Frigerio
Rogelio Frigerio, el padre del desarrollismo

En una edición especial, con motivo de de conmemorarse los 57 años del lanzamiento de la «Batalla del petróleo», decidimos publicar una «entrevista» a Rogelio J. Frigerio. La misma es el resultado de la selección y compilación de diversos fragmentos de entrevistas en las que explicó los detalles de la política energética desarrollista y el logro del autoabastecimiento petrolero.

PARTE 1 | DE LA IMPORTACIÓN AL AUTOABASTECIMIENTO

Transcurrieron ya varios años desde la firma de aquellos contratos, ¿cuánto hay de cierto en todo lo expuesto? ¿En qué benefició y en qué perjudicó al país la firma de aquellos contratos? ¿Hubo entrega del subsuelo argentino a los monopolios extranjeros? (1)

En primer lugar, lo cierto e incontrastable es el hecho que logramos el autoabastecimiento petrolero con una velocidad inédita, ciertamente en la Argentina y supongo que en el mundo, por el ritmo de expansión productiva. La importación de combustibles era entonces una enorme hipoteca sobre la economía argentina, pues el país estaba sometido a comprar en el exterior entre el 60 y el 70 por ciento de su consumo, lo que significaba una gabela del orden de los 300 millones de dólares anuales, que es una colosal cifra hoy mismo y que lo era mucho más en los años ’50, por la depreciación que ha sufrido la divisa (2). Era un despropósito atroz soportar ese costo cuando los argentinos estábamos parados sobre yacimientos capaces de eliminar por completo esas importaciones, como nuestra política demostró con insólita rapidez.

A ese beneficio inmediato que obtuvo el país desde el punto de vista del comercio externo y la balanza de pagos, se debe sumar la ventaja decisiva de que el autoabastecimiento se conquistó con trabajo y salarios para obreros argentinos, con ganancias para empresas nacionales ligadas a la explotación petrolera, con el poblamiento de zonas y regiones inhóspitas, antes virtualmente desiertas. Y con el aflujo de equipos productivos y de capitales de los que carecíamos y que vinieron a radicarse en el país. Ventajas de la mayor relevancia, a las que debe añadirse el saneamiento financiero de YPF, que además pudo multiplicar su propia producción.

Así se benefició el país, sus obreros y sus empresarios, y la comunidad nacional avanzó sobre regiones casi extrañadas del dominio efectivo del país (Tierra del Fuego, por ejemplo, multiplicó por ciento su presupuesto a partir de las explotaciones petroleras en esa época); pero también hay que identificar a quienes perdieron con esa política para tener el cuadro completo,  lo que dará más de una pista sobre quienes conspiraban contra nuestro gobierno y quienes ganaron con la anulación de los contratos petroleros por los radicales.

El cartel de corporaciones petroleras que obtenía, en los países árabes, rendimientos por pozo cien o doscientas veces superior a los niveles de extracción nacionales (pagando regalías insólitamente baratas, como se vería con el boom petrolero de los años ’70); el mismo cartel que trasladaba crudo a los puntos de destino, como la Argentina, en flotas propias, cubiertos por sus propios seguros; estas corporaciones perdieron un negocio de 200 millones de dólares anuales y los operadores vieron caer también las comisiones que se reconocen habitualmente en este comercio, mientras que esto no ocurre con las inversiones ni con las actividades productivas.

¿Fue auténtico el autoabastecimiento? Además ¿se aceleró la producción sobre la base de reservas que ya existían?  (3)

Vale la pena aclarar el interrogante en todo su contexto. El autoabastecimienro se logró en forma prácticamente total. A fines de 1962 la producción diaria era superior al consumo. Por lo demás se habla de autoabastecimiento cuando la balanza se equilibra, cuando lo que se adquiere y lo que se vende no arroja un déficit. En ese sentido el país logró el auroabastecimienro. En decir, el equivalente de lo que teníamos que adquirir en ciertos cortes lo’podíamos exportar en otros tipos de crudo.

Con respecto a la posibilidad de explorar ya la inconveniencia de hacer una explotación proficua e intensiva del petróleo, creo que hay una concepción inexacta que se ha difundido en el país, no siempre honradamente. Al respecto quiero decir ésto: los técnicos de YPF que diagnosticaron las existencias durante el gobierno de Frondizi, que no tenían nada que ver con las que después se publicitaron, son técnicos de la institución, forman parte de su personal estable. En este sentido, podemos decir que sus conclusiones eran conclusiones de YPF. Y en ese momento la existencia de reservas permitía su utilización durante 25 a 30 años de desarrollo económico. En cuanto a la explotación irracional, baste decir esto: después de dos décadas los yacimientos siguen produciendo cantidades importantes de petróleo con declinaciones absolutamente normales en esa industria.

¿Usted recuerda, Frigerio, a cuánto estaba el precio del petróleo en el momento en que ustedes realizaron esa política y a cuánto le vendían las empresas el petróleo a YPF? (3)

En término medio el precio que obtenían las empresas por los contratos estaba siempre por debajo de la mitad del costo internacional. Además, téngase en cuenta que no se pagaba en divisas, sino que se pagaba en pesos moneda nacional.

Cada uno de los contratos es susceptible de ser examinado independientemente. Hay bastantes diferencias entre ellos por el tipo de área y por el hecho de que en algunos casos se entregaba una estructura petrolífera ya trabajada, y en otros la empresa tenía que hacer previamente inversiones cuantiosas. Pero, al efecto de la pregunta, baste decir que el costo de YPF estuvo siempre debajo de la mitad del costo internacional.

Entonces ¿cómo explica que las compañías petroleras se avinieran a firmar los contratos?  (1)

Hay una explicación muy clara; que no es sólo teórica, ya que nosotros la experimentamos. Pero antes quiero subrayarle aun más, que el mejor negocio para las compañías es vendernos el petróleo que extraen en otros países. Sobre un pozo de petróleo en la Argentina hay que poner la misma cantidad de plata que sobre otro en Arabia Saudita; en cambio son distintos los resultados, ya que en la Árgentina se obtiene una producción media diaria de 10 metros cúbicos por pozo y en Arabia Saudita hay pozos de 500, 1000, 2000, Y hasta más metros cúbicos de producción diaria. Es decir, en este último caso la inversión tiene una rentabilidad astronómicamente mayor.

No obstante, lo que es conveniente para las compañías monopólicas, que operan a escala transnacíonal, puede no serlo para las naciones. A nosotros no nos conviene importar ese petróleo que se extrae a bajo costo y que se vende a precio de cartel, nos conviene sacar nuestro propio petróleo. En este, y en los otros rubros que le mencionaba recién, nos conviene ahorrar esas divisas y utilizarlas para elevar nuestro equipamiento y nuestro desarrollo, y nos conviene hacer Ja producción aquí, dando trabajo a los obreros argentinos y creando una inmensa gama de actividades secundarias que movilizan a más obreros y también a empresarios argentinos.

El mejor negocio para las compañías es vendernos el petróleo que extraen en otros países

¿Por qué, a pesar de ello, las compañías vinieron a sacar nuestro petróleo? Porque nosotros teníamos objetivos claros y negociamos en función del interés nacional. El monopolio no es una unidad, es un sistema de unidades que funcionan coherentemente en conjunto pero que no puede eliminar contradicciones internas y contradicciones entre el interés del conjunto y el de tal o cual compañía que lo integra. En los primeros sondeos encontramos una actitud negativa. Entonces iniciamos negociaciones con compañías marginales, de menor dimensión y más dispuestas a hacer negocios fuera de lo convencional entre ellas. Así logramos los primeros contratos, y las compañías grandes, cuando vieron que de todos modos sacaríamos el petróleo, no quisieron quedarse al margen del negocio.

Nuestra experiencia es muy aleccionadora en cuanto a que al monopolio, que es una realidad de la economía contemporánea, no se lo puede negar. Sería como negar la ley de gravedad. De lo que se trata es de negociar con firmeza, con lealtad hacia la Nación y con claridad en los objetivos. Y de eso pueden obtenerse sólidos avances en el terreno de la liberación nacional. El mantenimiento de los esquemas tradicionales, sea en la forma de aislacionismo populista o sea en la forma de espontaneísmo liberal, no hace sino acentuar el subdesarrollo y la dependencia.


PARTE 2 | FUNDAMENTO DOCTRINARIO DE LA BATALLA DEL PETRÓLEO

¿Hubo un proceso de aprendizaje desde el momento en el cual plantean la cuestión electoral  hasta que llegan al gobierno (Ejemplo: el tan mentado caso de Política y Petróleo vs. la política petrolera)? (3)

Rogelio Frigerio 2

Su pregunta es ambivalente y requeriría, quizá, algún otro interlocutor que el muy modesto que está delante suyo. Pero, sobre todo, la pregunta es más espectacular que otra cosa, por que si se releen los veinte discursos pre-electorales del candidato  presidente Frondizi, encontrará la totalidad de las respuestas a estos problemas, inclusive el del petróleo. El problema del petróleo era muy grave, y usted hace muy bien en explicitarlo  porque la Argentina invertía la tercera parte de su capacidad de compra en el exterior en adquirir petróleo, que los argentinos teníamos debajo de los pies, que seguimos teniendo, en realidad, a pesar de estar comprando en forma mucho más injustificada en este momento el  del consumo, de un consumo modestísimo en virtud de la contracción de la actividad económica argentina.

Nosotros planteamos el problema enfrentando inclusive criterios anteriores; y éste es uno de los elementos que mueven a la mayor admiración del presidente Frondizi, porque creo que lo más difícil en un hombre público es ser capaz de avanzar sobre los propios cadáveres ideológicos. Nosotros tuvimos desencuentros incluso con el partido del gobierno que estaba en la actitud del “petróleo para YPF”, que se hacía equivaler a “petróleo para los argentinos” . El petróleo tiene que ser para los argentinos y para el desarrollo nacional, para transformar este país en uno que sirva de base material a muchos millones de compatriotas. Pero, justamente, para lograr este objetivo, es indispensable romper la rutina burocrática es decir, es indispensable cambiar la concepción, Nosotros nos preguntábamos: ¿nos hace más nación comprar combustible en el exterior u obtener el aporte de capital y de actividad empresaria extranjeros para sustituir esas importaciones por producción nacional? Nos hacemos nación, infinitamente más soberanos, independientes, produciéndolo acá.

En su momento se dijo que los contratos petroleros celebrados durante el gobierno de Frondizi fueron una consecuencia del pacto con Perón… (1)

Los acuerdos con Perón se hicieron a la luz del día. Todo lo que le expuse en Caracas y él juzgó aceptable había sido ya públicamente expuesto por nosotros, incluido el tema del petróleo. Por otra parte lo esencial es que, como lo ha demostrado la experiencia, nuestra política petrolera fue la más conveniente para el país y todavía sigue señalando el camino de lo que hay que hacer para recuperar el autoabastecimiento que nosotros habíamos alcanzado y que el gobierno radical hizo perder con la anulación de los contratos.

Lo más difícil en un hombre público es ser capaz de avanzar sobre los propios cadáveres ideológicos

El petróleo fue, justamente, uno de los temas en los que  pusimos más fundamento teórico, más respaldo doctrinario. Uno de los temas en los que teníamos una posición tan orgánica como original en la Argentina. Lo que hicimos mal podía provenir de una imposición o de un compromiso externo a nuestras convicciones.

Usted recordará que habíamos acuñado una fórmula: «Carne + petróleo = acero», con lo que queríamos señalar que en nuestra concepción del desarrollo y la revolución nacional, todos los recursos de los que disponía la nación debían utilizarse para la expansión horizontal y vertical de la economía. Vertical, en el sentido de integrar la producción desde las industrias de base, las industrias de mayor capacidad reproductiva; y horizontal, o espacial, en el sentido de extender el crecimiento a todas las regiones.

Las dos direcciones del crecimiento implican para nosotros la posibilidad de una efectiva independencia nacional, en cuanto suprimen la vulnerabilidad del sector externo determinada por la necesidad de importar bienes críticos que cada vez nos resulta más difícil pagar; e implican la elevación social del pueblo, en tanto sólo una mayor producción permite elevar el salario real y brindar educación, asistencia sanitaria y esparcimientos sin discriminaciones. y sin discriminaciones es también brindar esa elevación social en toda la geografía nacional. No debe haber ciudadanos de primera clase que viven en Buenos Aires y en pocas ciudades de provincia y ciudadanos de segunda clase que viven en vastas zonas del interior, tremendamente postergadas.

Para eso tenía que servir el petróleo y el petróleo no sirve a esos fines si permanece sumergido en las estructuras geológicas. Hay que sacarlo a la superficie, lo cual requiere capital y organización empresaria de la que no disponemos. Es decir, carecemos de los factores indispensables para que el trabajo humano realice el prodigio de convertir al petróleo yacente en el subsuelo en un bien dotado de valor económico, en una palanca efectiva de elevación nacional y social. Eso era lo esencial, lo efectivamente liberador, y encaramos su realización enfrentando tanto á la estupidez ideológica como a los intereses espurios atados a la importación y la dependencia

Rogelio Frigerio 3


PARTE 3 |  LA COMISIÓN INVESTIGADORA Y ANULACIÓN de LOS CONTRATOS

Una de las criticas, por aquellos años, suponía un gran negocio derivado de fabulosas comisiones de las compañías petroleras a los gestores y usted mismo tuvo que declarar ante una Comisión Investigadora del Congreso de la Nación… (1)

Efectivamente, se dijo eso y se dijeron muchas cosas más. Nosotros tocamos un tema tabú y era inevitable, y lo sabíamos, que íbamos a chocar con los prejuicios ideológicos y con !a infamia. Y así fue, se nos vinieron encima los lobos de los que con tanta honradez intelectual y con tanto cariño me había advertido Scalabrini Ortiz (5).

Pero si nosotros no hacíamos lo que hicimos hubiéramos militado en el campo de la contrarrevolución. No habíamos enfrentado a toda la política tradicional durante el período de la llamada Revoluci6n Libertadora pensando que después nos iban a tirar con flores. Eramos y somos políticos revolucionarios dispuestos a correr todos los riesgos en la lucha por nuestras convicciones.

La calumnia es uno de esos riesgos. Y lo asumimos desde un primer momento. Cuando fui a pedirle que nos acompañara a Arturo Sábato, que después sería delegado personal del presidente de la República en YPF, le dije muy clara y francamente: «Vení a trabajar con nosotros si estás dispuesto a que te digan agente comunista internacional, agente imperialista yanki ladrón público; ven si estás dispuesto a tirar la honra a los perros, porque la tarea que vamos a realizares indispensable para la grandeza de la Nación«.

En el momento en que nosotros lanzamos la política petrolera contrariamos todo lo que rutinariamente se había estado haciendo y, como es obvio, no podíamos exhibir resultados. Había campo fértil para el error ideológico del nacionalismo a medias, que consiste en no advertir que lo esencial es que los fines sean nacionales -en este caso el autoabastecimiento- y que pueden no ser nacionales los medios, los instrumentos, para conseguir esos fines irrenunciables. Y había campo fértil para la calumnia. Los argumentos lanzados por los intereses de la importación podían prender en mucha gente de buena fe, que inconscientemente contrariaba el interés del país. Pero mantener esas acusaciones en 1964, cuando los resultados estaban a la vista, fue realmente una infamia.

No sólo demostramos la conveniencia y la corrección de nuestra política, sino que denunciamos la pérdida del autoabastecimiento derivada de la anulación de los contratos.

Sólo podían estar en eso las personas vinculadas al negocio de la importación y los que anteponían los intereses del comité a cualquier otra consideración, los que conscientemente hacían un daño al país. Yo los miré a la cara de cerca a esos acusadores; vi las expresiones de sus rostros y vi sus miradas, porque, como usted recuerda, concurrí a la Comisión Investigadora. Era inocultable que esos señores estaban representando una farsa. Una farsa cruel. No sólo porque pretendían destruirnos moral y políticamente a Sábato, a Frondizi y a mí, ya que los tres asumimos expresamente toda la responsabilidad emergente de los contratos, sino también porque era una farsa orientada a destruir algo que se había construido en bien de la República.

Era evidente que el interrogatorio que me hicieron no perseguía averiguar la verdad, sino hacer el escándalo. Me hacían preguntas pensando en lo que saldría en los diarios y no en esclarecer los hechos. Fue algo lamentable. Formulaban acusaciones sin fundamentos, yo contestaba de manera terminante y ellos saltaban a otro punto sin inmutarse ya veces volvían a preguntar algo que yo ya había contestado hasta el hartazgo.

Con todo, nosotros quisimos en ese momento que se formara la Comisión Investigadora Parlamentaria. Sabíamos que de todos modos esa era la forma en que quedaría en evidencia la limpieza con la que habíamos procedido. Por otra parte no teníamos otro camino, ya que frente a la montaña de calumnias que se lanzaba contra nosotros no podíamos publicar una línea en los diarios para defendernos. Y, efectivamente, en esa Comisión, de acusados nos convertimos en acusadores; no sólo demostramos la conveniencia y la corrección de nuestra política, sino que denunciamos la pérdida del autoabastecimiento derivada de la anulación de los contratos. Ellos, pese a todo el escándalo quedaron al descubierto y no han purgado el crimen de haber hecho que el país volviera a importar ingentes cantidades de petróleo.

Las empresas extranjeras participantes en los contratos recobraron parcialmente sus inversiones: hicieron un pingüe negocio cuando el gobierno radical anuló esas contrataciones, pues se les debió compensa innecesariamente por las inversiones sujetas al riesgo minero; indemnizaciones que se están pagando todavía. Eso es lo que debió investigarse. Eso es lo que explica muchas cosas que parecen inexplicables. Esto explica que al día de hoy el país hace todo lo contrario de lo que debiera hacer no sólo en materia de petróleo sino en otros rubros fundamentales. Para comprender muchas cosas basta con ver las cifras de nuestro comercio exterior. Allí se ve claramente que entre petróleo, carbón, siderurgia, petroquímica, química pesada, celulosa y papel, el país gasta las tres cuartas partes de lo que obtiene por sus exportaciones. Ahí hay fabulosos negocios y comisiones. Y allí está el interés de las grandes corporaciones, de los grupos monopólicos que quieren mantenemos dependientes del abasto externo de esos productos críticos.

Me llama la atención que cite conjuntamente, como ejemplo “clásico” en el contexto de la guerra psicológica, la batalla del petróleo y la enseñanza libre. ¿Tienen alguna conexión? (4)

Son dos temas que se complementan para demostrar cómo ajustábamos la efectividad en las tareas de gobierno y la táctica política para cumplir nuestros propósitos más profundos, como eran tanto el autoabastecimiento petrolero como la implantación de la enseñanza libre.

La puesta en marcha de la estrategia con la que conseguimos el autoabastecimiento petrolero fue y sigue siendo un modelo de eficacia, como que en 40 meses logramos una meta que no se había conquistado en el medio siglo precedente, y que después de perdida con la anulación de los contratos petroleros por el gobierno radical, no se ha recuperado nunca. A partir de nuestra elaboración conceptual, sabíamos que era imprescindible reclutar la colaboración del capital privado y de la inversión extranjera; así como sabíamos que esto levantaría una ola de oposición desde todos los sectores del arco político. Empezamos a trabajar en las negociaciones inmediatamente después del triunfo electoral.

Un caso singular, por cierto, fue el aguzamiento de la capacidad de negociación del Estado nacional con compañías de alcance mundial. Todos estos puntos iniciales se completaron en menos de 60 días, superando todas las trabas burocráticas. Inclusive la resolución administrativa de la cuestión fue drástica. El Poder Ejecutivo asumió la conducción de Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Arturo Sábato tomó el liderazgo de YPF como delegado personal del Presidente y la operación concreta quedó en el área a mi cargo. Las formas se adecuaron a la rapidez y el vigor en las determinaciones que eran precisos para encarar lo que habíamos calificado como primera prioridad, poniendo en práctica un criterio que es válido para toda acción de gobierno: las cuestiones decisivas deben asumirse de manera tajante desde el más alto nivel. A los seis meses los contratos estaban en operación, a pesar de que habíamos empezado de cero pues ni siquiera había equipos productivos en el país.

Con ese impulso inicial pudimos desbordar el enfrentamiento despiadado que descontábamos que íbamos a padecer, expresivo de la incomprensión de los problemas por parte de las dirigencias y de su atadura a prejuicios ideológicos. Lamentablemente estos preconceptos adversos al interés nacional le hicieron el juego a los beneficiarios de la importación con la política del Partido Radical -que sus más conspicuos representantes aún sostienen contumazmente- favoreciendo un desmedro para el país que todavía se prolonga.


PARTE 4 |  VIGENCIA DE LA POLÍTICA DESARROLLISTA

En un eventual gobierno del MID, ¿firmaría nuevos contratos petroleros? (4)

Sí, por supuesto. Reivindicamos hoy, como es obvio, aquella exitosa política. Y bregamos por volver a aplicarla en beneficio del país, naturalmente que ajustada a las circunstancias actuales, mucho más propicias que las que tuvimos que remontar en nuestra experiencia.

En primer término, por el avance político que ha logrado nuestra concepción. La victoria absoluta que logramos en el debate sobre aquellos contratos petroleros y en la discusión acerca de la participación de los capitales extranjeros en el desarrollo nacional está ya capitalizada a favor del país, a pesar de la resistencia de muchos dirigentes políticos a aceptarla. Que haya radicales todavía encerrados en esa óptica de comité que posterga los intereses nacionales, en aras del palabrerío en las tribunas partidarias; que haya aún peronistas entregados al antiimperialismo verbal e inclinados al estatismo, contradictorio con las necesidades verdaderas del país; que los liberales hayan coincidido de hecho con la política de obturar los pozos petroleros en el país, favoreciendo la importación; nada de esto oculta que hay en la Argentina un abrumador consenso acerca del éxito y la factibilidad de nuestra política. Más aun, las presentes condiciones hacen que aquella estrategia probada en 1958 deba aplicarse con toda urgencia. La importación sigue gravitando en nuestro balance externo, a pesar de que la magnitud y la prolongación del receso económico han restringido severamente las necesidades de combustibles, que serían mucho mayores en un contexto de reactivación y de desarrollo. Y el encarecimiento  mundial del petróleo hace al mismo tiempo más evidente este desmedro y más accesible económicamente la explotación de nuestros recursos. A la vez, el descubrimiento de enormes reservas de gas -equivalentes hasta ahora a 60 o 70 años en la curva de consumo actual- permite trazar un plan muy pujante de utilización de este combustible e insumo industrial privilegiado.

Le devuelvo entonces la pregunta: ¿cómo no vamos a postular esa política probadamente eficaz para potenciar estos recursos, que se pondrían a disposición de la comunidad nacional a poco que comenzara un serio proceso de inversión?

Frondizi y Frigerio


Fotos: Facebook Rogelio Frigerio

(1) Fanor Díaz. «Conversaciones con Rogelio Frigerio» (Ed. Hachette, 1977)

(2) Teniendo en cuenta la pérdida del poder adquisitivo de la moneda estadounidense, actualmente equivaldría a 2.500 millones de dólares, aproximadamente. Considerando la evolución de la cotización del crudo, ese mismo volumen de petróleo hoy costaría alrededor de 5.000 millones de dólares.

(3) Juan Carlos de Pablo. «La economía que yo hice» (Ed. Cronista Comercial, 1980)

(4) Alberto Amato. «Cuando fuimos gobierno» (Ed. Paidós, 1983)

(5) Cuenta Rogelio Frigerio en sus «Conversaciones…» con Fanor Díaz, que Scalabrini Ortiz, al conocer la política petrolera que iban a implementar, le advirtió: «Lo que usted va a hacer es lo que el país necesita que se haga, pero lo van a comer los lobos. No lo haga, por favor, Frigerio, porque del aislamiento en que va a caer no lo podrá rescatar nadie»

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