Erdogan se quejó de la injerencia de los gobiernos occidentales. Foto: AFP - TELAM SE 2022.
Erdogan se quejó de la injerencia de los gobiernos occidentales. Foto: AFP - TELAM SE 2022.

En la madrugada del 6 de febrero del 2023 la tierra se movió en la ciudad de Gaziantep, en el sureste de Turquía, provocando un terremoto masivo de 7,8 escala de Richter que dejó a su paso daños materiales descomunales con edificios hechos trizas donde se perdieron 55.000 vidas humanas. Las pérdidas económicas fueron terribles con un total de 84.000 millones de dólares.

La falta de respuesta, reacción y lentitud ante la magnitud de la tragedia del gobierno generó un fuerte resquemor, rechazo y frustración que dejó al desnudo las flaquezas de un Estado ausente, un régimen corrupto y autócrata sumado a una pésima gestión económica que ha devaluado la lira turca y una inflación galopante que sumo un índice anual, en 2022, del 64,7%, según el organismo estatal del Instituto Turco de Estadísticas, pero que el independiente Grupo de Investigación de la Inflación, registra un total del 137,55% ponen en foco la posibilidad de un cambio de signo político tras veinte años de permanencia en el poder de Recep Tayyip Erdogan el próximo domingo en las elecciones presidenciales donde están habilitados a votar a las urnas más de 64,1 millones de turcos de los cuales unos 3,4 millones viven en el extranjero. Las tres principales plazas con envergadura electoral son Estambul, Ankara e Izmit siendo los residentes turcos en el exterior el cuarto lugar más importante, principalmente Alemania, por número de votantes donde la votación comenzó el 27 de abril.

Tiemblan los cimientos del régimen

El pasado terremoto que azotó al país fue el más mortífero en casi un siglo de la historia turca, siendo el último antecedente  el que tuvo de epicentro a la ciudad de Izmit, en 1999, que causó la muerte de 17.000 personas. Aquella tragedia mostró al descubierto la desidia y la corrupción del gobierno de ese entonces del primer ministro izquierdista, Bülent Ecevit, y permitió el ascenso al poder en 2002 en las elecciones parlamentarias del exalcalde de Estambul, un tal Recep Tayyip Erdogan, quien se presentaba como un paladín en la lucha contra la corrupción, de concepción islamita en un país republicano y laico. Ironías del destino 21 años después la tragedia de otro terremoto puede poner fin a la aspiración de un nuevo mandato de Erdogan.

De esta manera, Turquía llega a la contienda electoral del domingo donde es probable que haya una segunda vuelta en dos semanas. El oponente del “rais” (jefe en turco, como apodan sus acólitos a Erdogan) es Kemal Kilicdaroglu, de 74 años, líder del Partido Republicano del Pueblo (CHP) formación política creada por el padre de la República, Mustafá Kemal, que en las cenizas del extinto Imperio Otomano venció a los griegos (abastecidos por los británicos) en 1922 y dio nombre de Turquía al nuevo Estado que el gobernaría, una República laica alejada de la sharía (ley islámica) que determinó decisiones políticas modernas como el voto femenino, la prohibición del uso del fez (sombrero masculino) y del velo femenino y la sustitución del alfabeto árabe por el latino y el descanso dominical. Kemal póstumamente recibió el nombre de «Atatürk, cuya traducción es “padre” de la nación. Su discípulo Kilicdaroglu es un convencido socialdemócrata, secular y kemalista que logró tras un arduo trabajo unir a la oposición en una coalición heterogénea que suman partidos desde la centroizquierda a la derecha nacionalista como el Buen Partido (IYI), el derechista Partido del Futuro (Gelecek Partisi) exaliados de Erdogan o el Partido de la Felicidad (Saadet Partisi) de carácter islamita hasta de un partido kurdo. Estas formaciones crearon una Alianza de la Nación de seis partidos o como lo llama la prensa turca: “la mesa de los seis”. La coalición se considera republicana y antiautoritarios que buscan retornar al sistema parlamentario y reemplazar al actual regimen presidencialista, pero sobre todo los une el espanto a Erdogan. Según la coalición opositora, el actual presidente condujo a Turquía hacia una autocracia al limitar los derechos civiles y socavar la independencia de las instituciones del Estado, como el Ministerio de Relaciones Exteriores y el Banco Central.

Una deriva hacia el autoritarismo

A pesar de que las encuestas vaticinan una leve ventaja de Kilicdaroglu no hay que subestimar el poder del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) del presidente Erdogan. Socialconservador nacionalista de tendencia islamista, durante estas dos décadas de gobierno moldearon a su gusto a las instituciones del Estado y políticas. Fue gracias al crédito popular que le dieron sus primeros años de buena gestión en materia económica que permitió megaproyectos de infraestructuras y con una política exterior firme siendo un actor principal en el Cáucaso, medio oriente y Asia central que generó roces con sus tradicionales aliados occidentales. Tras el fallido golpe de Estado que sufrió en 2016, Erdogan inició una purga con mano de hierro en el ejército que defendían las banderas del laicismo, ahora leal a sus directivas, en dependencias del gobierno y atacó de manera implacable a sus opositores. Tampoco le tembló la mano al perseguir a la minoría kurda y ahogó a los medios de comunicación independientes a través de la pauta pública.

Como suelen hacer los populismos, también barrió al poder judicial que estaba integrado en su mayoría por nacionalistas laicos y ahora es manejado por simpatizantes del AKP. En su avance de derribar la obra kemalista tuvo un fuerte gesto simbólico para los islamitas: la reconversión de la iglesia de Santa Sofía en mezquita en Estambul.

Nostálgico de los años de gloria del Imperio Otomano, Erdogan posicionó a Turquía como relevante actor  geopolítico, situándose como el nexo de unión entre Europa y Oriente Próximo y el mar Negro y el Mediterráneo. Es el único país asiático en la OTAN, y por él transitan las líneas de suministro de gas que abastecen buena parte de Europa. Sin embargo, también mantiene importantes disputas con sus vecinos, especialmente con Grecia y Chipre,  pero también en Siria donde intenta imponerse como potencia regional.  Árbitro total en el Cáucaso en el conflicto latente entre Armenia y Azerbaiyán aliada con Turquía, un ida y vuelta con las monarquías absolutas del Golfo Pérsico principalmente con Arabia Saudita con acuerdos comerciales para sanar la golpeada economía turca tras el oscuro episodio de la muerte del periodista saudí opositor, Jamal Khashoggi, del príncipe heredero Mohamed bin Salman que fue cruelmente asesinado en el consulado saudí en Estambul que provocó roces en las relaciones de ambos países; mantiene excelentes relaciones con Qatar donde Turquía tiene una base militar a cambio los qatarí ayudaron con préstamos monetarios para sanar la economía turca. Con Irán a pesar de tener intereses cruzados en el conflicto de Siria ha generado acercamientos significativos. Turquía siendo miembro de la OTAN y con buenas relaciones bilaterales entre Erdogan y su par ruso Vladimir Putin, si bien Ankara condenó la invasión rusa a Ucrania, no acompañaron a las sanciones económicas lo cual genera roces con sus aliados de la alianza norte, Estados Unidos y la Unión Europea. Pero Erdogan actuó con una doble vara contra Moscú al vender drones militares a Kiev. Ante los reclamos de sus aliados, Erdogan utilizó el chantaje vetando el pedido de ingreso a la organización de Finlandia y puntualmente Suecia porque el país escandinavo brinda asilo a perseguidos políticos kurdos que el mandatario turco los acusa de terrorista puntualmente a los miembros del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). También, mantiene una rivalidad histórica con Grecia que se fue acentuando desde la llegada al poder de Erdogan.

Sin dudas la política exterior adoptada por Erdogan es bastante contradictoria. En caso de ganar la oposición se espera un acercamiento más firme a los aliados occidentales de la OTAN y la Unión Europea. Un tema puntual que fue un eje de la campaña electoral es el tema de los refugiados sirios que llegan a unos tres millones. La oposición busca un entendimiento con el dictador sirio Bashar al Assad para solucionar la actual problemática. Erdogan, en cambio, planteó repatriarlos como sea.

Una nueva esperanza de cambio

Otro factor de importancia en la campaña fue la salud del actual presidente, de 69 años, que despertó el interés nacional cuando tuvo que abandonar una entrevista televisiva por un malestar estomacal y se vio obligado a suspender la campaña por 48 hs. Su reaparición fue con todo a Erdogan como buen populista le encanta el contacto con la gente y los grandes mítines sumado que recorre el país llevando sus propuestas.

En cambio, su contrincante Kilicdaroglu tiene un carácter más impasible lo apodan el “Gandhi turco”, pero concreto y firme a la hora de manifestar sus propuestas de gobierno y en sus planteos contra la corrupción imperante de la administración de Erdogan. El cara a cara fue esencial por el poco tiempo que tuvo en los medios de comunicación controlados por el gobierno. Ante ese escenario, independientemente, los sondeos anticipan una victoria de la oposición, pero no en primera en vuelta con lo que seguramente habrá balotaje.

Desde ya, Erdogan no podría reconocer el resultado de los comicios. Absurdas acusaciones por miembros del gabinete del gobierno deslizan un golpe de Estado promovido por Occidente y que la oposición tiene vínculos con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), la milicia kurda que lleva casi cuatro décadas de lucha armada para lograr la soberanía del Kurdistán y que está basada en la sierra iraquí del Kandil. La oposición en tanto cuestiona la limpieza de las elecciones.

Si bien los primeros años de Erdogan tuvo aciertos positivos todo mandato largo en el tiempo cae en excesos y en modo autocrático. Del otro lado la figura de Kilicdaroglu conciliadora, trabajadora, humilde y con vientos de cambios pro democracia y abrazando a Europa para una Turquía golpeada por la tragedia ambiental y económica.

Kemal Kiliçdaroglu está al frente de una coalición opositora que según las encuestas puede derrotar al actual mandatario
Kemal Kiliçdaroglu está al frente de una coalición opositora que según las encuestas puede derrotar al actual mandatario