Al iniciar la ultima etapa de la campaña electoral, agradezco a la UCRI que me haya designado para integrar con Alejandro Gómez su fórmula presidencial. Es la fórmula de un partido político, con un claro programa de gobierno, pero las circunstancias históricas determinan que nuestras candidaturas, no son expresión exclusivamente partidaria, sino l solución integradora que permitirá el encuentro de millones de hom bres y mujeres que militan en las filas del radicalismo intransigente. Por eso nuestro mensaje, no va dirigido solamente a los correligionarios de todo el País que afrontan con abnegación las contingencias de una lucha llena de dificultades, sino a cuantos anhelan como nosotros que el País encuentre el rumbo de su realización nacional, bajo el signo de la paz, la justicia y la libertad.
Urgencia de la legalidad
Ese anhelo del pueblo argentino, pudo verse satisfecho antes de ahora, si lo hombres responsables de su conducción no hubieran permanecidos insensibles ante tales reclamaciones. Pero no es hora de recriminaciones ni reproches.
El pueblo ha sido convocado a comicios. Esos comicios se realizarán, por que son un compromiso de honor de la Fuerzas Armadas, por sobre todo por que la voluntad unánime del pueblo argentino, el retornar a la normalidad.
Las elecciones tendrán lugar en un clima de intranquilidad, con inhabilitaciones políticas y la vigencia de decretos persecutorios. Pero aunque sea por este camino de estrecha legalidad, el pueblo ansía volver a la normalidad institucional alejando los riesgos de una lucha sangrienta entre hermanos, puede afirmarse por lo tanto que no habrá salidas de fuerzas. El Poder será entregado el 1 de mayo a quienes triunfen en febrero, por eso, el pueblo de no debe renunciar a la vía electoral. Aún aquellos que han sentido el peso de la persecución y de la injusticia adviertes que de la violencia no sale ningún bien y que la reparación debe ser consumada en el orden y la legalidad .
El anhelo unánime del país es establecer la paz interior y asegurar tranquilidad para todos. No seremos instrumentos de revanchas, de contrarevanchas, ni de pasiones de ningún sector. Daremos estabilidad al proceso argentino mediante la sanción de una amplia ley de amnistía, que cierre definitivamente el ciclo de persecuciones y de división. Se respetarán en absoluto las formas constitucionales; se garantizarán los derechos individuales; se resguardarán las autonomías provinciales, se facilitará el desenvolvimiento de los municipios.
Nuestro programa es de todo el país
Haremos un gobierno de orden, de paz y de realizaciones efectivas, y no nos habrá de faltar energía y decisión para cumplir esos fines. Nos satisface que las banderas de la paz, de progreso nacional y de bienestar popular levantadas por nosotros sean hoy también enarboladas por fuerzas políticas oficialistas, pero debemos decir que así como sus afirmaciones verbales no están respaldadas hasta aquí por hechos concretos, tampoco lo estarán en el futuro, no basta sostener que el hogar es sagrado si se consiente en allanamientos y detenciones ilegales, violaciones de correspondencia o intervenciones telefónicas. No basta ponderar los beneficios de la unidad sindical, sino se condena ni se impide la división intencional del movimiento obrero, en la que se hallan empeñados algunos sectores del oficialismo.
Nuestra prédica se basa en un programa de gobierno de soluciones concretas con sentido nacional y popular.
Las dos orientaciones
El programa intransigente es un compromiso histórico asumido ante el pueblo en el sentido de hacer que el país sea el verdadero dueño de su destino, mediante la conjunción de todas sus energías espirituales y materiales, y con la participación efectiva de todas las fuerzas activas de la Nación. Nadie puede, pues llamarse a engaño sobre las analogías aparentes en las denominaciones partidarias. Cuando hace un año denunciábamos públicamente el sentido de la segregación que acababa de producirse en el Radicalismo, dijimos que no era cuestión de nombres, ni de personas, sino que se trataba de dos cosas distintas. Hoy reafirmamos categóricamente que en febrero el país deberá elegir no entre dos denominaciones parecidas, sino entre dos conductas y dos pensamientos distintos en lo político, en lo económico, en lo social y en lo internacional. Una es la orientación que tratan de imponer del gobierno y que pretenden perpetuarse a través del comicio. Es la orientación de los que separan a los argentinos en réprobos y elegidos, que reduce nuestra economía a formas de privación y convierte a la Argentina en apéndice de intereses extranjeros. La otra línea afirma la existencia nacional en la Argentina, aspira a lograr una economía de abundancia, y quiere que nuestra patria tenga el rico patrimonio de un pueblo feliz. Es la línea de los que queremos que el país sea una gran nación.
Cuando aceptamos el honor y la responsabilidad de ser candidatos de la Unión Cívica Radical Intransigente, la hicimos en la convicción de que asumíamos la representación de una causa que iba mucho más allá de nuestros nombres y más allá de los límites partidarios.
Haremos un gobierno con todos
Con esa misma convicción, ratifico hoy que si triunfamos en febrero no haremos un gobierno partidista. Nos hemos fijado un programa nacional y popular que el país conoce y del cual nada ni nadie nos desviará, pero la realización de ese programa deberá ser obra común. Resuelta por el comicio la orientación a seguir, todos tendrán un sitio que ocupar y una tarea que cumplir bajo nuestro gobierno. Llamaremos a colaborar a todos los hombres y mujeres, honestos y capaces, sean o no afiliados, que coincidan con nuestra decisión de hacer un gobierno constructivo de paz o integración nacional.
Nos proponemos gobernar con todos y para todos.
El país no puede soportar un gobierno de comité. Necesitamos terminar con los sectarismos para emprender todos juntos la marcha hacia el mañana. El país necesita un enérgico impulso para un rápido y necesario desarrollo. Tenemos que recuperar el tiempo perdido y lograr, sin crisis ni violencias que la República sea lo que le corresponde ser por sus recursos humanos y naturales.
Promover un gran impulso económico
En lo que hace a las bases materiales del desarrollo nacional, nos proponemos impulsar una economía de abundancia, basada en el pleno empleo para la plena producción. Para ello, promoveremos el dinámico aprovechamiento de todos los factores productivos que se refieren no sólo a los ricos recursos del suelo, el subsuelo y la plataforma submarina, sino a los factores humanos de esa mayor producción. Bajo nuestro gobierno habrá estímulo para el productor, seguridad para el inversor y estabilidad para el hombre de empresa. Ello significa una política fiscal y crediticia orientada a facilitar las actividades productivas y a desalentar las actividades parasitarias, para alcanzar un alto grado de capitalización nacional. Además de lograr que el país maneje en su beneficio los resortes económicos esenciales, como energía, petróleo, comercio exterior o siderurgia, habremos de llamar a colaborar con nosotros a cuantos deseen aportar su experiencia técnica, su capital o su esfuerzo personal, vengan de donde vinieren. Nuestro gobierno dará amplia acogida y seguridad jurídica, con las garantías de un poder Judicial independiente, a los intereses económicos que deseen participar en la promoción de nuestra riqueza. El país necesita, en muchos de sus sectores, el aporte del capital extranjero que contará con las garantías enunciadas.
Naturalmente, no admitiremos ninguna tentativa que pretenda enfeudar nuestra economía y retardar nuestro progreso.
Integración económica
El instrumento esencial del fortalecimiento material del país será la integración económica, del campo, la minería y la industria. La Argentina ha entrado ya definitivamente en la etapa industrial de la que ningún retroceso transitorio podrá apartarla. El retorno a viejas condiciones de producción primaria, que creíamos definitivamente superadas, golpean ante todo a los sectores populares y sus consecuencias siempre alcanzan a los demás núcleos de la población.
Desarrollo de todo el país
El desarrollo de nuestra industria no sólo es compatible con el progreso del campo, sino que está íntimamente ligado a él. Nuestra industria se nutre en buena medida de los productos de nuestro campo y, a su vez, el campo necesita para su progreso y tecnificación de los productos de la industria. Así se aumentará la capacidad adquisitiva del pueblo y nos liberaremos progresivamente de la dependencia del exterior. Debemos promover la ampliación de nuestro territorio industrial hoy ceñido a las proximidades de Buenos Aires, y a una porción del litoral, no desmantelando este gran centro de energía que es uno de nuestros más legítimos orgullos, sino procurando que se expanda y reproduzca en los lugares menos desarrollados del país. Hay que industrializar a las provincias, incluso a las más alejadas de la Capital, para constituir allí centros fabriles que promuevan riqueza, creen fuentes de trabajo, incrementen poblaciones prósperas, se interrelacionen con el resto del país de una manera fluida y permanente, afirmando así, forma práctica, la soberanía de la Nación sobre todo el territorio.
La función del movimiento obrero
El campo tiene exigencias inmediatas. Hay que asegurar el fácil acceso a la tierra a cuantos quieran trabajar en ella, asegurar la estabilidad a todos los productores, evitando la amenaza de los desalojos y haciéndoles posible la adquisición en propiedad de los predios; aplicar técnicas modernas, elevar la producción, fijar precios remuneradores y auspiciar altos niveles de vida material y espiritual.
Nos proponemos dar sólidas bases sociales al desarrollo nacional. Repararemos los graves errores del régimen actual y estableceremos un sistema de plenas garantías para los hombres y mujeres que trabajan y para sus organizaciones sindicales.
Brindaremos todos los medios necesarios a sindicatos y federaciones para cumplir su labor gremial y social y aseguraremos el respeto de las conquistas alcanzadas y de las que se logren alcanzar. Habrá garantías efectivas para el ejercicios de la función sindical, y el movimiento obrero organizado encontrará en nuestro gobierno un activo defensor de su unidad. Devolveremos al Ministerio de Trabajo y Previsión la jerarquía y las funciones que le corresponden; pondremos al frente de ese Ministerio a un trabajador y le otorgaremos todas las atribuciones que sea necesarias para asegurar y acrecentar las garantías sociales y jurídicas del mundo del trabajo. Aseguraremos la autonomía efectiva de las organizaciones obreras sin ingerencias partidistas, patronales ni estatales.
El país necesita sindicatos responsables y poderosos, unidos en torno a una sola Central Obrera que los represente, no solamente para defender los intereses de los trabajadores, sino para que estos puedan participar activa y efectivamente, en la elaboración y ejecución de los planes del desarrollo nacional. Una poderosa Central Obrera es garantía de estabilidad y tranquilidad, condiciones básicas para que haya progreso y bienestar en la República. Otro tanto cabe decir de las organizaciones empresarias que deberán participar activamente en la preparación y realización de los planes de desarrollo. El país necesita que los empresarios constituyan su propia central para que posean el instrumento que represente a sus intereses cada vez que se debatan los grandes problemas de la Nación.
La convivencia en todos los planos de la vida
La convivencia civilizada que necesitamos establecer no se compone sólo de grandes políticas, jurídicas y sociales. Debe apoyarse en el respeto efectivo de todas las manifestaciones espirituales del hombre; su capacidad de creación, su anhelo de conocimiento, su fe religiosa y la intimidad de su vida privada. En el plano moral es necesario reforzar todos los factores de cohesión nacional frente a los factores de disolución que son particularmente nocivos en las comunidades nuevas como la nuestra. La protección integral de la familia es inseparable de todo programa de recuperación. Esta protección exige el estímulo de la familia legítima y el fomento de unidad y estabilidad. Esto implica asegurar, ante todo, condiciones espirituales, materiales y legales para que una familia pueda constituirse y subsistir. Implica fundamentalmente atender el reclamo de un inmenso número de jóvenes que no pueden casarse por carecer de medios o por falta de una vivienda que albergue con dignidad su nueva vida. Aseguraremos los valores formativos de la educación en todos sus grados, sin sectarismo, ni interferencias políticas e ideológicas. De esa manera, la enseñanza y la cultura, que contarán con todos los recursos indispensables, estarán al servicio del pleno desarrollo argentino. El gobierno cumplirá con amplitud sus deberes en todos lo ciclos de la educación. El derecho constitucional de aprender y de la libertad de enseñar serán celosamente reservados y todo argentino tendrá asegurado el acceso a la educación y el derecho a elegir el tipo de enseñanza que prefiera para sí o como padre para sus hijos. La salvaguarda de estos derechos es esencial, porque la imposición obligatoria de un espíritu determinado en la enseñanza constituye un avance peligroso en el ámbito sagrado de las conciencias.
Nuestro puesto en el mundo
En materia internacional, el país necesita vivir en paz y mantener relaciones amistosas con todos los pueblos de la tierra. Fieles a nuestras tradiciones y el pensamiento de Yrigoyen, defenderemos celosamente nuestra soberanía y respetaremos las soberanías ajenas. Pertenecemos a Occidente, pero no lo concebimos como una comunidad de intereses económicos llamada a sojuzgar al resto de las naciones, sino como un legado espiritual que tenemos la obligación de mantener y acrecentar. Tenemos una gran tradición cultural basada en el respeto de la dignidad humana, y en la jerarquía de los valores del espíritu. Ese es el papel histórico del mundo occidental y ésa es la herencia que hemos recibido sus hijos americanos. Tenemos también conciencia de que Occidente es una parte de un mundo que queremos que viva en la paz, en la democracia y en la libertad. Haremos una política exterior digna, responsable e independiente, sin olvidar que no somos una gran potencia, pero sin declinar la voluntad de serio. Aspiremos a recuperar el puesto de vanguardia que tuvimos en América Latina y que nuestras crisis internas nos está haciendo perder.
Tampoco olvidamos que la Nación integra una de las mayores comunidades de pueblos que existen sobre la tierra: la comunidad latinoamericana. La identidad de origen y la conciencia de un destino solidario nos imponen reforzar su unidad, defendiendo nuestro común patrimonio espiritual y material.
El apoyo que pedimos
Pedimos el apoyo de nuestros compatriotas para llevar a cabo este programa de gobierno nacional y popular. Llamamos a todos los ciudadanos y a todas las corrientes que coincidan en estos grandes objetivos de la argentinidad. No pedimos el voto para un candidato, ni para un partido. Pedimos el voto para una idea nacional.
Necesitamos cumplir un programa que signifique progreso, seguridad y bienestar para veinte millones de argentinos. El país necesita, de una vez por todas, el rango que nos corresponde como nación, lo que significa cohesión e integración nacional.
Necesitamos, en suma, un formidable esfuerzo común tras una finalidad común. Ratifico, pues, nuestro solemne compromiso: Si el pueblo nos da el triunfo en febrero, no llevaremos exclusivamente un partido a la casa de gobierno; entrarán junto con nosotros todos los argentinos que quieran ayudarnos a construir la patria soñada.
Sólo me resta reiterar el llamamiento inicial para que todos los argentinos de buena voluntad se incorporen a nuestra causa. A todas las fuerzas orgánicas, a todos los matices de opinión identificados con la causa nacional y popular les pedimos su apoyo para que, juntos, llevemos nuestros ideales a la victoria. A los numerosos grupos que se han anticipado a este llamado y que ya trabajan con nosotros, les expresamos públicamente nuestra satisfacción y nuestra gratitud. Los convocamos sin distinción de matices, porque no estamos dispuestos a impulsar el espíritu de facción que se complace en acentuar las divergencias. Si triunfaran en esta elección las tendencias antinacionales, los próximos seis años no serían de progreso ni de paz. Seguiríamos en la perturbación y en la incertidumbre, y el país habría malogrado, una vez más, una gran oportunidad. Si, en cambio, triunfa la causa nacional, la Argentina interpretada en sus aspiraciones más profundas, dará un gran paso adelante en el camino de su prosperidad y de su grandeza.
Mensaje para veinte millones de argentinos