Frondizi y las inversiones extranjeras: Encuentro con la General Motors
Arturo Frondizi con ejecutivos de General Motors./ Archivo General de la Nación

La verdadera independencia de los países la constituyen las circunstancias objetivas que los hacen menos vulnerables a la dependencia del factor externo. Aunque para lograrla sea imprescindible y conveniente obtener la colaboración de inversiones de capital extranjero, con todo lo que supone como técnica, modalidad de trabajo y ritmo.

Aceptado este principio y teniendo en cuenta que el ahorro nacional no está en condiciones de cumplir por sí mismo el plan de desarrollo, se hace necesario precisar las condiciones y los límites de incorporación de este capital. La escasez de medios financieros se agudiza porque no es un secreto para nadie que en los últimos años una parte del capital auténticamente nacional había sido invertido en el extranjero, desalentado por las desfavorables condiciones económicas que imperaban y para escapar a la desvalorización monetaria. De poseerse una contabilidad adecuada de las fugas financieras, podría comprobarse que exceden considerablemente a los ingresos, produciéndose así la paradoja de que nuestro país, más que receptor de inversiones extranjeras, fue exportador de capitales (paradoja que aún se mantiene).

Necesitamos capitales que suplan la insuficiencia financiera del país, para obtener un desarrollo acorde con los modernos adelantos técnicos. Capitales que modifiquen la estructura colonial, la integren y fortifiquen, suprimiendo su excesivo unilateralismo e independizándola de los resultados del intercambio con el exterior.

Así, el concepto «inversión extranjera» puede tener significados muy distintos y hasta antagónicos: un factor de estancamiento y ulterior retroceso, acompañado de creciente subordinación al exterior, o un factor de progreso, de mayor abundancia, que fortalezca paralelamente la capacidad de auto decisión nacional en las relaciones con las grandes potencias.

El capital del primer tipo es el que se ha orientado durante casi un siglo a la Argentina y, en general, a los países latinoamericanos. Para que fuera de otro modo, se necesitaban determinadas condiciones jurídicas y económicas que no existían.

Acudimos al capital extranjero para que nos ayudara a crear nuestras industrias pesadas. las que generan el cambio estructural que permite salir del subdesarrollo. El desarrollo de una industria requiere, como vimos, un concurso de factores favorables sin cuya concurrencia el inversor no está dispuesto a afrontar los riesgos. Necesita no solo un mercado local con una adecuada capacidad de consumo, sino también la seguridad de contar con efectiva protección frente a la competencia extranjera.

En la medida en que se adopte una política económica de expansión integral, la inversión extranjera y la nacional cambiarán de orientación. Este es el primer punto que tuvimos en cuenta -desde el gobierno desarrollista- para canalizar el capital extranjero hacia objetivos de interés nacional.

El capital es muy sensible a los riesgos que no son estrictamente económicos y que, por lo tanto, no puede prever. Son los que se derivan, entre otros factores, del peligro de la confiscación, de la arbitrariedad gubernativa o de la falta de justicia independiente. Nosotros resolvimos, para inspirar esta esencial confianza, poner fin a viejos litigios que dañaban el prestigio del país.

* Extracto del libro Las condiciones de la victoria, de Rogelio Frigerio.

Las medidas económicas del desarrollismo