Alberto Fernández comenzó esta semana una gira para pedir el apoyo de los líderes europeos. El objetivo es conseguir el respaldo para patear el vencimiento del pago de la deuda al Club de París. El Gobierno demoró las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) hasta después de esta gira. No entiendo con qué argumento retrasan las tratativas sobre un acuerdo que, con un mínimo de racionalidad y voluntad, ya debería estar cerrado. Era lo que esperaban todos, incluido el FMI.
Las negociaciones sobre la deuda ya llevan un año y medio, y seguramente tomarán más de dos años. El contraste con las que lideró Roberto Lavagna a comienzos de siglo es evidente: la reestructuración fue anunciada en 2005 y llevó menos de dos años de gestión. Nadie puede comparar la complejidad de aquella con respecto a la actual.
En aquel entonces, el FMI, liderado por el alemán Horst Köhler y la norteamericana Anne Krueger, era totalmente hostil a la idea de reestructuración de deuda y a las políticas heterodoxas que debió aplicar Argentina para salir de la crisis de la convertibilidad. El G7, también se oponía.
La reestructuración de títulos públicos, el grueso de la deuda, tenía una complejidad extraordinaria por la diversidad geográfica, la atomización de los tenedores y la inexistencia de una cláusula de acción colectiva, lo que dificultaba la negociación y debilitaba la posición argentina.
En la actual negociación, en cambio, todo juega a favor. Desde la concentración de tenedores de títulos públicos (en grandes fondos) hasta que la parte central de la deuda está en manos del FMI, que regala dinero y tiene la mejor predisposición que nadie hubiera soñado. A esto se suma un G7 favorable a las reestructuraciones por la pandemia.
Volver a la senda del crecimiento
Argentina debe normalizar sus relaciones financieras con resto del mundo para volver a un camino de crecimiento en vez de perder el tiempo y las energías con planteos sobre reformas del sistema financiero internacional. El país precisa urgente cerrar el acuerdo con el FMI y el Club de Paris para poder dedicarse de lleno a lo importante.
Para volver a crecer de modo sostenible es necesario recuperar la épica de las grandes transformaciones. Salir del statu quo. Se debe encarar de modo contundente la reducción del gasto público en los tres niveles del Estado con una simultánea reducción de la carga tributaria sobre las empresas y la actualización del marco laboral de contratación. Argentina tiene que plantearse una integración inteligente al mundo, a partir del Mercosur pero dejando atrás el encierro en el Mercosur. El país necesita recrear el funcionamiento del mercados de bienes y servicios con formación de precios de mercado.
Lo importante es sincerar los precios relativos, alcanzar los equilibrios macro para estabilizar la economía y lanzar un plan acelerado de inversiones en los sectores estratégicos y aquellos donde nuestro país muestra claras ventajas. Una estrategia de este tipo permitiría recuperar el proceso inversor y la creación de puestos de trabajo genuinos. Estos son los verdaderos desafíos de la economía. Necesitamos dedicar nuestras energías a resolverlos para lanzarnos a la senda del desarrollo.