El Primer Ministro Bennjamin Netanyahu con su flamante aliado Itamar Ben Gvir at the Knesset on December 28, 2022. (Olivier Fitoussi/ Flash90)
El Primer Ministro Bennjamin Netanyahu con su flamante aliado Itamar Ben Gvir at the Knesset on December 28, 2022. (Olivier Fitoussi/ Flash90)

Cuando se formó el Gobierno de unidad nacional y cambio, el 13 de junio del 2021, cuya coalición estaba conformada por ocho partidos que iban desde la derecha, centro e izquierda (inclusive el partido conservador islámico Ra’am de Israel), la  finalidad fue poner fin al ciclo de 12 años de Benjamin Netanyahu en el poder. Las figuras centrales de tan amplio acuerdo político fueron el derechista Naftali Benett y el centrista Yair Lapid. La alianza fijó que Bennett gobierne los primeros dos años y Lapid sea primer ministro la segunda mitad del mandato.

Israel ensaya un gobierno de unidad para dejar atrás la era Netanyahu

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Ante ese escenario, Benjamin Netanyahu pasaba a ser el líder de la oposición y anticipaba «derrocar al gobierno en cuanto se presentase la primera ocasión». Muchos daban por muerto al líder del Likud. Sin embargo, en el ambiente sobrevolaba la posibilidad de la vuelta de Netanyahu que ocupó el cargo de primer ministro durante más tiempo en la historia de Israel a largo de cinco mandatos.

Sabía de antemano que el Gobierno era un hibrido heterogéneo de partidos políticos que tarde o temprano iban a surgir grietas por diferencias políticas. Con diferentes estrategias Netanyahu se mantuvo al acecho a la espera de acertar el golpe de gracia al nuevo Gobierno. Y «Bibi» lo hizo. La ocasión se dio apenas un año después de la asunción del Gobierno de coalición cuando la misma sufrió fugas de diputados de derecha y se perdió la mayoría en el Knéset, el Parlamento israelí. Eso provocaría elecciones anticipadas, las quintas desde la primavera de 2019 y una nueva oportunidad para Netanyahu.

Nuevamente Bibi estaba en carrera para recuperar el poder. Con 73 años se puso la campaña al hombro y recorrió el país a lo largo y a lo ancho en un camión blindado bautizado el “Bibimóvil». al mejor estilo criollo del «Menemóvil». A pesar de las denuncias en su contra por corrupción, acusaciones que él niega, su base de seguidores acérrimos clo apoyaron ciegamente. Su partido, el Likud.  ganó las elecciones con el 23,41% de los votos que contabilizó un total de 32 escaños, pero quedó lejos de las 61 bancas necesarias para formar gobierno. Muy lejos quedó el centrista y expremier, Yair Lapid, con 50 diputados, lastrado por la debacle de sus socios de izquierda que cosecharon el peor resultado de su historia.

Nuevamente se requería un gobierno de coalición. Para recuperar el poder Netanyahu formalizó una alianza amplia de partidos de extrema derecha y ultraortodoxos con posiciones polémicas racista, ultranacionalistas y homófobas. Logró la tan ansiada mayoría para conformar gobierno con 64 diputados de los 120 del Knéset. Del total de miembros del nuevo Ejecutivo, la mitad pertenece al Likud de Netanyahu, once al partido ultraortodoxo sefardí Shas, siete al ultraortodoxo ashkenazí Judaísmo Unido por la Torá, siete al ultraderechista Sionismo Religioso, seis al ultraderechista Poder Judío y uno al homófobo Noam.

El Gobierno más derechista de la historia de Israel: ¿puede poner en jaque a la democracia?

Israel se encuentra en un momento de su historia complejo. Lejano quedaron los días cuando la cuestión política de dirimía entre la izquierda y la derecha,  en la posición sobre la cuestión Palestina o la solución de los dos Estados. La tradicional derecha israelí que tuvo como referentes históricos a Menájem Beguín e Isaac Shamir tiende a desaparecer hacia una derecha religiosa y ortodoxa y conservadora.

En su afán de retornar al poder Bibi tejió una alianza peligrosa con personajes como Ben Gvir, líder de Poder Judío con un pasado en las filas de Kach, una organización que estaba manejada por el extremista Meir Kahane, y fue declarada terrorista por Israel y Estados Unidos. Además, es un ferviente admirador de Baruch Goldstein, otro ultraderechista que mató a 29 fieles palestinos en la masacre de la Tumba de los Patriarcas de Hebrón en 1994. Por si fuera poco en 2007 fue condenado por un tribunal israelí por incitación al racismo.

Ben Gvir es un auténtico antidemocrático ultranacionalista que considera a todos los árabes terroristas, desea abiertamente usar al Ejecutivo y Legislativo para erradicar decisiones judiciales que no comparte como las que frenan la construcción de asentamientos-, quitar alas al Tribunal Supremo, en incluso eliminar del código penal delitos como fraude o abuso de confianza, dos de los tres por los que está encausado Netanyahu en su juicio por corrupción. En sintonía de la misma manera piensa el líder del Sionismo Religioso, Bezalel Smotrich, formación política que tiene como base de votantes a colonos y ultraortodoxos judíos, son abiertamente racistas, antiárabes y homófobos. Su formación estrictamente religiosa se basa en los textos bíblicos para justificar la ocupación de los territorios y alienta a la violencia explícita contra los palestinos.Ambos desprecian a Tel Aviv y su idiosincrásica al considerarla una ciudad liberal en manos de la izquierda a la que denuncian estar dominada por antisemitas e inmigrantes.

Para poner en práctica sus posiciones fundamentalistas no tardaron nada. A menos de una semana del nuevo Ejecutivo, Ben Gvir, flamante ministro de Seguridad Nacional, en una actitud provocativa sin sentido visitó la Explanada de las Mezquitas, un lugar sagrado objeto de tensiones en Jerusalén Este, a pesar de las amenazas de Hamás palestino. En la Explanada de las Mezquitas se encuentra el domo de la Roca y la mezquita Al Aqsa, es el tercer lugar más sagrado del islam, ya que se considera que desde allí el profeta Mahoma ascendió a los cielos, pero además es el más sagrado del judaísmo, también conocido como Monte del Templo, se encuentra en la Ciudad Vieja de Jerusalén, en el sector palestino ocupado y anexionado por Israel tras la Guerra de los Seis Días en 1967. En la zona está vigente un statu quo histórico, los no musulmanes pueden visitar a la Explanada a determinadas horas, pero no pueden rezar en ella. Pero en los últimos años un número considerado de judíos nacionalistas rezan allí, lo que los palestinos consideran una provocación. La actitud de Ben Gvir de visitar la zona viene acompañado a su pedido constante de mayor acceso para los judíos en el lugar en cuestión. Varios estados árabes repudiaron el hecho y lo consideraron una “provocación” y existe la amenaza latente de una represalia del grupo terrorista Hamás, que controla la Franja de Gaza, que puede generar una escalada de violencia en la región como la vivida en mayo del 2021. Para tomar mayor magnitud del asunto, el propio Consejo de Seguridad de Naciones Unidas convocará una sesión extraordinaria con motivo de la provocadora visita del pasado 3 de enero.

Sin dudas el nuevo Gobierno es el más derechista desde la creación del Estado de Israel en 1948 y puede poner en jaque a la democracia israelí. La polarización será evidente en los próximos meses entre los que abogan por un Israel como una democracia liberal o los que defienden un Estado judío, populista y nacionalista. En el medio Bibi que deberá esquivar las olas agresivas de sus aliados y hacer hincapié en la inflación latente en los alimentos que está haciendo estragos en la clase media. La revista The Economist clasificó a Tel Aviv como la ciudad más cara del mundo por delante de París, Hong Kong y Nueva York, en parte por la explosión de los precios inmobiliario en un país en crecimiento por el auge de las nuevas tecnologías. También, Netanyahu pondrá el foco en los enemigos externos principalmente en Irán para frustrar sus intenciones de dotarse de un arma nuclear. Sin embargo, es probable que quiera afianzar relaciones amistosas como más países árabes.

Pero el mayor desafío será mantener la unidad del Gobierno. Como toda coalición de gobierno es frágil. Si bien todas las fuerzas son de centro y extrema derecha y ortodoxas seguramente tendrán cruces y diferencias políticas con posibles fisuras que pueden generar fugas en el Parlamento y el fin del Gobierno. Ante todo Netanyahu deberá poner límites y controlar a ese golem que engendro en su afán de tomar nuevamente el poder.