Superación de antinomias

El año 1958 fue para alquilar balcones, o para ubicarse, por seguridad, detrás de sólidos parapetos. Así podían eludirse golpes y pedradas. Las bataholas en las calles se armaban a cada rato. ¿Las causas, o las excusas? Muy sencillo: nada más y nada menos que la libertad de enseñanza, la batalla del petróleo y otras decisiones rotundas que apuntaban al cambio de estructuras. Se había lanzado la política del desarrollo nacional y se le había mojado la oreja al statu quo. Reaccionaron duramente los intereses creados.

La libertad de enseñanza era vieja en el país. Lo nuevo era instituirla en el orden universitario. Implicaba terminar con el monopolio estatal, aunque sin crear dicotomías inéditas. La sociedad debía protagonizar su responsabilidad montando y sosteniendo el funcionamiento de universidades. Para ayudar a crecer al país en el sentido del desarrollo.

No operó la falsa antinomia «enseñanza libre-enseñanza laica». Muchas de las universidades privadas fueron -y son- laicas. Tampoco se correspondieron con la realidad la denuncia apocalíptica de «entrega al imperialismo» que hicieron las izquierdas, ni de sumisión a los intereses del «clericalismo» que vino desde esas mismas zonas rojas de la ideología y desde reductos anacrónicos del liberalismo. El desafío era abierto a todos los sectores sociales. Por supuesto que los católicos crearon sus universidades, y también los no católicos. Todos desde la misma plataforma cultural, con sus perfiles propios y con sus aportes configurando y enriqueciendo la identidad nacional. Ahora es conquista definitiva. Hasta para los que fueron sus opositores furiosos que, gracias a Dios, también maduraron. En 1958 no habían tenido ojos para ver y apoyar a los visionarios.

Algo semejante ocurrió con la idea pionera de la participación social en el ámbito educativo. Aunque sin barullo, ni piedras en el aire. Solo una suerte de escándalo en los círculos de -especialistas-, de los que creían -y muchos siguen creyendo- que la educación pertenece a la soberanía absoluta de docentes y pedagogos. En la gestión Frondizi-MacKay se trajo la idea de que debía arrimarse a los representantes de los sectores sociales para que ayudaran a reflexionar y resolver los problemas educativos. Se creo el CONET, Consejo Nacional de Educación Técnica. Su cuerpo colegiado de conducción lo integraban representantes de la docencia, del empresariado y de los sindicatos. La sociedad activa, co-responsable de la gestión y del planeamiento, y acorde con los objetivos del desarrollo. Tremenda heterodoxia, pero apertura de nuevos rumbos para la organización educativa del país. Hoy -más de treinta años después- es una de las grandes innovaciones de los tiempos actuales, valida para todo el sistema.

Cuando nos toco poner el hombro a estos desafíos teníamos treinta años, fuerza para levantar montañas y fe insobornable en el país y en su destino. Lo que la Argentina fue perdiendo y necesitamos recuperar hoy.

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