Buenos Aires, miércoles 15 de julio de 2015
Buenos Aires, miércoles 15 de julio de 2015

Héctor «Chacho» Sauret se ve a sí mismo como un “desarrollista sui generis”. Dice que es por su concepción humanista, que le viene de la vocación docente. Es rector de la Universidad de Concepción del Uruguay (UCU) desde 1984 y la educación es uno de los temas que mejor domina. “El rol más importante de la universidad es la exploración del futuro”, sentencia. Acompañado de su esposa, Gloria, conversa en un bar porteño con VD sobre la historia y el futuro del desarrollismo, y también sobre el sistema educativo argentino. Se declara discípulo de Rogelio Frigerio, aunque discrepaba con él sobre la forma de comunicar las ideas a la sociedad. “Rogelio consideraba que la emisión de un concepto debía darse con una lógica pura, frigerista”, explica. Él, en cambio, cree que había que adaptar el mensaje para que lo entendieran los no desarrollistas. Trabajó 30 años al lado de Arturo Frondizi, el único líder político que lo ilusionó. “Cuando se extinguió Frondizi se extinguió el desarrollismo”, se lamenta y llama a recuperar la originalidad que caracterizó al pensamiento frondizista.


Chacho, ¿Por qué se metió en política?

A mí me interesaba la política desde chico. Lo acompañaba a mi papá [Héctor Buenaventura Sauret], pero tenía mi propia vocación. Llegué al desarrollismo desde el radicalismo, desde la intransigencia. En 1965 había que renovar el Congreso y se organizó el MID. Parte de la intransigencia se quedó con Frondizi y la otra se quedó en el PI [el Partido Intransigente de Oscar Alende, que en ese momento todavía se llamaba UCRI]. Entonces comenzó un proceso de esclarecimiento programático. Se asumieron las definiciones desarrollistas y se enfrentaron las posiciones absolutamente retrógradas del gobierno de Arturo Illia. Por lo general, en toda la política industrialista de Frondizi, Illia significó un paso atrás.

¿Cuándo comenzó ese esclarecimiento programático?

Los discursos presidenciales de Frondizi significaron un paso adelante. Tenían diferencias doctrinarias e históricas importantes con el Programa de Avellaneda de la década del 40, que había quedado atrasado. La Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI) convocó en 1960, ya en el gobierno, a la Convención Nacional de Chascomús y dictó un nuevo programa. Ahí se oficializaron los discursos de Frondizi, que eran un programa de desarrollo con justicia social y legalidad para todos. Fue una revisión doctrinaria muy importante porque estábamos en el Gobierno y necesitábamos que el partido actualizara su mensaje.

Usted sostiene que el radicalismo se partió después de los fusilamientos de José León Suárez. ¿Por qué?

Claro, por eso en 1956 el balbinismo no aceptó la candidatura de Frondizi en [el congreso del partido en] Tucumán. Frondizi había pedido piedad y Balbín había pedido fusilar. Los fusilamientos nos dividieron. Nosotros nunca consideramos que hubiera que fusilar. Sauret


PARTE 1 | FRONDIZI Y FRIGERIO

¿Cómo era su relación con Frondizi?

Mi relación con era la del maestro y el alumno. Era un privilegio. Cuando me recibí de abogado me propuse hacer una investigación sobre sociedades anónimas y gané una beca en el Conicet para hacerlo, por eso me vine a Buenos Aires. Eso me permitió estar al lado de Frondizi todos los días.

¿Fue después del gobierno?

Sí, yo me aproximé a Frondizi el día que [José María] Guido lo liberó. Cuando volvió de Bariloche [donde estaba preso], recibió a un grupo de estudiantes universitarios frondizistas que íbamos de La Plata. Lo fuimos a ver a Berutti [su casa, en Buenos Aires]. A partir de ese día me quedé al lado de él. Fue un compromiso, un compromiso de por vida.

¿Cómo era trabajar con Frondizi?

Frondizi nunca aprobaba ningún trabajo a nadie. Él lo miraba y siempre iba a encontrar el error. Error formal, error conceptual, error cronológico. Era severo. Pero era severo porque había necesidad de que él fuera severo.

¿Exigía la excelencia?

Más que la exigencia de la excelencia, era la exigencia de la resistencia. Entiéndanme bien: había que resistir en el desarrollismo. Hay una tentación por los cargos públicos, por los ministerios, por las posiciones en las distintas listas o en los distintos gabinetes. Pero que un desarrollista sea candidato no siempre quiere decir que la lista se transforme en desarrollista.

Algunos dirigentes del MID acompañaron el menemismo en los noventa. ¿Por qué?

Una línea interna se había enamorado de Menem y aceptó compartir el Gobierno. Antonio [Salonia] fue ministro de Educación. Otro sector que yo encabecé fue crítico del menemismo. Nuestras ilusiones eran distintas. La ilusión de él era ser ministro, la mía era hacer un país distinto.

¿No creía que eso fuera posible con Menem?

Acompañé a Salonia cuando fue a ver a Menem y le ofreció el ministerio de Educación. Nino me preguntó qué opinaba. “Es un alto riesgo”, le respondí. Y me miró: “¿Cómo un alto riesgo? Me ofreció el ministerio sin condiciones”. Y yo le dije: «Las condiciones las tiene el ministro de Economía». Y me respondió: «¿Pero como decís esa barbaridad, si él todavía no ha empezado a gobernar?». Pero el gobierno ya estaba marcando una línea y era Bunge y Born. Lo demás era anecdótico.

¿Ningún otro político le generó la misma ilusión que Frondizi?

No. Para mí hubo un problema y fue que ingresé al cine continuado. ¿Nunca entraron al cine y se encontraron con la ya habían visto la película? Cuando la empezás a ver ya decís: «Yo ya sé cómo va a terminar». Me mantuve al lado de Frondizi durante más de 30 años, aunque al principio lo había criticado.

¿Por qué lo había criticado?

Cuando lo fui a ver después de que salió de la cárcel yo tenía 20 años y era hipercrítico con la experiencia en el gobierno y con su acuerdo con el peronismo. También cuestionaba lo que nos había pasado en los comicios de 1963, cuando Frondizi avaló la ruptura partidaria y dejó a [Oscar] Alende sin respaldo electoral. Y él me contestó lo siguiente: «Mire, yo estoy acá para que usted me critique y para que trabajemos juntos. Usted dispone cuánto tiempo le va a dedicar a la crítica y cuánto a que sigamos trabajando. Yo voy a estar en las dos situaciones». Ahí se acabó la discusión.  

Sauret¿Qué opinaba del pacto de Frondizi con Perón?

Frondizi no firmó.

¿Pero dio su beneplácito?

No, no. En el supuesto pacto no está la firma hológrafa de Arturo Frondizi. Además en un discurso en plena campaña Frondizi declaró solemnemente que no había suscrito ningún pacto con Perón. Frondizi era un hombre de solemnidades.

Pero el pacto existió…

El pacto existió y lo firmó Frigerio. Y el dinero que hubo que pagar a Perón lo juntó Frigerio. Perón era venal, eso es cierto. Pero Frondizi no firmó el pacto. Lo que no quiere decir que Frondizi no haya dicho que era importante un acuerdo con el peronismo. Yo creo que Frondizi dijo la verdad, creo que no firmó el pacto.

¿Qué relación tenía con Rogelio Frigerio?

Le debo muchas cosas. Lo que Frigerio enseñó sigue teniendo vigencia: con el ahorro interno no se puede financiar sostenidamente el crecimiento del producto. El capital extranjero es necesario para hacer compatibles las necesidades sociales y las necesidades de la economía en un régimen democrático. El capital extranjero es un suplemento que permite generar un cambio en un tiempo menor que el que sería necesario si se limitara al ahorro nacional. A ese concepto hay que incorporar otras dos ideas centrales: prioridad y ritmo. Yo me considero alumno de Rogelio Frigerio. Las diferencias con don Rogelio no tenían que ver con la formulación del pensamiento.

¿A qué se debían?

A la formulación del pensamiento en relación con la sociedad. Rogelio consideraba que la emisión de un concepto debía darse con una lógica pura, frigerista. Si yo alteraba las premisas de su razonamiento, estaba alterando la esencia. Él creía que había que tener era un rigor formal para preservar la doctrina. Por ejemplo, yo tenía que decir a lo largo de mi discurso, en cada renglón, “viva la alianza de clases y sectores sociales”. Si no lo decía, era un hereje. Ahora, ¿dónde estaba mi discrepancia? En que creo que el desarrollismo tiene que tener un componente humanista. Y el componente humanista es que tengo que transformar el discurso desarrollista en el discurso de los demás. Si los demás no asumen ese discurso soy una excepción individual. El día en que nuestro vocero [Frondizi] se extinguió, se extinguió el desarrollismo.Sauret

¿Frondizi tenía una visión humanista?

Frondizi nunca te iba a exigir que hablaras como él. Nunca te iba a pedir que le dijeras que no tenía ningún error. Te podía decir que habías omitido algo, pero no te iba a decir cómo tenías que enunciarlo. Frondizi era un hombre que creía en la libertad. A él nunca le preocupó ser una mayoría. Lo que siempre le interesó fue ser distinto.

¿Distinto en qué sentido?

A él no le importaba perder en la Unión Cívica Radical, lo que pretendía era que un partido popular incorporase una serie de cuestiones que la generalidad no incluía. Frondizi era distinto. ¿Qué es un político? Alguien que dice aquello que es posible. La política es el arte de lo posible, no de lo imposible. Frondizi fue la persona que dijo que era posible el autoabastecimiento, y lo logró. Aunque todos le decían que no era posible.


PARTE 2 | BRUNO Y LA POLÍTICA PETROLERA

Juan José Bruno era de Concepción del Uruguay, como usted. ¿Quién era Bruno?

Lo primero que habría que decir es que era un hombre de una solvencia moral muy grande. Un hombre de una gran dignidad. Pero, además, era un hombre de una intuición popular absolutamente trascendental. Él acompañó a Frondizi en YPF, aunque no era un especialista en petróleo. Era pediatra. Frondizi designó a un médico en YPF, pero no porque fuera un infradotado sino porque le daba la garantía de no corromperse. No hubo una sola denuncia por corrupción contra Bruno.

¿Qué rol ocupaba Bruno dentro de la UCRI?

En la interna del partido [en Entre Ríos], brunismo y uranguismo tuvieron una conducta de permanente diferenciación. Yo pertenezco a la línea brunista, porque provengo de la línea de la intransigencia de la costa del Río Uruguay.

¿Era la cabeza de la intransigencia en la costa del Uruguay en Entre Ríos?

Exactamente. Pero cuando Frondizi fue electo presidente, Bruno no ocupaba ningún cargo. En toda su vida no fue ni concejal. Por su bonhomía, su manera programática, principista, él nunca disputó un cargo personal. Pero un día Frondizi le encomendó la presidencia de YPF.

¿Fue designado al frente de YPF después de Arturo Sábato?

El 1 de mayo de 1958 Frondizi emitió el mensaje al Congreso y dijo que iba a retener en forma directa la presidencia de YPF para conducir la política de autoabastecimiento petrolero. A los fines prácticos, designó un delegado presidencial con facultades de interventor. Es decir, con todas las facultades del directorio. El interventor fue Arturo Sábato. Sábato metió el acelerador a fondo y ejecutó los contratos petroleros. Dos años después, Frondizi regularizó YPF y designó a Bruno como presidente del directorio. Y Bruno normalizó el directorio e integró a los delegados de las provincias petroleras.

¿Por qué eligió Frondizi un nombre épico como la Batalla del petróleo?

Frondizi era un presidente que sabía que su tiempo era escaso y manejó todas sus operaciones en forma militar, aunque no era un militar. Y lo llamó batalla porque era un combate, no era algo pacífico. Sacar el petróleo implicaba un combate contra los que no querían sacar el petróleo. Siempre hubo quienes creyeron que el negocio era importar petróleo, desde Roca hasta Kirchner.

¿Kirchner creía que había que importar petróleo?

Néstor Kirchner sostuvo que no había que sacar el petróleo, que había que importarlo. Creía que había que guardar un recurso natural para usarlo después, como hace EE UU. Y el negocio era ganar dinero con la importación. El comercio internacional de petróleo es altamente rentable. ¿Cuál es la diferencia con el autoabastecimiento? Qué no comprás más, lo sacás porque lo tenés bajo la tierra. ¿Qué significa eso? Qué ahorrás las divisas que dedicás a algo que tenés. La sustitución de importaciones es importante como estrategia del desarrollo.

¿Sigue siendo una estrategia importante?

Seguro. Para dedicar esos recursos a importar aquellas cosas que cualitativamente no se pueden hacer en el país por el momento.

Dice que Frondizi tenía poco tiempo. ¿Por qué?

Por dos razones. Uno, porque él sabía que su relación con Perón era frágil. Dos, porque tenía un conflicto militar latente. Con una relación frágil con el peronismo y estando condicionado por el planteo militar, sabía que su legitimidad iba a declinar. Por eso tenía que generar hechos todos los días. Hoy, el petróleo; mañana, el acero; pasado mañana, la enseñanza libre. En 1958 planteó los tres ejes de su política y terminó en diciembre con el plan de estabilización, antes de irse a EE UU a buscar inversiones. Nosotros teníamos que incorporar una masa de recursos de capital que nos permitiera mantener un alto crecimiento del producto. No se olviden que veníamos de la recesión del ciclo final del peronismo y de dos años de recesión e inflación con el plan Prebisch. El plan de Aramburu era el de Prebisch, por eso me conmueven ahora algunos neodesarrollistas prebischerianos.

¿Es contradictorio se desarrollista y seguidor de Prebisch?

Es la apología de la contradicción. Prebisch no era desarrollista, venía del ciclo conservador. Aunque era miembro del Banco Nación en la presidencia de Yrigoyen, después creó el Banco Central en los 30.

¿Cómo fue la transición de la Revolución Libertadora al gobierno de Frondizi?

El Gobierno no tenía el control del aparato del Estado. La Revolución Libertadora se había quedado con el control de los bancos y parte de la Corte Suprema. Sauret

¿Cómo logró gobernar en esas condiciones?

Sobre la base de ocupar todas aquellas posiciones donde había una renuncia. En el caso de la Corte, la decisión central de Frondizi fue designar a un diputado nacional muy joven que tenía una gran cabeza jurídica: Julio Oyhanarte. La clave del gobierno de Frondizi, jurídicamente, la dio Julio Oyhanarte. La dio con una doctrina fundamental, que se llama el poder de policía del desarrollo. Se vio en todas las sentencias que Oyhanarte fundó en el viejo inciso 16 del artículo 67 de la Constitución de 1853.

¿En qué consistía esa doctrina?

Cuando dicen que la Constitución del 1853 era liberal, porque Alberdi y Urquiza eran liberales, es de una ignorancia supina. La Constitución de 1853 no era ni liberal ni estatista, era progresista. Decía que el Estado tenía que hacer todo lo que hiciera falta para asegurar el bienestar general: inciso 16. Con base en ese inciso, todas las sentencias de Oyhanarte apuntaban al desarrollo. Y no hubo cristo que declarase inconstitucional ninguna medida del gobierno de Frondizi, gracias a la inteligencia de Oyhanarte.

¿Por qué era tan importante esta interpretación jurídica?

Si hay algo claro es que Frondizi era abogado. Y nunca, aún en sus excesos, descuidó la sustentabilidad jurídica de sus decisiones. Él nunca violentó la Corte; nunca violentó los jueces. Aunque muchos de los jueces lo cercaron. Frondizi, sin embargo, siempre partió de la necesidad del Estado de Derecho, porque era un gobierno muy débil. Y Oyhanarte era clave. Cuando Frondizi fue derrocado, Oyhanarte sacó de la galera a Guido e impidió que [el general golpista Raúl] Poggi fuera presidente. Guido era el presidente provisional del Senado y, cuando metieron preso a Frondizi, Oyhanarte lo hizo jurar en la Corte como nuevo presidente. Cuando Poggi quiso asumir en la Casa de Gobierno, ya había un nuevo presidente. Oyhanarte era un genio.

Sauret


PARTE 3 | EDUCACIÓN

Frondizi autorizó la creación de las universidades privadas. ¿Era una prioridad para el desarrollo?

Las decisiones eran petróleo, acero y universidades privadas. En ese orden. Se trazó un programa de un ritmo acelerado de captación de inversiones para producir un shock. Pero no alcanzaban los recursos humanos con la universidad nacional, con alta tasa de deserción y escasa vinculación con las necesidades de la producción. Se buscó generar un polo de universidades a las que no había que financiar.

¿Por qué hubo tanta resistencia a las universidades privadas?

¿Cómo no iba a haber resistencia, si el país no quería cambiar desde 1918? ¿Por qué tenía que aceptar algo que era distinto a lo que se consideraba que era irreemplazable? Se creía que nadie podía tener una universidad mejor que la Universidad de Buenos Aires, que la Universidad Nacional de La Plata o la benemérita Universidad Nacional de Córdoba, que habían creado los jesuitas en 1615. ¿Y Frondizi qué dijo? Que nada de eso estaba en juego, pero no alcanzaba y que teníamos que ir por más. Y creó la posibilidad. Pero la verdad es que cuando derrocaron a Frondizi había solo siete universidades privadas.

¿Qué papel deberían cumplir hoy las universidades?

Hoy 1.200.000 personas están en la universidad pública y en la universidad privada hay 450.000 más. Si las sumo, no llegan a 2.000.000. Quiere decir que Argentina en los 30 años de democracia no ha llegado a tener 2.000.000 de universitarios. Hay un problema. Y además la universidad pública tiene una tasa de deserción de más del 60%.

Hoy se habla mucho de la sociedad del conocimiento. ¿Las universidades y el sistema educativo están preparados?

Sí, aunque el sistema educativo preuniversitario tiene falencias grandes. En el ciclo del preprimario y el primario el nivel es bueno. Hay graves deficiencias en el secundario y en el terciario. Y tenemos una universidad que hay que mejorar, pero es una buena universidad en términos generales.

¿Cree que la primaria está bien?

La primaria y el jardín. La secundaria está en crisis porque no sabemos para qué está. Lo que pasa es que la escuela pública se ha transformado en una plaza de estacionamiento que en vez de enseñar da de comer. Se han invertido todas las cosas. Dar de comer es algo que tendría que hacer la familia. Pero la familia está en declinación, en desaparición. No está la tía, no está la abuela, no está la mamá,  no está el papá. Los chicos son una consecuencia. Carecen de la protección que tuvieron ustedes o sus padres y hasta sus abuelos.

¿Cómo cree que tiene que ser la relación entre universidades, las empresas y el Estado?

El Estado tiene que tener claridad en sus prioridades y tiene que decir cuales son las vacancias [necesidades] desde el punto de vista del interés nacional. El mercado tiene que decir si puede satisfacer esas necesidades y el Estado tiene que ver si las puede cubrir con los recursos que tiene. Pero puede ocurrir que muchas de esas vacancias requieran un cambio cualitativo de los recursos humanos. Y ahí está el rol de la universidad.

¿Ese es el papel fundamental de la universidad con relación al desarrollo?

El rol más importante de la universidad no viene del lado de los recursos humanos, aunque es importante. El rol más importante de la universidad es la exploración del futuro. La universidad tiene que entregarle a la sociedad y al Estado los cambios que se están generando: las tendencias objetivas, las relaciones interinstitucionales, las relaciones interestatales. Sauret


PARTE 4 | EL FUTURO DEL DESARROLLISMO

Usted ha dicho que el campo ha incorporado mucha tecnología y conocimiento y eso invita a revisar el concepto del deterioro de los términos de intercambio. ¿A qué se refiere?

En las últimas décadas, como consecuencia del crecimiento del consumo chino, de los países asiáticos y la demanda de alimentos, parece que los precios modificaron la tendencia tradicional al deterioro de los términos del intercambio. El comercio exterior fue muy remunerativo. Además, la tesis de Héctor Huergo de Clarín, en principio, yo la acepto.

¿Cuál es la tesis de Huergo?

Él dice que el campo es una fábrica y que la primarización es un concepto despectivo que implica desconocer la inversión que hay en esa fábrica. Sostiene que la genética ha generado una altísima productividad, que revirtió el deterioro de los términos de intercambio.

¿Puede el campo suplir el papel a la industria en Argentina?

Acepto la tesis de Huergo como principio general, pero debe ser complementada con la industrialización rural y urbana. Nosotros no tenemos que desindustrializar nuestra economía, sino reindustrializarla. No veo una incompatibilidad entre la industrialización del campo y la industria en general. Veo un complemento, que fue siempre nuestra postura.

Hay economistas que sostienen que Argentina debería renunciar a la industria manufacturera porque la mano de obra es muy cara y concentrarse en el campo y los servicios. ¿Qué opina?

Creo que esa opinión se desentiende de dos cosas. ¿Qué vamos a hacer con la población y quién va a asumir con la responsabilidad de generar trabajo? Voy a decir algo muy molesto. Entre el desarrollismo y el kirchnerismo hay un punto que es común: la defensa del mercado interno. Nosotros somos mercadointernistas por definición. No es que el kirchnerismo descubriera el mercado interno, la historia argentina ha tenido en el mercado interno al principal aliado de la industria. Nosotros siempre hemos defendido el mercado interno y por eso somos defensores del salario. No queremos convenciones colectivas de trabajo con tope, porque el salario no es inflacionario.

¿A qué se debe la inflación, desde su punto de vista?

Lo que genera inflación no es que el salario crezca, lo que genera inflación es que la inversión sea escasa para sostener la tasa de crecimiento del producto. Nuestra visión es que la inflación es la consecuencia de la caída drástica de la inversión y el crecimiento descontrolado del gasto público. El gasto público no puede crecer sin límite en nombre del empleo público. La sociedad necesita empleo privado, no empleo público.

Frondizi logró reducir el empleo público sin que aumentara el desempleo, ¿cómo lo hizo?

Con la reforma de la administración pública de [Juan Ovidio] Zavala, un hombre de un inmenso talento. Él demostró, aproximadamente en dos años, que si se genera empleo en el sector privado con buenos salarios se puede transferir trabajadores del sector público al sector privado y descomprimir el déficit.  Pero para que haya oferta de empleo privado hay que bajar la presión fiscal. Si se quiere compensar la caída del empleo privado con empleo público, se necesita más recaudación fiscal. Y la mayor presión fiscal lleva a la recesión, porque provoca una merma en la inversión.

Frigerio sostenía que el país debía integrarse internamente antes de avanzar en la integración regional. ¿Cree que esta idea sigue siendo válida?

Lo único que no aprendimos los desarrollistas es a omitir la realidad. Vos tenés que pensar a partir de la realidad, no ignorarla. Nosotros hemos ido al Mercosur por un camino distinto al que ideó el desarrollismo en Arica. Cuando Frigerio polemizó con los chilenos, dijo: primero la integración de la nación, después la integración de la región. Pero lo dijo en 1968, ¿qué pasó después? Nos integramos con Brasil. Lo único que no deberíamos hacer es suponer que eso no ocurrió.

¿Ese camino ya se transitó y no se puede desandar?

Eso ya cambió, nuestro aliado es Brasil. Eso no debería desarmarse porque ya se generó una cierta estructura de producción y de consumo. Si se quiere romper para crear una nueva con China lo único que se va a lograr es desestabilizar al socio más cercano en función de un socio más lejano.

Si tuviera que plantear una revisión del desarrollismo, ¿por dónde empezaría?

Si ustedes me preguntan qué texto de Frondizi tendrían que leer hoy, yo les diría vuelvan a leer Petróleo y Política.

¿Pero no es ese el libro negro que los desarrollistas quieren ocultar?

Yo creo que Petróleo y Política tiene que ser leído, no omitido. Está exorcizado. Algunos dicen: «Oh, Satanás, aléjate de acá, que viene el pecado; te reemplazo con la virtud. ¡Viva el capital extranjero!». Son los que creen: “Menos mal que Frondizi conoció a Rogelio, porque sino no se hubiera salvado de sus pecados izquierdistas”. Y yo digo que no era tan así. Los dos fueron muy valiosos. El discurso de Frondizi sobre la impugnación al contrato de la California Oil Company no puede ser exacerbado como el pecado capital. En todo caso, si él dijo que no era oportuno el contrato de la California en 1954 y que sí lo era en 1958, en realidad lo que dijo es lo que había dicho Lenin: «Las concesiones del zar nacen de la corrupción, las concesiones del sóviet nacen de la virtud». Sauret

¿Cómo habría que repensar el desarrollismo hoy?

A mi me parece que tenemos que rescatar aquella originalidad de verlo todo, esa cosa que tenía Frondizi de ser distinto. Como ustedes recuerdan, Juan José Real escribió Lenin y las concesiones al capital extranjero. Fue por un pedido de Frondizi. ¿Por qué Frondizi hizo eso? Porque Lenin se había diferenciado de Trotski con respecto al capital extranjero. Trotski entendía que una concesión al capital extranjero era una traición al socialismo y Lenin sostenía que la traición al socialismo estaba en el hambre. Decía que si se mantenían las condiciones de la guerra con Alemania, iban a ser derrotados militarmente y el socialismo iba a fracasar. Por eso Lenin hizo dos cosas. Primero, la paz de Brest—Litovsk, en la que acordó con Alemania. Lo acusaron de traición por acordar con el ejército alemán. Y segundo, negociar con Armand Hammer, el capitalista de la Occidental Petroleum que vivía en Nueva York, los recursos para sacar petróleo en Rusia. Por eso dijo Frondizi: «Ese debate es el que yo necesito acá». Pero esta visión en la política argentina de los 50 justificaba cualquier golpe militar. A Frondizi lo derrocaron los militares porque lo consideraban un comunista. Nosotros tenemos que recuperar esa originalidad.

¿En qué se traduciría esa originalidad hoy?

Yo no critico a Cristina las negociaciones con China, ni las negociaciones con Rusia. Lo que critico es que no tenga un acuerdo con EE UU. Pero hay que comprender que ahora el mundo también está en el este.

Sauret

¿Por qué sigue siendo desarrollista?

Porque tengo una convicción muy profunda, que es la que me lleva a examinando la realidad todos los días. Aunque también les digo una cosa: hay muchas cuestiones del desarrollismo que tienen una interpretación sui generis en mi. Por ejemplo, el concepto humanista. Porque ese concepto humanista me viene de mi condición docente. Si yo no puedo transmitir a un alumno un concepto, que él lo reciba y lo haga suyo, no hay educación. Y eso para mí es la política. Ahora, sinceramente a mi me parece que muchas cosas se dijeron de una manera vertical y no las he comprendido. Por ejemplo, este asunto de la alianza de clases y sectores sociales, que pasó a ser un dogma y no una virtud.