
Para el economista desarrollista, actual director del Observatorio Pyme y de la consultora Sistémica para el Desarrollo, estamos frente a la tercera ola de atraso cambiario con apertura con el riesgo que implica hacerlo sin un tipo de cambio competitivo. Quizás por su cuestionamiento a la política cambiaria del gobierno le valga el mote de «econochanta» con que generalizo el presidente a quienes cuestionan el valor del dólar, pero Poli no se retracta. Sí, aclara, que es posible un futuro logre ser viable la apreciación, pero que esto no ocurre ahora ni implica «sea deseable para nuestro desarrollo económico-social», advirtiendo sobre el peligro de perdida de empresas y empleos. Y es que Poli no concibe un desarrollo posible sin industria nacional, que comparte debe abrirse al mundo y competir, pero que ya de por sí enfrenta la carga del «costo argentino» impositivo, laboral, logístico entre tantas cuestiones. No ve tampoco un empecinamiento ideológico anti industrial sino más bien las consecuencias de «priorizar el objetivo político de bajar la inflación, en lo inmediato, a cualquier precio». Por último, nos comparte su perspectivas de que le deparan a los sectores económicos: los bienes y servicios que compiten con otros del exterior tendrán esa limitante, mientras que los no transables podrán sin esa competencia tener más libertad de precios generando una economía a dos velocidades. En ese marco advierte sobre una apertura indiscriminada «puede no contribuir suficientemente para incrementar la competitividad vía mejora en los costos de insumos, mientras que expone a las empresas locales a pérdidas significativas de market share en el mercado interno.»
Hace tiempo que venís advirtiendo sobre los impactos de la apreciación cambiaria sobre la industria y las pymes, en particular, ¿Te preocupa el tema?
Sí, me preocupa y más aún porque se combina con apertura externa. Estamos frente a la tercera ola histórica de atraso cambiario con apertura. Las otras fueron las de Martínez de hoz a mediados de los ´70s y la convertibilidad en los ´90s. En el medio, el tipo de cambio bajo del final de CFK o el de las metas de inflación de Macri fueron períodos en que convivieron con una economía cerrada. Aclaro que estoy a favor de una mayor integración al mundo, más comercio internacional, pero necesariamente con un tipo de cambio competitivo.
Los que defienden el actual esquema argumentan que esta vez es diferente porque hay superávit en las cuentas públicas y entonces es posible mantener este nivel de tipo de cambio
Es cierto que ese es un dato diferente de esta experiencia, y, esta vez, también tenemos, además del campo, una industria oil&gas fuerte y competitiva y una minería despertándose que son, y serán más aún en el futuro, usinas de dólares comerciales. Esas dos condiciones podrían hacer sostenible, en el futuro, cuando estén desplegadas todas las potencialidades exportadoras de esos sectores, una moneda sobrevaluada. Te pueden determinar que sea un tipo de cambio viable, pero una cosas es que sea viable y otra que sea deseable para nuestro desarrollo económico-social.
¿Es eso de lo que se habla cuando se refiere a la enfermedad holandesa?
Justamente, al determinarse un tipo de cambio bajo o una moneda sobrevaluada, en términos de la productividad del conjunto de la industria argentina, producto de un conjunto reducido de sectores de alta productividad, esto dificultaría, cuando no haría inviable, la expansión de amplios sectores de la producción, vía exportaciones o sustitución de importaciones. De todos modos, no es lo que ocurre hoy, porque no tenemos exceso de oferta de dólares genuino sino un esquema de control cambiario que le permite a la autoridad monetaria fijar un tipo de cambio que no es de mercado.
Entiendo que la política económica argentina hoy está enfocada en el importante desafío de la estabilización macroeconómica, pilar fundamental de cualquier estrategia de crecimiento, y ha habido logros impensados. Pero, definitivamente, no es deseable que la estabilización sea a costa de la producción y la industria.
Los que defienden el actual esquema, argumentan que eso es, precisamente, porque nuestra industria no es competitiva y, por lo tanto, el mercado dispondrá si esas empresas tienen que permanecer o no…
Olvidan que, en estas condiciones, la industria no es competitiva por la sobrevaluación cambiaria y el costo argentino. Estamos hablando de costo laboral, industria del juicio incluida, tasas impositivas de impuestos distorsivos de las mas altas a nivel global, inexistencia de financiamiento, costo de logística desorbitado para el octavo país mas grande del mundo, entre otras cosas. Todas cuestiones que afectan los costos de producción en la Argentina que tienen resuelto los países en los que se producen los bienes con los que nuestros productores compiten. Por tomar sólo un aspecto de este, el del costo impositivo de nuestros productos: en las últimas dos décadas se duplicó.
¿Qué tiene que ver con esto el tipo de cambio real?
En el corto plazo, el tipo de cambio real debería tomar como dato el costo argentino y su nivel debería ser tal que permitiera la expansión de las empresas productoras de bienes transables internacionalmente, me refiero a las empresas que producen bienes que se exportan o compiten en el mercado interno con las importaciones. La competitividad de la producción nacional tiene que ver con las condiciones de productividad de la economía, puertas adentro y puertas afuera de la planta (costo argentino), y el tipo de cambio real, que es el que transforma los costos internos a precios internacionales. Cuanta más baja es la productividad de un país, más alto debe ser el tipo de cambio real y, por ende, más bajos sus salarios reales, y en término de moneda dura.
Por qué el atraso cambiario es el mayor problema de la economía Argentina en el corto plazo
¿Podes concebir una Argentina desarrollada a costa de su industria nacional?
No, pero además quiero aclarar que el problema de competitividad hoy no afecta solo al industrial nacional o a las pymes. Estamos hablando de trasnacionales que encuentran importantes problemas para seguir produciendo localmente y otras que se van del país, porque no le dan los números. Tienen métodos de producción de vanguardia pero están en una economía sin cadena de proveedores al nivel de los países desarrollados, con problemas de logística, de conectividad, etc. Y encima con un real devaluado mientras Argentina atraviesa un proceso de apreciación de su moneda. De hecho el tipo de cambio bilateral está al nivel del final de la convertibilidad, luego de la devaluación de Brasil de 1999.
¿Qué perspectivas ves para el sector industrial de todo seguir así?
En lo referido a la actividad, se consolidará una recuperación con dos velocidades marcadas por la diferencia entre los transables y los no transables. La producción transable que compite con el exterior empeorará su competitividad y sentirá el disciplinamiento de precios, con pérdida de mercado, con consecuencias sobre la caída del empleo y las empresas. Mientras que los no transables, al operar bajo un marco de protección por las características de la actividad, reaccionarán con subas de precios, mayor participación en la canasta de consumo y podrían traccionar un crecimiento del empleo, aunque de peores condiciones. Esta disociación será incluso más notoria frente a un escenario de aumento de la demanda, que convalidará todavía más la recuperación de los no transables y enmascarará los riesgos sobre los transables.
¿Y los salarios?
La política salarial es otra incógnita. Frente a un panorama de encarecimiento de costos en dólares y de salarios que todavía tienen terreno por recuperar contra la inflación, la capacidad de otorgar aumentos va a depender de la dinámica de precios. Mientras que habrá sectores cuyos márgenes permitirán convalidar aumentos a tono con la inflación y por encima del dólar, otros verán sus cuentas muy ajustadas ya sea por contar con ingresos atados al dólar, a los commodities (con escenario de precios a la baja) o por el disciplinamiento de las importaciones que ingresarán a precios subsidiados.
Hay algunos factores que además agravan este panorama. Por un lado, la reducción del crawling peg refuerza la apreciación cambiaria y contribuye a consolidar señales de precios favorables para la importación, tanto de productos finales como de insumos, lo que puede contribuir al freno de líneas de producción y cierres de empresas. Aún cuando se puedan generar dinámicas de aumento de productividad en los transables, es probable que las mismas se produzcan por reducción de personal y contracción salarial en términos reales, en especial para aquellos que compiten con importaciones o exportan a mercados internacionales. La creciente incidencia de la energía en los costos de producción es otro factor que estuvo empeorando la competitividad para el sector industrial.
¿Cómo juega la apertura externa?
Considero que la apertura comercial puede reforzar todavía más los desafíos para el sector transable. En un contexto como el actual, donde la tendencia es hacia un relajamiento de aranceles y barreras generalizado y no selectivo, el efecto de la apertura puede no contribuir suficientemente para incrementar la competitividad vía costos de insumos, mientras que expone a las empresas a pérdidas significativas de market share en el mercado interno.
¿Crees que hay una intención explícita de ir contra la industria?
Creo que es claro que están priorizando el objetivo político de bajar la inflación, en lo inmediato, a cualquier precio. No es que quieran destruir la industria, pero no les prestan demasiada atención a las consecuencias del tipo de cambio bajo y la reducción de aranceles sobre el aparato productivo. Esto es lo que explicaría que no tomen ninguna medida compensatoria, más allá de importantes acciones de desregulación que mejoran el ambiente de negocios por igual a productores e importadores. Al contrario, se vienen tomando un montón de medidas pro-importación, en muchos sectores, que, en el corto plazo, ayudan a la baja de inflación pero colocan a la producción local en peores condiciones de competencia.
El panorama internacional no parece ser favorable a esta política…
No, el panorama internacional y regional se caracteriza por un reverdecimiento de las políticas industriales, medidas defensivas (como las subas de aranceles) y un apoyo explícito a distintos sectores productivos, en el marco de esquemas de búsqueda de autonomía productiva, acortamiento y relocalización de las cadenas de valor (con fenómenos como el reshoring y el friendshoring).