Las últimas semanas fueron duras para Alberto Fernández. El primer golpe fue el fallo de la Corte Suprema de Justicia que dio la razón al gobierno porteño por las clases presenciales. El segundo lo desató un funcionario de tercera línea, de perfil bajo hasta hace unos días: Federico Basualdo, el subsecretario de Energía Eléctrica. El ministro de Economía, Martín Guzmán, pidió la renuncia de Basualdo y el subsecretario se negó a dejar el cargo. El kirchnerismo duro y la vicepresidenta, Cristina Fernández, respaldaron al funcionario rebelde, lo que escenificó en público el conflicto interno del gobierno y evidenció que Guzmán está en la mira de La Cámpora.
El conflicto se desató por el aumento de la energía eléctrica. Guzmán había definido como objetivo un incremento del 15% de la tarifa en dos tramos, segmentado en función de los ingresos. La suba estaba enfocada en los clientes de Edenor y Edesur de la Ciudad y el Gran Buenos Aires. El conurbano preocupa especialmente al kirchnerismo, ya que allí tiene gran parte de su electorado. Basualdo tenía a su cargo la segmentación, pero la demora en el análisis complicó los planes de Guzmán, que finalmente tuvo que resignarse a un aumento del 9% para todos los usuarios. Detrás de esta pelea, que parece técnica, están las objeciones del kirchnerismo duro hacia Guzmán. Este es un tema clave para el ministro de Economía, que busca reducir el déficit fiscal. La Cámpora ve con preocupación los planes de ajuste de Guzmán en un año electoral y ya baraja nombres para reemplazarlo.
El presidente quedó expuesto ante el fuego cruzado del Frente de Todos. Tuvo que aceptar que continúe Basualdo en el cargo y perder una nueva cuota de autoridad. El discurso más confrontativo y la pérdida de autonomía con respecto al kirchnerismo alejó la imagen que tenía Alberto Fernández al inicio de la pandemia, cuando se mostraba como un político dispuesto a cooperar con la oposición para contener el avance del virus. El kirchnerismo duro ganó fuerza en el gobierno y forzó un giro de 180 grados en la actitud del presidente: donde antes había diálogo, ahora hay confrontación.
Tal vez nada ilustre mejor el balance de fuerzas internas en el gobierno que la «foto de la unidad». Así denominó el propio Alberto Fernández la foto del acto de Ensenada, en la provincia de Buenos Aires, en la que se mostraron los prinicipales referentes del Frente de Todos, el pasado 5 de mayo. Estaban Alberto Fernández, Cristina Fernández, Axel Kicillof y Serigio Massa; Martín Guzmán, no. El acto tuvo un episodio inquientante, cuando el anfitrión, el intendente Mario Secco, declaró: «Si quieren venir que vengan. Estamos preparados, compañeros, para darle batalla en las elecciones». Con esta expresión galtierana, que tan malos recuerdos trae a la sociedad, se refirió a la oposición democrática del país.
La negociación de la deuda
El que más sufre esta radicalización del kirchnerismo es el ministro Guzmán. El senador Oscar Parrilli, hombre de confianza de la vicepresidenta, impulsó y logró que se aprobara un proyecto de declaración para que los 4.700 millones de dólares que enviará el FMI a Argentina en concepto de Derechos Especiales de Giro (DEG) no sean utilizados para pagar la deuda externa. Esa era la intención del presidente y el ministro de Economía para evitar una caída abrupta de las reservas del Banco Central debido a los próximos pagos de capital.
La estrategia de Guzmán apunta a que los países más poderosos del FMI acepten los DEG como forma extraordinaria de pago de la deuda. Cristina Fernández se opone a esta política, considera necesario que la negociación con el FMI se congele momentáneamente y que los DEG sean utilizados para paliar los efectos económicos de la pandemia.
A pesar de la adversidad, Guzmán cumple rigurosamente con el pago de intereses al FMI: el 1 de mayo desembolsó 298 millones de dólares a cuenta de la devolución de los 44.000 millones de dólares otorgados a la gestión anterior.
El ministro de Economía no estuvo en la foto de Ensenada, pero sí en la reducida comitiva que acompaña al presidente en la gira por Europa. Alberto Fernández visitará Lisboa, Madrid, París, Roma y Ciudad del Vaticano con el objetivo de conseguir el apoyo de los mandatarios europeos para la negociación con el FMI y su pedido de postergar el pago de 2.400 millones de dólares que debe pagar antes del 31 de mayo al Club de París.
El presidente respaldó a su ministro tras la crisis, a pesar de que no solo mantiene políticas que incomodan al entorno de la vicepresidenta sino que dispara declaraciones filosas que hieren el discurso de este sector político. «Tenemos que ser autocríticos, los subsidios energéticos son proricos en un país con un 57% pobreza infantil», planteó la última reunión del Consejo Federal Argentina Contra el Hambre. Con una situación económica tan delicada, el cargo de Guzmán es una pieza clave del gabinete, codiciado por el kirchnerismo. Por ahora, Guzmán resiste.
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