política o alianza se la llamó el Frente Nacional. ¿Era un acuerdo coyuntural o una estrategia de largo plazo?
Era un imperativo de la política nacional, la solución política. Así lo veía Frigerio. Él creía firmemente en el Frente Nacional. Tal vez más de lo que la realidad recomendaba.
Usted venía del conservadurismo antiperonista. ¿Qué pensaba de esta idea?
Al principio no me gustaba nada, pero rápidamente me di cuenta de que era indispensable contar con el peronismo dentro de la alianza porque era un factor fundamental de la política nacional. La aceptación del peronismo, en contraposición con aquellos que lo proscribieron, fue una línea maestra del desarrollismo. Significaba posicionarse ante el gran interrogante de si era compatible el peronismo con la democracia.
A pesar de este cambio, ¿el desarrollismo era crítico con el peronismo?
Había críticas, pero constructivas. La oposición más acérrima se centraba en los derechos y las libertades, con un enfoque liberal, pero no ponía el eje en los factores económicos. Costó mucho que se diera cuenta de la importancia de los problemas económicos, de que los componentes reales de la economía, como la industria pesada, eran algo fundamental. Cuando nació el desarrollismo era impensable que la siderurgia, la metalurgia y la petroquímica fueran la política central de un gobierno. Nadie negaba antes de Frondizi que la industria fuera importante, claro, pero de ninguna manera lo consideraban un sector clave. La idea de construir una Nación industrial no formaba parte de la realidad política.
¿No había un esbozo de esas ideas en el peronismo?
Poco. El desarrollo nunca fue algo decisivo para el peronismo. No tenía una visión estratégica sobre la industria y la producción, como sí tuvo el gobierno de Frondizi. Un ejemplo es [Antonio] Cafiero, que era el referente económico y hablaba de crecimiento, no de desarrollo.
¿Cómo explicaría esa diferencia entre crecimiento y desarrollo?
El crecimiento es agregarle un punto más al PBI, que puede ser consecuencia del aumento de la producción industrial liviana o de las commodities. El desarrollo la transformación de la producción del país.
Es común la afirmación de que el desarrollo no es un fin en sí mismo. ¿Cuál es el fin del desarrollo?
El fin del desarrollo es la consolidación de la Nación, la vida en plenitud de sus habitantes. La nuestra es una política nacionalista. Frondizi tenía un gran fervor nacional y creo que eso fue lo que lo acercó a Frigerio. Rogelio pasó del marxismo, que había asumido en su juventud, al desarrollismo por el factor nacional. El desarrollismo era, es y será un movimiento nacional. Todos nosotros vimos lo mismo: un nacionalismo realista, acorde a las posibilidades de una Argentina que tenía un modelo económico y social en crisis desde los años 50.
Las inversiones extranjeras fueron un tema controvertido en el gobierno de Frondizi, al que la oposición acusaba de entreguista. ¿Cuál era el papel del capital extranjero?
La incorporación del capital extranjero no era fin en sí mismo: no había otra forma de desarrollar la industria pesada, los recursos internos eran insuficientes. Por otro lado, la idea era que una vez que el capital extranjero se radicaba en el país pasaba a ser capital nacional. En los hechos, no se constituía como una fuerza dominante, como temía la gente, sino en una fuerza dominada por el poder político. Fue una idea revolucionaria, esa verdad elemental era lo opuesto de lo que pensaba el argentino promedio. Muchas cosas que hoy son absolutamente normales en esa época eran incomprensibles o inaceptables.
PARTE 2 | EL GOBIERNO DE FRONDIZI
Frondizi llegó a la Casa Rosada tras el triunfo electoral del 23 de febrero de 1958 y nombró a Carlos Florit como canciller. Esa designación fue la puerta de entrada de Oscar Camilión a política nacional, que asumió como jefe de gabinete del Ministerio de Relaciones Exteriores con solo 28 años. Eran momentos de inestabilidad institucional y el mandato de Florit duró apenas 12 meses. Un mes después de su salida, Álvaro Alsogaray asumió como ministro de Economía. Camilión, sin embargo, sobrevivió a esta crisis política y continuó en el cargo un tiempo más con el canciller siguiente, Diógenes Taboada. La paradojica presencia del referente liberal en el gabinete desarrollista es analizada por nuestro entrevistado:
Quiero hacer una aclaración: Alsogarsay fue ministro a pesar de Frondizi. Eran dos personalidades incompatibles, no se toleraban. Pero como Frondizi era realista y pragmático, comprendió que era la única forma de contener las presiones constantes a las que estaba expuesto, en especial las de las Fuerzas Armadas.
José Giménez Rebora asegura que Rogelio Frigerio y Roberto Noble fueron los que persuadieron a Frondizi de que sume a Alsogaray al gabinete. ¿Fue así?
Sí, es cierto. Además, había aspectos de la política económica en los que Frondizi y Alsogaray eran compatibles, como la necesidad de la estabilidad monetaria. El eje de la política de la política de Frondizi era la inversión productiva y, fundamentalmente, la inversión industrial. Pero, ¿cómo se podía lograr sin estabilidad monetaria? A sectores enteros de la sociedad le tomó mucho tiempo comprender la importancia de la estabilidad, incluso dentro de la UCRI. Doy fe de que no era algo fácil de entender.
La estabilidad económica, la batalla del petróleo, laica o libre, el frente sindical. ¿No considera que el gobierno tenía demasiados frentes abiertos al mismo tiempo?
Muchos frentes, sí. Pero era lo que imponía la realidad. Uno se puede preguntar si era el momento adecuado para encarar cada cosa. Laica o libre se podría haber evitado, ¿pero no fue algo trascendental en la historia del país? Fue algo problemático, ¿pero quién lo puede cuestionar ahora? La relación con los sindicatos era difícil, pero se consiguió neutralizar el enfrentamiento en forma eficaz durante un tiempo.
Alfredo Allende opina que muchos sindicalistas simpatizaban con el desarrollismo pero se mantenían combativos por cuestiones políticas, porque las bases peronistas no adherían al programa de Frondizi. ¿Comparte esta interpretación?
Sí, así es. Los más lúcidos adherían, pero otros se aferraban a la resistencia peronista. De cualquier forma, la mayoría de ellos colaboraron mientras pudieron con el gobierno. Comprendieron que nosotros teníamos enfrente a los verdaderos enemigos del sindicalismo y la clase obrera: los sectores antiperonistas de las Fuerzas Armadas.
En el libro ‘Memorias Políticas’, Oscar Camilión critica la forma cómo resolvió Arturo Frondizi una de las mayores crisis militares que enfrentó durante su mandato. El 2 de septiembre de 1959, el gobierno destituyó al General Carlos Toranzo Montero como Comandante en Jefe del Ejército. La decisión respondía al malestar en sectores del ejército porque el militar había designado a oficiales de su círculo cercano en puestos clave. Toranzo Montero se sublevó y se acuarteló en la Escuela Mecánica del Ejército, llevando la tensión a una situación límite, cercana al estallido de un enfrentamiento armado. El presidente finalmente optó por reunirse con el general rebelde en la Casa Rosada y negoció la restitución en el cargo. Camilión interpreta la decisión como una muestra de debilidad que marcó el comienzo del intervencionismo militar en esta etapa política, lo que convirtió al mandato de Frondizi en un gobierno tutelado. Toranzo Montero fue destituido y pasado a retiro en marzo de 1961. Su lugar fue ocupado por el general Raúl Poggi, que un año después encabezó el golpe de Estado que derrocó a Frondizi. Camilión analiza la sublevación de Montero al decir:
La forma en que manejó esa crisis fue el gran error político de Frondizi, el que cambió la Historia argentina. Falló en medir el poder de mando que le daba el cargo de presidente. Respaldó a Toranzo Montero frente a los leales, que luego serían los azules, y ni aún así logró su apoyo. Uso la lógica política, negoció cuando no tenía que hacerlo. Tenía que mandar.
PARTE 3 | FRONDIZI Y FRIGERIO DESPUÉS DEL GOBIERNO
¿Qué relación mantuvo con Frondizi y Frigerio después del gobierno?
La relación fue muy buena con los dos, aunque era más amigo de Frigerio. Frondizi me tenía respeto y consideración. Me juzgaba con una frase muy ingeniosa: “Camilión es un experto en ideas generales”. Podía significar que era un gran boludo que no sabía de nada o que tenía un vasto y amplio conocimiento.
A Camilión le causaba gracia el recuerdo. Tras los cuatro años del gobierno desarrollista, su ascenso político se aceleró. Su cercanía a Rogelio Frigerio lo llevó a ser jefe de redacción de Clarín entre 1965 y 1972, en una etapa en la que Frigerio tenía una influencia determinante sobre el diario. Fue embajador en Brasil durante el Proceso de Reorganización Nacional, con el apoyo del MID. Lideró la cartera de Relaciones Exteriores durante el breve gobierno de Roberto Viola y, con el regreso de la democracia sonó como posible compañero de fórmula de Frigerio en 1983. Finalmente, el binomio fue Frigerio-Salonia.
Antonio Salonia nos confesó que él consideraba que usted era el cuadro político más adecuado para acompañar a Frigerio en el 83, pero el partido se decantó por él porque tenía mayor arrastre entre los militantes. ¿Comparte esta opinión?
A esta altura de la charla, Camilión ya se mostraba animado. La declaración de Salonia, sin embargo, lo quebró. Emocionado, le costaba encontrar las palabras para explicarse.
En alguna medida… es cierto lo que dice Salonia. En cuanto a aptitud global de gobierno, quizá yo tenía más títulos. Pero Salonia tenía un peso propio muy importante en el partido y era un hombre identificado con el desarrollismo. Era más fácil de aceptar, porque yo era considerado, fundamentalmente, un frigerista.
Frigeristas, frondizistas… ¿Existía realmente esa división en el seno del desarrollismo?
Existía. Si me hubieran preguntado si me quedaba con Frigerio o con Frondizi, yo tenía una respuesta muy clara: Frigerio. Hubiese sido una pregunta insolente [sonríe]. Por supuesto, tenía el mayor de los respetos por Frondizi.
¿Frondizi pasó a un segundo plano después del gobierno y Frigerio asumió un rol más protagónico?
Hay algo de cierto en eso. Frondizi dejó de hacer política en la práctica después del derrocamiento. No sé por qué, todavía tenía mucha tinta en el tintero. Los golpes militares lo destruyeron, de alguna manera. Fue muy desgastante.Una desgracia terrible. Desde entonces no ha habido un reemplazo ni ha tenido un continuador. No hubo otro dirigente como Frondizi.
Usted conoció a grandes estadistas de todo el mundo. ¿Qué balance hace del gobierno de Frondizi?
Fue, desde luego, el mejor de todos los presidentes de la Argentina. Era el más inteligente, se daba cuenta de la realidad del momento en el que tuvo que gobernar. Comprendió lo que pedía la realidad. Creo que por donde se mida la política de Frondizi fue acertada. Aunque parezca un fanático, pienso así.
¿Y Frigerio?
Como intelectual, como fuente de ideas, era brillante. Tenía una capacidad superior para comprender la realidad y el mundo. Como político fue un actor secundario.
PARTE 4 | POLÍTICA EXTERIOR
Cuando Frondizi llegó al poder el mundo era un lugar convulsionado. África atravesaba un proceso de descolonización: nacían decenas de nuevos países con gobiernos soberanos. Era la época de la India de Nerhu y el Egipto de Nasser. El debate en torno al desarrollo y el subdesarrollo irrumpía el escenario internacional. Estados Unidos proponía la Alianza para el Progreso; Fidel Castro tomaba La Habana; la cortina de hierro dividía al mundo en dos. En ese contexto, el gobierno de Arturo Frondizi emprendió un giro fundamental en las relaciones internacionales del país, con dos ejes centrales: EE UU y Brasil. Protagoista de la misma, Camilión hace su análisis al respecto:
El enfoque de la política exterior fue, sin duda, uno de los cambios más importantes que trajo el desarrollismo. El nuevo esquema de alianzas internacionales con un rol clave de Estados Unidos era una novedad enorme. Era lo contrario de lo que se había pensado siempre en la Argentina, incluso durante los gobierno conservadores, que eran anglófilos y creían que lo fundamental eran los mercados de lana y carne. La economía argentina era complementaria y dependiente de la británica, pero competía directamente con la norteamericana.
¿Por qué planteó Frondizi el acercamiento a EE UU?
Camilión. Frondizi proponía un modelo en el que lo fundamental era atraer tecnología y capitales extranjeros para impulsar el desarrollo industrial y productivo del país. Y el que tenía esos recursos era Estados Unidos. Un detalle no menor: en ese momento EE UU veía a América Latina como un factor fundamental para su propio desarrollo. Por supuesto enfocado desde la cooperación internacional para el desarrollo nacional, y no la simple apertura indiscriminada para traer negocios finacieros o inversiones especulativas.
El gobierno también buscó mejorar las relaciones con Brasil, lo que se plasmó en 1961 en el Tratado de Uruguayana. ¿Qué significó este acuerdo para la política exterior argentina?
Significó el fin de la rivalidad retórica entre Argentina y Brasil. Algo inédito y transformador en la política nacional. ¿Qué disputas reales había con Brasil? ¿La ascendencia sobre Paraguay? ¿Sobre Bolivia? ¿Sobre Uruguay? Eran rivalidades sin sentido. Para nosotros lo importante era Brasil, no otra cosa. También Chile. A Frondizi le importaba muchísimo la relación con Chile, que era muy difícil en ese momento. Consideraba peligroso acercarse a Brasil sin mejorar antes las relaciones con Chile, me lo dijo personalmente.
¿Había consenso político para acercarse a Brasil?
Los que veíamos a Brasil como el futuro éramos muy pocos. Una excepción microscópica. Costó mucho convencer a los brasileños también, pero aceptaron. Frondizi tuvo mucho que ver en esto. Él mismo estaba convencido y su confianza, sinceridad y determinación fueron fundamentales para ellos. Tenía una relación muy buena con Kubitschek.
¿Kubitschek era desarrollista?
Camilión. Sí, y Augusto Schmidt era algo así como el Frigerio de Kubitschek. Schmidt era un hombre con ideas políticas notables. Él y Frigerio congeniaron muy bien, la influencia fue mutua y muy positiva. Entre los cuatro cambiaron la política exterior latinoamericana, que hasta ese momento habían estado orientadas en torno a la rivalidad entre Argentina y Brasil. Cuando se pusieron de acuerdo, revolucionaron todo.
¿Esta bien decir que el tratado de Uruguayana es la semilla del Mercosur?
Desde luego. Ni siquiera hubiera se hubiera podido pensar en el Mercosur sin este paso. El tratado no se podía concebir sin la idea de que eran más los intereses comunes que los contrapuestos. A partir de esa idea se desarrollaría el Mercosur.
¿Qué dificultades encontraron para concretar el Tratado?
No había dificultades en cuanto a la filosofía económica bilateral. No pretendíamos que Argentina se impusiera como potencia industrial y Brasil se limitase a ser un productor de materias primas. Brasil tampoco pretendía que renunciáramos a nuestra industria pesada y el acero. Sí había dificultades en la política interna, costaba que la oposición aceptara la alianza con Brasil.
La cuestión cubana marcó la política latinoamericana durante décadas y fue un factor de inestabilidad durante el gobierno de Frondizi. Cuando Fidel Castro y el Ernesto Guevara hicieron su entrada triunfal en La Habana, en 1959, eran pocos los que habían tomado consciencia de la magnitud del terremoto geopolítico que se estaba produciendo. La Revolución Cubana no se había proclamado aún como marxista-leninista ni estaba bajo la órbita de la Unión Soviética. Cuando la tensión entre Washington y La Habana comenzó a aumentar, EE UU implementó una política de presión: el bloqueo económico. Fiel al principio de autonomía de los pueblos y la no intervención, Frondizi se opuso desde el primer momento al embargo a la isla.
¿Frondizi se dió cuenta antes que los estadounidenses del riesgo que implicaba excluir a Cuba del sistema americano?
¡Mucho antes! Yo fui testigo presencial. Frondizi me envió a hablar con el Secretario de Estado, Dean Rusk. Ellos creían que el gobierno de Castro iba a caer porque no iba a resistir el bloqueo. Yo cumplí con mi misión y le transmití la visión de Frondizi sobre el tema. Le dije a Rusk que se equivocaban, que Cuba no iba a ceder por el bloqueo después del fracaso de la invasión de Bahía de Cochinos. Castro había quedado muy fortalecido. Rusk, de manera muy amable y cordial, me dio a entender que no podían cambiar de decisión.
En ese contexto, Frondizi recibió al Che Guevara en una reunión secreta en la Quinta de Olivos. Usted criticó esta decisión. ¿Por qué?
Creo que fue un error, se lo dije al propio Frondizi. Me agarré la cabeza cuando el canciller [Adolfo] Mugica me contó que se habían reunido. Cuando volví de la cumbre de Punta del Este me encontré con Frondizi para informarle sobre lo que había pasado allí y él me dijo: “¿Usted no está de acuerdo con que lo reciba a Guevara?”. Ya lo había recibido, pero igual me preguntó. Le dije que no, que no había razón para hacerlo. Él me replicó que si acaso el presidente de un país no tenía derecho a recibir a un ministro extranjero. El punto no era ese legalismo, sino que no había posibilidad de lograr algo con esa reunión. Fue un error de apreciación, sobre todo si se tiene en cuenta el costo que implicaba.
Hay una versión que dice que el mismo Kennedy le pidió a Frondizi que sondee a Guevara, para acercar posiciones. ¿Le da crédito?
La versión existe, pero para mi no es cierto. Si hubiera sido así, me habría enterado. Creo que fue uno de los grandes errores de la política exterior argentina desde la caída de Perón. Esa tentativa estéril de acercar a EE UU y a Cuba era una tarea que no le incumbía a la Argentina. El país no tenía el peso ni la influencia para hacerlo, ni siquiera contaba con el apoyo de Brasil.
El gobierno de Barack Obama admite que el bloqueo no funcionó y promueve de deshielo entre EE UU y Cuba. ¿El tiempo le dio la razón a Frondizi?
Sí, el tiempo le dio la razón. Nosotros decíamos que la política de estrangulamiento económico iba a fracasar. El acercamiento entre Estados Unidos y Cuba de estos últimos años es un hecho extraordinario y de capital importancia.
¿Cómo analiza la relación comercial actual entre Argentina y China?
Creo que es inevitable que seamos proveedores de materias primas de China. Es importante marcar una diferencia con respecto a la relación con Inglaterra, que es el ejemplo histórico más parecido. China no tiene, ni tendrá, la penetración ideológica y cultural que tenía Reino Unido. Muchos de nuestros dirigentes se sentían, orgullosos, cuasi ciudadanos ingleses. Eso no va a pasar con China.
¿Cómo debería insertarse Argentina en el mundo actual?
La clave para la inserción internacional de la Argentina se llama Estados Unidos. Negarlo es un error. Pero esto no implica una entrega a los intereses norteamericanos. Algo que, por cierto, tampoco le interesa a ellos.
Hay una idea muy arraigada de que EE UU no quiere el desarrollo de Argentina, que nos explotan y son los culpables de nuestras tragedias nacionales. ¿Qué opina de esto?
Que es un disparate. EE UU no tiene ningún problema con el desarrollo de la Argentina, mientras esto no atente contra sus intereses. Sí es cierto que Reino Unido no quería que Argentina se desarrollara al margen del dominio inglés. Pero esa situación ya había sido superada en la década del 50. Ese tipo de relación no se reproduce con EE UU ni con China.
¿Qué cambió entre el mundo en el que le tocó gobernar a Frondizi y el actual?
En primer lugar, la supremacía norteamericana. Digan lo que digan, es el único país irremplazable en la política exterior. Hasta los ingleses son reemplazables. EE UU es irremplazable incluso en la política agropecuaria: los precios de la soja en Chicago determinan nuestros mercados. A partir de aceptar esto, todo lo demás. La relación con Brasil es fundamental, pero siempre hay que recordar que, por muy importante que sea, Brasil no es EE UU.
Viola designó a Oscar Camilión como ministro de Relaciones Exteriores en 1981, cargo que ocupó solo nueve meses. Dejó el gobierno cuando Leopoldo Fortunato Galtieri asumió como presidente y nombró a Nicanor Costa Méndez como canciller. Cuatro meses después, estallaba la guerra de Malvinas y nos cuenta su visión al respecto:
¿Cómo vivió la guerra de Malvinas y qué pensaba entonces de la toma de la isla?
Me parecía algo absurdo, imposible que sucediera. Pero pasó. Ninguna persona sensata podía entenderlo. Fue una cosa terrible. El presidente era un caballo y el canciller, un hdp. Son tipos que no tienen perdón.
Hay quienes sostienen que el gobierno esperaba que EE UU lo respaldara y esto disuadiera a Reino Unido de entrar en guerra. ¿Galtieri creía que Reagan se iba a poner de lado de Argentina?
Es una ridiculez. Los que decían eso inventaban, trabajaban para el frente interno. El propio embajador de EE UU no sabía que se iba a producir el ataque el 2 de abril. Hablé con él esa misma semana, teníamos confianza, y no me comentó nada. Ni una amigable advertencia personal.
¿Qué posición adoptaron Frondizi y Frigerio?
Con absoluta claridad dejaron bien en claro que era una locura. Y tuvieron la valentía de hacerlo en ese momento de euforia nacionalista. Hay que reconocer que también Alsogaray estuvo en contra, nobleza obliga. ¿Por qué estaban en contra? Muy sencillo: ¡nos iban a cagar a patadas!
Oscar, ¿se sigue considerando desarrollista?
Sí, soy desarrollista. ¿Por qué? Porque no ha habido nada mejor, nada que lo reemplace. No ha habido ninguna ideología superadora, ni siquiera un grupo político que pensara el país como lo pensamos nosotros.
¿Cree que aún están vigentes estas ideas?
A mi modo de ver, más que nunca. Creo que hoy se nota más la influencia de Frigerio que cuando fuimos gobierno. El desarrollo es una meta compartida por la totalidad de la dirigencia argentina. Ahora todos dicen que son desarrollistas, pero durante muchos años fue considerado un movimiento cómplice del peronismo y se lo veía con desconfianza. Las famosas prioridades, que eran los temas centrales de la política desarrollista, eran vistos, en el mejor de los casos, como cuestiones económicas marginales. El desarrollismo no ha sido reemplazado como proyecto nacional, ni siquiera se ve una imagen similar. Por eso es importante reivindicarlo a partir de su propia historia. Los felicito y sigan adelante.