Juan Carlos de Pablo tomó café con todos los ministros de Economía desde Cafiero (1975) hasta hoy. “Salvo entre Lavagna y el gobierno de Macri”, aclara. Los conoció, los entrevistó y los estudió. También lo hizo con Rogelio Frigerio, a quien considera un protagonista fundamental de la historia política y económica del país. “Es uno de los tres tipos que conocí que tenían una energía desbordante, junto con Justiniano Allende Posse y Cavallo”, comenta. Liberal, didáctico, irónico y descontracturado, se burla de los economistas que hacen pronósticos. “Sabemos poco”, sostiene. “Desde diciembre de 2015 convive en mí la preocupación profesional con el optimismo ciudadano”, opina sobre la coyuntura económica en la entrevista que le realizó Visión Desarrollista en el marco de una charla de la Fundación Frondizi.
PARTE 1 | QUÉ ES EL DESARROLLISMO
¿Cómo definís el desarrollismo?
¿Qué es el desarrollismo? Es Frigerio. Hay una forma peculiar de hacer las cosas relacionada principalmente con la personalidad de Frigerio. ¿Cómo hizo la sustitución de importaciones en el caso del petróleo? Con 13 contratos, negociados entre gallos y medianoches. Frondizi no los mandó al Congreso y esa fue la principal crítica de la oposición. [Adolfo] Silenzi de Stagni, que fue el principal opositor contratos, cuestionó la forma, pero nunca el contenido. Porque fue un gran negocio para el país.
¿Por qué fueron tan exitosos los contratos?
Permitió sustituir importaciones con un sistema por el cual las empresas extraían petróleo y se lo vendía YPF a la mitad del precio internacional. Pensemos: tengo un problema fenomenal de balanza comercial, puedo sustituir importaciones a la mitad del precio internacional… ¡¿Dónde hay que firmar?! Cuando vos mirás la fecha de los contratos, primero vinieron las empresas chiquititas. Recién en diciembre vinieron ESSO y Shell ¿Por qué? Porque Esso y Shell tenían conflictos de intereses, porque ellos producían en otros países y les convenía importar [Nota del editor: la estrategia de Frigerio fue convocar primero a empresas de menor importancia para negociar luego con las mayores, que eran importadoras y corrían el riesgo quedar fuera del mercado argentino si no participaban de los contratos para producir en el país].
Definiste al desarrollismo como la forma de hacer política de Rogelio Frigerio, pero los desarrollistas escribieron muchos libros y tenían un desarrollo teórico importante. ¿Existe una teoría desarrollista?
Frigerio tenía unas ideas que chocaban contra todo lo que habías aprendido en la universidad. Esto no es para ridiculizar ni a Frigerio ni a la universidad, estoy describiendo. Lo de Frigerio es una mezcla de ideas y consideraciones coyunturales.
¿En qué sentido?
Para los desarrollistas, la prioridad era el acero, pero en la coyuntura se dieron cuenta de que era importante apostar por el petróleo. ¿Por qué? Agarraron la planilla de importaciones: el total de importaciones era 1.000 millones de dólares y el primer ítem era el petróleo. ¿Cuánto? 300 millones. ¡Pin, empecemos por ahí! Eso fue lo que hicieron y me parece que es la clave para entender qué es el desarrollismo, a fin de cuentas. Tiene que ver más con el cómo que con el qué.
¿Por qué la sustitución de importaciones era una respuesta en esa coyuntura?
En 1958 estábamos en un mundo donde se hablaba del pesimismo de las elasticidades. Y Argentina tenía una barrera de 1.000 millones anuales de exportaciones. Cuando aumenta el nivel de actividad, aumentan las importaciones. Sin movimiento de capitales, porque entonces no existían los mecanismos financieros de hoy, el valor de las importaciones tenía que ser igual al de las exportaciones. Por lo tanto, para elevar el nivel de actividad, lo único que quedaba era sustituir importaciones. No era una escuela económica, era la única opción. Y después de la primera guerra mundial abarcó también a los países europeos. En la guerra murieron más de hambre por haberse especializado que en las trincheras. Por eso sustituyeron importaciones de alimentos. Eso llevó a que [Raúl] Prebisch dijera en su escrito de 1949 que si no nos compraban alimentos íbamos a tener que producir nosotros los bienes industriales. Pero con enorme frecuencia en la historia argentina se agarró una idea, se la implementó y se la exageró totalmente. La sustitución de importaciones era una cosa, pero durante el primer peronismo se exportaban camiones a Cuba y no se exportaba trigo. Algo no andaba.
La estrategia era sustituir importaciones, pero otra industria que se promovió fue la automotriz y no había importaciones de autos. ¿Por qué era prioritaria?
En ese rubro no solo no había sustitución de importaciones, sino que si te ponías a producir ibas a tener que importar más componentes. Creo que fue una especie de concesión. La industria automotriz tenía un aura especial. Por más que ganaras más plata haciendo algo más simple, había algo especial en construir un auto. También era clave para mejorar los procesos y métodos de producción. Bajaba la tolerancia [exigía mayor precisión en la fabricación de piezas] e instalaba líneas de montaje. Traía la cultura industrial.
Resaltaste el peso de personalidad de Frigerio en el gobierno desarrollista, ¿qué destacarías de Frondizi?
Si Kennedy prestó atención especial a las opiniones de Frondizi, no fue por el PBI de Argentina. La primera vez que llegó, lo habrá recibido protocolarmente. Cuando lo conoció y empezó a escuchar, dijo: “Apa, este piensa». Y eso motivó la segunda entrevista en Palm Beach. Frondizi tenía una característica que también tuvo Menem: los dos leyeron bien cómo funcionaba el mundo. Un país como Argentina no se puede dar el lujo de no tener esa lectura. A partir de ese estudio, actuaron en consecuencia. Enfrentar los desafíos políticos y económicos que tuvo Argentina en 1958 con una personalidad como [Ricardo] Balbín hubiera sido un desastre; Frondizi era el hombre.
PARTE 2 | EL GOBIERNO DE FRONDIZI
¿Cómo evaluás la política económica de Frondizi?
Si mirás los números del segundo semestre del 58, nos íbamos al carajo. Las tendencias eran funestas, tendencias de diluvio universal. Pero fíjense lo interesante: el petróleo y las inversiones caminaban por cuerdas separadas y en tres años lograron resultados. La relación entre consumo y extracción era de menos del 40% y en tres años se alcanzó el autoabastencimiento. El periodo de Frondizi arrancó con la preponderancia de Frigerio, pero la coyuntura andaba mal. En algún momento empezó una gestión paralela a las cosas que hacía Frigerio, que estaban enfocadas en el cambio estructural.
¿En qué consistió esa gestión paralela?
Se empezó a armar un acuerdo con el FMI, que se firmó el 28 de diciembre de 1958. Así arrancó el plan de estabilidad. Si leés el acuerdo, no lo vas a poder creer: implicaba rajar el 15% de los empleados públicos. Se liberó el tipo de cambio. Era una mezcla de corregir precios relativos y, por otro lado, se hizo una restricción monetaria y hubo flor de recesión. Frigerio lo llamó sinceramiento. 1959 fue un desastre, preguntale a tu abuelo y te va a contar. Se duplicaron los precios, que para aquella época era un desastre, y el PBI cayó un 5%. Ese año entró Alsogaray, con quien tengo afinidad ideológica, pero tenía una personalidad complicada.
¿Por qué complicada?
Si leés las memorias de Alsogaray, hubo tres periodos en el gobierno de Frondizi: hasta que llegó él, mientras él estuvo y después de que él se fue. Hay que leer las biografías y después corregir por nivel de entusiasmo.
La economía anduvo mal los primeros años del gobierno y eran duras las críticas en el momento, pero con el tiempo se ha revalorizado este periodo. ¿Por qué?
Es que los indicadores de corto plazo no son una buena medida. Si yo agarro 1961 contra 1958, el PBI creció 2,5% por año. En los dos años completos que gobernó Illia, el PBI creció 8% por año. Con el mayor de los respetos, nadie puede creer de ninguna manera que la presidencia de Illia fue cuatro veces la de Frondizi. Eso lo único que dice es que le PBI de corto plazo no es buen indicador. Nota al pie: Illia no era mediocre como Balbín, pero tampoco un estadista como Frondizi. Tenemos que ser serios. Yo me califico como serio, pero no solemne. Seamos serios. Illia encontró el país capitalizado por Frondizi y Frigerio, saliendo de una recesión anterior y en coincidencia con una mejora en los términos del intercambio. ¡Clinc, caja!
PARTE 3 | LA CRISIS ECONÓMICA DE CAMBIEMOS
Cambiemos intentó salir de los desequilibrios heredados del gobierno anterior con un enfoque gradualista, pero no funcionó. ¿Cómo ves la situación actual?
En Argentina no hay un solo ejemplo exitoso de gradualismo. Todos los programas que funcionaron fueron de shock. Y solo uno fue recesivo: el de 1959. Y lo fue por un problema de credibilidad inicial. Todos los demás fueron reactivantes. Funcionaron todos y ninguno fue eterno. Hay que aprender de esto. Me parece que lo que pasó fue que competían en la influencia del presidente los que decían “es ahora Mauricio, hay que hacer el shock” y los que lo endulzaron con el gradualismo. Y ganaron esos.
Si no hay antecedentes de un modelo gradualista exitoso, ¿por qué se optó por este camino?
Es como si consultaras a dos médicos. Uno te dice: “Déjate de joder, larga el asado y el helado”. El otro te dice que no es grave, que con tomar algo y comer menos vas a estar bien, pero podés seguir con el asado. El segundo te parece una maravilla y capaz que no tiene idea. Un tipo que habla con voz seria, pero no dice nada concreto… ese tipo es un poeta.
¿Pero se podía prever?
El tipo que tiene a cargo la responsabilidad de la política económica le tira con todo y, después, ¿sabés que hace? Reza. Sabemos poco. Que hablemos mucho y con suficiencia no quiere decir que sepamos. No hago apología de la ignorancia, pero me mato de risa de la pseudosabiduría. A mí me molesta cuando un tipo dice «sin lugar a dudas». Yo estoy lleno de dudas. O un funcionario que dice: «No me preocupa la deuda». Bueno, a mí me preocupa que a vos no te preocupe. ¿Se entiende?
¿Qué opinás de los que dicen que el problema del gobierno empezó cuando anunciaron los cambios de las metas de inflación?
En la conferencia de prensa del 28 de diciembre de 2017 se habló más de que [Marcos] Peña ninguneó a [Federico] Sturzenegger que del problema de fondo. La sustancia era que la meta de inflación es conceptualmente una estupidez en Argentina. Tenías números absurdos y jugaste a números un poquito menos absurdos. Si son economistas, tienen que entrenarse para ir la sustancia no estas boludeces.
¿Dónde hay que enfocarse para estabilizar el país, en el déficit fiscal o el déficit comercial?
En política económica hay una sola pregunta: ¿qué hacemos? Hay una discusión de si la cuestión fiscal y la cuestión externa son dos cosas diferentes o la misma cosa. Yo creo que ni una ni otra, que la política económica es una. Es muy importante la macro, que quiere decir juntar y coordinar los pedacitos, no que cada uno hace lo que le parece.
El ajuste es mala palabra en Argentina; nadie lo quiere hacer. Vos, sin embargo, lo ves como una necesidad. ¿Por qué es tan resistido?
Es un reflejo de quien tiene la manija.[El politólogo italiano Giovanni] Sartori recordaba un principio de la Revolución Gloriosa [que tuvo lugar en Reino Unido en 1688]: “No taxation without representation”. Es decir, que los únicos que pueden votar impuestos son los que los pagan. Hoy en Argentina deciden los impuestos los que son beneficiarios del gasto público. Tres de cada cuatro mangos que paga el Estado son gasto social. Los contribuyentes impositivos son varios millones, pero están mal organizados. Por eso los guerrilleros del gasto público siempre nos joden. El ministro mira los cortes y las marchas y no están los que pagan los impuestos, sino los que dicen: “Queremos más beneficios”.
¿Cuáles creés que son las prioridades para el desarrollo en el contexto actual?
Es una pregunta demasiado grande que nos pasamos discutiendo los argentinos sin resolverlo. Sí tengo para aportar lo siguiente: desde el punto de vista económico, tenés que hacer cosas perdurables y evitar las tentaciones. Pasa que es difícil.
¿Por qué es difícil?
Cuando viene un extranjero, yo le hago un gráfico con estimaciones del PBI desde 1875. Tuvimos épocas doradas de 6% de crecimiento anual promedio y después empezamos a tener oscilaciones fenomenales. ¿Y ustedes pretenden que tengamos políticas de Estado? Mi consejo es: “¿Quiere invertir acá? Lo felicito, busque una oportunidad de negocios que sea tan buena que sea a prueba de argentinos”. No funciona la sarasa y el discurso político de que “vengan porque es un momento de transformación”. Te aplauden por educación, pero después no ponen un mango. Las teorías de que el problema es el populismo o el neoliberalismo no explican nada. Hablemos de cosas concretas: reforma laboral, por ejemplo.
Tenés una visión liberal de la economía, ¿se puede aplicar esa concepción de la política en un país como Argentina?
A mí no me hizo liberal la lectura de [Friedrich] Hayek o [Ludwig] Von Mises, sino las cagadas que se mandan los intervencionistas de acá. Maxicagadas. Acá no es un tema de escuela económica, sino de sentido común. Se hacen estupideces que cuestan mucha guita. Y ni hablar de la corrupción. El sector público toma decisiones donde el privado no lo haría, porque no es su guita. Es así de fácil. Esa es la razón por la que en Argentina soy mucho más liberal que en Alemania. Capaz que los tipos cuidan más el mango allá.
¿Qué harías si fueras ministro de Economía?
La primera cosa sería hablar con el presidente. Parece obvio, pero cuando le preguntan a algunos colegas cuales serían sus primeras medidas, los boludos contestan. La política económica se da en un contexto político y en un escenario internacional, no es aislada. Vos traés lo tuyo, pero te tenés que adaptar a eso. Te tenés que adaptar al presidente y al resto de los ministros, que en muchos casos son enemigos naturales. Las razones por las que un ministro de Economía se inmortaliza son las razones por las que los otros ministros no se inmortalizan. ¿O conocés un gran ministro de Educación que haya cerrado escuelas? En condiciones normales, el presidente de la Nación está con los otros ministros. Es cuando se pudre la cosa cuando está del lado del ministro de Economía.
¿Qué política adoptarías para apoyar a las PyMEs?
Si tenés una PyME, lo primero que querés es que el Estado no te ponga obstáculos. La energía que un empresario tiene que gastar en impuestos, trámites, aduana, formularios… ahí tenés un montón de cosas. Hay que dejarlos hacer. Mis héroes son todos aquellos tipos que se levantan a la mañana y no saben qué van hacer para llevar a la familia para comer a la noche. Un tachero, un mozo de bar, un comerciante. ¿Querés ayudarlos? Simplificales la vida.
¿Creés que vale la pena estudiar el periodo desarrollista para pensar los desafíos actuales?
Se aprende leyendo de historia, pero el mundo cambió. Tenés el mercado financiero que no tenías en ese momento, lo que tiene sus beneficios y sus problemas. Un planteo externo hoy no puede ignorar el papel del capital financiero. No es el contexto de 1958. Segundo, hay que prestar atención a las economías de escala. Admirar a Frondizi y Frigerio está bien, pero con libertad suficiente para pensar qué harían ahora estos tipos. Si no, lo que tenemos es una caricatura. No somos custodios de la letra, sino responsables de reinterpretar a los grandes en el ahora. Esta es mi invitación.