La economía del conocimiento disputa a la industria automotriz el puesto como el segundo mayor complejo exportador de Argentina, explicó Carlos Pallotti, presidente de la Fundación Clementina
Lo que genera valor es la creatividad del cerebro humano, concluyó Carlos Palotti. Fue en la jornada sobre la revolución 4.0 organizada por la Usina Desarrollista, donde el presidente de la Fundación Clementina hizo una encendida arenga a favor de la economía del conocimiento. «Nunca como ahora el cerebro humano estuvo tan en el centro de la producción», sostuvo. Palotti subrayó que nueve de las diez empresas con mayor valor de mercado del mundo son tecnológicas. Y en Argentina el fenómeno se repite: la más valiosa es Mecado Libre. «Es una tendencia inevitable, pero no es la única razón por la que son relevantes. Sacando a los supermercadistas y al sector público, la principal empleadora privada en Argentina es Accenture, con 10.000 trabajadores», apuntó y destacó a otras empresas tecnológicas con miles de empleados como Globant, Despegar y la misma Mercado Libre.
La economía del conocimiento es más que software, destacó Pallotti. También incluye a los servicios profesionales, la producción audiovisual, la biotecnología, la bioeconomía, la nanotecnología, entre otras. El sector, en conjunto, pelea con el automotriz el puesto del segundo mayor complejo exportador, con casi 6.000 millones de dólares anuales. «Con la diferencia de que genera un superávit comercial de 500 millones de dólares, y no déficit como el automotriz», aclaró Pallotti.
La revolución 4.0 implica un cambio en la forma de pensar las prioridades del país. «El concepto de industria tal como lo conocimos va desapareciendo y está dando forma a algo nuevo. Cambian los paradigmas productivos y las necesidades de empleos», describió Pallotti, exsubsecretario de Servicios Tecnológicos y Productivos del Ministerio de Producción de la Nación. Esto también significa cambios a la hora de atraer inversiones. «El desarrollo ya no viene de la mano de los capitales. Viene de actividades menos capital intensivas. Estas son actividades ideales para países como el nuestro, con serios problemas de capitales. Cuando hablamos de inversiones siempre pensamos en grandes conglomerados productivos, como Vaca Muerta, o en convencer a Toyota para que instale una planta. Pero en estas actividades no hay que hacer campañas para atraer inversiones. Vienen a golpear la puerta. ¿Qué necesitan? Gente preparada», resumió.
Transformar el sistema educativo
Uno de los principales desafíos en la era del conocimiento es la transformación del sistema educativo. Reconvertir la mano de obra fue algo necesario en todas las revoluciones industriales anteriores, remarcó Pallotti. «Hace poco fui a Corrientes y hablé con la directora de la carrera de informática. Estaba feliz porque tenía un récord de 450 inscritos. Cuando le pregunté cuántos había en las demás, me dijo que 7.500. Son 7.500 contra 450. Mientras unos van a tener difícil conseguir empleo, a otros les van a sobrar las oportunidades. Hay un descalce», analizó y consideró que por eso era importante que el desarrollismo hubiera organizado un seminario sobre el tema. El experto destacó, sin embargo, que Argentina tiene un sistema educativo público y privado desarrollado, que se ha actualizado, y que buena parte de la población come proteínas, lo que es una condición básica para un buen desarrollo cognitivo. La principal falencia, opinó, es la falta de conexión entre el mundo de la ciencia y el de la producción.
Pallotti planteó que la economía del conocimiento puede ser un motor para desarrollar el interior del país. «Siempre se habla de llevar el empleo a las provincias con menos oportunidades. Pero se piensa en llevar fábricas. La tecnología también cambia eso», destacó el ingeniero. Y puso el ejemplo de dos ingenieros jujeños, que programaron un algoritmo que permite que Despegar anticipe con un 70% de exactitud si un usuario va a compra un pasaje, o no, desde el primer clic. Una PyME con sede en Carpintería, San Luis, contrató a los ingenieros de la localidad jujeña de Chala para que hicieran el desarrollo. «Las oficinas comerciales están en Buenos Aires, pero los cerebros pueden estar en cualquier parte del país. Esa es la revolución de la que estoy hablando. Y es el caso de una PyME», contó.