Tras conocerse los resultados electorales del pasado 3 de octubre, el reloj de arena entró en tiempo de descuento para los equipos de campañas del Partido de los Trabajadores (PT) y el oficialista Partido Liberal (PL). Ambas formaciones ya hicieron los cálculos pertinentes matemáticos necesarios para ganar la segunda vuelta, lograron apoyos de los otros candidatos y gobernadores electos e implementaron nuevas estrategias políticas de cara a un reñido balotaje que definirá la presidencia de la segunda economía del continente el próximo domingo.
Brasil vive la elección más polarizada de su historia desde el advenimiento de la democracia en los comicios de 1989. La victoria de Luiz Inácio Lula da Silva en primera vuelta dejó un sabor agridulce que se vio reflejado en el búnker del PT, en San Pablo, donde hubo caras largas mezcladas con cierto entusiasmo tímido. Se tenía la esperanza en coronar en primera vuelta entonados por los que anticipaban las encuestas que fallaron rotundamente. Los cuestionados sondeos indican hoy que el exmandatario supera al actual presidente, aunque otras señalan la posibilidad de empate técnico. Según Datafolha, Lula tiene una intención de voto del 53% contra el 47% del presidente Jair Bolsonaro, en cambio, la consultora Paraná Pesquisas arroja los siguientes números muy ajustados: Lula 50,2% de votos contra el 49,8% del ex capitán del ejército. Semejante paridad ha intensificado en las campañas las falsas noticias, que centradas en Dios y la corrupción buscan sumar votos mediante un juego en el que «todo vale». Hay en juego unos 30 millones de votantes que no fueron a votar en la primera vuelta.
Por eso, en la búsqueda de nuevos votos se generaron situaciones insólitas: Lula, próximo a cumplir 77 años el 27 de este mes, tuvo que salir aclarar que no tiene devoción por el diablo para simpatizar con los evangelistas, en su mayoría, devotos de Jair Bolsonaro. Las fakenews generan tener que salir a aclarar ridiculeces. Además, el ex líder del sindicato de los metalúrgicos sorprendió a más de uno al manifestar su posición contraria al aborto cuando siempre mostró una actitud aperturista sobre el tema. Sin embargo, pidió “abrir el debate en el Congreso”. Bolsonaro no dejó pasar la oportunidad del cambio de postura de Lula y lo chicaneó vía la red social del pajarito: “Lula ahora intenta decir que está en contra del aborto, mientras es apoyado por quienes lo defienden; que es cristiano, mientras es apoyado por aquellos que odian la iglesia; que está en contra de las drogas, siendo apoyado por los que están a favor; que está en contra de la corrupción, mientras que él y su banda fueron arrestados por ello”. A la hora de obtener votos todo vale.
Los fuertes roces entre los candidatos se agudizo de cara al balotaje. Continuaron con acusaciones mutuas de corrupción y ataques verbales despectivos como los que emplea Bolsonaro, de 67 años, en cada mitin cuando hace mención a Lula con discursos altisonantes lo llama “corrupto y ex presidiario”; la réplica del ex mandatario hace hincapié que en Brasil peligra la democracia en un segundo mandato del ex militar y lo ataca de manera severa por la ineficacia en la pandemia que causaron 660.000 muertes, siendo el segundo país con más decesos en el mundo, y la pésima política ambiental que se ve reflejada con los incendios y la deforestación del Amazonas. Los constantes ataques y agravios se trasladaron a las masas con actos de violencia entre militantes y simpatizantes con víctimas fatales. Las redes sociales tampoco fueron la excepción, allí se libra una feroz batalla con noticias infundadas.
Es tal la polarización extrema que también se hizo presente en las aplicaciones de citas donde se pregunta que orientación política tienen los interesados. Un episodio a parte fue el del exdiputado y aliado del presidente, Roberto Jefferson, que efectuó 21 disparos de fusil y lanzó dos granadas contra agentes de la Policía Federal que habían ido a arrestarlo. Desde las filas del bolsonarismo condenaron el accionar del exdiputado. En cambio, desde la campaña de Lula utilizaron el grave incidente como propaganda en las redes sociales para mostrar a los aliados del presidente.
Entusiasmo oficialista
En la campaña de Bolsonaro luego de los resultados de la primera vuelta sacaron pecho. Las encuestas fueron un fiasco que el mismo presidente atacó desde el primer día de campaña. Las resonantes victorias de sus socios políticos en los Estados de Río de Janeiro, San Pablo y Minas Gerais sumado a la muy buena performance en la elección en el Congreso donde nueve exministros de Bolsonaro obtuvieron triunfos en las urnas entusiasmaron al búnker bolsonarista.
En la Cámara de Diputados tendrá la mayor bancada con 99 escaños que junto a sus aliados proyectan 143 bancas de 513 asientos. En el Senado figuras del PL y agrupaciones aliadas se alzaron con 13 escaños de las 27 bancas que se pusieron en juego sobre 81 asientos. El PL quedó con el control de las primeras minorías en ambas cámaras.
En cambio, el PT y aliados obtuvieron 110 bancas y sólo 9 asientos en el Senado. En caso de que Lula obtenga su tercer mandato tendrá un Congreso adverso donde deberá negociar arduamente sus propuestas de gobierno.
La evidencia tácita es que Brasil giró del centro a la centroderecha. Lula que de antemano seguramente imagino este panorama lleva en su boleta electoral a su ex rival en las elecciones del 2006 y ex gobernador de San Pablo, el conservador Geraldo Alckmin. Si bien mantiene un discurso progresista también remarca la importancia de la responsabilidad fiscal. El pragmatismo es una constante en la carrera política de Lula. En esa línea recibió los apoyos del expresidente Fernando Henrique Cardozo y con la atenta mirada electoral de la centroderechista y senadora Simone Tebet del Movimiento Democrático Brasileños que sacó 4,2% y del centroizquierdista y exministro de Lula, Ciro Gomes, del Partido Democrático Laborista que obtuvo el 3%. En el caso de Tebet se implicó en la campaña con el aporte de cambiar el rojo que identifica al PT por el blanco en nombre del “amor y la paz” para obtener el apoyo de indecisos. Es más, Tebet suena como posible ministra de Agricultura.
Las propuestas económicas
Por el lado económico se empezó a deslumbrar los posibles nombres: el liberal André Lara Resende, el padre del Real, la moneda brasileña, tendría un lugar relevante en el equipo económico y Fernando Haddad, exministro de educación de Lula y Dilma Rousseff y excandidato presidencial en 2018, que pelea muy por detrás en el balotaje del próximo domingo por la gobernación de San Pablo. Lula apunta esencialmente, si logra acceder a un tercer mandato, a continuar con su política de movilidad social ascendente, que llevó a cabo en sus presidencias en parte ayudado por los altos precios de las materias primas, que tendrá escollos por el contexto mundial actual por lo que también hace referencia a tener las cuentas en orden.
Con una inflación del 8% y una pobreza que afecta casi al 30% de la población, con un aumento de casi 10 millones en los últimos 2 años., en ese contexto, Lula quiere darle más protagonismo al Estado con una millonaria inversión pública como fórmula para generar más empleo y reactivar la economía. La misma fórmula que por cierto ya aplicó con éxito durante su paso por la presidencia entre 2003 y 2010. También promete un aumento del salario mínimo y una reforma tributaria donde paguen más los que más tienen. Bolsonaro, en cambio, defiende que la economía se empezó reactivar en 2021 y continúa este año con un pronóstico que crecerá un 2,7%. Y, en su propuesta económica, mientras Lula le quiere dar más protagonismo al Estado para salir de la crisis, el plan de Bolsonaro, quien en general tiene una imagen favorable en el mercado, quiere quitarle espacio.
De esta manera, ha anunciado que continuará con las privatizaciones que impulsó durante su gobierno y también promete seguir impulsando la minería, la agricultura y ganadería. Pero al mismo tiempo, Bolsonaro promete dar continuidad a los subsidios. En los últimos meses, logró que el Senado aprobara un millonario paquete para entregar 600 reales brasileños, es decir, unos 110 dólares mensuales a las familias más pobres.
También son bien diferentes los planes de ambos candidatos para el medio ambiente. Lula puso especial énfasis en campaña a su propuesta ambientalista, un punto débil de su rival, acusado de facilitar una deforestación histórica en el Amazonas. El expresidente dice que va a crear una autoridad nacional para frenar el cambio climático y prometió que en su gobierno aplicará restricciones en el desarrollo de la Amazonía además de comprometerse a cumplir con las metas de reducción de emisiones del Acuerdo de París.
Por su parte, Bolsonaro propone contratar a miles de bomberos para luchar contra los incendios forestales y también planes para combatir la deforestación que azota a la Amazonía y que, según han denunciado organizaciones de defensa del medio ambiente, se ha incrementado durante su gobierno.
En la recta final hacia el domingo, el viernes, en Río de Janeiro, se celebrará un nuevo debate entre los contendientes donde quizás algunos indecisos y los que no fueron a votar que suman 30 millones de personas decidan su voto.
Los Estados electorales claves son San Pablo y Río de Janeiro donde ganó Bolsonaro. Si se mantiene y logra dar vuelta Minas Gerais, donde se reeligió el gobernador Romeu Zema un empresario liberal que de inmediato se alió con el actual mandatario, Bolsonaro puede lograr su reelección.
Sin embargo, Lula llega con una leve ventaja para el balotaje según las encuestas. A diferencia de Bolsonaro, es reconocido como alguien moderado y más dispuesto al diálogo político, por lo que, según varios analistas lo ven como el mejor candidato para tejer alianzas. Tiene valor también su postura en la defensa a la democracia que manifiesta estar el peligro si gana Bolsonaro, confeso admirador de la dictadura militar que gobernó de facto de 1964 a 1985. Su gran desventaja es el propio desgaste del PT, y de él mismo, por los escándalos de corrupción que reconoció, pero nunca pidió perdón. Uno de sus mayores errores en la campaña.
Por su parte, a Bolsonaro le puede ayudar la economía. Según analistas, el escenario económico está beneficiando los números del presidente, aunque la velocidad de recuperación ha sido mucho más lenta de lo que esperaba el presidente. Mientras, su principal desventaja es que su voto en contra es mucho más alto que el de su adversario. Quizás el abuso de decir constantemente que si gana Lula Brasil correrá la misma suerte que Cuba, Nicaragua, Venezuela, Colombia y Argentina y que reinará la corrupción ya no sea un argumento que seduzca al electorado como hace cuatro años. El domingo un país dividido decidirá quién será el ocupante del Palacio de Planalto por los próximos cuatro años.