Todas las democracias tienen sus imperfecciones. La de EEUU, la más antigua del planeta, se vio opacada esta semana con una situación inédita, cuando simpatizantes de Donald Trump irrumpieron en plena sesión del Senado. Fue durante la ratificación del triunfo Joe Biden, un acto simbólico y formal. Horas antes, el mismo Trump insistió con que hubo fraude en la elección presidencial e incitó a sus seguidores a tomar el camino de la rebelión y la violencia para impedir la sesión en el Capitolio, con cierta complicidad de algunos senadores republicanos.
Las palabras de Trump provocaron que una multitud entrara con violencia al Capitolio y los representantes tuvieron que ser evacuados, entre ellos el vicepresidente, Mike Pence. Al grito de «Trump, my president«, los simpatizantes chocaron con las fuerzas de seguridad, generaron múltiples destrozos y una mujer fue abatida. Se vivieron horas de caos y barbarie. Además, se encontraron explosivos en el Capitolio y en varios lugares de Washington. Como consecuencia de las protestas pro Trump, cerraron legislaturas en todo el país.
El máximo culpable, sin dudas, fue Trump. Desde su derrota se ha quejado, con argumentos inverosímiles, de la decisión que tomó el pueblo de EEUU: no elegirlo para un nuevo periodo. La irresponsabilidad que mostró durante todo el mandato y su búsqueda de la separación de la nación lo sepultaron y desencadenaron en el intento de autogolpe. Trump demostró una vez más el poco respeto que tiene a las instituciones y a la Constitución que él mismo juró proteger y defender.
La templanza de Biden
Dentro de la jornada caótica, Biden trasmitió un mensaje con pura templanza, llamó a la tranquilidad y pidió que el presidente Trump se hiciera cargo de la situación. Poco le importó al republicano, que se negó durante largas horas a pedir a sus acólitos que se detuvieran y condenar sus acciones. Cuando finalmente habló, al final del día, repitió que las elecciones habían sido robadas y respaldó la ira de los manifestantes, pero les pidió que se fueran a sus casas. Recién al otro día, publicó un video en su red social predilecta, Twitter, donde condenó los ataques, reconoció la derrota a manos de Biden y prometió una transición de poder ordenada.
Llamó la atención que en el video afirmara que estaba «escandalizado por la violencia». Es difícil de creer. Una vez más aprovechó para cuestionar al sistema electoral y en ningún momento asumió su responsabilidad por los hechos de violencia. Trump deberá dar explicaciones, al igual que sus partidarios que irrumpieron en el Capitolio. Los demócratas quieren un impeachment y algunos republicanos apoyan la medida. Otros piden que el mecanismo sea a través del enjuiciamiento penal.
Lo sucedido marca una delgada línea roja en la democracia estadounidense, un precedente que puede ser una mala costumbre para las elecciones futuras. El rechazo de estás acciones debe ser unánime.
Varios líderes del Partido Republicano también tendrán que dar sus respectivas explicaciones por su responsabilidad en el ataque al Capitolio. Algunos ya empezaron a desmarcarse de Trump, como el vicepresidente, Mike Pence, y el líder del senado, Mitch McConnell. Otros mantienen cierta ambigüedad, como el senador Ted Cruz, que aspira a ser candidato en 2024 y mantener la base electoral del magnate.
EEUU ha tenido momentos sombríos a lo largo de su historia, como los magnicidios de cuatro presidentes, crisis institucionales como el caso Watergate, inicios de guerras injustificadas y la elección presidencial del 2000, que estuvo bajo sospecha. Pero siempre se impuso el sistema y el rigor por el respeto a la democracia, las instituciones y, sobre todo, a la Constitución.
Biden tiene por delante la dura misión de cerrar las heridas abiertas de la nación que deja la administración Trump. Y evitar la profecía de China: que el imperio estadounidense está en plena decadencia. Las imágenes nunca antes vistas de lo que pasó en el Congreso de EEUU seguro fueron celebradas por el régimen de Pekín.
La presidencia de Trump termina de la peor manera. El Partido Republicano se retira del gobierno sin mayoría en la Cámara de Representantes ni en el Senado, tras la derrota en las elecciones en Georgia del martes. Los cuatro años de Trump al frente de la Casa Blanca será recordada por la mediocridad de sus logros, la división constante del pueblo estadounidense y su poco respeto a las instituciones democráticas.