Illia y Frondizi en perspectiva

Muchos de mis amigos radicales deben tener sus motivos (ideológicos, morales o emocionales) para ensalzar la figura de Arturo Illia. No me meto con ellos. Que haya sido un político probadamente honesto supongo que es bastante en nuestro país, más en estos tiempos. A mí siempre me pareció un personaje opaco.

En un reciente documental emitido por la TV Pública, mi amigo Luis Gasulla realizó un recorte que me hirió bastante. En él, personajes menores como el ex secretario de energía Gustavo Calleja, o directamente insignificantes como la hija de Illia, se permiten decir algunas cosas muy difíciles de sobrellevar respecto de Frondizi, Frigerio y la política petrolera del desarrollismo. No soy afecto a las discusiones historiográficas, salvo en los casos en que comprometen cuestiones políticas relevantes. Tal me parece el caso.

La hija de Illia dice que la primer derrota política de Perón es con Illia. Pero Illia gana la elección en Córdoba, entre otras cosas, porque el peronismo no presentó candidato.

Dice que Frondizi, que era un traidor, entre otras traiciones anuló las elecciones del 62. Primero, esta señora no tiene con qué ni desde dónde criticar a un estadista de la talla de Frondizi. Segundo, las elecciones las anuló otro radical: Guido.

La misma señora dice que Frondizi y Frigerio en el tema petrolero hicieron cualquier cosa. Mal que le pese, lo que hicieron fue triplicar la producción de petróleo en tres años, y lograr el autoabastecimiento que Illia sacrificó para hacer honor a la típica demagogia radical.

Un señor Tcach dice que el único lugar del país donde el radicalismo derrotó al peronismo fue en Córdoba. Suele pasar que los radicales se miran el ombligo, de modo que no sorprende una apreciación tan parcial. En el 62, la UCRI le ganó a peronistas y radicales en Capital Federal, Entre Ríos, Corrientes, Formosa, La Pampa, Santa Fe, La Rioja, Santa Cruz. El Partido Demócrata ganó en Mendoza y el MPN en Neuquén. El peronismo ganó en Tucumán, Santiago del Estero, Chaco, Río Negro y (esto fue intolerable para los militares) la Provincia de Buenos Aires. En el resultado global, la UCRI le sacó mucha ventaja al peronismo y a la UCRP.

Gustavo Calleja, un señor de escasos modales, dice una batería de barbaridades a las que, por lo demás, nos tiene acostumbrados. Que el autoabastecimiento fue una mentira, que hubo corrupción en los contratos petroleros, y que el lobby de los contratos lo hicieron Noble, Clarín, Magnetto y Aranda, todos desarrollistas. La verdad es que Magnetto y Aranda probablemente irían a la escuela primaria por entonces, y Clarín era apenas un diario más en aquélla época, ciertamente comprometido aún con el desarrollismo, en virtud de una posición política que Noble no ocultaba, sino que era pública y notoria.

Al momento de asumir Frondizi, el país importaba el 60% del petróleo que consumía. Eso era un verdadero negocio de los importadores de petróleo a los que la UCRP fue siempre funcional, con personajes estrafalarios como Silenzi de Stagni y Calleja a la cabeza, y la anuencia o tolerancia (por lo menos) de Arturo Illia. Es un hecho incontrastable que al caer Frondizi había autoabastecimiento de hidrorcarburos. La anulación de los contratos petroleros (una promesa de campaña radical) le costó al país perder ese autoabastecimiento, y volver a dedicar una porción importante de las escasísimas divisas que teníamos a importar petróleo, además de pagar cuantiosas indemnizaciones a las empresas involucradas.

La política petrolera de Frondizi es un orgullo y un ejemplo. Primero, nos enseñó cómo privilegiar el interés objetivo del país por encima de los slogan huecos sobre la soberanía (que medio siglo después hicieron todavía que muchos radicales y nacionalistas en general apoyaran incluso la reestatización kirchnerista de YPF). Segundo, nos mostró cómo encontrar las fisuras en las posiciones de los oligopolios internacionales y obtener resultados asombrosos en tiempo récord. Nunca antes ni después una política petrolera lograría semejante salto de producción.

La anulación de los contratos petroleros es una vergüenza reconocida tardíamente por la dirigencia argentina, incluso por la mayoría de los radicales, tanto en público como en privado. La verdad es que todo el palabrerío sobre la “soberanía energética” no hace más que encubrir el negocio de la importación de combustibles, desde los tiempos de Yrigoyen hasta las escandalosas operaciones de compra de hidrocarburos de Julio De Vido.

Por último, la demagogia radical no sólo procedió a anular los contratos, sino que sometió a los protagonistas de la política petrolera desarrollista (Arturo Frondizi, Rogelio Frigerio y Arturo Sábato) a que los interpelara una canallesca Comisión Parlamentaria Investigadora, una farsa pródiga en denuncias absurdas, concebida con el único fin de obtener rédito político de la inveterada incomprensión que toda la ideología progresista argentina tuvo y tiene sobre los problemas económicos en general, y la inversión extranjera y el petróleo en particular.