Jorge Landaburu se considera, desde cierta perspectiva, un sobreviviente de los bombardeos del 55. Tenía menos de 5 años cuando su abuela lo había llevado a ver al odontólogo bajo la promesa de que luego le darían de comer a las palomas en Plaza de Mayo… Fue una promesa incumplida, afortunadamente, porque cuando comenzaron las explosiones, con su estruendo y las columnas de tierra y humo, todavía no habían llegado a destino, y se echaron a correr hasta que una vecina piadosa los cobijó en su casa a un par de cuadras del epicentro de aquel luctuoso ataque contra la población civil. Así fue su primer vínculo infantil con el peronismo, vínculo que durante su juventud se transformaría en militancia, en la participación en las movilizaciones para el regreso de Perón, por ejemplo, aunque rechazando el camino de la lucha armada. Años más tarde, a comienzos de los 80, encontró en el desarrollismo la respuesta a lo que advertiría como una carencia sustantiva del peronismo que le tocó vivir: el programa que habilitara la expansión de las bases materiales para sustentar las conquistas sociales. Encontró también allí una correlación directa con sus lecturas marxistas juveniles y el análisis dialéctico que dominaba magistralmente Rogelio Frigerio, aplicado a resolver en la teoría y en la práctica la afirmación y el despliegue de la condición nacional. Hombre de las ideas y de la cultura, Jorge Landaburu es escritor y periodista, y a la vez un entusiasta gestor de instituciones culturales, vocación que lo llevó a desempeñar diversos cargos, desde la vicedirección de la Biblioteca Nacional o el directorio del Fondo Nacional de la Artes, hasta la adscripción a la dirección general y artística del Teatro General San Martín, durante la gestión de su amigo Ernesto Schòò. En esta entrevista reflexiona sobre el valor de la cultura para el desarrollo nacional, así como la necesidad de enfrentar al neoliberalismo, a quien considera el gran enemigo de la causa nacional y popular.
PERONISMO Y DESARROLLISMO
Jorge, ¿Tus orígenes militantes son peronistas?
A los quince años, más o menos, con mi hermano éramos una mezcla de comunistas y trotskistas librescos hasta que al ingresar en la Facultad de Ciencias Económicas conocí al peronismo. Año 1967. Ahí tomé contacto con muchos compañeros, pero como la política universitaria nunca me entusiasmó, entré al frente barrial, por Flores y Floresta, donde llegué a participar de la campaña “Perón Vuelve”. Así que estuve en la JP, hasta que se produjo la división y abandoné la JP Regionales para militar en la JP Lealtad.
¿Por qué, teniendo ideas de la izquierda revolucionaria, no te metiste en Montoneros y la lucha armada?
Porque nunca creí que en la Argentina funcionara la lucha armada, y menos el foquismo. Me parecían no sólo un despropósito sino un comportamiento político suicida, además de un enfrentamiento con Perón, que lideraba a las grandes mayorías y al Movimiento Nacional.
¿Creés que se usaron mutuamente Perón y Montoneros?
Posiblemente, mientras hubo la decisión de dar una respuesta militar puntual a los gobiernos militares. Pero los montos empezaron hacer cualquier cosa, y el punto de inflexión que precipitó la ruptura fue el asesinato de Rucci, un par de días después del triunfo de Perón en las elecciones de septiembre de 1973, cuando ganó por más del 60% de los votos.
Tuviste tu primera experiencia en el servicio público en aquel gobierno, pero a los pocos años vas a dejar la militancia peronista, no el sentimiento, y te vas a acercar al desarrollismo. ¿Cómo fue esa transición?
Trabajé en el Ministerio de Economía, más precisamente en la Secretaría de Comercio, llevando adelante la política de control de precios. Era muy joven, y el fracaso de nuestra lucha contra la inflación también me impactó por la incomprensión de sus causas. En fin, lo cierto es que bastante tiempo después del golpe cívico-militar del 76 empiezo a colaborar en el diario Clarín, en la sección cultural. Ahí lo conozco a mi amigo Guillermo Ariza, quien editaba el suplemento de los jueves, Clarín Cultura y Nación. De la fraternidad laboral pasamos a profundizar el diálogo político y eso me condujo a conocer las ideas de Rogelio Frigerio. Me interesaron mucho, y creo que comprendí entonces el por qué de una de las razones que debilitaron de modo recurrente al peronismo. A ver: en el centro de esa trascendental revolución social que animó el peronismo fue determinante la falta de un programa de desarrollo que le proveyera las bases materiales necesarias. Como se dice en la actualidad, para que las enormes conquistas sociales fueran sustentables, las bases materiales no se habían transformado y ampliado lo suficiente, con lo cual muchos avances en la legislación y la conciencia de las masas se iban frustrando en la vida real.
¿Cuál es tu critica al modelo económico peronista?
Difícil responder a esa pregunta en pocas palabras, sobre todo porque hay aspectos del modelo, como la creciente sustitución de importaciones, que todavía considero virtuosas. Pero en general el peronismo sostiene, no sin cierta ingenuidad, que alcanza con aumentar la demanda popular de bienes y servicios. Aumentemos la demanda, hagamos mercado internismo, fomentemos el consumo poniendo guita en el bolsillo de la gente, y todo se irá resolviendo. Es de suponer que esos recursos van a estimular la economía y volver al sistema productivo a través del consumo y los impuestos. Pero este enfoque, no siempre reflexionado, tiene un problema: el límite que viene por el lado de las condiciones estructurales, de la capacidad productiva instalada (que tiene un techo, y su ampliación no es automática como supone el neoliberalismo vulgar), a lo cual deberíamos agregar que la mera expansión del consumo puede impactar a nivel coyuntural, pero no a nivel estructural. La idea se aplicó en repetidas ocasiones invocando a Keynes, con la intención de sacar a la economía de un pozo, pero no alcanza para vivir de eso. Si bien puede servir para superar un momento de parálisis y padecimiento popular, también tenés que generar otras condiciones.
¿Frondizi vio esas otras condiciones? ¿Qué fue lo disruptivo del desarrollismo?
Frondizi hubiera pasado como el más sólido opositor al peronismo, pero a partir de su asociación con Frigerio y de su comprensión del tema estructural (para lo cual estaba ya preparado), se convirtió en la figura política apta para superar la contradicción peronismo-antiperonismo que dividía profundamente a la sociedad argentina. Frondizi tenía antecedentes industrialistas importantes como consta, entre otras intervenciones, cuando se debatió y aprobó en el Congreso el Plan Siderúrgico Nacional que inspirara el general Savio. Pero no había visto con la misma claridad la cuestión energética, como lo prueba su oposición destemplada al contrato con la Compañía California Argentina de Petróleo, subsidiaria de la Standard Oil. Este contrato, a mi entender, es el arranque de una línea de continuidad entre el gobierno de Perón en vísperas de su derrocamiento y el gobierno de Frondizi. Así que, en condiciones de proscripción del peronismo y merced al famoso Pacto, la herramienta partidaria para que Frondizi accediera a la presidencia fue la UCRI. Una vez en el poder, el flamante gobierno se propuso terminar con la división peronismo-antiperonismo y por eso, controlando las dos Cámaras, se dictaron la amnistía y el cese de las intervenciones a los gremios, entre las primerísimas medidas que aprobó el Congreso en el 58, llevando los aumentos salariales al 60% para compensar la pérdida en la capacidad de consumo popular durante la dictadura. En simultáneo se encaraba el cambio de la estructura productiva, dando impulso a la industria pesada y propagando inversiones transformadoras a todo el territorio nacional. Es allí donde puede visualizarse esa línea de continuidad que iría desde el contrato con la California hasta los contratos firmados durante el gobierno de Frondizi para dar la llamada “batalla del petróleo”. Pero los sectores vinculados a la importación de insumos y bienes terminados, en particular los que proveían los combustibles (un negocio harto redituable) no perdonaron estas iniciativas y alentaron una oposición salvaje, golpista, para tratar de impedir esos cambios fundamentales. El pacto con Perón le dio la potencialidad que necesitaba esa política nacional, pero también fue utilizado para exacerbar la conspiración que finalmente provocó el derrocamiento del gobierno desarrollista en el 62.
¿Qué impresión tuviste de Rogelio Frigerio?
Era brillante. No conocí mucha gente así. Era muy capaz y la tenía clara, pero cuando se trataba de discutir la línea política principal no admitía disidencias y eso fue un problema. Muchos, que tal vez tenían objetivos menos trascendentes, se alejaron. Recuerdo que mi esposa hizo trabajo de territorio en Villa del Parque cuando se reconstruyeron las afiliaciones en 1982-83. Tenía fichas, según ella, incluso para ser aspirante a concejal. Y me acuerdo que le planteé la situación al Tapir y me dijo algo asombroso: “No hagan vecinalismo, no pierdan el tiempo”. ¿Cómo querés ganar una elección así? ¿Cómo concebir un plan de desarrollo sin el apoyo de las mayorías y el logro, vía elecciones, de la conducción del Estado nacional?
¿Hay algún punto de comparación entre el ahora con la situación previa y el accionar del gobierno del 58?
El más alto exponente del simbolismo, el poeta Stéphane Mallarmé, dijo que “una tirada de dados no abolirá el azar”, o sea que todo lo escrito está por escribirse de nuevo, y habrá que ver qué queda de lo anterior en lo que habrá de ser escrito en el futuro. Así que podríamos pensar que la historia sigue desbordando sus antecedentes, siendo los momentos de quietud y serenidad el umbral para otras evoluciones. Parece claro que el determinismo, en tanto abordaje intelectual, no conduce a nada, y que la historia no se detiene nunca. La historia es rica en situaciones incluso trágicas, y no se repite sino como comedia. Resulta ilustrativo pensar simplemente que en la época que estuvo Frondizi en el gobierno se refería a los 20 millones de argentinos y hoy somos alrededor de 50, o que cuando Perón volvió al gobierno los indicadores sociales, pese a todo, estaban en las antípodas de lo que son ahora. El tema del petróleo es otro ejemplo de cómo las cosas cambiaron y nos obligan a repensar, entre otras muchísimas cosas, un nuevo modelo de desarrollo. En la actualidad, un modelo de desarrollo difícilmente pueda pivotar entorno de algo con fecha de vencimiento cercana, porque tiene fuertes condicionantes ambientales. Cuando termine la guerra en Ucrania, la transición energética va a volver a ocupar el centro de la atención internacional. La guerra desplazó la cuestión. Pero apenas concluya, de nuevo el mundo habrá de plantearse que la energía convencional derivada de los hidrocarburos ya no es concebible como la clave de una matriz energética exitosa. Y de ahí que urge aprovechar Vaca muerta, por ejemplo, porque tiene fecha de vencimiento, y más temprano que tarde ese tipo de energías no irán más y van a ser sustituidas por fuentes más amigables con la calidad de vida, mediante un proceso que tiene que ser administrado con la mayor inteligencia política e institucional.
MARXISMO, DIALECTICA Y CAPITALISMO EN EL SIGLO XXI
¿En qué sentido el marxismo sigue y a tu entender debe seguir vigente?
La vigencia del marxismo básicamente tiene que ver con el materialismo dialectico. No advierto otra forma tan útil e interesante para comprender los grandes procesos históricos. La base material en última instancia condiciona el mundo que uno ve, que es mucho más complejo cuando lo estudia, y que también está cambiando en función de relaciones dialécticas. A modo de ejemplo, y para seguir con lo anterior, digamos que la existencia de las energías derivadas de los hidrocarburos generaron como antítesis un ambiente impactado, dañado, y la gradual superación que viene dada por las energías renovables. Pensar críticamente la realidad en términos de superación, en términos de aquella instancia que la niega y contiene lo anterior, es altamente productivo, pero también es muy difícil. Ese es el pensamiento dialéctico y no hay que aplicarlo en forma retórica o mecánica, sino procurando inteligir la dinámica profunda.
Dijiste “en última instancia”, ¿a qué te réferis?
Me refiero a que la base material, vuelta estructura por la acción del ser humano, condiciona a la superestructura, aunque no lo haga de manera automática ni predeterminada. Por ejemplo, las condiciones de explotación de las minas de carbón en Inglaterra del siglo XVIII quizá determinaron la subsistencia de la monarquía en el siglo XX, en última instancia. Entre esa estructura y la superestructura hegemónica pasaron un montón de cosas, fases intermedias que pudieron modificarse, especificarse mutuamente, tener sus relaciones dialécticas propias, etc. Esos cambios sucesivos fueron construyendo el entramado social, y el complejo mecanismo de generación del sentido de una comunidad. Por eso lo de última instancia, porque además no es una relación unívoca: lo que está en el medio puede modificar el resultado final. Y en este sentido es preciso anotar que Gramsci enriqueció a Marx al establecer que esos procesos son esencialmente de carácter cultural, y que deben analizarse con la máxima atención.
Nuestro amigo Máximo Merchensky plantea que la superestructura condiciona a la estructura en la Argentina. ¿Qué opinas al respecto?
Efectivamente plantea, aunque asumiendo un alto riesgo de idealismo, que la estructura genera la superestructura y a su vez ésta incide en la estructura. Es interesante porque llama la atención sobre cuestiones que muchas veces no se tienen debidamente en cuenta en un país, como la Argentina, con una organización estatal presidencialista. Y ya sabemos, porque lo hemos vivido muchas veces, que entre nosotros algunos ministros están habilitados, por el mero hecho de dictar un par de resoluciones, para cambiarnos la vida de un día para el otro. Simplemente por un par de resoluciones ministeriales se podría, pongamos por caso, levantar todos los controles de aduana, liberar absolutamente el comercio exterior, y entonces provocar quebrantos empresarios a montones y dejar gente sin laburo en todos lados. Ese avance desde la superestructura sobre la política hace a la política, claro que sí, y creo que define dramáticamente su campo específico.
¿Cómo analizás al capitalismo global hoy, desde tus lecturas marxistas?
Ahora hago un análisis más basado en el sentido común que en el marxismo, y supongo que bastante rudimentario. Veo que junto con la Escuela de Chicago y el Consenso de Washington en los años 80 y 90 se da el despliegue del fundamentalismo del mercado y una reforma del sistema financiero que permite una enorme captación de recursos, ya no de ahorros solamente, porque se basa en una expoliación ampliada y global, como no lo logró el mundo colonial con todas sus iniquidades y en un contexto tecnológico mucho más atrasado. Esas herramientas sirven para expandir el dominio de unas empresas en detrimento de otras empresas, de las grandes corporaciones sobre los entramados empresariales nacionales. Y es un capitalismo que tiene, para mí, un presente y futuro trágicos.
¿Considerás que lo productivo, el valor trabajo, ha sido reemplazado como eje del sistema por lo financiero y especulativo?
El capitalismo aún se sustenta en la producción como la conocemos, pero la dinámica de la concentración económica ha implicado y acelerado la captación sin precedentes de riqueza por otros mecanismos. Antes se apelaba a nuevos mercados, nuevos productos, nuevos insumos; ahora también, pero en orden menor, porque a través de mecanismos financieros se generan otras maneras de apropiarse de plus valor. La herramienta de coacción, sometimiento y transferencia de eventuales extracciones de plusvalía local al exterior es el sector financiero. Son los instrumentos financieros. Todo el complejo.
¿Esa es la razón por la cual ocurren estas crisis y estas burbujas?
Hay un pasaje en La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850 donde Marx plantea que cada tanto la oligarquía necesita generar una crisis financiera como forma de captación de valor por las partes en disputa. Después uno podría especular sobre cómo en esas circunstancias se da la concentración económica, si a su vez no abandona la teoría del valor trabajo, o sea, si no pierde de vista que el generador de valor es el trabajo humano, como bien lo plantearon los economistas clásicos ingleses desde Smith hasta Ricardo, y Marx. Entonces, ¿cómo es posible que toda crisis devenga en crisis de concentración? ¿Cómo se concentra la riqueza cada vez más, habiendo relativamente cada vez menos trabajadores generando valor?
Es cierto. Mientras que la riqueza global parece haber aumentado, también es notable que aumentó la desigualdad, ¿por qué?
Tal vez haya un principio de explicación. En verdad las empresas concentran la riqueza porque capturan el valor de otras empresas. Ya no extraen plusvalor directamente de sus trabajadores, sino de otras empresas. Cada vez hay menos trabajadores generadores de plusvalor en principio, pero las empresas en esa lucha (competencia) intermonopólica, a través de mecanismos financieros capturan el plusvalor acumulado en otras empresas que van quedando encadenadas, si sobreviven, al sistema financiero mundial.
¿El Estado del siglo XXI no tiene reacción frente a este capitalismo financiero?
Como decía Marx, el capitalismo es anárquico, y esta característica sustantiva se ha profundizado conforme hubo más y más concentración. Incluso uno puede suponer que a mayor concentración, mayor planificación… sí, pero cuando la planificación es monopólica resulta justamente anárquica en un grado superior. O sea que la única planificación no anárquica es, en teoría, la estatal con participación y control popular. Sin esas instancias de control y participación tampoco el Estado nacional resulta apto para limitar a la planificación monopólica. Los Estados nacionales populares habrán de enfrentar al sistema monopólico global para preservar su condición de Estados nacionales populares. De lo contrario, serán estados democráticos, no más que eso…
¿Crees que en gran parte las crisis económicas y sociales argentinas se explican por haber antepuesto la lógica financiera a la productiva?
Sin lugar a dudas.
LA BATALLA CULTURAL
¿La promoción de la cultura autóctona es fundamental para el desarrollo nacional?
Frigerio es el único entre los dirigentes políticos argentinos del siglo XX que entendió algo sustancial que tiene que ver con eso. Sostenía un concepto antropológico de cultura, a la que consideraba la forma específica en que cada comunidad resuelve su contradicción con la naturaleza. Ahora bien, esa “forma” es forma en el sentido clásico, por decirlo así: es forma que produce, es forma productiva.
¿Cómo sería la relación entre cultura y producción?
Cuando vos tenés una realidad informal, la materia en sí misma, de hecho tenés en proporciones variables algo improductivo. Caso contrario, cuando formalizás alguna vinculación con tu entorno, estás haciendo alguna producción al respecto, una realidad que cambia y te involucra, y que invoca una tarea colectiva para desplegar y continuar superándola. Todo eso es la base de la cultura, de aquello que contendrá hechos que irán desde recitar poemas en una esquina hasta fabricar tornillos (cualquiera sabe que en Argentina los tornillos son lo más apropiado para que giren las tuercas). En la cultura cabe todo, desde los conceptos, saberes y creencias que a su vez inciden en la realidad, hasta los análisis, teorías, maneras específicas de hacer política y el Estado. Y aquí me parece conveniente destacar que el Estado nacional, según mi punto de vista, sigue siendo la instancia máxima de poder generadora de sentido colectivo. Tiene una forma. Un Estado informal sería un sin sentido. El Estado debe tener una forma que sea capaz de producir políticas públicas que le otorguen sentido, al tiempo que dan sentido al conglomerado nacional. Las formas son productivas. No son formas en sí mismas. La forma produce. La forma en que vos cultivás un campo es lo que te va permitir comer o no. Por eso la importancia de la cultura.
Jorge, ¿qué es y cómo se plantea la famosa batalla cultural?
Tiene que ver con lo que venimos hablando. La preservación y fomento de la cultura nacional es un requisito para el objetivo de desarrollar a la Nación. Esa batalla intensa y constante hace posible que nos pensemos en términos de pertenencia y reconozcamos la manera específica en que nuestra comunidad resuelve no sólo sus contradicciones con la naturaleza, sino también entre sus mismos actores y protagonistas.
¿Qué modelo cultural propone la derecha neoliberal?
La derecha neoliberal es la negación de la cultura nacional, como es obvio, porque ésta deviene un problema que desestabiliza el concepto neoliberal del mundo, y también plantea una suerte de primarización de la cultura, banalizándola y frivolizándola, cuando no centrándola en el egoísmo y el consumismo desenfrenado. La vieja cultura liberal, en cambio, era de una gran riqueza, asumía con plenitud la realidad social y era acorde con otra instancia del devenir histórico. ¿Te gusta la ópera? En una obra del siglo XIX como Rigoletto de Verdi, por ejemplo, los espectadores veían en el escenario un montón de nobles corruptos, viciosos y parasitarios, mujeres abusadas, sicarios y prostitutas que transgredían normas éticas y morales vigentes. Claro que Verdi y Francesco María Piave, su libretista, debieron someterla a la censura, pero pudieron negociar algunas cuestiones menores y la obra finalmente se estrenó y fue inmensamente popular. Fijate en La Bohème de Puccini, casi un siglo después, donde los artistas y estudiantes la pasan mal, así como también la heroína, una modista enferma de tuberculosis… Siempre vemos una problemática sociocultural claramente expuesta sobre el escenario y al alcance de todo el público, con una amplitud de criterios que después, conforme la alta burguesía ejerza un poder más restrictivo, abandone la concepción liberal y anime al neoliberalismo, van a ser abandonados.
¿La meritocracia puede ser uno de esos valores que den sustento a una cultura, a un modelo social?
Creo que el principio meritocrático, que puede quizá darse en el ámbito de una empresa, carecería de fundamento ético y moral si es propiciado por las instituciones para el ámbito de la comunidad. Cada vez que sale el tema recuerdo a un filósofo kantiano norteamericano, John Rawls, que propugnó el restablecimiento de la teoría política normativa. Es un pensador notable, y uno de sus grandes aportes se refiere categóricamente a cómo debería funcionar un sistema que, aunque sin descartar las relaciones capitalistas de producción, anclara con solidez en lo ético y moral. En efecto, para ello sería imprescindible que desde el punto de vista de la distribución y en todos los órdenes el contrato social, sostuvo Rawls, procurara maximizar lo mínimo y minimizar lo máximo. Me parece que por ahí pasa el principio de justicia, por el despliegue de un Estado de bienestar que, mediante su decidida intervención, impida las situaciones extremas para todos los miembros de la comunidad nacional. Además también importa tener en cuenta que la competencia sólo difiere del conflicto por una cuestión de grado, o sea, que la competencia lleva en su seno la potencial conversión en beligerancia sin atenuantes. Y por eso la competencia bien entendida podría funcionar solamente en un escenario de escasez moderada.
¿Creés que la solidaridad sí puede ser un valor rector para nuestra sociedad? ¿Lo ves como algo ético?
La política es ética, es moral. Y toda acción política tiene que restablecer los niveles de solidaridad. A los que dicen cosas contra los que son asistidos por alguno de los programas sociales vigentes, y los llaman despectivamente “planeros”, les pregunto: ¿Por qué no te pensás diez minutos viviendo como un planero… no más de diez minutos?
¿La economía social debe ser parte del modelo de desarrollo?
Supongo que sí, y te digo más: me parece que si ponés la realidad sobre sus pies, la economía social tendría que ser lo primero. ¿Por qué? Porque es la que contrata más mano de obra, es la que va a generar más plusvalor. No hay que olvidarse de eso. Dada la situación en que estamos viviendo, una forma de restablecer la generación de plusvalía, hoy, sería a través de micro emprendimientos, de cooperativas y de otras formas asociativas. Paralelamente a eso, habría que ir pensando un modelo productivo de acá a 20 años.
KIRCHNERISMO Y NEOLIBERALISMO
¿Qué balance hacés de los primeros gobiernos kirchneristas?
El kirchnerismo asumió la cuestión y realizó cosas muy interesantes en materia de derechos humanos. Para mí, el golpe del 76 fue una ruptura profunda de la continuidad histórica. Que desde la cúspide del Estado nacional se haya promovido y tolerado, entre otras atrocidades, la existencia de campos de concentración, torturas y desapariciones masivas, hasta robo de bebés, todavía horroriza. Restablecida la democracia, la política de DDHH arrancó con el Juicio a las Juntas, durante la gestión de Alfonsín, primer paso que no debe olvidarse. En ese momento, trabajando como periodista, tuve contacto con el fiscal Strassera, una figura clave para la realización de un Juicio que hasta que hubiera sentencia nadie podía asegurar que sería posible. Después se dieron retrocesos, como las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida, y los indultos de Menem en 1989 y 1990. Pero la sociedad, por más que la derecha presionara, no admitiría volver atrás y apoyó decididamente la anulación, durante el gobierno de Néstor Kirchner, de esas leyes y los indultos, y la continuidad de los enjuiciamientos. En otro orden, durante aquellos gobiernos kirchneristas hubo mayor inclusión social, y se apeló a un distribucionismo tan necesario como interesante, pero sin políticas que apuntaran a la transformación estructural de la Argentina. Una pena, porque aquellos fueron años durante los cuales el país tuvo una relación de los términos del intercambio muy ventajosa.
Justamente los términos del intercambio eran un factor fundamental en la teoría y praxis del desarrollismo clásico. Hoy se han revertido. ¿Cómo afecta la cuestión en la propuesta desarrollista?
El aumento de la productividad, efecto de la concentración cada vez más acelerada, produjo una superproducción de mercancías con alto valor de sofisticación y tecnología. Dada la creciente concurrencia de estos bienes al mercado, sus precios se fueron para abajo, configurando la clásica crisis de superproducción (aunque para un mercado determinado, por supuesto, porque había mucha demanda insatisfecha en el mundo, pero no era atendida porque la expansión se sostenía sobre la capacidad de consumo las clases medias de los países desarrollados y las capas pudientes de los subdesarrollados). O sea que los commodities subieron en términos relativos, no en términos absolutos.
Es muy cierto, la tecnología se volvió un commodity pero por otro lado China aumentó la demanda y los precios de las materias primas, generando el combo perfecto…
En el corto plazo. En el mediano plazo no hay ninguna razón para pensar que eso subsista. Los países desarrollados siguen haciendo industria. Además el rendimiento decreciente de los factores de producción también funciona en el caso del agro, aunque en una observación superficial veamos la expansión de la productividad al compás de la aplicación de tecnología. O sea, lo mires por donde lo mires, cada vez tenés que invertir más.
¿Hemos desperdiciado esta ventana de términos de intercambios favorables?
Posiblemente. En nuestro país hubo crecimiento, pero eso no es equivalente al desarrollo. Analizado el fenómeno desde el desarrollismo en tanto doctrina económica, saltan a la vista las cadenas de valor extranjerizadas, fracturadas, y la primarización general de la producción… En ese sentido el país, a pesar de haber crecido, viene retrocediendo. Y es evidente que, aún con la bendición del Señor y la recepción de lluvias oportunas, con buena producción de materias primas no alcanza; el desafío es entonces aprovecharlas para cambiar la estructura productiva.
Una de las consecuencias de esos ingresos extraordinarios por la reversión de los términos del intercambio fue el aumento del gasto público. Hoy se habla de necesidad de recortarlo y, salvo en el kirchnerismo duro, hay consenso al respecto. ¿Qué opinas al respecto?
A mí me da la impresión de que el ajuste tiene que pasar prioritariamente por los que impulsan una inflación desenfrenada y por los que se la llevan con la especulación financiera. Es un tema complejo, pero el Estado tiene recursos para resolverlo. Por otro lado, el peronismo cuenta con poder de contención y dominio de ciertas instituciones clave, además de la mayoría de los gremios, las unidades básicas, centros culturales, y una territorialidad importante.
¿Cómo considerás que el desarrollismo debe posicionarse políticamente hoy en esta época de grieta?
En primer término, creo que habría que sentarse con el Frente de Todos. En segundo término, y esta es una apreciación personal, debería recuperar la visión del peronismo, o de lo que quede de él, en tanto su aliado histórico, con independencia de algunas desinteligencias pasadas, y actuar en consecuencia. En tercer término, debería mantener abiertos los canales de diálogo con otros alineamientos y espacios políticos, y ofrecerles un renovado programa de desarrollo.