Un hombre corre por una carretera mientras el fuego arde después de que se lanzaran cohetes desde la Franja de Gaza, en Ashkelon, Israel. Foto: REUTERS/Amir Cohen
Un hombre corre por una carretera mientras el fuego arde después de que se lanzaran cohetes desde la Franja de Gaza, en Ashkelon, Israel. Foto: REUTERS/Amir Cohen

El polvorín en Oriente Medio volvió a estallar por los aires. El ataque coordinado y sin precedentes del grupo terrorista fundamentalista islámico Hamas que penetró en territorio israelí en ciudades del sur del país de manera salvaje y brutal acompañados de una batería de miles de cohetes lanzados desde la Franja de Gaza dejó perplejo al mundo y tomó por sorpresa a Israel, que dejó evidencia la rotunda falla de los organismos de inteligencia y de seguridad que trae al recuerdo a la retina el antecedente de los primeros días de la Guerra del Yom Kippur en 1973.

La penetración de milicianos de Hamas a barrios, kibutz y campos israelí con violencia extrema atacando y secuestrando a civiles que ha causado al menos 800 muertos y cientos de heridos con imágenes estremecedoras con cadáveres en las calles. La barbarie fue total con exhibiciones de soldados israelíes muertos por las calles y el secuestro de ancianos, mujeres y niños como trofeos de guerra. . Sin dudas, fue el mayor ataque terrorista que sufrió Israel en su historia

Pasado el shock el gobierno israelí contraataco con un bombardeo masivo en Gaza que causó más de un centenar de muertos. Con seriedad y firmeza el premier israelí, Benjamín Netanyahu manifestó: “Ciudadanos de Israel, estamos en guerra. Y la ganaremos”.

Durante el corriente año hubo varios choques y escaramuzas entre las Fuerzas de Defensa de Israel y milicianos y civiles que contabilizan unos 200 palestinos muertos que muestra la latente crisis de desestabilización en la región. El ataque de Hamas estuvo dirigido con el objetivo preciso de boicotear el histórico acercamiento para establecer relaciones diplomáticas entre Arabia Saudita e Israel. La mayoría de los analistas coinciden con esta hipótesis. Sin embargo, también se suma al conflicto la expansión de los asentamientos judíos en tierras palestina, el bloqueo permanente sobre Gaza y principalmente la tensión en torno al delicado complejo de la Explanada de las Mezquitas, donde se encuentra la mezquita de Al-Aqsa, sitio sagrado para los musulmanes y para los judíos porque allí se encuentra el Monte del Templo. La tensión escaló en 2021 donde hubo serios enfrentamientos entre Israel y Hamas que duró 11 días.

El actual escenario se da en un contexto que buscaba ampliar acuerdos para lograr una estabilidad pacífica en la región y a su vez de cierta manera confusa por los pasos que dio Riad de apaciguamiento hacia Irán tras siete años de rivalidad, con la intervención de China como mediador de ambas partes.

La sola posibilidad de un acuerdo entre Tel Aviv y los saudíes pone a Hamas en una posición incómoda porque en sí parte de su existencia depende del terror y exclusivamente del conflicto constante que no sólo lo enfrenta con Israel sino también la interna que mantiene con la Autoridad Palestina, liderada por el longevo Mahmoud Abbas en Cisjordania.

Ni bien se perpetraron los ataques el grupo terrorista Hezbollah, establecido en el Líbano, con lazos históricos con Teherán celebraron la iniciativa sanguinaria de Hamas. El conflicto comenzó a tomar forma por las declaraciones ambiguas del príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed bin Salman, que manifestó que las conversaciones con Tel Aviv transitaban por buen camino con el auspicio de Washington, pero también fue cuidadoso y rescató que había que tener en cuenta el trato hacia los palestinos. Con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, las relaciones con Riad fueron frías porque durante la campaña el demócrata había prometido tratar a Arabia Saudita como un “paria”, y “hacerles pagar el precio” por el cruel asesinato del periodista opositor, Jamal Khashoggi, quien residía en Estados Unidos y era periodista del Washington Post. Sin embargo, la guerra de Ucrania generó en la administración de Biden reconfigurar su estrategia diplomática por la falta de petróleo. Estados Unidos necesita el petróleo saudita y Biden lo sabe, por eso actuó de manera pragmática, visitó Riad y buscó restablecer las relaciones carnales con el reino saudí, además, también para contrarrestar la creciente influencia de China en la región que mantiene diversos tratados comerciales no sólo con Irán sino también con los saudí.

Para seducir a Riad, Estados Unidos mantiene conversaciones en torno a un pacto de defensa que incluye la ayuda para el desarrollo de un programa nuclear civil a cambio de que avance las negociaciones para establecer relaciones diplomáticas con Israel. Washington necesita recuperar el terreno perdido como actor principal para equilibrar la región, descuidada por su presencia en Asia Central. Los vacíos se suelen ocupar y en ese sentido Teherán fue ganando terreno avanzando con su programa nuclear a pesar de las sanciones económicas de occidente, perfeccionando su arsenal de misiles balísticos y reanudando relaciones con Turquía y Emiratos Árabes Unidos, y su alianza con China.

Los siguientes pasos a seguir se asoma sombríos y una delgada línea roja de hasta donde puede terminar esta violencia extrema. Israel contraatacó con bombardeos sobre Gaza generando severos daños y un centenar de víctimas fatales. El gobierno de Benjamín Netanyahu deberá mostrar firmeza y unidad ante semejante ataque. Seguramente alimentará a sus socios políticos extremistas de gobierno con mano dura. Terrible será el avance del ejército israelí que va a barrer la zona para exterminar Hamas. En el medio habrá que ver cómo se establecerán las negociaciones para liberar a los rehenes israelíes donde seguramente el grupo terrorista exigirá la liberación de sus prisioneros y aliviar el bloqueo. Por ahora, triunfa la barbarie y la violencia, y la paz cada vez se ve más lejana.