Palabras de cierre del Director Académico de la Usina Desarrollista, Guillermo Ariza, en la Jornada «Revolución 4.0 -Desafíos para una agenda de desarrollo nacional»
«Evidentemente, como se repasó a lo largo de esta jornada, hay un abanico muy amplio de desafíos planteado por el impetuoso e indetenible avance de la tecnología.
La mirada positiva, es que existen herramientas intelectuales y políticas para aprovecharlo en beneficio del conjunto de la humanidad. No es que nos esté llevando por delante un conjunto de fenómenos que nos eliminan como protagonistas, como pretende cierta mirada acrítica. Y la prueba de ello es hoy que nos estamos juntando a analizar y objetivar estas cuestiones.
Los partidos políticos fracasaron en procesar estas novedades al no renovar su formato clientelar, que viene del siglo XIX. Pero esto obliga a plantear un cambio, no sólo a declarar un fracaso. El debate sobre la organización corre paralelo con el del aprovechamiento de las tecnologías participativas en la política.
Individualmente podemos ignorar y hasta rechazar lo que bien se puede denominar un entorno crecientemente digitalizado (que convive con la pobreza, apuntemos), y “dejarse llevar”, pero como comunidad empieza a funcionar una inteligencia colectiva que no tiene nada de artificial y la posibilidad de una construcción que implique adaptarse, aprovechar, extender e incluir con la aplicación de las nuevas tecnologías.
Y acá la batalla educativa es fundamental, aunque tengamos una escuela en crisis, pedagógicamente estancada, que funciona como contenedor social a medias y capacita realmente poco para una inserción social completa. Quizás haya que fomentar formas educativas paralelas a la escuela. Antes de concentrar el esfuerzo en transformar la escuela repitiendo lo que ya no sirve como modo de aprendizaje. De hecho, deberíamos evaluar cuanto enseña hoy la escuela y cuanto el entorno social, el duro aprendizaje de la calle.
Lo digo en términos de interrogación provocativa, si no deberíamos hacer con las escuelas algo así como ocurrió con la experiencia histórica del desarrollismo en 1958 cuando se hicieron los contratos petroleros, que no impidieron sino que ayudaron a que YPF duplicara su propia producción, por emulación y comparación. La anquilosada petrolera estatal mejoró con el contacto e intercambio con sus contratistas. Otro tanto sucedió cuando se estableció la enseñanza libre, que amplió la oferta educativa universitaria con iniciativas privadas, no sólo confesionales, que a su vez ayudó a mejorar la universidad pública, porque con medidas movilizadoras empieza una interacción, una dialéctica fecunda que en lugar de retroceder nos impone más y mejores opciones nuevas.
Si el principal problema de la Argentina hoy es la marginalidad, ese tercio de la población que en diversos grados de carencia está lejos de una ciudadanía plena, quizás todo este arsenal de opciones de comunicación, de acción, de organización, que hoy existen nos permita plantearnos estos desafíos con modelos que no están escritos. Hay que ir a descubrirlos.
Y en esa línea sugiero que quizás el nuevo rol de los partidos políticos sea fecundar esto. Por lo pronto estoy muy contento que eventos como éste se hagan en el marco de la usina. Me parece muy oportuno trabajar en una dirección de marcha creativa, aunque debo reconocer que no lo veía con toda claridad en su potencial, porque estoy un poquito en alerta con la parafernalia de la tecnología y sus adoradores acríticos, que sostienen que “esto nos pasa por arriba y lo único que hay que hacer es sumarse”. Le temo a las poses de moda, que terminan siendo una actuación, o más bien un simulacro, que se toma hoy y se reemplaza luego por otra novedad.
No hay que tener una actitud ingenua ante la tecnología, sino bien atenta, porque además no viene libre de riesgos, ni nos llega sin dueños y patrones de comportamiento incorporados, que no siempre promueven activas solidaridades comunitarias.
Pero aun así es la opción más favorable. La opción de transformación que tenemos hoy y la posibilidad de resolver de un modo aun ignorado el grave problema de integración social que se nos plantea. Quizás todos esos chicos que dejan la escuela (en el secundario, la mayoría que abandona son varones), tienen no obstante una iniciación aunque sea primaria a las tecnologías de comunicación y quizás ahí este una oportunidad para que se sumen a tareas socialmente útiles, porque hay que despojarse de la idea del trabajo remunerado, sindicalizado, porque este no articula ya a toda la sociedad. Hay que poner el ojo del análisis y el eje de la acción allí donde está el problema. Y creo que las herramientas disponibles son formidables. Lo que está atrasado son nuestras estructuras mentales pero ya reconociendo que hay un problema nos acercamos al camino de la solución.
Cuando Frigerio escribió en el año 87 su último libro Ciencia Tecnología y Futuro insistía en que había “un camino nacional al siglo XXI”. Sostenía que había que incorporar toda la tecnología posible, pero que había que darle un marco nacional porque nadie iba a venir a ocuparse de nuestros pobres y esto lo decía cuando no estaba la fractura social en el punto que esta hoy.
Ahora el desafío de integración social es infinitamente más grande en términos cuantitativos pero invariablemente pasa por asumir que estamos todos dentro del mismo territorio, somos parte de una comunidad concreta, aunque sea desigual e inequitativa. Si bien en un sentido general somos miembros del género humano, está claro que tenemos una responsabilidad primaria sobre nuestro prójimo, nuestros compatriotas, de los cuales una porción muy alta esta carenciada de diversos bienes materiales, culturales, sociales. Pero aquí está y no forma parte de otro conjunto social sino del nuestro, aunque la dirigencia política actúe como si no existiera más que como campo de maniobras clientelares.
Y en consecuencia, y esta es la síntesis que quiero dejarles, hay que convertir la dificultad en el campo del desafío, en el campo de acción y esto sí que es hoy más fácil que en los siglos anteriores gracias a la tecnología y la más formidable acumulación de conocimientos y recursos que haya generado la historia humana. En fin, aquí y ahora, transitar y construir un proyecto de Nación que albergue a todos.»