Albino Gómez estuvo con Frondizi cuando lo derrocaron. “Nunca perdió la cordura, la tranquilidad”, destaca. También había estado con él once días antes, el día que marcó el fin del gobierno desarrollista: cuando el peronismo ganó las elecciones del 62 en la provincia de Buenos Aires. “Recuerdo que ese día llegué a Olivos y nadie llamó, no apareció nadie. La soledad total”, cuenta en su oficina, un departamento chico en el centro porteño con estanterías llenas de libros desde el suelo hasta el techo. Gómez, periodista, escritor y diplomático, fue testigo de primera mano de la experiencia desarrollista en Argentina y de buena parte de los acontecimientos mundiales más importantes del siglo XX. En una charla de casi dos horas nos cuenta sus experiencias y cómo ve el futuro del desarrollismo. “Soy pesimista, aunque no me jacto de ello”, admite.
Albino, ¿Cómo fueron sus primeros pasos en política?
Yo era un católico nacionalista. Me acerqué por medio de un cura famoso muy nacionalista, Julio Meinvielle, que había creado el Colegio de Estudios Universitarios. Ahí había un grupo de tipos muy inteligentes. Íbamos con Oscar Camilión y Arnado Musich. También estaba Carlos Florit. Nosotros integrábamos la rama juvenil. Por la amistad con Florit y Camilión, tuve acceso a la revista Qué. Y tuvimos la idea de acercanos al desarrollismo viniendo de la derecha, aunque era un grupo cercano a la izquierda.
¿Cuándo conoció a Frondizi?
A los 18 años iba al Congreso para escuchar los discursos. Valía la pena, eran discursos académicos, extraordinarios. Y estaban Balbín y Frondizi. Los peronistas tenían a Cooke, a Díaz de Vivar; tenían a cuatro o cinco tipos que eran buenos, eran valiosos. Y los radicales tenían a muchos, como Vítolo. Ahí conocí a Frondizi.
¿Le llamó la atención atención algo de él entonces?
La solidez del discurso. Era un hombre de Estado. Cada discurso de él era una pieza de oratoria seria. Balbín era más guitarrero, buscaba impactar, pero no tenía la solidez, los conocimientos de derecho, de economía, de lo social que tenía Frodizi.
Pasaste del padre Meinvielle a Frondizi… ¿El desarrollismo es nacionalista?
Es nacionalista, pero es un nacionalismo de fines, no de medios. El petróleo hundido no sirve de nada. El padre Meinvielle era pro Frondizi al principio, pero cuando el desarrollismo llegó al gobierno cambió de parecer.
¿Lo nacional es el eje de la doctrina desarrollista?
Lo nacional y lo popular. Tiene una vinculación con el peronismo, por eso no éramos gorilas. O, mejor dicho, dejamos de ser antiperonistas rabiosos, porque antes lo éramos.}
Como periodista, qué opina: ¿La revista Qué era propaganda o periodismo?
Era periodismo con mucha ideología. Muy nacionalista. Aunque cuando Frigerio comenzó a darle una vuelta fuerte en materia de inversiones en petróleo, vino la ruptura, no una ruptura extraordinaria, pero ruptura al fin con Scalabrini y con Jauretche, que eran los más nacionalistas de la revista.
PARTE 1 | LA RELACIÓN CON FRIGERIO
Venía de la derecha y se acercó a Frigerio, un hombre con ideas marxistas. ¿No le parece raro?
Evidentemente él era un marxista, pero un marxista con una mentalidad abierta a pensar en un mundo distinto, un mundo que requiere inversiones. Pensaba en un mundo moderno. Hoy no seguiría con los mismo preceptos de siempre. Pensaría en las cosas más modernas, como la biotecnología. A él le interesaban mucho las cosas científicas, la física, la física cuántica. Tenía una mentalidad muy abierta, era mucho más abierto que Frondizi. Le interesaba la pintura, la literatura.
¿Cómo era el trato con él?
Déjenme que les cuente una anécdota. El 23 de diciembre de 1958 me llamó José María Carazo, el secretario de Frigerio, y me dijo: “Mañana tiene que partir a Montevideo y Trujillo con el jefe”. Me encontré con Carazo en Colegiales y me dio un fajo de plata para comprar los pasajes. Me dio un pasaporte diplomático a nombre de Frigerio, pero con el apellido de la madre. A las ocho de la mañana del día siguiente me fui a buscar un hidroavión. A las diez ya estaba en Montevideo. Compré los pasajes para Trujillo en Panamerican.
¿Frigero iba con usted?
No, Frigerio venía de Buenos Aires en avioneta a Carrasco. Cuando llegó me dijo: «¿Ya despachó?». Le dije que sí y me respondió: «Mire, no puede viajar porque yo necesito comunicarme y tengo a los servicios atrás todo el tiempo. Así que mejor quédese para que me comunique con usted». Saqué mi valija, despaché la de él y entonces me dijo: «¿Qué está leyendo?». Yo estaba con Aguafuertes porteñas [de Roberto Arlt]. «Bueno, cambiemos de libro», me respondió. Se llevó Aguasfuertes porteñas y me dio el tomo primero de La lógica de Hegel (se ríe) . Frondizi ya me había dicho: «Usted tiene que leer los dos tomos de La lógica de Hegel, porque si no se puede entender con Rogelio en las discusiones».
¿El viaje era para reunirse con Perón?
Sí, y llevaba un maletín. El capital de Perón cuando se fue de Argentina era de 80.000 dólares. No tenía una fortuna. Y la pasó bastante mal, hasta que llegó a España y con ayuda de Frigerio y Jorge Antonio la cosa cambió. Frigerio llevó un toco muy importante a Trujillo. Había que arreglar con él para que acompañara la política petrolera que se iba a lanzar en diciembre. Cosa que Perón hizo, pero los sindicatos petroleros no.
¿Frigerio tenía simpatía con Perón?
Tenía cierta afinidad. Frigerio y Perón se entedieron a través de la revista Qué. El libro La fuerza es el derecho de las bestias, está calcado de las cosas que leyó Perón en Qué.
¿Pecó de ingenuidad Frigerio y creyó que Perón se había hecho desarrollista?
No, no. Había una coincidencia con respecto a la situación del país y el desastre que había sido la Libertadora. La Libertadora había sido un fracaso absoluto, porque en materia económica no modificó nada. Entregó un país hecho trizas. La situación en que reciben el país Frondizi y Frigerio… Frondizi queda alarmado. Además, sin ningún tipo de ayuda por parte de Krieger Vasena [el ministro de Economía de la Revolución Libertadora], no colaboró durante la transición.
¿No querían entregar el poder?
Los militares, no. Había continuistas y quedantistas. El poder lo entregó Aramburu, él tenía fuerza suficiente para hacerlo. Pero quedaban los quedantistas y continuistas. Los continuistas eran los que aceptaban el cambio, pero pretendían gobernar el país. Y avanzaron cada vez más, hasta la última propuesta de manejar todo el país, que Frondizi no aceptó. Querían transformarlo en una especie de payaso, como fue Guido. Guido no condujo el país, lo conducían los militares.
PARTE 2 | EL GOBIERNO DE FRONDIZI
¿Qué función cumplía en el Gobierno de Frondizi?
Mi rol era llevarme el portafolio de Frondizi a la noche y despachar toda la correspondencia que recibía Frondizi. Hacía cuatro carpetas: una de cosas que tenía que leer ese día, la última era los fines de semana. Y también editaba los discursos que venían de la Usina.
¿Los discursos de Frondizi venían de la Usina?
Sí. Él decía qué quería, pero no escribía. No tenía tiempo.
No formó parte de la Usina, pero editaba los discursos
Sí, y los otros [la Usina] me puteaban.
¿Por qué?
Frigerio decía que yo hacía acrobacias literarias y le rompía los discursos marxistas-leninistas.
¿Frigerio decía que sus discursos eran marxistas-leninistas?
Él quería hacer discursos marxista-leninistas. Un marxismo-leninismo aggiornado, como debe ser. Pero eso era intragable.
¿Con qué criterio editaba los discursos?
Le quitaba cierto cientificismo para que la gente pudiera entender. Una cosa más periodística. Una cosa que llegara a la gente, lisa y llanamente. Sin quitarle los conceptos, por supuesto. Cambiaba la forma, era un tema de estilo.
¿Cómo era debatir con Frigerio?
Era imposible. Tenías que leer La lógica de Hegel, los dos tomos, para poder discutir. Yo era un aristotélico tomista, ¿cómo iba a discutir con este monstruo, que tenía una dialéctica infernal? Era buenísimo, pero además tenía una intolerancia absoluta. No te podías salir un milímetro. Que no se te ocurriera decir «un país en desarrollo»; el país era subdesarrollado. El lenguaje era una cosa…
¿Le daba mucha importancia a las palabras?
Absolutamente. Había que respetar las palabras clave.
¿Por qué eligió la palabra batalla para nombrar a las políticas más importantes, como La batalla del petróleo?
Bueno, porque era una batalla realmente. Estábamos bajo un régimen prácticamente militar. Era una democracia donde los militares opinaban y nos obligaban, te sacaban y te ponían. La Usina era una cosa paralela e ilegal, o ilícita. Estaban todos nuestros teléfonos tomados. Eramos gobierno y la mitad estaba en la clandestinidad.
¿Cómo era vivir en la clandestinidad?
Éramos clandestinos, nos seguía la SIDE y el Ejército. Teníamos que escondernos y usar claves. Nos cambiábamos los nombres y los nombres de los lugares. Teníamos un montón de bulines, que eran los «bulines del desarrollo nacional» (se ríe). Teníamos prohibido usarlos con otros fines.
…
Lo teníamos pro-hi-bi-do.
¿Cómo era el día a día en el Gobierno?
Por la mañana iba a Olivos, pasaba al mediodía por Cancillería y después iba a la casa de Gobierno. Me quedaba ahí hasta la noche y si había algún despelote, hubo como 30 despelotes, volvía a la noche a la Casa de Gobierno o a Olivos. Dormía poco. Era trasnochador de por sí, pero además la política… La política y la música: yo era un fanático de Piazzolla y del jazz, salía todas las noches. Todas las noches. Todas. Y Frondizi estaba indignado por el tiempo que perdíamos. Pero teníamos 28 o 30 años, había tiempo para todo y energías para todo. Yo sentía que era parte de una cosa histórica. Entonces, a pesar de mi cansancio, en mi lettera 22 [la máquina de escribir] hacía un pequeño diario que me permitió escribir el libro. Porque lo que ocurría te sobrepasaba. Y los últimos tiempos ya no iba ni a dormir a mi casa, por el peligro. La última semana la pasé en el Hotel Crillón.
¿Recuerda haber vivido algún momento especialmente crítico junto a Frondizi?
El día de la elección del ‘62. Frondizi estaba absolutamente seguro de que la elección se perdía, porque tenía el informe policial. La policía era la mejor informada, mucho mejor que todas las encuestadoras. En la primera expresión del peronismo con total libertad para elegir candidato, sin proscripción, barría. Recuerdo que ese día llegué a Olivos y nadie llamó, no apareció nadie. La soledad total. Hasta las dos de la mañana, que llamó Vítolo. Lo atendí, el presidente estaba durmiendo. Me dijo: «Despiértelo porque es muy importante». Lo desperté. Vítolo le dijo que venía el golpe y Frondizi le contestó que iba a intervenir las provincias. Vítolo le respondió: «Si usted interviene las provincias yo tengo que renunciar, como radical tengo que renunciar». Vítolo renunció y Frondizi me pidió: «Vaya a ver al amigo y dígale que se vaya a Montevideo». Se refería a Rogelio. Fui y le dije: «El presidente va a intervenir las provincias y le pide que se vaya ya a Montevideo, que se vaya ya, en la mañana misma, porque si no lo van a enchufar». Así terminó la historia y así cayó. Diez días después, pero ahí empezó la cosa.
¿El golpe ya era inevitable?
Sí. Aunque yo llevé a Olivos, contra la opinión de Frigerio, supe después, a Rodolfo Martínez, a Oscar Puiggrós y a los amigos de Aramburu para formar un gabinete de salvación nacional. Puiggrós fue ministro de Trabajo y Martínez, de Defensa. Llegaron a asumir, pero ya no había con qué parar el golpe. Los dos se quedaron con Guido, porque eran los contactos con Aramburu. Aramburu intentó parar la cosa porque él se sentía candidato designado.
¿Candidato a presidente?
Claro. Había tres posibles candidatos. Un autocandidato, que era Alende. Si Frondizi hubiera terminado el mandato, habría sido el candidato del partido. El otro era Aramburu, para calmar a los milicos y continuar una vía constitucional. Y había candidato que medio mencionaba Frondizi, pero no lo decía mucho, que era Felipe Yofre. Yofre era un conservador que estaba bien visto, era embajador en Lima. Era el padre del Tata Yofre. Fue nombrado por la Libertadora como embajador en Paraguay y Frondizi lo mantuvo.
¿Por qué quería Frondizi proponer a Yofre?
Era un tipo que entendía la política desarrollista y la aceptaba. Y era un conservador, que iba a ser aceptado por los militares.
¿Los militares eran la fuerza que más condicionaba la política?
Absolutamente. Pero además Frigerio y Frondizi creían que era imprescindible, que cualquier proceso de desarrollo tenía que contar en ese momento con el apoyo de la Iglesia y las Fuerzas Armadas, como dos pilares de estructurales históricos del país. Hoy en día es distinto. Pero había que ver las cosas que dijeron e hicieron entonces los militares. Para la gente era normal que los tipos hicieran eso, no había protestas porque se metieran en lo que se metían y armaran las cosas que armaban. Fue Menem el que terminó con el militarismo. En ese momento lo vivías como una cosa que no podía de impedirse. Tal vez hubo alguna forma, pero Frondizi era un gandhiano, jamás iba a permitir que se derramara la C. El límite de él era eso. Muchos militares que eran frondizistas, como Héctor Solanas Pacheco y otros, quisieron resistir antes de la caída. Pero Frondizi sabía que eso iba a costar sangre, y él… era un gandhiano.
¿Estuvo con Frondizi el día del derrocamiento?
Sí, imagínense. Él nunca perdió la cordura, la tranquilidad. Nunca dejó de dormir su siesta, cualquiera fuera la situación. Era imperturbable. No tenía las calenturas de Frigerio, la vehemencia y la cosa tana de Frigerio.
¿Siguió vinculado a Frondizi después del Gobierno?
Bueno, él fue preso y lo vi un par de meses después. Al que veía más era a Frigerio, quedé mucho más conectado con él porque Frigerio tenía una faceta humana que Frondizi no mostraba. Frigerio podía hablar de todo, siempre de mujeres, cosa que con Frondizi no era posible (se ríe). Frondizi era un tipo frío, ponía cierta distancia, aunque tenía sentido del humor.
¿Por qué nombró Frondizi a Alsogaray como ministro de Economía?
Bueno, Alsogaray convenció a Frigerio. Frigerio, siendo lo talentoso que era, tenía una dosis de ingenuidad. Y Alsogaray le vendió que era desarrollista. El tema del petróleo a Alsogaray le pareció extraordinario y decía que lo apoyaba. En medio de líos y de problemas con los sindicatos, el nacionalismo y los radicales del pueblo, Alsogaray lo apoyaba totalmente. Frondizi dijo: «Que los amigos eligan el ministro». Los amigos eran Frigerio y compañía, la Usina. Y ellos designaron a Alsogaray como ministro.
¿A Alsogaray lo eligió Frigerio, no Frondizi?
Sí. El designar Alsogaray también era evidentemente un juego de apaciguar a los militares. En el año 67 fui trasladado como diplomático de Sudáfrica a Washington, donde Alsogaray era el embajador. Lo saludé y me dijo: «¿Por qué me echó Frondizi?». Me preguntó eso. Y le respondí: «Mire, yo le pregunto a usted por qué lo nombró Frondizi, no por qué lo echó».
Frondizi fue el primer presidente que visitó EE UU. ¿Por qué había ido ninguno antes?
Porque los presidentes argentinos no viajaban.
¿Y por qué Frondizi sí?
Porque entendió que había que hacerlo. Primero viajó por América Latina, cosa que no había hecho ningún presidente antes. Fue en la campaña a todos los países importantes de América Latina, para terminar con eso de que Argentina estaba de espaldas a América, frase que acuñaron algunos intelectuales. Frondizi durante la campaña visitó Chile, Perú, Bolivia, Paraguay. Y después viajó a Europa. Lo recibió De Gaulle y cuando fue a Alemania, De Gaulle llamó por teléfono a Adenauer y le dijo: «Mire, no es una visita de Estado, es un interlocutor al que usted recibe». Le avisa que no es una visita protocolar y le dice que está recibiendo un cerebro que entiende el mundo. Un tipo que puede hablar con De Gaulle. Eran pocos los que podían hablar con De Gaulle mano a mano, al nivel de él. Según su autocreencia, claro.
PARTE 3 | DESPUÉS DEL GOBIERNO
Después del derrocamiento, ¿participó en el MID?
No, no. Seguí siendo protofrigerista, pero continué con mi carrera diplomática. Después de Sudáfrica, me tocó EE UU. Estuve cuando mataron a Luther King y a Robert Kennedy, durante la guerra de Vietnam. Viví en EE UU en momentos muy tremendos. Yo era consejero cultural y de prensa. Entonces empecé a escribir poemas. El primero que escribí fue cuando mataron al Che Guevara. Yo había recibido al Che en Olivos en el 61, lo introduje en el despacho de Frondizi. Yo no era guevarista, obviamente, pero era un tipo de mi generación. El primer poema que escribí está dedicado a él y la lectura inteligente del mismo es que deseábamos las mismas cosas, aunque los medios eran completamente distintos. Pero para la SIDE yo sí era guevarista, trotkista… No creían que fuera maoísta, pero sí gramsciano, qué se yo. Yo, que venía de la acción católica y del padre Menvielle.
¿Le trajo problemas que lo vincularan con el desarrollismo?
En el 74 me echaron del servicio diplomático. Por ser protofrigerista me consideraban un pseudomarxista, o algo así. Y además me tocó la caída de Allende cuando estaba en Chile. Yo me ocupé de los asilos. El primer mes asilé 400 personas en la Embajada. Pero la Embajada era totalmente golpista. Cuando me hice cargo de los asilos, los delegados mandaron una nota a Buenos Aires que decía: «En la Embajada hay una sucursal del Kremlin».
¿Había gente del Partido Comunista?
Evidentemente había izquierdistas, troskistas y gente del PC (Partido Comunista). Y había simpatizantes de Allende. Por ser latinoamericano y vivir en el Chile de Allende eras sospechoso de ser socialista. Había tipos de la pesada adentro. No necesariamente gente del PC. Los del PC eran los menos jodidos. Era más jodida la gente del Partido Socialista de Allende. Ellos querían ir adelante con todas las reformas y transformar a Chile en un país socialista. No daba Chile para una experiencia socialista, daba para un mero reformismo tipo demócrata cristiano como Frei. La cosa es que el primer mes asilé a 400 personas con dos ayudantes y llegó un cable de Cancillería que decía: «Son trasladados en 24 horas, los tres». No por pedido de la Junta chilena, por decisión interna. Estaba entonces Vignes, durante el gobierno de Perón.
PARTE 4 | EL FUTURO DEL DESARROLLISMO
¿Cómo ves los desafíos actuales del desarrollismo?
Yo soy pesimista. Esta plataforma, el octavo país en extensión territorial, en el lugar más extraordinario del planeta, que es el cono sur, cerca de la Antártida, es un lugar privilegiado. Es la tercera reserva mundial de agua potable, podemos alimentar a 400 millones de personas, tenemos energía… tenemos de todo. Somos 40 millones de habitante, la patagonia está vacía… Los chinos ya han visto lo que es esto y se han metido. No vinieron porque sí. Nos van a ocupar las grandes potencias y vamos a ser una colonia. Conocen esa frase que dice de que la guerra es demasiado seria para dejarla en manos de los militares, bueno nos van a decir que la Argentina es un país demasiado serio para dejarlo en manos de los argentinos. Si no sabemos manejarlo.
¿Qué cree que pensaría hoy Frigerio ?
Si estuviera vivo Frigerio, estaría agarrándose la cabeza. No sé qué haría. Evidentemente tendría su mente puesta en el plano internacional, miraría con mucha atención a Rusia, porque él creía que no estaba terminada y podía todavía funcionar. Miraría el fenómeno chino con mucha atención. Estaría con los ojos puestos en el exterior. Pero acá no sé qué podría hacer.
Las ideas del desarrollismo, ¿tienen vigencia?
Sí, pero aggiornadas a un mundo globalizado y muy metido en los temas científicos tecnológicos. Hay que comunicar el país otra vez, reconstruir los caminos y las redes ferroviarias, hay que volver a los ferrocarriles y apuntar mucho a lo científico y tecnológico, de una manera brutal.
¿Se sigue considerando desarrollista?
Sí, absolutamente. No conozco nada mejor que esto. Eso es lo que viví y es lo que el país necesitaba. Cuando cayó Frondizi sentí que este país no tenía destino. Y no me equivoqué.