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Fernando Vilella fue el primero que propuso convertir a Argentina en «el supermercado del mundo». Su propuesta tiene implícita una crítica: el país es exportador de alimentos, pero para animales no para humanos. China o Vietnam compran las materias primas argentinas y le agregan valor, advierte Vilella, director del Programa de Bioeconomía de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA), de la que fue decano durante ocho años. «La transformación de Argentina en un país que exporte alimentos para humanos es un salto cualitativo enorme», destaca en entrevista con Visión Desarrollista, en la que subraya la importancia de la economía del conocimiento, el turismo y la bioeconomía. Un modelo de desarrollo para Argentina, asegura, tiene que incorporar el conocimiento en todos los sectores, ya sea el campo, la industria o los servicios, y para eso considera fundamental una educación de calidad y mejorar la conectividad.

¿Cómo ves el futuro del sector de la producción de alimentos en Argentina?

El país hoy vende alimentos para animales, no para humanos. El 63% del maíz se exporta como grano y el 60% de la soja, como harina. Ambos se usan como alimento de animales en otros países, que son los que hacen el agregado de valor. La transformación de Argentina en un país que exporte alimentos para humanos es un salto cualitativo enorme. Hoy existe un mercado que está dispuesto a comprar estos productos, algo que no pasaba en los sesenta y los setenta. Cuando comencé a estudiar en la universidad, el problema era que Europa tenía abarrotados los depósitos de todo tipo de productos y faltaba demanda. Ahora es al revés: cientos de millones de asiáticos pasaron de ser pobres rurales a clase media urbana y eso cambió el contexto global.

¿Por qué Argentina no pudo dar el salto a productor de alimentos para humanos?

Porque no hay condiciones que fomenten las inversiones. ¿Quién va invertir en un país que cada diez minutos cambia las reglas del juego? ¿O que el día de mañana dice que no se puede exportar más un producto, como pasó con la carne? Estas señales acumuladas en el tiempo generan una situación en la que nadie quiere hundir capital para agregar valor. También se necesitan acuerdos de libre comercio. Los arándanos y las cerezas de Argentina pagan entre el 15% y 30% de arancel para entrar a China. Si van desde Chile o Perú, pagan cero.

En algún momento se planteó de que Argentina podía ser el «supermercado del mundo», ¿es un modelo deseable para el país?

Esa frase es mía. La dije hace unos años, me la robaron y no me dieron regalías [se ríe]. El concepto es el agregado de valor. Pero tenemos que tener claras algunas cosas. Argentina no va a poder competir con los productos de valor bajo del supermercado. No va a ser competitiva con la producción de fideos baratos porque tiene problemas impositivos, logísticos y de energía que lo impiden. Por eso tiene que apuntar a una producción diferenciada, premium, boutique.

¿Cómo podría aprovechar Argentina este segmento?

La sidra artesanal es un buen ejemplo. Argentina no va a poder competir con una sidra estándar porque la botella es más cara y el transporte desde el valle [de Río Negro] hasta el puerto cuesta más que desde el puerto hasta Asia. Con la logística estamos muy complicados. Pero si un porcentaje pequeño de la población china se interesa por la sidra premium, es una oportunidad. El 0,1% de la población equivale a un millón de personas. El valor agregado no es solo transformar la manzana en sidra, sino en una sidra de calidad con una historia y una certificación. La diferencia entre una sidra estándar y una premium no está solo en la química, sino en la historia que hay detrás. En las manzanas que se produjeron bajo un cielo azul patagónico y con agua de deshielo de los Andes. No es solo la sidra, es toda la experiencia.

¿Considerás que Argentina puede plantear un modelo de desarrollo que se base fundamentalmente en los recursos naturales?

¿De qué hablamos cuando hablamos de recursos naturales? ¿Del litio o de la batería de litio? ¿Del grano de maíz o del etanol? Esas simplificaciones no tienen nada que ver con la complejidad del mundo actual. No son lo mismo 10 kilos de manzana en una feria de Buenos Aires que una sidra premium en el mercado mundial. ¿Cómo cuenta el conocimiento incorporado? El recurso más importante es la cabeza de la gente. Por otro lado, si dependés de un recurso natural como el litio o Vaca Muerta, un día cambia la tecnología y no sirve más. La edad de piedra terminó antes de que se acabaran las piedras. Con el petróleo va a pasar lo mismo. En cambio, Vaca Viva va a tener más trayecto para adelante que Vaca Muerta. Vaca Viva es la bioeconomía, el agregado de valor.

¿Existe algún país que se base en la bioeconomía?

Sí, hay 40 países basados en bioeconomía. Es cierto que son países chicos y la mayor parte de ellos son europeos. La bioeconomía se puede pensar junto con la economía del conocimiento. Ambas requieren gente mejor preparada, un sistema educativo actualizado y un Estado facilitador, presente y moderno. Un modelo de desarrollo para Argentina tiene que incorporar el conocimiento en todos los sectores, ya sea el campo, la industria o los servicios. Para eso se debe reconfigurar el sistema educativo, que está totalmente perimido, en especial en la escuela media y la universidad. El otro tema es la conectividad, que es hoy lo que fueron en su momento el ferrocarril y el telégrafo. El que no tiene conectividad no se educa. Y el sistema productivo necesita conectividad para incorporar nuevas tecnologías.

¿Es un modelo viable para un país del tamaño de Argentina?

No solo eso, sino que puede servir para generar un proyecto de país más equitativo del punto de vista territorial. Hay tres actividades que encontrás en toda Argentina: economía del conocimiento, bioeconomía y turismo. Esto incluye las industrias culturales, que es la llamada economía naranja. La economía del conocimiento exporta actualmente 6.000 millones de dólares al año y podría exportar más con pocas mejoras que tienen que ver con el marco regulatorio.

Señalaste la importancia que ganó China en las últimas décadas. ¿Es posible que Argentina deje de exportarle alimentos para animales y venda producción con valor agregado?

China está atravesando en este momento una problemática muy fuerte. Hace más de dos años con que está lidiando con la peste porcina africana, una enfermedad viral mortal. El número de cerdos en el país se redujo un 25% y China tiene que abastecerse ahora de 10 millones de cerdos al año desde otros el exterior. Son 20 millones de toneladas de carne. Para que tomen una dimensión, el comercio internacional de todas las carnes el año pasado fue de 29 millones de toneladas.

Por eso comenzó a hablarse de instalar granjas de cerdos chinas en Argentina. ¿De qué depende que finalmente se radiquen?

Son inversiones de miles de millones de dólares y que generarán miles de puestos de trabajo. Cada madre para armar una granja cuesta entre 7.000 y 10.000 dólares, por lo tanto, una granja con mil madres es una inversión de 10 millones de dólares. Y en el mundo esa granja es una PyME. ¿Pondrías esa inversión en un criadero de cerdos en Argentina? Eso requiere un entorno amigable y que no estemos cambiando las reglas de juego cada diez minutos. Ese es el tema central. Argentina tiene una ventana de oportunidad.

¿Cómo es el mercado de alimentos premium en China?

En China hay 600 millones de personas que viven en ciudades y constituyen la clase media más grande del mundo. Tienen un poder de compra equivalente al conjunto de la clase media de EEUU. Esa clase media es la que va a comprar Mercedes Benz, joyería y marcas en el futuro. En China hay una fecha paradigmática, el día del soltero. Es el 11 de noviembre (el 1-11). Ese día se hacen regalos para no estar solos, regalos premium. Es el día de mayor consumo global. El año pasado se compraron regalos por 30.000 millones de dólares y el 90% fue por internet, por Alibaba. En 2018, a las dos de la mañana ya se habían agotado los langostinos congelados argentinos y a las tres de la mañana, ya no había más vino malbec. Es decir, había demanda para los productos argentinos premium, pero no logística para abastecer este mercado. En los últimos dos años Argentina empezó a armar plataformas para aprovechar estas oportunidades y adaptarse a esta demanda. Otro caso son las cerezas.

¿Es tan fuerte el consumo de cerezas en China?

Hay una nueva costumbre de regalarlas en año nuevo, que en general es a finales de enero o en febrero. En esa época del año no hay cerezas en el hemisferio norte. Tienen que importarlas desde el sur, esa es la oportunidad. Hay un debate entre los jóvenes de clases medias urbanas sobre si pueden regalar cerezas a fin de año o no, si tienen la capacidad económica para hacerlo.  Es un consumo aspiracional. Chile exportaba hace ocho años unos 60 millones de dólares de cerezas al año y en 2020 alcanzó los 1.200 millones de dólares de exportación.

¿Argentina también exporta cerezas a China?

Argentina creó un consorcio de exportación con todas las provincias que producen cerezas. Creo que fue una buena experiencia. Con esto empezaron a crecer en las exportaciones. Pero recordemos que Chile paga 0% de aranceles. Eso te cambia los números muy fuertemente. La cereza es un producto que se cosecha a mano y genera mucho empleo.

¿Qué otros países considerás que son relevantes para el futuro de Argentina?

La configuración del mundo que yo veo es un mundo con diversos focos de demanda, muy potenciado por Asia. China es un actor fundamental, se convirtió en el primer comprador mundial de vacuno, cerdo y pollo. Esto no va a cambiar en el corto plazo. Por otro lado, Vietnam es nuestro principal comprador de maíz y harina de soja, que usa para engordar cerdos y vender carne a China. Vietnam es un país que no estaba en el foco de nadie.

El modelo que proponés se basa en potenciar a sectores donde Argentina es muy competitivo. ¿Qué pasa con la industria que no lo es tanto?

¿Saben cuánto emplea la industria automotriz desde el taller hasta la concesionaria? Unas 96.000 personas. La cadena de las carnes ocupa 700.000 trabajadores. Y esto se agrava con la cuarta revolución industrial, que genera industrias cada vez más robotizadas. No digo que haya que sacar la industria automotriz, pero es un cuento que genera trabajo. Si querés, es estratégica y contribuye a que ciertos sectores con tecnología estén insertos en la matriz productiva, pero no genera trabajo.

¿Considerás que es necesaria la industria nacional?

Sí, es necesaria. Pero cuando mirás el mundo, la industria ya no representa lo mismo en términos de incorporación al trabajo que hace 30 años. Hoy lo dinámico son los servicios. Esto no quiere decir que no tenga que haber industria. De hecho, la transformación de la madera o del maíz son procesos industriales. La producción de animales está pensada como un proceso industrial. Lo importante es entender que no hay un solo sector que pueda salvar a Argentina, ni Vaca Muerta, ni el campo, ni la industria. Entiendo que muchas industrias en algunos lugares son las fuentes de trabajo y hay que preservarlas, lo que no me parece es que eso sirva de excusa para el retraso.

¿Se puede combinar una economía competitiva con una industria nacional importante en Argentina?

¿Por qué Alemania tiene uan industria que exporta  y también los mejores salarios para sus obreros? Porque la competitividad no se basa en pagar sueldos bajos, sino en la inversión en tecnología y el aumento de la productividad. Así, la mayor competitividad se queda, en parte, en el bolsillo del trabajador. Ese es el modelo. Y en Argentina hay buenos ejemplos que se puede hacer. La mayor exportadora de caramelos del mundo es Argentina [Arcor]. El mayor jugador mundial en caños para petróleo es argentino [Tenaris]. Necesitamos más casos así. Cien ejemplos de este tipo, que les demos las condiciones para que se internacionalicen. Brasil lo ha hecho en varios rubros, como los frigoríficos. Son jugadores globales de algo que ellos entendieron que era estratégico. En ese momento Argentina desvalorizaba la carne y la vio pasar. La indutria es importante y hace falta un Estado con una visión estratégica que piense en estas cuestiones. Aspiro a que Argentina sea un país con una industria de nivel global y que exporte al resto del mundo.