Arturo Frondizi junto a empresarios de la industria automotriz. 1960
Arturo Frondizi junto a empresarios de la industria automotriz. 1960

El mundo presencia el más impresionante de los avances técnicos y científicos que registra la historia. Sin embargo, ninguna de esas conquistas habría deparado mayor bienestar sin la acción de los empresarios, los banqueros y financistas. Sin ellos, los brillantes resultados de la investigación de laboratorio, por ejemplo, no trascenderían las carpetas académicas o los informes a congresos de especialistas.

Gracias a los hombres de empresa, el progreso específicamente tecnológico alcanza niveles superiores que redundan en beneficio del hombre y la colectividad.

¿Qué se entiende por empresario? En nuestro país esta denominación coincide habitualmente con la de capitalista. Pero el empresario no es solamente el hombre que obtiene un rédito del dinero, sino el que organiza y promueve la explotación de riquezas.

No cabe duda que el concepto de la libre empresa permite a cada empresario dedicar su esfuerzo al rubro que considere de más alto rendimiento. Pero es irrenunciable deber del Estado, custodio del interés común, crear las condiciones mediante medidas impositivas y crediticias que favorezcan la actividad en las regiones que más interesen a la economía nacional o favorezcan el desarrollo de determinadas zonas geográficas.

Para el desarrollo empresario es necesario contar, además, con un mercado nacional homogéneo, con plena ocupación, intercomunicaciones fluidas entre las distintas zonas del país y un crecimiento capitalista generalizado en el campo, que incorpore las masas rurales en el mercado interno de consumo.

La unidad entre empresarios y trabajadores

El país entra en una etapa en la que, trabajadores y empresarios, dentro de la unidad empresa, poseen un interés común: el desarrollo de la economía nacional. Es necesario, por lo tanto, mantener y fortificar la unidad empresario-trabajadores para que se transforme en el centro del interés diario y permanente de los dos polos de la producción y el desenvolvimiento de la economía nacional.

Hasta ahora, desgraciadamente, esa relación se ha establecido en términos casi antagónicos. Pero sería un profundo error suponer que esa contradicción pueda ser superada por la violencia. Pretender que los inevitables conflictos generados entre empresarios y trabajadores deban ser necesariamente dirimidos por la fuerza es un grave error que solo favorece al capital colonialista.

El dialogo entre empresarios y trabajadores es imprescindible, no solo para la propia relación laboral y la eficacia del proceso productivo, sino para el completo desarrollo nacional.

La política de salarios justos, de educación técnica y estímulos a los trabajadores y sus familias es un pilar de la estabilización y expansión de los negocios. La relación que se establezca entre ambos polos, presidida por el interés nacional, significará el mejor baluarte contra el monopolio.

En el orden interno, los factores que distorsionan a la empresa son, fundamentalmente, la burocracia, el estatismo, el intervencionismo y la persecución a los capitales que se radican aquí para producir bienes y explotar las fuentes de energía.

Las actividades nacionalizadas deben limitarse a lo que estrictamente le es específico, teniendo en cuenta sobre todo su desenvolvimiento económico. Así, hay que transferir a la actividad privada aquellas partes de las empresas del Estado que se desenvuelven con déficit crónico. Hay que hacerlo con decisión, urgentemente y con criterio drástico, pero sólo dichas partes, no las empresas, como lo propician los sectores vinculadas a los intereses internacionales.

No hay desarrollo nacional sin empresas con fuertes aumentos de capitalización y esto es incompatible con la inflación.

Las empresas prósperas exigen equilibrio en la balanza de pagos de la Nación, burocracia competente y en número estrictamente indispensable

La seguridad jurídica

El desarrollo económico del país tiene como presupuesto el imperio de una estricta juridicidad. El capital nacional y el extranjero necesitan tener la seguridad de que el orden jurídico es permanente, que no está sujeto a quiebra y que mantendrá la continuidad de sus normas fundamentales, cualquiera sea el cambio de gobierno registrado

Interesa a los empresarios, pero mucho más interesa a la Nación, que los hombres de negocios tengan la certeza de que no existen motivos circunstanciales susceptibles de poner en peligro la estabilidad de sus empresas; que sepan que su adversario será inicialmente la competencia; que el objetivo deberá ser la reducción constante de los costos de producción y que, al ser la ganancia el principal incentivo de su negocio, no tendrán otra limitación que la de observar literalmente las leyes que rigen la vida de la República.

Hay que asegurar la supresión definitiva de los controles, los subsidios y los precios políticos y, sobre todo, el discrecionalismo burocrático. Esta política económica se basa en que las garantías jurídicas indispensables para que la propiedad esté definitivamente protegida; para que el hombre de negocios no viva bajo la amenaza de cambios sorpresivos en relación con las disposiciones impositivas, crediticias y administrativas, en general, No puede haber más retroactividades que malogren los cálculos sobre costos de producción.

Los impuestos no castigarán la ganancia, sino que estimularán los bajos costos y la mayor productividad.

Los monopolios extranjeros

El país cuenta con elementos materiales, inteligente dirección empresarial y un mercado de consumo en incesante crecimiento. Sin embargo, el hombre de empresa argentino cuyos capitales son nacionales y cuyos establecimientos trabajan para el mercado interno sufre también la subordinación que la economía nacional soporta frente a los monopolios internacionales.

Actualmente los empresarios argentinos dependen de los monopolios extranjeros. Importa sobremanera, entonces, que cobren conciencia de cuál es el factor que los mantiene subordinados.

Es necesario constituir un Estado nacional fuerte, apoyado en una economía independiente, sobre las bases de la siderurgia, los combustibles, la química pesada, las comunicaciones y un agro tecnificado. La palanca capaz de llevar la Nación a su completo desarrollo es, entonces, la libre empresa defendida por un firme proteccionismo de toda la industria, sin exclusiones.

La integración nacional significa la afirmación de la empresa y la posibilidad de disponer de técnicos y trabajadores eficientes, y los empresarios que así lo entiendan marcharán a la cabeza a la expansión socio-económica del país.