Ninguna empresa fabrica tantos caramelos en el mundo como Arcor. Un grupo de jóvenes la creó hace 70 años y hoy es la compañía alimenticia más importante de Argentina y la que exporta a más mercados. Sus marcas llegan a 120 países. Compite contra los gigantes del mundo y, en muchos lugares, les gana. Es un ejemplo de que las empresas argentinas pueden jugar en las grandes ligas si agregan valor industrial al campo. Esta es, además, otra historia de inmigrantes emprendedores.
Amos Pagani llegó de Italia en 1924 y se instaló en Arroyito, Córdoba, la ciudad que iba a dar el nombre a Arcor. Pagani era panadero y trabajó como empleado durante un año, hasta que pudo ahorrar y abrir dos panaderías propias. Diez años después decidió diversificarse y comenzó a fabricar caramelos de leche. El negocio creció y empezaron a trabajar en él sus tres hijos, Fulvio, Renzo y Elio. Los jóvenes fraccionaban las golosinas y galletitas que compraban a granel en Buenos Aires.
Por su actividad, los Pagani se relacionaban con otros fabricantes de golosinas del interior. En 1946 tomaron contacto con un grupo de inversores que quería instalar una fábrica de caramelos y galletitas en Sastre, provincia de Santa Fe. Los inversores le propusieron a Amos Pagani asociarse en el nuevo emprendimiento, que se llamó Sasort. Fue entonces cuando los Pagani conocieron a un gropo de jóvenes que habían sido contratados por Sasort: Mario Seveso, Enrique Brizio y Modesto Tito Maranzana. Seveso era mecánico; Brizio y Maranzana, viajantes. De ese encuentro iba a nacer Arcor, años más tarde.
La primera planta de Arcor se instaló en 1951 en Arroyito, que para entonces tenía 4.000 habitantes. Era una ciudad con limitaciones. La luz se cortaba a la madrugada y la producción en la fábrica se detnía. Por eso, muchas cajas de caramelo se armaban en las casas de las familias fundadoras, a la luz de las velas.
Para solucionar los cortes eléctricos, el mecánico del grupo, Mario Seveso, instaló un generador para trabajar las 24 horas. Por iniciativa de Fulvio Pagani se formó en 1955 la Cooperativa Eléctrica de Arroyito. También es una historia de pioneros.
Al principio, Arcor solo fabricaba caramelos. Empezó a elaborar chocolates un tiempo después. A finales de los años cincuenta la empresa lanzó campañas publicitarias en radio, cine y televisión. La primera fue la de Bocaditos Holanda. Por aquella época ya fabricaban 60.000 kilos diarios de golosinas. Un crecimiento exponencial: al inicio solo producían 5.000 kilos diarios.
De empresa familiar a multinacional
Arcor siempre miró al exterior con la idea de ganar mercados. Las primeras exportaciones fueron subproductos de glucosa que vendió en 1964 a Europa. En 1968 comenzó a exportar golosinas a EEUU. En la década de los setenta aceleró el crecimiento: abrió seis fábricas en Argentina, además de plantas en Paraguay, Uruguay, Chile y Brasil. En los noventa inauguró más fábricas, compró la firma de chocolate Águila Saint y abrió oficinas comerciales en EEUU.
La expansión nunca se detuvo y Arcor se convirtió en una multinacional especializada en alimentos de consumo masivo —golosinas, helados, alimentos, galletas y chocolates—, agronegocios y envases. Actualmente tiene 40 plantas y oficinas comerciales en América, Europa y Asia. En 2005 se asoció con la firma francesa Danone para crear Bagley, la mayor fabricante de galletitas de América Latina.
La lista de marcas de la empresa es larga: Arcor, Águila, Bagley, BC La Campagnola, Bon o Bon, Butter Toffees, Chocolinas, Cofler, Criollitas, La Campagnola, Topline, Rocklets, Saladix. En otras palabras, abrís cualquier alacena y está Arcor.
Bon o Bon es la marca de Arcor más popular fuera de Argentina y se adapta a los gustos locales. Se vende en países como Angola, Japón, China, Corea del Sur y Tailandia. En Asia se fabrica el Bon o Bon Matcha, que es relleno de té verde. En África, el jengibre (ginger) es uno de los sabores más tradicionales. En ese mercado se lanzó el caramelo duro Ginger y fue un éxito. Se vende en Costa de Marfil, Gambia, el Congo y Liberia. En Sierra Leona, hasta los vendedores ambulantes lo ofrecen.
Además de fabricar alimentos de consumo masivo, Arcor produce fructosa, maltosa, glucosa, almidón de maíz, harina de maíz, sémola y aceite de maíz. También genera subproductos para la alimentación animal. Se autoabastece de sus principales materias primas y también vende a otras industrias.
Grupo Arcor tiene más de 20.000 empleados en todo el mundo. El 60% de ellos está en Argentina. Es de esas empresas que dejan huella en sus trabajadores. Muchos pasan toda la vida en la compañía. Un dato revelador: el intendente actual de Arroyito, Gustavo Benedetti, fue empleado de Arcor.
Cuando se instaló la primera fábrica de Arcor, Arroyito tenía 4.000 habitantes. Hoy tiene 22.000. Es un ejemplo perfecto de que el sector privado no solo generar riqueza, sino que tiene un papel importantísimo para construir una comunidad.
Uno de los principales consensos que hay en Argentina es que el país tiene que exportar más. Pero exportar es difícil. Requiere conocer los mercados, las regulaciones, las particularidades locales, adaptarse, negociar y aguantar los vaivenes económicos. Arcor exporta a todo el mundo, desde Mauritania hasta Vietnam, y eso es un conocimiento difícil de adquirir y de mantener. Los profesionales de comercio exterior de Arcor forman uno de los mejores equipos empresariales de Argentina. Hacen una tarea de la que todos deberían aprender.
El caso de Arcor rompe con las (falsas) dicotomías entre industria y campo, mercado interno y externo, Buenos Aires y el interior. Es una empresa con mucha historia, que nunca dejó de apostar por futuro. Nació en Argentina, creció en Latinoamérica y hoy es de todo el mundo.